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Ignacio Montes de Oca

¿La economía rusa realmente evitó la debacle o su resiliencia es solo un truco contable?

Se insiste en la “resiliencia” económica rusa y en su capacidad para sortear con éxito las consecuencias de las sanciones occidentales y la crisis provocada por la guerra. Vamos a revisar las cifras para diagnosticar hasta dónde llega la propaganda y dónde comienza la realidad.

 

Por Ignacio Montes de Oca



Primero vamos al gran indicador usado para medir el crecimiento ruso durante la segunda invasión a Ucrania en 2022, el Producto Bruto Interno que mide el total de intercambios en una economía durante un año. Acá aparece la primera de muchas trampas. En 2022 el PBI ruso cayó un 2,1% y en 2023 creció un 3,6%. Es decir que, tomando como base 100 el 2021, en 2022 el valor era de 97,9 y en 2023 de 101.4. En otras palabras, entre 2022 y 2023 el crecimiento real de la economía rusa fue del 1,4%. Es decir que en dos años y pese a que Moscú y sus satélites en las redes proclaman que Rusia creció a tasas espectaculares, en lo real solo avanzó un 1,4%, lo que no es ni tan asombroso ni mucho menos meritorio. Pero hay algo más que analizar.

Luego hay que hacer otra medición, porque hay factores que influyen en la medición, como la inflación, que en Rusia fue del 13,8% en 2022 y del 7,42% en 2023. Tomando de nuevo como base 100 el momento de preguerra, pasamos a 113 en 2022 y a 121 en 2023. Al PBI hay que restarle distorsiones para llegar al PBI a precios constantes. Medido en rublos y de acuerdo con el monitoreo de Trading Economics, antes de la guerra estaba en 38,1 billones y en el primer cuatrimestre de 2022, cuando comenzó la invasión, cayó a 30.7 billones. En el tercer cuatrimestre de 2023, la última medición, estaba en 35.3 billones de rublos, es decir un 19,42% menos medido en términos más realistas. A la resiliencia se la comió la inflación. Pero hay otros modos de medir la riqueza de Rusia.



El otro modo de calcular el éxito está en tomar las expectativas de crecimiento de Rusia antes de la guerra, de acuerdo con las estimaciones del FMI Rusia crecería un 15% hasta 2024. Tomemos solo el dato del PBI base para calcular cuánto implica esta predicción fallida. No es muy complicado medir la destrucción de riqueza potencial al restarle a ese 15% el 1,4% del crecimiento real en dos años para deducir que, con la invasión, Putin le privó Rusia de la creación de riqueza por un equivalente al 14,4% de su PBI en 2021. Si el PBI de Rusia en 2021 era de 1,83 billones, el 13,6% representa un potencial de riqueza perdida de U$S 248.880 millones para su economía. No los perdió, pero se privó de ganarlos, que es mas no menos lo mismo, porque medimos el impacto de la decisión de invadir. Seamos claros: si tu expectativa era incrementar tu salario un 15% en los dos años siguientes porque así estaba planificado por la oficina de Recursos Humanos y lo arruinaste porque le diste una paliza al vecino de escritorio, ese adicional se computa como pérdida por violento.

Sigamos midiendo riqueza extraviada. Sabemos que Occidente le decomisó reservas por U$S 300.000 millones. Es otro activo perdido, porque no puede disponer de su uso, de manera que ya tenemos otro pasivo para sumar al impacto. Vamos por U$S 548.880 millones. Hay otro gran pasivo que, si bien es contabilizado como reservas, perdió su valor de uso porque no le sirve a Rusia para el intercambio. Hablamos de U$S 147.000 millones en rupias estancados en bancos de India por la compra de crudo ruso. Además, hay que sumarle una pérdida adicional por la depreciación de la rupia frente al dólar de U$S 15.000 millones adicionales. Llegamos a U$S 710.880 millones.



Considerando que cerca del 40% de las reservas rusas de U$S 401.988 millones están en renminbis y que la moneda china se devaluó 9,1% desde febrero del 2022, hay otra pérdida de valor de U$S 14.632 millones en esos 160.795 millones atesorados en divisa china. Esa pérdida por depreciación de divisas se justifica en la imposibilidad de acceder a los mercados externos como consecuencia de la guerra y el haber liquidado el stock de dólares y euros en las reservas para importar esquivando las sanciones.

Contabilizamos un total de U$S 725.512 millones de riqueza no generada o perdida. Pero hay que contar otros pasivos producidos por la decisión invasora de Putin. Antes de la guerra, Rusia tenía contratos pendientes de ventas de armas por U$S 51.000 millones. India, Egipto, Vietnam y Malasia son algunos de los países que dieron de baja los contratos de compras a Rusia tanto por la incapacidad de cumplirlos por las sanciones como por el reemplazo por tecnologías de otros países más confiables en términos de vuelo de torretas. Rusia declaró ventas en curso en 2023 por U$S 4.500 millones, la mayor parte a países africanos, de manera que hay otro proceso de anulación de ingresos por unos U$S 45.000 millones y un desplazamiento de Rusia por Francia en el 2° lugar en el mercado global de exportación de armas.



Falta agregar algunos ítems más al análisis, que ya suma U$S 770.512 millones de pérdida de riqueza. Por los ataques de los drones, Putin ordenó el cierre de las exportaciones de combustible por seis meses. Las ventas de combustibles al exterior le significan a Rusia un ingreso anual de U$S 54.145 millones. Vamos a ser conservadores y a contabilizar la pérdida de ingresos de los seis meses de cierre de exportaciones. Son U$S 27.072 millones. Llegamos a U$S 797.584 millones.

Hay dos ítems más que son igual de importantes. Es el caso de las pérdidas en el frente de batalla. Hasta el 3 de marzo, el valor de reposición de equipos y gastos directos suman U$S 57.630 millones.

Sumamos pérdidas y lucros cesantes por U$S 55.214 millones. Y le vamos a sumar otros dos. El primero es la caída de activos del Fondo de Reserva usado para financiar el costo de la guerra desde los 112.700 millones a los 57.000 millones tras dos años de guerra. El otro lucro cesante es la pérdida de ingresos por exportaciones petroleras que, si bien habían crecido en 2022 por el aumento de los precios internacionales, luego cayeron por el menor volumen, los descuentos y la estabilización del valor del barril de crudo y el gas.

No debe confundirse volumen de exportaciones por ingreso producto de las ventas al exterior. Rusia puede estar vendiendo más o menos, pero lo que cuenta es lo que le queda en las arcas estatales luego de descontar costos. Allí está la cuestión. De acuerdo con la UE, entre febrero de 2022 e igual mes de 2023 los ingresos de Rusia por exportaciones de petróleo se derrumbaron un 41,7%. Esto implica que, en febrero de 2022, Rusia embolsó ganancias por U$S 19.900 millones y un año después U$S 11.600 millones. Anualizada, esa caída de U$S 8.600 millones en ingresos representa unos U$S 100.000 millones, un quinto del total de exportaciones de 2023, que sumaron 492.314 millones de acuerdo con el Banco Mundial. Sumando los ítems pendientes, tenemos U$S 1,01 billones.



Vamos entendiendo que una economía puede crecer si se mide la creación de riqueza anual, pero también puede sufrir en paralelo un proceso de descapitalización y, al mismo tiempo, perder oportunidades de crecimiento que también deben considerarse. Es billón de dólares representa el 56,6% de su PBI de 2023 y por piedad a los que insisten en la resiliencia económica rusa no lo medimos con el PBI a precios constantes, que nos da un total de 92.585 millones de rublos de pasivos y oportunidades perdidas de generar riqueza.

Por eso no tiene sentido comparar el nivel de crecimiento del PBI ruso con otros países como EEUU o las naciones europeas, en donde no hay un proceso de destrucción de la riqueza y otro de descapitalización en curso. O una economía de guerra.

En 2023, el ingreso al estado ruso por la exportación de gas y petróleo, su principal entrada de divisas cayó a U$S 99.300 millones, un 25% menos que en 2022. Los precios altos del inicio de la guerra ya no existen y China e India compran el 40% de lo que antes compraba Europa.



Ahora hay que ir al gasto. Lo principal es que Rusia pasó de gastar el 3,5% al 7% de su PBI en defensa. Si aumenta el gasto, pero disminuyen los ingresos, entonces tenemos un déficit creciente, que es lo que atraviesa el presupuesto central ruso desde 2022.

El déficit del 2022 fue de U$S 30.411 millones, casi el triple de los U$S 11.995 millones del año anterior y equivalente al 2,3% de su PBI. En 2023, el déficit declarado por el gobierno ruso fue de U$S 31.600 millones o el 1.9% de su PBI superando así su crecimiento de PBI. El presupuesto de 2024 prevé un déficit de U$S 17.900 millones o el 0,9% del PBI, aunque suena poco realista porque en mayo de 2023 ya se habían gastado el previsto para todo el año. Como sea, el gasto militar será aumentado un 68% en este año.



En algo tiene que ver ese desequilibrio en las cuentas que el 40 % del gasto central, unos U$S 108.000 millones, se dirija directa o indirectamente a financiar la invasión a Ucrania y explica el uso de los fondos y reservas para que las cuentas no se vayan al diablo. Hay que tener presente ese dato, porque una vez que se acaben los fondos líquidos para financiar el déficit y, por lo tanto, a la guerra, Rusia perderá un recurso para sostener su moneda y deberá buscar auxilio en la emisión monetaria que podría aumentar la inflación. Tampoco puede financiarse con la emisión de deuda porque tiene el acceso cerrado al mercado de capitales, salvo el de China o de Medio Oriente, que en dos años no dieron señales de colaboración. Putin considera emitir “bonos patrióticos” y colocarlos en el mercado interno.



Además, hace uso de otros trucos, como derivar 11,5 billones de rublos destinados a los fondos de reserva directamente a las arcas centrales para equilibrar las cuentas. En abril de 2023 Putin decretó un gravamen sobre la producción de crudo para recaudar U$S 7.600 millones extra. El aumento del déficit se vio favorecido por una caída del valor de las exportaciones en un 9,6% en 2022 y de otro 4,6% en 2023, al tiempo que las importaciones cayeron un 9,7% en 2022 pero subieron un 4,1% en 2023. Este desequilibrio, presiona también sobre las cuentas.



Estas cifras se relacionan a su vez con la depreciación del rublo, que pasó de 51,45 por dólar en mayo de 2023 a 92,48 en marzo de 2024. A Rusia le favorece un cambio bajo para equilibrar sus cuentas internas, pero la afecta a la hora de burlar las sanciones importando bienes.



Con todas estas cifras, sin embargo, no se responde a la pregunta central y es ¿Por qué crece el PBI de Rusia a pesar de todo? La respuesta es sencilla y se resuma en tres palabras: “economía de guerra”. Vamos a explicarlo de un modo sencillo. Rusia aumentó el índice de producción de manufacturas porque destina montos inmensos de rublos a la producción militar. Esos incrementos son anotados como movimientos de su economía, aunque queden en gran parte atrapados en el sistema militar. Para entenderlo mejor: un tanque cuyo valor de producción es de 4 millones equivale estadísticamente a 400 autos Lada con un valor de U$S 10.000. Un avión de 34 millones a 3.400. Ahora multipliquen el efecto de millones de municiones, miles de vehículos y similares. El impulso de más de U$S 100.000 millones destinados a compras y producción militar se computan como movimientos económicos, aunque en los hechos sean registrados en el mismo proceso que la fabricación de una cosechadora o la producción de latas de tomate.



Este movimiento dispara a su vez a los sectores metalúrgico, químico y de materias primas asociadas en un esfuerzo que técnicamente suma al aumento del PBI, pero que en la práctica no significa que Rusia esté sumando riqueza o aumentando su productividad. Suele ponerse de ejemplo la Alemania nazi, que en 1944 que mostraba índices de crecimiento del PBI y pleno empleo, aunque se encaminaba a la derrota y todo se explicaba por la dedicación casi exclusiva de su sistema económica al esfuerzo de guerra. Salvo que los T-90 luego se usen para cosechar y el C3 para fabricar floreros o empaste dental, lo cual no se recomienda, asimilar la producción militar al sistema civil es difícil. Por eso, aunque el PBI crece en tiempo de guerra, la economía no necesariamente se desarrolla. Tampoco su industria aporta divisas porque, como dijimos antes, no hay excedentes para vender al exterior y los clientes huyeron con los primeros saltos de torreta. Queda entonces claro que no es lo mismo sumar músculo productivo que adiposidad mórbida militar. Esa gordura bélica tiene que ver con la eficacia. En términos económicos, la productividad permite producir más a menores costos y es algo que la industria rusa no puede hacer por falta de acceso a la tecnología por las sanciones. El resultado: menos productos y más caros.

Ese tercio de la economía dedicada solo a la guerra dinamiza los pedidos a las industrias relacionadas con la guerra, pero lo hace a expensas de una menor producción en áreas civiles y se acompaña con una disminución en la inversión en obras públicas. A su vez, el haber aplastado la obra pública y derivar recursos para la guerra disminuyó el dinero en las industrias dedicadas a ese rubro. Como efecto adicional, aumentó el precio de los fletes internos en un 22%. En los sectores de salud y educación, sucede lo mismo.

Esto impacta en la inflación porque, si bien los salarios se actualizan para tratar de alcanzar a la inflación, la oferta de bienes no relacionados con la guerra no aumenta al mismo ritmo y, como consecuencia, los dioses de la oferta y la demanda suben los precios. Los técnicos rusos saben que el gasto no productivo está recalentando la economía y presionado a la inflación. Es por eso por lo que han subido las tasas de interés hasta el 18%, un monto que se acerca al índice de aumento de precios reales que publica la ONG Romir del 23,2%.

La inflación rusa es la resultante de una caída de la producción, la importación de bienes de consumo y un aumento en la demanda motorizada por una mayor disponibilidad de dinero en circulación. Los automóviles, por ejemplo, subieron un 18% su precio durante 2023. Si bien la venta de automóviles se duplicó en 2023 respecto al año anterior, la producción de diciembre de 2023 fue de 55.500 unidades, mucho menos de la mitad de los 126.300 del mismo mes de 2021. La respuesta al enigma es la importación masiva de autos chinos.



La debilidad de la industria rusa para producir bienes en reemplazo de los occidentales por las sanciones disparó las importaciones desde China, generando un déficit recurrente y un intercambio desigual de materias primas rusas por bienes manufacturados y servicios chinos. Solo en enero y febrero de 2024 Rusia le compró a China por U$S 37.010 millones en productos, un 9,3% más que en el mismo periodo de 2023, pero le vendió por U$S 20.202 millones, un 6,7% más interanual. Ese goteo de desequilibrio suma déficit en las cuentas nacionales.

Para medir si realmente hubo un aumento de la producción industrial podemos usar el consumo eléctrico, porque es el insumo universal de todas las fábricas. Se mantiene constante a niveles similares a los de preguerra. Algo huele mal y no es mi zapatilla. El índice de Producción Manufacturera Industrial que mide la actividad muestra signos positivos. De hecho, está entre los más altos del mundo. Sin embargo, hay una trampa al tomar este índice fuera del contexto y en particular si se lo considera por separado del consumo interno.

Es por eso que no hay que confundir aumento de la producción manufacturera con un desarrollo autónomo para reemplazar bienes occidentales. Lo que produce Rusia es esencialmente equipos militares para seguir invadiendo a Ucrania. El resto, lo importa.

En síntesis, la economía aumentó de peso por un atracón de territorio ucraniano, pero no consiguió con ello un desarrollo y un aumento de la riqueza nacional. Y tampoco hay que olvidar que ese billón de pérdidas y lucro cesante no contabilizado en las estadísticas de crecimiento del PBI. Hablar de resiliencia económica sin considerar el panorama completo es un poco deshonesto, porque la destrucción de riqueza y la pérdida de oportunidades de desarrollo tiene un efecto profundo y lo va a tener a largo plazo en un grado aún más importante.



Rusia creció un 3,6% en 2023. Si esa es la foto y no vamos a ver la película completa, entonces sí, Putin es un mago y un estratega eximio de las finanzas. Si ampliamos la mirada, su economía de guerra está resultando un desastre absoluto para Rusia. Y si nos ponemos en exquisitos, Rusia sumó por incremento del PBI un 1,4% desde 2023, que equivale a U$S 25,718 millones, pero perdió un billón en la ruleta invasora. Si vamos a hacer las cuentas, tenemos que meter todos los elementos en el coctel antes de agitarlo.


PS: Se que sacrifiqué rigurosidad con los ejemplos que usé para ganar en didáctica y comprensión. Pido perdón a los académicos por no usar tecnicismos, palabras esdrújulas o no poner citas al pie. En todo caso, si se enojan, les puedo arreglar una cita con mi pie.

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