¿Alejar a Rusia de China? una misión casi imposible
- Ignacio Montes de Oca
- 18 abr
- 11 Min. de lectura

Por Ignacio Montes de Oca
Separar a China de Rusia suena como un plan magnifico… en un bar lleno de ebrios. Vamos a explorar el nivel de dependencia económica, política y militar que construyó Xi Jinping desde antes de la invasión de 2022 para manejarnos con la realidad tangible. Comparemos intercambios. En 2024 los EEUU le vendieron bienes a Rusia por U$S 500 millones y le compraron por U$S 3.000 millones. China le compró a Rusia bienes por U$S 129.320 millones en 2024. Y le vendió por U$S 115.320 millones. 3.500 millones contra 245.000 millones. En 2022, el comercio bilateral llegó a los US 190.000 millones, un 34,3% más que el año anterior. En 2023 creció otro 26,3% y en 2024 un 2%. China ya consume todo lo que necesita de Rusia y representa el 26% de sus exportaciones. Rusia, el 3% de las ventas chinas. Las principales ventas rusas a China son materias primas: gas, petróleo, carbón, hierro, cobre, níquel, aluminio, granos y productos forestales. El vínculo no industrializa a Rusia; al contrario, la salida de las empresas occidentales solo provocó el auge de las compañías chinas.

Veamos los mercados de consumo clave. En el segmento de celulares, las marcas chinas dominan las ventas sumando 26% de Xiaomi, el 12% de Realme, el 16% de Tecno y el 9% de Infinix. Ese 63% es seguido por el 16% de la surcoreana Samsung y el 9% de Apple. China es el origen de entre el 40% y el 50% de las materias ingredientes farmacéuticos activos que consume la industria rusa y del 15% de los medicamentos. En el rubro textil, es el origen del 60% de las importaciones de ropa y calzado. En el mercado de los automóviles, Rusia cambió una dependencia de Occidente por la de China. Antes de la invasión de 2022, el 70% de las ventas eran de marcas occidentales. Luego de las sanciones, el 64% es cubierto por marcas chinas. Pero aquí hay que hacer una digresión. Las joint ventures entre marcas occidentales y empresas rusas dominaban el 92% del mercado local hasta el 2022. Desde entonces China multiplicó por 7 sus exportaciones de autos a Rusia. Putin se vio obligado a ponerle un arancel del 6,6% en mayo de 2024 para frenar el copamiento.
China tuvo cuidado de no desarrollar las fábricas rusas como lo hizo Occidente. Ese patrón se repite en los camiones de carga, en donde las empresas chinas pasaron a controlar el 70% del mercado. En vehículos de todos los tamaños China representa el 79% de las importaciones. A lo sumo, como es el caso de los camiones Bei Ben, los camiones son producidos en China y montados en Rusia para evadir aranceles y aprovechar los subsidios que ofrece el estado ruso. De todos modos, el mercado ruso se redujo y con ello estas importaciones cayeron a la mitad. El efecto de las sanciones hizo menos atractivo el mercado ruso y con ello le da menor poder de presión a Putin. Sus 140 millones de consumidores con un ingreso per cápita anual de U$S 13.817 no son un argumento comercial fuerte para presionar a China.

En los últimos meses, China ya aplicó algunos correctivos ante el acercamiento de Putin con Trump. Sus ventas de maquinaria industrial cayeron a la mitad, redujo el uso del rublo para el comercio bilateral y se negó a financiar una ampliación del gasoducto Fuerza de Siberia 2. Al mismo tiempo, Xi Jinping aprovechó las tensiones derivadas de la guerra arancelaria para acercarse a Europa y plantearle un acercamiento. El ampliar su llegada al ingreso per cápita anual de U$S 46.564 de los 449 millones de la Unión Europea es el objetivo.
Por eso la apuesta de Trump se vuelve aún más riesgosa porque se arriesga a perder el acceso privilegiado de EEUU a Europa, obviamente también a China y luego a Rusia si Putin decidiera que es más redituable quedarse del lado chino. Es muy difícil entender la estrategia Trump. Aún si lograra atraer a Rusia, quedaría por resolver en donde colocar ese excedente de materias primas rusas y de producción en un marco de guerra comercial global. Aún con costos más bajos, el agregado de los aranceles ya encareció las importaciones y exportaciones de EEUU.
Incluso le podría dar a Europa una baza para negociar el acceso mayor de China a sus mercados a cambio de sostener el statu quo con Rusia. Trump está obligado a comparar la escala del mercado ruso de 2 billones, muy menor a los 18 billones europeos.
Queda claro que el comercio es solo un plano de un escenario más complejo. Aliarse con Rusia provocaría una reacción europea, que ya aclaró que observa a Putin como una amenaza. El compromiso con Ucrania no es solo altruista, tiene que ver con una amenaza existencial. Con las represalias arancelarias y el rechazo a las gestiones de Trump a favor de Putin y en contra de Ucrania, la UE fijó una posición que tiene aspectos políticos y comerciales encadenados. El sinceramiento de una alianza entre Washington y Moscú tendría secuelas económicas.
Esto va más allá de una China despechada. El darle impulso económico a Rusia implica acelerar los tiempos de su rearme y resultaría en una amenaza renovada para Europa. Sumemos la amenaza de EEUU de retirarse de la OTAN. Ir a China, incluso si es un intento, es un acto reflejo. Ese es un problema más allá de si Trump tiene éxito o no. El solo hecho de despreciar la alianza tradicional con Europa para buscar los recursos baratos rusos implica una felonía ante la cual tanto los europeos como los chinos se ven obligados a tomar recaudos.

EEUU ya viene apostando raro. Tensionó el vínculo con el mercado chino de 1.400 millones de consumidores privilegiando el favor del ruso que es diez veces más chico y con una capacidad de consumo per cápita similar. Putin, también juega con cartas made in China. Es que, aunque Rusia se aleje de China, no la deja sin recursos. En 2024 China importó US$1,2 billones en materias primas. China importa el 47% de los bienes primarios que consume, pero solo el 3% provino de Rusia. Es importante establecer en donde está la dependencia.
Pero si vamos al comercio mundial de U$S 33 billones, que es lo que en definitiva marca la posibilidad de acceso a los mercados para comprar y vender bienes, China controla el 18,8% frente al 16,1% de EEUU. Fuera de estos dos países y Rusia, hay un resto del mundo mucho mayor. Hagamos un muestreo de las materias primas principales para entender el peso relativo de Rusia. Tiene el 11% de las reservas de crudo, el 25% de las de gas, el 14% de las de carbón, el 5% de la producción de acero, el 4,7% de la de granos y el 5% del aluminio. Es allí donde la seducción a Rusia tiene otro peso. Sin dudas es una fuente enorme de recursos y está de oferta, pero en términos absolutos lo que importa es si hay reemplazos, hacia donde puede dirigirse cada país para obtenerlos o para vender sus productos y generar riqueza. En el caso de Europa, se diversificó a los proveedores de gas para reemplazar al que provenía de Rusia. Si las materias primas rusas regresaran al mercado de la mano de EEUU, la superabundancia de oferta empujaría los precios a la baja y por ende arrastraría a los ingresos rusos. Esta es otra razón para que Putin debe evaluar conveniencias. EEUU es un gran comprador y un mercado atractivo, pero con precios bajos y los mercados chinos y europeos cerrados o en duda, cambiaria la correa fabricada en China por una manufacturada en la Casa Blanca.

El otro problema del argumento es que Rusia y China se han convertido en siameses económicos y estratégicos. EEUU debería resolver una serie de huecos que dejaría un retiro chino de la esfera rusa. En más de dos décadas de alianza, esa interrelación es profunda. En el sector tecnológico, Rusia pasó de importar el 23% de sus necesidades desde China en 2021 a comprarles el 90% en 2024. Y esa dependencia se hizo más profunda porque dentro de esas importaciones hay tecnología dual, que sirve tanto para uso civil como militar.
Gran parte de esos productos no puede fabricarse en Rusia. Hablamos de chips, maquinaria industrial, elementos ópticos, de telecomunicaciones, sensores y otros elementos clave para que Rusia sostenga su producción bélica ¿Trump evaluó las consecuencias de llenar ese vacío? Hay otra dependencia y es financiera. El 54% de las operaciones en la bolsa rusa se realizan en yuanes. La moneda china es el segundo ítem dentro de sus reservas con un 12% de representación. Y esa dependencia se agrava por la caída del rublo frente al yuan del 9% en tres años. Esa preferencia por el yuan tiene que ver con sus exportaciones. China compra con yuanes el 45% del petróleo, el 28% del gas y el 45% del carbón que exporta Rusia. Los hidrocarburos representan el 30% del ingreso presupuestario ruso, unos U$S 108.220 millones.
Es cierto que Europa dependía del gas barato ruso, pero ahora Rusia depende de venderlo a China junto al petróleo y el carbón. No le sobran clientes y Trump debería pasar a ser un gran comprador para suplir la caída del ingreso que le genera China a Rusia.
Y si la estrategia es hacerse de recursos baratos, entonces se haría a expensas de los productores estadounidenses de materias primas. Convertirse en intermediario para reexportarlas implicaría resolver cómo entrar a los mercados europeo y chino que se oponen a esa maniobra. Eso, sin embargo, puede ser también un negocio político ruinoso. Encuestas recientes del Pew Institute, indican que el 88% de los norteamericanos tiene una mirada negativa hacia una asociación con Putin. El 56%, en contraposición, tiene una mirada favorable hacia Zelensky. El 61% considera a Rusia un enemigo y el 32% un competidor. El voto manda y es por eso que ya hay al menos seis senadores republicanos dispuestos a apoyar a Ucrania y esto, junto a las bancadas demócrata e independiente, suman 58 de 100 y le dan poca vida a un pacto con Putin. Hay otro impedimento de orden geográfico. Rusia puede entregar crudo y gas a través de ductos como el Fuerza de Siberia que lo conecta con China. Hasta donde se sabe Rusia y EEUU no tienen fronteras comunes y el Estrecho de Bering sigue siendo un sitio remotamente costoso. Ese costo suma problemas para el reemplazo porque China le compra crudo a Rusia con un descuento de hasta 17 dólares sobre un barril de petróleo Ural que ya está debajo del límite de perdida al tocar los U$S 57 dólares. Sumarle costos por lejanía no suena sensato. Con los costos al alza en EEUU por la guerra arancelaria, China ya está asentada cómoda en Rusia y una quita de sanciones de Trump a los rusos no afectaría a las que mantiene Europa. El vaivén electoral de EEUU supone además que podrían regresar en el futuro.

Allí hay otra debilidad en la propuesta de sacar a Putin del lecho chino. En 4 años Trump debe irse. Aunque lograra modificar la Constitución para volver a postularse, aún debe ganar una elección y decirle al mayordomo que le diga a la Parca que está muy ocupado para atenderla. Cualquier arreglo que proponga Trump será hecho por un señor de 79 años que puede ofrecerlo todo, pero que no puede cambiar el curso del tiempo y que además está abriendo frentes en todo el mundo con guerra comercial y sus efectos geopolíticos.
Se sabe que China tiene una apetencia sobre Taiwán, pero incluso esa isla quedó dentro del listado arancelario y sujeto a las amenazas de no ser defendida a menos que se someta a los deseos económicos y pague por los servicios de protección de White House Bodyguard LLC. Todo suena a locura política, pero es necesario recorrer los escenarios resultantes de una alianza de Trump con Putin, que además dinamitaría la OTAN y los planteos estratégicos de países como Canadá, Japón y Corea del Sur. Todos deberían recalcular como pararse ante ese eje. Más aún si esa alianza entre Rusia y EEUU resulta en una afrenta insoportable para China y la considera una amenaza contra su integridad y sus planes para convertirse en potencia principal. Es demasiada la tensión que se generaría con tanto poder trastocado.
En la medida que Trump sume más adversarios y asustados con sus planteos arancelarios y pretensiones territoriales, a la fuerza llevaría a muchos países a buscar realineamientos y de lograr que Putin quede de su lado, hará de cada contendiente un bien ganancial de la pareja. Es más, la existencia de un fantasioso eje ruso - norteamericano vendría con los iraníes y quizás los norcoreanos como parte del combo. Esto obligaría a repensar todo el tablero de poder mundial y China solo debería esperar que muchos toquen a su puerta en busca de consejo.
Supongamos que el premio es la ruta que se abriría en el Ártico, la que generó los ataques verbales a Dinamarca por Groenlandia y a Canadá. EEUU obtendría una ruta entre Múrmansk y Vladivostok que China también comparte con Rusia y es dominada en su salida en el oeste por Europa. Vladivostok es la otra clave de una disputa en pausa. Putin y Xi Jinping hicieron un pacto que calmó las tensiones históricas entre ambos países. Esas tiranteces habían provocado una guerra no declarada en marzo de 1969 y enfrentaron a los ejércitos de ambos países por 6 meses. Rusia estacionaba 44 divisiones a lo largo de la frontera común de 4.209 km antes de la mejora en las relaciones. Eso le permite a Putin usarlas en Ucrania. Una traición y la tensión derivada podría obligar a Rusia a regresar parte de esa fuerza y hay más motivos para ello.

China ya recuperó casi todos los territorios perdidos tras ser derrotada en las Guerras del Opio de 1839 a 1860, en lo que se conoce en los textos chinos como “La Gran Humillación”. Las cesiones a las potencias europeas, EEUU y Japón ya fueron revertidas, pero todavía queda una. Resta el millón y medio de Km2 entregados a Rusia entre 1859 y 1869 por los Tratados de Algun y Nerchinsk, que incluyen la zona controlada por la ciudad rusa de Vladivostok, el puerto más importante de Rusia sobre el Pacifico. Quizás sea la derivación más profunda. Esto no es una fantasía, es parte de un reclamo histórico chino tan fuerte como el que tiene sobre Taiwán.
Putin debe saber que aliarse con Trump y confrontar con China lo encontraría en su momento de mayor debilidad militar. Usar el arma nuclear implicaría la destrucción mutua y le quedaría emprender una campaña convencional en una zona alejada de Moscú, pero cercana a Pekín. China ya aumentó su influencia en esa zona en donde la densidad demográfica promedia los 70 habitantes por Km2 del lado chino y los 3,2 h por km2 del ruso. Se le suma a una constante migración hacia del territorio chino al ruso que está cambiando el balance demográfico. Esas regiones más allá de los Urales generan la mayor parte de la riqueza rusa y a la vez están muy alejadas de Moscú. Esto es un problema defensivo para Rusia, que además sabe que regiones como Primorie y Jabárovsk comercian cada vez más con la provincia china de Heilongjiang. El extremo oriente ruso es una de las zonas más relegadas en ingreso y obra pública. También de las que más vidas ofrenda en el frente ucraniano. Allí hay un germen secesionista y una queja porque la entrega de recursos no trajo la misma prosperidad que a Moscú y San Petersburgo.

Estas regiones, que incluyen a Siberia, están en el vientre vulnerable del oso ruso y sus reservas de recursos naturales. Y son sensibles a un estímulo a la secesión que le daría a Rusia un poco de su propia medicina, pero esta vez con una receta escrita con caracteres hanzi. Por todos estos motivos, en una alianza entre Rusia y EEUU, Putin tiene mucho más que perder que lo que podría ofrecerle Trump en los próximos cuatro años. Deshacer los desaciertos de la segunda invasión es mucho más complicado que hallar a quien venderle materias primas. Es entretenido jugar a las posibilidades y volar por escenarios que pueden ser hasta grotescos. Incluso es válido desplegarlos para justificar una decisión a favor de elegir a un determinado líder y defenderlo de las críticas. Pero en algún momento hay que regresar a la tierra. Con estos datos y cifras es difícil sostener la idea de alejar a Rusia de China. O usarla como excusa para explicar las medidas tomadas por Trump. Quedará como una hipótesis para una taberna de ebrios divagando sobre geopolítica. ¡Otra ronda de licor de zanahoria, invita la casa!