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Por qué la defensa es lo más importante

Por Santiago Rivas


Por varias décadas, las sociedades latinoamericanas se han desmilitarizado y han dejado relegada y olvidada la defensa, exceptuando solo las dictaduras como Cuba, Venezuela y Nicaragua. En el resto de los países, cierto resentimiento y una fuerte campaña política y mediática por los malos resultados de los gobiernos militares, llevó a que se intente quitar todo el poder a la defensa.

Sin embargo, esa actitud de olvidar la defensa es uno de los pilares del estancamiento y retroceso de las naciones latinoamericanas, especialmente de la Argentina, que es el país que más se ha esforzado por destruir su capacidad de defensa, algo que ha venido ocurriendo sin interrupciones desde 1983.

Una sociedad a lo que más aspira es a tener bienestar y eso se soporta principalmente en dos cuestiones: economía y seguridad. La gente quiere vivir bien, lo cual significa tener lo que quiere (en cuanto a bienes materiales, seres queridos y experiencias) y no sentirse amenazada a perderlo.


Desde los años 80, la Argentina dejó de invertir en defensa, al tiempo que dejó de tener un proyecto de país. La falta de políticas de defensa solo es un reflejo de la falta de rumbo del país.

Para lograr esos dos puntos de manera duradera una sociedad debe plantearse objetivos de largo plazo, lo que algunos llaman “proyecto de país” pero que más bien puede tomarse como “gran estrategia” (del inglés “grand strategy”), definida como una teoría integrada de seguridad, entendiendo a la seguridad como “soberanía (entendida como la libertad de maniobra y autonomía), seguridad (personal), integridad territorial y posición de poder, la última siendo el medio necesario para las tres primeras” (Barry Posen, Restraint: A new foundation for US Grand Strategy, Cornell University Press, 2014). Así, esa “gran estrategia” es la “teoría del estado sobre cómo puede alcanzar esos fines relacionados con la seguridad de manera intencional, coordinada e implementados a través de diversas políticas de estado, como son los instrumentos militares, económicos y políticos” (Rush Doshi, The long game, Oxford University Press, 2021).

A diferencia de la importancia que las naciones desarrolladas dan a la seguridad, en América Latina los políticos y economistas tienden a verla como algo independiente del desarrollo económico o de la sociedad, como algo casi irrelevante. En 1958 Henry Kissinger, refiriéndose a Estados Unidos, hizo una afirmación que hoy es totalmente aplicable a América Latina: “Somos una nación de especialidades. Tendemos a pensar que un problema es económico o político o militar… Es difícil para nosotros comprender que tenemos que atender lo militar, lo político y lo económico… todo simultáneamente”. En América Latina, cada especialidad tiende a ver su área de manera independiente de las otras, especialmente, los políticos y economistas jamás toman en cuenta la seguridad (lo militar).


La capacidad de defensa demuestra la determinación de un estado de proteger los intereses de sus ciudadanos.

Además, tenemos otro problema y es la errónea división entre el concepto de defensa y de seguridad interior, ya que ambos hacen a una cuestión mucho más amplia que es la función del estado de proteger a los habitantes y sus intereses contra cualquier tipo de amenaza, tanto dentro del territorio como, en caso de ser necesario, fuera del mismo. Eso es lo que hoy se puede entender bajo el concepto de Seguridad Ampliada, cuya explicación se puede encontrar, por ejemplo, en la presentación del Gobierno de Chile ante el Senado de la “Estrategia Nacional de Seguridad y Defensa” (junio de 2012), donde se consideró que la Seguridad Ampliada supone “…una respuesta integral del Estado a los desafíos de seguridad que enfrenta en la era de la globalización”. Afirmando, así mismo que “la seguridad ampliada no elimina o cancela la diferenciación entre seguridad y defensa, sino que flexibiliza sus límites permitiendo dar una respuesta, también ampliada, a las amenazas que ponen en riesgo la “seguridad” del país”.

En los últimos años, dado que la posibilidad de un conflicto convencional se ha vuelto casi inexistente en América Latina, los gobiernos comenzaron a considerar más irrelevante la defensa, dada la incapacidad de la mayor parte de los políticos por comprender el verdadero rol del aparato de defensa (conformado por las Fuerzas Armadas y la Base Industrial de Defensa), cuando en realidad la defensa no solo es uno de los pilares de ese rol del estado de proteger a sus ciudadanos, sino que la capacidad militar va mucho más allá de solamente defender al estado contra una agresión externa convencional.


Las grandes potencias solo toman seriamente en cuenta a aquellos países decididos a jugar un rol relevante, y en eso la capacidad militar es un punto central.

¿Para qué existe la capacidad militar?

El primer punto que se debe tener en cuenta es que la principal función de las Fuerzas Armadas no es la de defender al país ante un ataque, sino en brindar una capacidad disuasiva suficiente para que ese ataque jamás ocurra. Así como un perro guardián en una casa no tiene como objetivo vivir mordiendo ladrones, sino evitar que entre un ladrón.

Junto con ello, la capacidad militar de una nación es un brazo de las relaciones internacionales de ese país, ya que la coerción es uno de los componentes centrales en la dominancia que unas naciones ejercen sobre otra. La capacidad de un país no solo de defenderse, sino de apoyar a otros en defensa de intereses comunes, es una de las cuestiones que todos los estados tienen en cuenta cuando se alinean con otros.

Es, además, central para poder ejercer soberanía, esa capacidad de maniobra y autonomía, como dijo el ex Ministro de Defensa de Brasil, Nelson Jobim, “de poder decir que no cuando haya que decir que no”. En un mundo más polarizado e inestable, esto se vuelve cada vez más importante, tanto para los aliados como los adversarios y la relevancia de las naciones pasa a depender en gran parte de su capacidad para tener esa soberanía, de poder disuadir a unos y persuadir a otros, lo cual hace a sus posibilidades para negociar con los demás estados.

El desarrollo de la defensa también inspira confianza (puede ser de manera pacífica, como son los casos de Suiza o Suecia, dos naciones muy militarizadas pero que no participan en ningún conflicto), demuestra la decisión política de defender sus intereses, generando la sensación de seguridad que es necesaria para el desarrollo económico.


Aunque ha sido neutral en todos los conflictos por más de un siglo, Suecia basa su capacidad para serlo en una de las Fuerzas Armadas mejor equipadas de Europa y en una industria de defensa muy desarrollada, que le permiten tener soberanía y tomar sus propias decisiones.

Sin defensa no hay desarrollo económico

Muchas veces se ve el planteo de que en lugar de gastar en defensa se gaste en hospitales y escuelas u otras cuestiones que a simple vista parecen más relevantes. Sin embargo, el hecho de que haya que decidir por uno u otro es porque no hay un desarrollo económico suficiente y los recursos del estado son escasos (además de que, en casi todos los casos, están administrados de manera desastrosa). Más allá de consideraciones particulares de cada país, una de las cuestiones que hace a ese pobre desarrollo económico es la falta de seguridad. Nadie invierte en donde no se siente seguro, en donde sus intereses se pueden ver afectados o donde debe gastar demasiado en seguridad privada para poder protegerse. Países inseguros generan un alto riesgo que pocos inversores están dispuestos a correr.

Un estado con menos seguridad también es más vulnerable al poder de los delincuentes, generándose también más corrupción y una retroalimentación entre delincuencia poderosa y estado corrupto. ¿Por qué es más atractivo invertir en Suecia que en Guatemala? Porque en el primer caso hay un estado que muestra una firme determinación en proveer seguridad y estabilidad a las inversiones, a través de una serie de herramientas, entre las que la capacidad militar es una de las más importantes.

Extrapolándolo a un ejemplo más cotidiano ¿Por qué construir una propiedad en un barrio exclusivo vale más que en uno marginal? ¿Por qué es preferible invertir en un negocio en una zona acomodada? Aunque a veces no parezca tan evidente, la seguridad y todo lo que ella implica son esenciales a la hora de tomar decisiones económicas, que terminan generando un impacto enorme en el desarrollo (o en la falta del mismo).

Un plan económico que no tiene en cuenta el peso de la seguridad jamás puede llegar muy lejos, porque el país que lo haga no generará condiciones propicias para la inversión. A la vez, un estado que no tiene en cuenta la defensa demuestra no tener proyección ni darle importancia a la protección de sus intereses, lo cual lo vuelve irrelevante en el escenario global.


Aunque sin participar en el mercado global de armas, Japón desde hace más de 40 años produce gran parte del equipamiento para sus Fuerzas Armadas y apostó fuerte a la industria de defensa. Hoy apunta a un rol más activo en la geopolítica de Asia.

La producción para la defensa

A esto hay que sumar el impacto económico de la producción para la defensa, a través de la base industrial de defensa. Al desarrollo de la capacidad militar es esencial sumarle el desarrollo de la producción local, para tener la mayor capacidad de producción propia y no depender de proveedores externos, ya que en caso de conflicto o de tensión, puede haber embargos (como la Argentina sufre desde 1982 y ha sido determinante en el deterioro de la capacidad militar del país). Hoy se puede ver cómo países como Brasil, Corea del Sur, Israel, India y muchos otros, por diversos motivos, han apoyado el desarrollo de su base industrial de defensa y eso ha impactado de manera significativa en la economía y el crecimiento de sus países.

Apostar a la industria de defensa es generar empleo, pero, sobre todo, la creación de puestos de trabajo muy calificados, fomentando las carreras con base tecnológica.

También implica apoyar el desarrollo tecnológico, ya que la industria de defensa es la vanguardia tecnológica de casi todos los estados, donde se puede invertir en nuevas tecnologías sin la necesidad de tener un retorno económico inmediato, sino pensando en el largo plazo.

Como ejemplo se puede poner a Embraer, que en 1969 apostó a producir un avión simple como el Bandeirante, pero que sentó las bases de la que hoy es una de las mayores industrias aeroespaciales del mundo (en 2018 era la tercera mayor exportadora de Brasil, en 2015 realizó exportaciones por más de 4.000 millones de dólares y es la mayor exportadora de bienes industrializados y tecnológicos de Brasil), pero que además hoy apunta al desarrollo de tecnologías innovadoras a nivel mundial, como los programas de Embraer X y Embraer Energia, para producir soluciones revolucionarias en movilidad urbana y reducción del impacto ambiental de la aviación. Si bien hoy la mayor producción de Embraer es para el mercado civil, nació gracias a la producción para la defensa y el apoyo que tuvo desde el comienzo por parte de la Força Aérea Brasileira, siendo un claro ejemplo de cómo la industria para la defensa luego impacta directamente en el sector civil.

Pero la producción de defensa de Brasil va mucho más allá, con una base industrial del sector muy desarrollada y que abarca también productos navales y terrestres, con exportaciones también en esos rubros, que en 2019 alcanzaron los 3600 millones de dólares y la generación de 1,2 millones de empleos directos e indirectos (ver aquí), con una tasa de retorno por real invertido de 9,8 (o sea, un ingreso de 9,8 reales por cada real gastado).


Brasil, pero especialmente Embraer, son ejemplos de la importancia de invertir en la base industrial de defensa. Hoy es una de las principales empresas tecnológicas de América Latina, habiendo nacido para el sector de defensa.

El sector esencial

Si bien, para el desarrollo de una nación, todos los sectores (educación, salud, seguridad, infraestructura, etc.) deben ser tenidos en cuenta, el hecho de que, en países como la Argentina la defensa sea el que se encuentra en peores condiciones y que sea tan importante, obliga a que cualquier gobierno que pretenda un desarrollo sostenible y a largo plazo de la nación ponga mayor énfasis en su recuperación. Hoy, la clase política debe tomar conciencia de que la defensa no está solo para la guerra y que, si no hay guerra, es un gasto innecesario, sino que debe tener una visión más amplia y basada en conocimientos, que le permitan comprender por qué es un sector indispensable.




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