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Foto del escritorSantiago Rivas

Algunas preocupaciones sobre la pandemia

Aunque por varias décadas, la posibilidad de la ocurrencia de una pandemia, especialmente derivada de algún tipo de coronavirus, fue algo estudiado y sobre lo que muchos alertaron (no solo Bill Gates), al tiempo que su uso como arma de guerra estaba previsto por muchos países desde la guerra fría, hoy vemos como ningún país del mundo, ni entidades internacionales creadas especialmente para ello, como la Organización Mundial de la Salud, estaban preparadas para enfrentar la realidad, en lo que se puede decir que es la prueba más evidente del fracaso de la política a la hora de desarrollar políticas públicas.

A pesar de décadas en donde la guerra bacteriológica (aunque en esta definición se incluían los virus) estuvo presente en todas las hipótesis de conflicto dentro del concepto de guerra QBN (Química, Bacteriológica y Nuclear), se percibe no solo que no existieron reales planes de contingencia en casi todos los casos, sino la actitud de la mayoría, incluyendo dirigentes, de minimizar el problema, tomando medidas no en base a la realidad sino de sus deseos. La realidad, sin embargo, siempre indica que primero hay que actuar como si se tratara del peor de los escenarios, ya que en estas cosas es mejor sobreactuar que pagar las consecuencias de no haberlo hecho.

No hubo un solo país del mundo que tenga un plan para esta situación y muchos de aquellos que se esperaba que estén mejor preparados y que actuarían más rápido, como el caso de Estados Unidos, fueron de los que, hasta ahora, han mostrado las mayores falencias. Ni qué decir de casos como el de México, donde su presidente solo atina a decir disparates ante las cámaras y deja a su población a merced del virus, luego de haberla dejado a merced de las bandas criminales. Tampoco qué decir de los países comunistas, comenzando por China y su lamentable manejo de la situación, que trae recuerdos del pésimo manejo llevado a cabo por la Unión Soviética ante el desastre de Chernobyl. De más está decir que es poco y nada creíble que China haya contenido la expansión del virus en estos días. Tampoco son creíbles los datos de otros países sin libertad de prensa, como Cuba, Rusia, Venezuela, Irán o Corea del Norte, muchos de los cuales prácticamente carecen de sistema de salud.

Ahora, en medio del caos, ante gobiernos que no saben aún qué hacer y donde se ven los errores de algunos, como fueron los de Europa, al minimizar inicialmente el impacto, se empieza a probar con otras posibles soluciones. Si bien creo que la cuarentena obligatoria es la mejor medida que se puede tomar inicialmente y que permitirá achatar la curva de contagios para evitar que el sistema de salud colapse, hay que tener en cuenta que no es posible mantenerla por un período muy prolongado de tiempo, ni que evitará el crecimiento de la cantidad de infectados, solo que hará que éste sea más lento.

En sí, la cuarentena sirve para ganar tiempo mientras se piensan otras acciones posibles, pero no es la solución final al problema. Una de las soluciones finales puede ser la invención de una vacuna, pero todos los especialistas coinciden en que llevaría un mínimo de un año. A la velocidad en que se viene propagando la enfermedad y a que esta propagación crece de manera exponencial, esperar un mínimo de un año no parece una salida posible, ya que sería demasiado tarde.

Aunque en todos los países la cuarentena inicialmente se anunció por un período corto de tiempo, dado que el virus tarda hasta dos semanas en manifestarse, la cantidad de casos confirmados seguirá creciendo mucho en las primeras dos semanas de cuarentena. A eso hay que sumar que en los primeros días viene costando que mucha gente acate la cuarentena y muchos de esos siguen contagiando a otros, o permanecen en sus casas junto a sus familias sin saber que los están contagiando, por lo que se puede decir que en la tercera y cuarta semana de cuarentena la enfermedad también seguirá creciendo. Recién luego de que hayan pasado al menos un par de semanas donde prácticamente no haya nuevos casos se puede pensar en alivianar la cuarentena, ya que no debería haber prácticamente gente contagiada fuera de los hospitales.

Sin embargo, el problema que esto conlleva, planteando una cuarentena que, en el caso argentino, puede durar hasta la mitad o fines de mayo, no radica tanto en lo sanitario, sino en lo económico. Si bien hay sectores que pueden soportar ese período de tiempo sin ingresos u otros que podemos seguir trabajando normalmente desde nuestras casas, hay una gran proporción del país que no puede sostenerse en ese tiempo. Y, si bien el estado ha anunciado medidas de ayuda, es difícil que sean suficientes y que puedan implementarse todas en tiempo y forma. A eso hay que sumar que el efecto económico durará por muchos meses después de que la pandemia haya pasado, muy posiblemente durará varios años.

Esto, en el caso de una Argentina que ya estaba en recesión, o de economías como la de Chile, que ya venía cayendo por la crisis social, lo cual en cierta manera se repite en toda América Latina, puede ser devastador y generador de conflictos sociales impredecibles, y lo preocupante es que aún no es algo que se esté teniendo muy en cuenta. Es cierto que primero hay que pensar en lo urgente, pero no hay que dejar de pensar en lo que puede venir, para evitar un mal mayor más adelante.

Es imposible aún poder proyectar el daño económico, pero sin dudas será enorme e implicará que una gran parte de la población quede debajo de la línea de pobreza y que, en general, todos seamos un poco más pobres dentro de un año.

Creo que es tiempo de que, mientras se ataca el problema urgente, se empiecen a planificar medidas para el mediano y largo plazo. En el primer caso, pensando en las próximas 4 a 8 semanas, donde la cuarentena se volverá un problema ante un sector de la población que ya no tenga cómo sostenerse y otros que quieran salir de sus casas a toda costa, a la vez que el esfuerzo logístico de las Fuerzas Armadas y de Seguridad estará llevado al máximo, debido a los años de desinversión y ninguneo por parte de los políticos. Hoy necesitamos más que nunca a nuestras Fuerzas y ha quedado en evidencia más que nunca la responsabilidad de aquellos que las dejaron de lado, pero ya habrá tiempo para pasarles la factura. El problema es que en poco tiempo más, será difícil para las fuerzas y también para todo el sistema de salud, seguir manteniendo el esfuerzo.

A la vez, mientras se resuelve este punto, debería irse pensando cómo minimizar el impacto económico e ir buscando maneras de que la economía vaya recuperando su ritmo de a poco. El país ahora tiene la ventaja de que el problema de la deuda externa ha pasado a segundo plano, ante el descalabro global, aunque al mismo tiempo se sabe que no tendremos ninguna fuente de financiamiento y a la vez un déficit fiscal enorme. Eso limitará las herramientas del estado para ayudar a los distintos sectores de la economía, no solo a los que trabajan de manera informal, los desocupados y los que trabajan por su cuenta y no pueden hacerlo en tiempos de cuarentena, sino también a las miles de empresas que se declararán en quiebra ante la imposibilidad de pagar sus deudas, lo que significará un disparo de la desocupación y la pobreza.

Tal vez sea un momento para analizar la propuesta israelí, que toma en cuenta que, mientras el grupo de riesgo está mayormente en los mayores de 60 años, el grupo que más contagia son los más jóvenes (la mortandad en los menores de 50 años está por debajo del 0,4 %), ya que se mueven más e interactúan más, a la vez que, dado que muchos de ellos no muestran síntomas, pueden no saber nunca que están infectados. Al mismo tiempo, esas personas infectadas van desarrollando anticuerpos y en poco tiempo dejan de propagar el virus, generando, de a poco, inmunidad colectiva. A esto último apuntó inicialmente Gran Bretaña, pero el problema fue que los jóvenes siguieron infectando al grupo de riesgo, causando más muertes, por lo que debieron cambiar de estrategia. Lo que se ha planteado en Israel ha sido mantener separados ambos grupos, dejando en cuarentena solo al grupo de riesgo, de manera que no se contagie, mientras el resto de la sociedad desarrolla la inmunidad colectiva y se frena la propagación. Así, el país, con 945 infectados al 22 de marzo, tiene una sola muerte por la enfermedad (https://www.worldometers.info/coronavirus/), una de las tasas más bajas del mundo (0.1 % de mortandad), lo que muestra cierta efectividad en el manejo.

Un plan así por supuesto que sería muy difícil de implementar, pero permitiría proteger al grupo de riesgo mientras el resto de la población retoma sus actividades de a poco (tal vez si se van liberando algunas actividades de forma gradual) y el impacto económico se va reduciendo. Además, por supuesto que, así como todas las medidas que se proponen o se toman, nadie sabe si puede ser efectiva, ya que en todos los casos estamos tomando medidas sobre algo que no sucedió nunca y para lo que jamás se hizo un plan (aunque parece increíble), pero creo que es un momento para apelar a analizar todas las soluciones posibles y pensar que no solo la pandemia será un problema de muchos meses, con muchas posibilidades de que dure hasta bien entrada la segunda mitad del año, sino que a ésta hay que sumarle el problema económico en un momento de crisis preexistente, donde hay millones de personas en situación vulnerable y varios millones que lo estarán en poco tiempo.

Debemos ser conscientes de que estamos frente a, posiblemente, la mayor crisis que haya vivido la humanidad en su historia, que se está cobrando miles de víctimas, pero que todo indica que es recién el comienzo de algo que será largo y que cambiará para siempre nuestras vidas. Que cuanto más rápido se actúe y de la manera más drástica, se tendrán mejores resultados. No es tiempo de dogmas ni de ideologías, es tiempo de ser pragmáticos, de no pensar en ideales, sino de pensar en las soluciones menos malas, es tiempo de dejar de lado los deseos y el idealismo, para actuar frente a realidades.

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