Por Santiago Rivas
Los países de América Central se caracterizan por su pequeño tamaño, tomando en cuenta su relación con los del resto de América, aunque las cortas distancias entre muchos de sus centros urbanos no siempre significan poco tiempo de viaje, debido principalmente a una geografía complicada y a infraestructura vial poco desarrollada. Así, trasladarse de una localidad a otra por tierra puede demandar más tiempo que en otras regiones donde existen planicies y buena infraestructura. Esto vuelve al avión como una herramienta importante cuando el tiempo apremia, como son las misiones de asistencia humanitaria o para apoyo a fuerzas de seguridad.
Sin embargo, esta necesidad casi siempre choca con la disponibilidad presupuestaria, que está muy por debajo de lo que realmente se necesita, tanto debido a la situación económica de los países como a la poca prioridad que a veces se da al desarrollo de la seguridad y la defensa.
Entre los países que conforman América Central, dos de ellos, Costa Rica y Panamá, oficialmente carecen de Fuerzas Armadas, aunque sus Fuerzas de Seguridad son en gran medida equiparables con las Fuerzas Armadas de sus vecinos en la región, mientras que en el caso de Belice, sus fuerzas de defensa tienen un componente aéreo muy reducido.
Por muchos años, los conflictos internos y la posibilidad de recibir grandes cantidades de aeronaves a bajo costo, principalmente como excedentes de Estados Unidos, permitió mantener fuerzas de transporte adecuadas, cuyo caballo de batalla fue el Douglas C-47.
A medida que dichos conflictos se fueron resolviendo, el presupuesto de defensa en toda la región se achicó y eso complicó la renovación de las flotas.
Hoy, ante una creciente necesidad de contar con más aeronaves para la asistencia a la población en zonas remotas, con evacuaciones sanitarias, entrega de ayuda humanitaria o simplemente transporte de personal, a la vez que las amenazas a la seguridad, principalmente del narcotráfico, requieren el despliegue de fuerzas de seguridad, las fuerzas presionan cada vez más para obtener los fondos que les permitan cubrir esas demandas.
Las fuerzas más pequeñas
Como se indicó, la Belize Defence Force es la que posee el componente aéreo más pequeño de Centroamérica, contando para transporte con solo dos Britten Norman BN-2 Islanders, de los cuales uno está en depósito. Sin dudas es una capacidad muy limitada ya que, si bien el país, con apenas 300 kilómetros de largo, es muy pequeño, sus selvas, sierras e islas vuelven complicado el transporte por otros medios. Aunque con un presupuesto de defensa muy limitado, de solo 30 millones de dólares, y una ayuda de Estados Unidos que se ha ido reduciendo en los últimos años, el país necesita contar con una mayor cantidad de aeronaves que le permitan no solo cumplir tareas de transporte, sino también de patrullaje.
Por su parte, el Servicio de Vigilancia Aérea de Costa Rica se ha reequipado en los últimos años, aunque con pequeñas compras y la incorporación de aeronaves capturadas a bandas criminales. Así, sus principales transportes son dos Harbin Y-12E de origen chino recibidos en donación en 2016 y dos PZL M-28 (C-145), además de un Beechcraft F-90 Queen Air y un B200GT Super King Air (configurado para patrulla y recibido en 2019), a los que se suman aeronaves pequeñas de las líneas de Cessna y Piper. Los M-28, donados por Estados Unidos en 2019, han significado un importante incremento en la capacidad de transporte, que se venía reduciendo en los últimos años, sobre todo desde la baja del último de Havilland Canada C-7A Caribou en 2014, que le daba cierta capacidad de transporte mediano.
Carente también de una fuerza aérea, Panamá cuenta con el Servicio Nacional Aeronaval, que reúne una interesante pero pequeña flota, en la cual los principales recursos para transporte comprenden dos Viking Air DHC-6-400 Twin Otter recibidos en 2016, tres Casa C212-300M, de los cuales solo uno está operativo, más un Beech 100 King Air y un 350 Super King Air. Con los nuevos Twin Otter se reemplazó en parte a los Casa C212, de los cuales otros tres de la serie -200 ya han sido dados de baja. Además, se cuenta con un Embraer ERJ135 Legacy para vuelos presidenciales.
Con una capacidad muy mermada en los últimos años y sin que haya realizado ninguna incorporación en el sector de transporte en las últimas tres décadas, la Fuerza Aérea Nicaragüense mantiene un viejo Antonov An-2 operativo, mientras que otros dos An-26 le brindan cierta capacidad de transporte medio, con la ventaja de poseer rampa de carga. Otros dos An-26 se encuentran en dotación, pero fuera de servicio. El mayor problema de la fuerza es la antigüedad del material, que demandará un reemplazo en el corto plazo.
Las fuerzas más grandes
En Guatemala, luego de varios años de falta de inversión, en los cuales se retiraron sin reemplazo los IAI Arava y Fokker F27, la Fuerza Aérea ha comenzado a recuperar sus capacidades. Primero, en 2018, se compraron dos Cessna 208B EX Grand Caravan y Estados Unidos donó un ejemplar adicional, configurado para evacuación aeromédica. A la vez, en septiembre de 2019 se incorporó un Viking Air DHC-6-400 Twin Otter, recuperando en cierta medida la capacidad de transporte.
Estos se suman a un Cessna 208B Super Van, incautado en 2008, un Beech F90, un B100, un B200 y tres B300, de los que el B200 se usa para vigilancia y el resto para traslados VIP.
Ahora, la fuerza está negociando los fondos para poder recuperar al servicio dos de sus Basler BT-67, los que le brindarían una capacidad de transporte más significativa. Aunque su puesta en servicio permitiría cubrir las necesidades en el corto plazo, la fuerza va a requerir la compra de más transportes en poco tiempo.
En el caso de El Salvador, el accidente del último Basler BT-67 operativo, ocurrido en 2019, significó una pérdida importante de la capacidad de transporte de la fuerza, conformada solo por tres IAI 202 Arava recibidos de segunda mano de Israel en 2008. Estos aviones tienen una corta vida por delante, debido a su antigüedad, por lo que la fuerza precisa resolver en el corto plazo la incorporación de nuevos aviones. A la vez, la fuerza nunca recuperó la capacidad perdida con la baja de sus C-123K Provider.
Habiendo sido el único operador del C-130 Hercules en América Central (operó cuatro C-130A y un C-130D), en los últimos años la Fuerza Aérea Hondureña fue perdiendo capacidades al ritmo que el presupuesto de defensa se fue reduciendo.
En 2015 se incorporaron tres Let 410UVP, de los que uno se perdió en un accidente en 2017 y los otros dos conforman el principal elemento de transporte de la fuerza, junto a cuatro Cessna 208B Grand Caravan recibidos a partir de 2015 y un Beech B200 Super King Air. Además, cuenta con un jet ejecutivo para vuelos presidenciales, con un Embraer ERJ135 Legacy.
Futuro
Los recortes de presupuesto siguen complicando la incorporación de nuevas aeronaves, aunque su necesidad es cada vez más importante a medida que los viejos aviones han sido retirados del servicio con pocos reemplazos que, en la mayoría de los casos, tienen menos capacidades. Los aviones con rampa de carga que se usaron en la región, como el Caribou, el C-123 y el C-130, ya prácticamente han desaparecido, con solo los An-26 de Nicaragua y los Casa C-212 de Panamá aún en servicio, mientras que los C-145 de Costa Rica, aunque no tienen rampa, cuentan con puerta trasera.
Aunque en general las distancias en la región son cortas, la mayoría de los modelos en uso son de muy baja velocidad de crucero (por debajo de los 200 nudos), exceptuando a los aparatos de la familia Super King Air, aunque estos se usan mayormente en vuelos VIP o para patrullaje.
Si bien algunas flotas se han renovado parcialmente, aún quedan muchas aeronaves con 30 o 40 años de antigüedad, incluso más si se toma en cuenta a los Basler BT-67, por lo que la necesidad de reemplazos se incrementará en un futuro próximo.
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