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Esteban Gómez

Los militares y el trastorno de stress post traumático, una introducción



Por: Lic. Esteban Gómez, Psicoanalista UBA - MN 25591, MP 25668

 

En una realidad convulsionada y con altos niveles de conflictividad, las problemáticas ligadas al Stress abundan y crecen año a año. Pero para aquellas personas que desempeñan tareas de riesgo (bomberos, personal de las Fuerzas de Seguridad, emergentólogos, personal de las Fuerzas Armadas y veteranos de guerra) la posibilidad de desarrollar crisis ligadas a la afectación emocional aumenta notoriamente. El trastorno de stress post traumático y sus consecuencias individuales, familiares y profesionales es de por sí un tema vasto y complejo, razón por la cual este artículo de divulgación tendrá solo un objetivo introductorio a la problemática.

 

El Stress: Una respuesta vital

Según la OMS el stress es una respuesta fisiológica de nuestro organismo como un todo a una presión física, ambiental, mental o emocional. Nos prepara para la acción y es un sistema de alerta biológico necesario para la supervivencia y adaptación. Todo organismo vivo interactuando con su realidad responde con stress, lógica y naturalmente. Se producen cambios químicos que por ejemplo elevan la presión arterial, la frecuencia cardíaca y las concentraciones de azúcar en la sangre, la sudoración, la química muscular y hasta afecta nuestros procesos neurocognitivos para mejorar y optimizar nuestras percepciones y respuestas. A este tipo de stress se lo denomina “Homeostático”, ya que mantiene la homeostasis interna (equilibrio), química y funcionalmente evitando los cambios bruscos.

Pero si los desafíos adaptativos al entorno son más complejos, el stress comienza a manifestarse de otras formas, ya que la realidad puede ser vivida o interpretada como amenazante o compleja. El organismo responde elevando un escalón adaptativo. A este tipo de stress lo llamamos “Alostático” (estado cambiante) acercándonos a la idea de que el organismo cambiará su medio interno de manera contundente para enfrentar el desafío o perturbación que le llega desde el exterior. El cortisol y la adrenalina toman protagonismo. Pueden aparecer sentimientos de frustración, ansiedad, enojo o inquietud.

Por último, si el ambiente o la situación se perciben muy amenazantes y de riesgo o si el nivel de stress se prolonga en el tiempo, el organismo intentará huir o enfrentar la amenaza con todos sus recursos disponibles.

En esta situación hablamos de stress “Pantostático” (del prefijo Pan: Todo) cuando la amenaza se interpreta contra de la totalidad de nuestro organismo. Este nivel es el que claramente nos afecta a gran parte de la sociedad global y del que nos referimos coloquialmente cuando decimos que “una persona está muy estresada o pasada de estrés.

Sintetizando podemos pensar a estos tres niveles no excluyentes sino como aditivos o superpuestos, es decir respuestas que se complejizan a medida que la realidad se torna más difícil y amenazante.

 



El mundo moderno como combustible

No hace falta ser sociólogo o filósofo para comprender que el ser humano está sometido a numerosas presiones y exigencias sociales, laborales y económicas. Podemos definir someramente a un “Estresor” como todo aquello que real o erróneamente genera tensión, desafío e incomodidad para nuestro organismo psicosomático. No importa la realidad fáctica del hecho en sí, sino cómo la interpretamos o qué valor le asignamos.

Así, un mismo hecho puede tener un valor traumático para una persona mientras que para otra persona que está a su lado, no lo tiene. En el clásico ejemplo del neumático averiado, podemos observar que para una persona es un hecho (estresor) terrible que le despierta ira, sudoración y sequedad en la boca y para otro sujeto es solo cambiarlo y llegar unos minutos tarde a su trabajo.

Habitamos una cotidianeidad de múltiples estresores, muchas veces amplificados por los medios de comunicación, que empujan a millones de personas a convivir con episodios de stress agudo.

Las dificultades de la época para utilizar la expresión emocional, el uso de la palabra, el buen manejo del vínculo social y la vorágine cotidiana están generando un acostumbramiento silencioso a pésimas condiciones de vida. Esta realidad de stress agudo sostenido sentencia a las personas a supuestas salidas fáciles como la automedicación, las adicciones, el aislamiento y las compulsiones de todo tipo y tamaño.

Algunos fenómenos conocidos pueden ser el desgaste laboral, la pérdida de interés en aquello que hasta no hace mucho nos entusiasmaba, la apatía social o el cansancio crónico podrían estar indicándonos por ejemplo la llegada del “Síndrome de Burn-Out” (cabeza quemada). Como decíamos en párrafos anteriores, en este juego de agregar estadíos, con el paso del tiempo todo se puede ir complejizando, sobre todo si no contamos con herramientas de afrontamiento individual o si en las instituciones no existen protocolos que permitan la prevención y el acompañamiento entre colegas.

 



¿Qué es el TEPT?

Entendemos al trastorno de estrés postraumático (TEPT) como una enfermedad de la salud mental desencadenada por un suceso vivido con altísimos niveles de carga emocional negativa, ya sea que se lo haya experimentado, presenciado o simplemente que se haya tomado conocimiento de aquel suceso fuertemente traumático. También se habla de Síndrome, ya que se manifiesta como un conjunto de síntomas que la persona experimenta sin previo aviso y sin poder controlarlos.

Todo evento traumático va a causar algún tipo de daño emocional, debido a su intensidad y sobre todo si no contamos con herramientas para afrontar y tramitar lo sucedido.

Los síntomas del trastorno por estrés postraumático pueden comenzar dentro del mes de un hecho traumático, pero a veces pueden no aparecer hasta años después. Estos síntomas ocasionan problemas en los vínculos sociales o laborales y en las relaciones familiares y pueden interferir la capacidad de realizar tareas diarias habituales.

Los síntomas se agrupan en cuatro tipos: recuerdos intrusivos, evasión, cambios negativos en el pensamiento y en los estados de ánimo, y cambios en las reacciones físicas y emocionales. Los síntomas pueden variar con el paso del tiempo, según la persona y su entorno psico-social.

Pueden incluir reviviscencias, pesadillas y angustia grave, así como pensamientos incontrolables sobre la situación (respuesta límbica automática). Algunos lo describen como si la memoria tomara el control y los recuerdos aparecen todo el tiempo como flashbacks en forma desorganizada y caótica haciendo que la persona genere una y otra vez la misma respuesta emocional y fisiológica del momento traumático vivido.

Otro de los síntomas característicos es el estado de hiper-alerta, en el cual la persona experimenta súbitamente vínculos de hechos actuales con su experiencia traumática pasada. Un pequeño estimulo actual percibido dispara una asociación mnémica y una respuesta inmediata asociada al hecho traumático. Este síntoma está muy estudiado en el caso de veteranos de guerra de todo el mundo.

Cabe aclarar que en el caso del TEPT los afectados son las personas que lo padecen y toda su familia, en especial los miembros convivientes.

Como vimos hasta aquí, si bien el stress es una respuesta esperable y normal, en estados agudos y sostenidos puede derivar en problemáticas de salud mental. Por otro lado, la ocurrencia de episodios traumáticos para una persona según su intensidad, tiempo de exposición y repetición pueden desembocar en un TEPT. En el próximo artículo veremos qué pasa en profesiones que están expuestas a situaciones de máximo stress en forma cotidiana o potencialmente en eventos como enfrentamientos armados, rescates, manejo de cadáveres, toma de rehenes o guerras.

Debemos tomar consciencia de que los padecimientos socio-emocionales ligados al stress son una pandemia transparente que está recorriendo nuestro planeta.

 

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