Por Ignacio Montes de Oca
Vamos con unas reflexiones sobre las consecuencias exteriores del resultado en Venezuela. Lo primero que hay que explicar es que el fraude electoral tiene influencia en la región por motivos variados. No es solo Venezuela, vamos a explicarlo con peras y manzanas.
Es previsible que la perspectiva fallida de una salida electoral reinicie el proceso de migración que ya produjo la salida de 7,7 millones de venezolanos. La crisis migratoria va a afectar a todos los países de la región. Es como decir que el agua moja, pero a veces es necesario. Luego, hay que considerar que el Cartel de los Soles que tiene cada vez más protagonismo en la salida de narcóticos, salió fortalecido y con ello es previsible el refuerzo de las actividades marginales y la violencia en Colombia, Ecuador y otros países afectados. Asociado a ello las actividades de lavado y el financiamiento de grupos como las FARC y el ELN, que son parte del circuito, además de la llegada de droga a los mercados de consumo. No solo se jugaba la cuestión democrática y allí hay otra consecuencia.
La frustración respecto a la salida por las urnas deberá tener un efecto sobre la confianza en el sistema democrático como solución a los problemas más básicos en el resto de la región, habilitando opciones más radicales. Esto va más allá de Venezuela. Esa amenaza sobre la reputación democrática no es de izquierda o derecha y trae consigo el riesgo cierto de habilitar la salida por medios violentos como prevención o solución. No hablamos de supuestos, queda claro que si no hablan las urnas se hablará en otros idiomas.
Luego hay que considerar que en la respuesta al fraude se van a alinear nuevos bloques y dividir políticamente a la región. Es ahí donde se abre un nuevo escenario igual de importante con alineamientos y que el fraude va a obligar a definir. Y tienen un efecto sobre Venezuela.
Si Brasil, Colombia y México avalan con una postura complaciente al fraude, entonces el chavismo podrá evadir el repudio del resto de la región e incluso cualquier medida de aislamiento o sanciones que acompañe EEUU. Si tiene salida, la va a usar. No tiene sentido alguno presionar una salida política en Venezuela sin una consecuencia práctica y la alternativa económica y diplomática que le ofrecen Brasil y Colombia como países limítrofes y junto al acompañamiento de México alcanzan para resistir cualquier sanción. Lula hace tiempo que plantea una política de competencia con EEUU por su apetencia para posicionarse como potencia regional y de hecho fue el gestor del ingreso venezolano a los BRICS con su consecuente alineamiento con China y Rusia. Por ese lado, es previsible su actitud.
Petro, aunque sabe que Colombia será la más perjudicada por el costado migratorio y del narcotráfico, también plantea una agenda confortativa con EEUU y una confluencia ideológica con el chavismo que es más fuerte. Poco puede esperarse por ese costado. El saliente AMLO y la entrante Sheinbaum tienen una mirada similar desde México. Entre los tres suman suficiente peso político y económico como para neutralizar las condenas de Argentina, Chile, Uruguay, Perú, Ecuador y el resto de las naciones que se expresaron contra el fraude.
De esto modo, se configuran dos bloques a partir de lo sucedido en Venezuela que a su vez limitan lo que pudiera hacer EEUU, atrapado en una campaña electoral que hace que cualquier medida que tome tenga un alcance limitado y un efecto impredecible desde noviembre en adelante. A su vez limita una respuesta cooperativa que pudiera tener el continente, en donde además se convive con estados como Cuba, Bolivia y Nicaragua que apoyan abiertamente a la dictadura en Venezuela y sus métodos electorales y represivos.
Como se ve, no es solo un asunto venezolano. El apoyo a la oposición venezolana para que siga insistiendo en una salida electoral se hace casi inviable en este escenario. En tanto Maduro y su cartel tengan salidas las van a aprovechar y los efectos ideológicos y de otro tipo seguirán creciendo más allá de sus fronteras.
Para cerrar, la ausencia de una presión exterior efectiva va a tener efecto dentro de Venezuela. Si las denuncias de fraude no tienen una consecuencia y la oposición se queda sin apoyo, solo queda manifestar el descontento en las calles y ya se sabe el efecto que tuvo en el pasado. Está claro que hay una violencia implícita en el resultado y las reacciones que trajo en el exterior. Esto va más allá de las calles venezolanas y en las acciones y omisiones de los gobiernos hay mucha más responsabilidad que la que se ve a primera vista en los postureos públicos. Nunca se trató solo de Venezuela, de su petróleo o de opciones ideológicas. Se confunden causas con consecuencias. Si Maduro y su mafia hicieron fraude es porque sabían que tenían una salida y allí hay responsabilidades que se adivinaban en los días previos.
Ahora hay que afrontar las consecuencias y esta vez sería bueno que se entienda que detrás del número y la especulación hay gente. Y que no se trata solo de los venezolanos que siempre fueron la víctima primaria. Esto va a afectar a muchos más, incluyendo a los que apoyan al fraude.
Hay otra consecuencia igual de importante que no puedo dejar pasar y tiene que ver con las felicitaciones que recibió Maduro por su fraude de parte de Rusia, China y otras autocracias. Tiene que ver con la disputa global en curso que sostienen con las democracias. El fraude y la caída en la valoración de la democracia puede tener consecuencias igual de graves. Queda claro que la disputa entre autocracias y democracias está reemplazando el viejo esquema de derechas e izquierdas. Los dictadores pueden ser de una u otra corriente. Si algo distingue a Occidente es la capacidad de incorporar dentro de un sistema democrático a diferentes puntos de vista en lugar de un partido, un líder y una ideología. Eso quedó afectado por el fraude y quizás de un modo más profundo de lo que aun podemos apreciar.
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