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¿Quién sabe dónde queda Khalistán?




Por Ignacio Montes de Oca

 

Semanas atrás hablamos de la independencia de Baluchistán y sus consecuencias. Pero hay otro punto de fricción entre India y Pakistán llamado Khalistán. Es además fuente de problemas importantes de la India con Canadá y EEUU. Otro país que pugna por nacer.


Khalistán es el país de los sijs, un grupo étnico y religioso de unos 25 millones de personas que se distribuye entre India y Pakistán. La mayor parte de su territorio está en suelo indio, en la región de Punjab, en donde habitan unos 21 millones, el 83% del total. Del otro lado de la frontera, en Pakistán, viven unos 16.000 sijs. En India representan un 1,7% de la población y en Pakistán un 0.006%, pero aun así tienen una enorme importancia en la historia y la vida política, en particular en la de la India. Repasemos su historia.

Desde 1799 y hasta 1848 cuando los británicos tomaron la región, los sijs tenían su propio estado regido por el maharajá Ranjit Singh. Este es el primer indicio del separatismo sij que, desde entonces, pretende recuperar su autonomía y separarse de hindúes y musulmanes. Allí está la segunda pista porque los sijs tienen su propia religión, el sijismo, que es un culto monoteísta creado por el gurú Nanak en el siglo XV a partir de elementos tomados del hinduismo y el islam. La era colonial británica terminó por moldear su carácter. Los sijs se aliaron con los británicos para contener la Rebelión de los Cipayos de 1857, las milicias locales indias al servicio del ejército colonial. Los sijs fueron reconocidos por su lealtad y eficacia militar. A cambio, esperaban obtener concesiones de parte de los británicos.

Anécdota lateral: la Rebelión de los Cipayos se amplió al esparcirse el rumor de que lo nuevos cartuchos para los rifles Enfield estaban lubricados con grasa de cerdo, animal tabú para el islam, o de vaca, sagrada para los hindúes. Los sijs, no tuvieron inconvenientes para usarlos.



En 1947, cuando los británicos desmantelaron el Raj, así se llamaba la colonia en el subcontinente indio, los sijs esperaron que, en recompensa, en la partición se reconociera la independencia de Khalistán. Eso no sucedió y su territorio fue asignado a la India y Pakistán. En proporciones, el 65% del Punyab, la zona de los sijs, quedó en India (Punyab Oriental) y el resto en Pakistán (Punyab Occidental). Aquí es donde comienza la segunda etapa de la lucha independentista de los sijs. Y fue, por mucho, la más violenta de todas. El problema es que muchos de los lugres sagrados o “Gurdwaras” de lo sijs quedaron del lado pakistaní. Por ejemplo, su capital histórica, Lahore, o Janam Asthan, el sitio en donde nació su profeta, Nunak. Para los sijs, esa frontera fue una imposición inaceptable.

Para los británicos, los sijs del Punyab no eran mayoría y no podía aspirar a la independencia. Si bien los sijs tenían un ascendente histórico, en la zona había también comunidades numerosas de hindúes y musulmanes. Los sijs no lograron organizarse para presionar a su favor. Además, era una de las zonas económicas más dinámicas de la colonia y los hindúes hicieron prevalecer la idea de que debía ser incorporada a la India para hacer sostenible el nuevo estado. Estos reclamos elevaron la tensión entre los sijs y las otras comunidades en el Punyab. Durante la partición de 1947 la tensión condujo a una masacre feroz de sijs, musulmanes e hindúes. Unos escapaban o eran expulsados por los hindúes de la zona oriental de Punyab y los otros por los musulmanes de la occidental. Y los sijs, tomaron represalias contra unos y otros.



Se estima que en el Punyab fueron asesinadas entre 200.000 y un millón de personas de las tres comunidades y el ánimo de represalia junto al deseo independentista quedó latente entre los sijs. Más aún al ser la única entidad nacional que quedó sin autonomía.

La violencia condujo a la diáspora sij y a la creación de comunidades muy numerosas en el extranjero. La más numerosa es la de Canadá, con 800.000 integrantes. La del Reino Unido tiene medio millón de miembros, con una cifra similar a la de EEUU. Hay otras comunidades sijs en Australia, Malasia, Singapur y Tailandia, entre otros, y es importante reseñarlas porque desde allí se mantiene intacto el movimiento separatista a salvo de la represalia india. Y también es la fuente de financiamiento a grupos políticos y armados.

Despojados de la idea de crear el Khalistán, en los años siguientes los sijs intentaron asimilarse a los nuevos países en donde habían quedado distribuidos. Por su número escaso no pudieron avanzar en su propósito de lograr mayor autonomía o peso político en India o Pakistán. Para la década de 1970, esa frustración llevó a algunos grupos sijs a lanzarse a la lucha armada. El reclamo para evitar la discriminación que denunciaban ante otros grupos, era su pedido mínimo, la independencia, su aspiración máxima. Fue entonces que la violencia se disparó. Para ese momento, el liderazgo político de los sijs indios había sido tomado por Jarnail Singh Bhindranwale, quien sostenía abiertamente el reclamo independentista. El deseo de crear el Khalistán lo hizo enormemente popular entre la multitud de grupos sijs.



Al principio, Singh Bhindranwale era un líder moderado con un discurso centrado en las cuestiones políticas y sociales. Pero con el paso del tiempo su predica se radicalizó, al igual que sus llamadas anti hindúes. Fue uno de los muchos que optó por la vía militarizada. En 1978 nació el grupo Babbar Khalsa (BKI) y hasta 1990 fue uno de los más activos. Fue responsable de la colocación de una bomba en el vuelo 182 de Air India. El explosivo detonó el 23 de junio de 1985 cuando el avión volaba entre Montreal y Bombay, matando a 329 personas.

El grupo Fuerza Comando de Khalistán (KCF) nació en 1986 con el propósito de luchar por la creación de un estado sij. Su actividad contra militares y funcionarios indios en el Puyan Oriental sigue vigente y tiene rutas de aprovisionamiento y santuarios en la zona pakistaní.

El otro grupo que sigue activo es la Fuerza de liberación de Khalistán (KLF). También tiene lazos con el territorio pakistaní y una ideología separatista, además, se denunciaron sus lazos con grupos similares de Cachemira que también tienen por objetivo a los militares indios.

La Federación de Juventudes Sij (ISYF) nació en el Reino Unido en 1984. Uno de sus miembros, Singh Reyat, fue condenado en Canadá por armar la bomba que destruyó el vuelo 182 de Air India y los explosivos usados contra el vuelo 301 de esa misma aerolínea en junio de 1985.



Los Tigres de Khalistán (KTF) son una derivación del BKI nacida en la década de 1990. Según la India, es una creación del ISI, el servicio secreto pakistaní. Fueron los responsables del asesinato del gobernador de Punyab en 1995 y aún se mantienen activos.

Finalmente está la Fuerza Zindabab de Khalistán, que tiene por particularidad actuar desde la zona Jammu y Cachemira, además de tener células en otros estados indios como Haryana, Rajasthán y Himachal Pradesh en donde también hay comunidades sijs.

Como vemos, el panorama del movimiento insurgente sij es amplio, complejo y con muchas vinculaciones externas. El separatismo tiene una base sólida y en la década de 1980 llegó a poner en jaque al gobierno indio. Regresemos al líder Jarnail Singh Bhindranwale. Para el año 1984, Singh Bhindranwale desafió públicamente al gobierno indio al establecerse junto a una guardia armada en el Templo Dorado, el sitio más sagrado de los sijs situado en la ciudad de Amritsar, en el Punyab, y hacer un llamado independentista.

Se suponía que aquel templo, el sitio en donde los sijs deben acudir al menos una vez en la vida o en ocasiones especiales como nacimientos o casamientos, era un santuario a salvo de una acción de represalia de parte del gobierno de la entonces primer ministro Indira Gandhi. En contra de esa suposición, Gandhi ordenó la “Operación Estrella Azul” y lanzó un ataque con artillería y blindados contra el templo sij. La lucha duró diez días y oficialmente murieron 554 sijs, entre hombres armados y civiles, y 83 oficiales del ejército indio. Otras fuentes elevan el numero a las 8.000 muertes porque el ataque coincidió con un festival religioso que había llevado a muchos sijs al templo en el momento del ataque. En las ruinas quedó el cuerpo de Jarnail Singh Bhindranwale, muerto durante la ofensiva india.

La crisis no se terminó en el ataque al Templo Dorado porque el 31 de octubre siguiente, dos sijs que formaban parte del cuerpo de seguridad de la primer ministro Indira Gandhi la asesinaron en su residencia en Safdarjung Road, en Nueva Dheli. El magnicidio tuvo más consecuencias. El asesinato de Indira Gandhi generó a su vez ataques de los hindúes contra miembros de la comunidad sij en toda la India. Se estima que entre 3.500 y 16.000 sijs fueron masacrados en cuatro días de violencia, que además llevaron a la destrucción de 40 gadwaras.



Desde entonces el movimiento terrorista sij se aplacó, aunque no está del todo conjurado. Pero la muerte de Singh Bhindranwale generó otro movimiento al trasladar una parte de la lucha independentista al exterior, para ponerla a salvo de la represión en India. En 1980, el líder sij Jagjit Singh Chohan creó un gobierno de Khalistán en el exilio denominado Consejo de Khalistán, basado en el Reino Unido y luego en Washington. Hasta mediados de 1990, emitió su propia moneda, sellos postales y pasaportes. La existencia del Consejo de Khalistán fue una complicación para la India. Además de las actividades de propaganda contra su gobierno, quedaba claro que muchos de los grupos insurgentes sijs se financiaban de la diáspora y obtenían nuevos reclutas entre los exiliados.

El problema es que toda esta actividad se hacia bajo la tolerancia o el amparo de los gobiernos en donde los sijs representan aún hoy un recurso económico y electoral significativo. Esto condujo a que el “factor sij” fuera el motivo para el deterioro de las relaciones con la India. El 14 de octubre de 2024 Canadá expulsó al embajador de la India tras acusar al servicio secreto de ese país del asesinato en Surrey, Columbia Británica, de Hardeep Singh Nijjar, un punjabi de ciudadanía canadiense y activista del grupo independentista “Sikhs for Justice”.

Nijjar fue acribillado en junio del 2023 y Canadá dijo tener pruebas de la autoría de un comando indio. Antes de eso, Nueva Delhi venia acusando a Canadá por reconocer al movimiento separatista sij y darle protección, lo cual considera una injerencia en sus asuntos internos. India y EEUU tienen problemas similares. En noviembre de 2023 el Departamento de Justicia acusó a India de organizar el asesinato del activista y separatista canadiense Gurpatwant Singh Pannun durante una gira programada por la ciudad de Nueva York.

La policía arrestó al indio Nikhil Gupta, quien habría confesado que Vikash Yadav, un exagente de R&AW, la agencia de inteligencia exterior de India, lo contrató para atentar contra Singh Pannun. La tolerancia de EEUU con los independentistas, también incomoda a Nueva Delhi. Esa incomodidad se volvió furia cuando Gurpatwant Singh Pannun fue grabado gritando la consigna independentista “Khalistan Zindabad" durante la gala de la asunción del presidente Donald Trump en Washington el 21 de enero de 2025. Nunca quedó claro quien lo invitó al evento.



Trump tuvo gestos de simpatía hacia los sijs en su campaña electoral, como cuando recordó el aniversario del nacimiento del profeta Nanak. El primer ministro Modi le transmitió su incomodidad en febrero cuando se reunieron para hablar sobre una alianza comercial y anti-China. Durante la visita de Modi a la Casa Blanca, la prensa le preguntó al presidente de EEUU sobre su política hacia los grupos terroristas sijs y en particular por los grupos que los financian desde el territorio estadounidense. Trump dio una respuesta sinuosa ante su colega indio.

Aunque las relaciones entre India y el Reino Unido son estrechas, la presencia de separatistas sijs en Gran Bretaña es también una fuente de quejas desde Nueva Delhi. Los ataques contra sedes diplomáticas indias y el funcionamiento de grupos sijs, son el principal motivo. Al igual que con Canadá y EEUU, el gobierno indio ya convocó varias veces a los representantes diplomáticos británicos en su país para pedirle una actitud más enérgica con lo que considera grupos terroristas pero que, sin embargo, funcionan hace décadas en esos países.

El problema es claro porque el separatismo sij existe y no atenúa su reclamo con el paso del tiempo. Por el contrario, los eleva aún más y desde 2021 en adelante adoptó una nueva estrategia que es realizar referéndums en diferentes países para decidir su independencia. El primer “referéndum del Khalistán” fue realizado en Londres en septiembre de 2021. Luego hubo otros en Canadá, Italia, Australia y en San Francisco, California, en enero de 2024. Votaron 127.000 personas. En marzo participaron otras 61.000 en Sacramento y 35.000 en Los Ángeles. En estas votaciones no solo se permite votar a los sijs, cualquiera puede hacerlo y busca demostrar el apoyo a la existencia de Khalistán. El próximo referéndum está previsto para el mes de agosto en Washington y por ahora los pedidos de la India para impedirlo son infructuosos.

Pero ¿realmente le importa tanto a la India la amenaza sij? Si llevó a la ruptura de las relaciones con Canadá, se introdujo en la agenda de Modi en Washington, generó el movimiento de sicarios y genera roces con la antigua metrópoli, es evidente que tiene un peso relevante. Por ahora el movimiento para crear Khalistán se mantiene en una fase política alejada de la violencia. Desde la década del 90 disminuyó la actividad de los grupos armados, al menos respecto a la ola de ataques de los veinte años anteriores. Pero para India no es suficiente.



En tanto los sijs mantengan la iniciativa en el exterior, la idea del Khalistán seguirá vigente y por sobre todo tendrá financiamiento y una plataforma que perjudica a la política exterior de la India. Tanto, que degrada su relación con tres de las mayores potencias de occidente. Queda por ver el riesgo de obturar la estrategia política. Sin esa salida, puede que los sijs regresen a métodos directos y sobre el territorio para reforzar su reclamo. Y es precisamente el apoyo externo que India no neutraliza el que le garantiza los recursos para continuar.

En cualquier caso, el Khalistán es un asunto pendiente que por ahora la India no puede resolver y que, además, le suma el interés de Pakistán por sublevar a los sijs más radicalizados, más aún si puede usar a su servicio secreto para enlazarlos con los cachemires de igual signo.

En la reciente guerra de baja intensidad con Pakistán, India volvió a acusar la injerencia del servicio secreto adversario en su porción del Punyab a favor del Khalistán y los pakistaníes culparon a la India por hacer lo mismo con los independentistas beluchíes. La guerra convencional está pausada, pero tanto Beluchistán como Khalistán son oportunidades para desestabilizar al oponente y es poco posible que dejen pasar a la oportunidad. Modi sabe que el apoyo externo que tienen los sijs es la clave para controlar al separatismo.

Si Modi decidiera imitar al turco Erdogan, que introdujo la cuestión de la tolerancia a la actividad del PPK turco como condicionante de su política exterior, e hiciera lo mismo con los activistas del Khalistán, esa decisión podría tener influencia en las alianzas de la India. EEUU necesita a India para confrontar a China. Canadá estaba negociando un Acuerdo Integral de Asociación Económica con India hasta que en 2023 todo se arruinó por la cuestión del Khalistán y el comercio, que crecía, comenzó a desacelerarse.

Con el Reino Unido también el Khalistán es uno de los impedimentos para avanzar en un Acuerdo de Libre Comercio, particularmente por los vínculos de los laboristas con el Grupo Parlamentario de Todos los Partidos (APPG) que forma parte de su base electoral sij.

Khalistán no es un asunto menor, porque India está en un momento clave y en la encrucijada de una definición que toman las potencias respecto a China. Para India la cuestión sij es mucho más importante que lo que muchos suponen a primera vista.

Es así como un asunto del cual muchos nunca oyeron hablar se convierte en un tema relevante si exploramos su trasfondo. Khalistán es por ahora un país imaginario, pero también un nombre que esconde una historia fascinante y consecuencias insospechadas.

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