Crónicas desde Ucrania - 1° parte
- Santiago Rivas
- hace 2 minutos
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Llegar a Ucrania desde Argentina no es fácil. Más aún cuando nadie te lleva, sino que uno va por su cuenta. La parte hasta Varsovia es la más larga pero la menos complicada, ahí empieza la odisea. Tras intentar por varios sitios web di con el de Polrail y pude comprar el pasaje en tren, primero a Przemyśl Główny, casi en la frontera con Ucrania. Un viaje de cinco horas y media en un tren de muy buena calidad, lo cual es la parte más fácil del viaje. Allí, a las 22:30 toca hacer migraciones y tomar a las 23:59 el tren hacia Kiev. Lo primero que llama la atención es que casi los únicos pasajeros varones somos los pocos extranjeros que viajamos, no más de diez, el resto son todas mujeres.

El viaje transcurre sin contratiempos hasta la localidad de Fastiv, a pocos kilómetros de Kiev y ya de día. Allí el tren se detiene, pregunto por qué y me indican que hay reparaciones en la vía porque la estación fue atacada por misiles rusos el 6 de diciembre. En un momento, por los altoparlantes del tren se pide un minuto de silencio por las víctimas y todos los pasajeros (pasajeras casi en su totalidad) se ponen de pie. Luego de más de media hora detenidos, avanzamos lentamente para pasar Fastiv, la estación se ve con muchos daños, con galpones destruidos y se estaban haciendo reparaciones en las vías, pero la gente volvía a llenar los andenes.
Finalmente llegamos a la estación central de Kiev y, siendo casi el mediodía, lo primero fue un buen almuerzo ucraniano, descubriendo una comida más sabrosa de lo esperado, aunque camino al restaurante pasamos por una fábrica y edificios de oficinas golpeados por misiles rusos. Por la tarde, caminando por Kiev encuentro en una vereda una fila de blindados y tanques rusos destruidos, así como restos de misiles, ahora como recordatorio de la guerra. Nos reunimos con contactos locales para coordinar nuestra visita a Kherson y ver las medidas de seguridad, ya que es una zona de mucha actividad de drones rusos, donde los rusos entrenan a sus operadores atacando a la población civil ucraniana, por lo que hay que extremar los cuidados.

Por la noche, la ciudad se transforma con el sonido de los generadores de electricidad, ya que los rusos siguen atacando todo el sistema de electricidad de Ucrania, por lo que hay corte de luz en la ciudad, pero ya todos tienen su generador y el impacto de los ataques rusos es limitado, aunque su intención de hacer terrorismo no cambia. Más tarde, alarma de ataque aéreo suena en toda Kiev y hay que estar atentos, aunque ya la gente se ha acostumbrado y son pocos los que van a los refugios. Sin embargo, se reportan dos viviendas alcanzadas por drones en el distrito de Vyshhorod al norte de la ciudad.
El miércoles 17 salimos para visitar Hostomel, encontrando en un lugar del camino una gran cantidad de blindados y tanques rusos destruidos, donde llaman la atención tanques T-72 y T-90, algunos con sus torretas voladas, así como vemos torretas en el suelo, posiblemente de esos mismos tanques. También se ven BMP-1 y 2 y otros modelos de blindados, uno de los BMP se destaca porque la fuerza de la explosión que lo destruyó hizo que todas las placas que conforman su estructura se hinchen hacia fuera antes de desarmarse por completo, imposible que sus ocupantes hayan sobrevivido la detonación.
Recorrimos los alrededores de Hostomel con un veterano de los combates, quien muestra el lugar donde capturaron un Kamov Ka-52 que aterrizó de emergencia (las imágenes en su momento fueron muy conocidas) y cuenta que mucho material capturado fue efectivamente enviado a países de la OTAN para ser analizado. Mientras, por todos lados se ven restos de los combates, daños en las casas, un Lada lleno de agujeros de balas y autos incendiados, también muchas banderas y símbolos patrios.

El aeropuerto no pudimos visitarlo, ya que en estos días está restringido el acceso, por lo que seguimos para Bucha, donde los rusos cometieron unos de sus mayores crímenes de guerra, con más de 500 civiles ucranianos asesinados sin razón, muchos de ellos maniatados y con un tiro en la nuca, otros directamente asesinados en las calles. Los soldados ucranianos que recuperaron el lugar cuentan que cuando entraron en Bucha les llamó la atención el olor, para descubrir los cientos de cuerpos en las calles o en las casas, luego de los 33 días de ocupación rusa. 58 soldados rusos, casi todos de las unidades del VDV, fueron identificados por los videos de cámaras de seguridad como algunos de los responsables de la masacre, aunque la mayor parte de ellos fueron muertos en combate. Las unidades del VDV que entraron en Hostomel, Bucha e Irpin fueron rodeadas y aniquiladas durante esos días, cuando las fuerzas ucranianas lograron impedir la llegada de refuerzos por aire y luego cortaron el acceso por tierra desde Bielorrusia.
El plan ruso fue el helidesembarco de paracaidistas del VDV en Hostomel, apoyados por helicópteros Mi-35 y Ka-52, pero varios helicópteros fueron derribados. Una vez asegurado el aeropuerto, el objetivo era que 18 aviones Ilyushin Il-76 aterricen llevando refuerzos y vehículos, pero las tropas desembarcadas por helicóptero no lograron asegurar el aeropuerto, que comenzó a ser cañoneado por la artillería ucraniana, mientras que uno de los Il-76 fue derribado, por lo que el resto volvió a sus bases en Rusia. Así, se decidió enviar a los refuerzos por tierra, pero en los 150 km desde Bielorrusia comenzaron a ser atacados por drones Bayraktar TB-2 y la Fuerza Aérea Ucraniana, además de la artillería, por lo que su avance se frenó.
Mientras, algunas unidades del VDV intentaron avanzar hacia Kiev, ya que su objetivo era la captura de la capital en tres días, esperando contar con un apoyo local que nunca se hizo efectivo. Durante nuestra recorrida, volviendo hacia el centro de la ciudad, pasamos por el punto en una avenida que fue lo más adentro de la ciudad al que llegó una unidad de reconocimiento rusa, en donde fue aniquilada.
La calle Vokzal'na en Bucha como está ahora y cómo quedó en febrero de 2022.
Un video de cómo quedó la calle Vokzal'na en Bucha inmediatamente después de los combates, filmado por un habitante de Bucha.
En Bucha e Irpin aún quedan muchos rastros de los combates, pero lo que más llama la atención es la enorme resiliencia del pueblo ucraniano, que hoy intenta llevar una vida normal a pesar de todo lo que sufrieron. Ambas localidades ya han sido reconstruidas en su mayor parte, donde impresiona el cambio en la calle Vokzal'na, que fue sede de uno de los combates más grandes en Bucha y donde se hicieron famosas las fotografías de enormes cantidades de blindados rusos destruidos. Hoy, las casas que podían ser reparadas fueron totalmente reconstruidas y todas recibieron nuevas verjas para sus jardines, que se destacan por ser todas iguales. Al transitar la calle, con su vida tranquila, cuesta imaginar lo que allí ocurrió, aunque al llegar al final, entrando a Irpin, encontramos la Casa de la Cultura, una de las construcciones más llamativas de la localidad, casi totalmente destruida, con el techo de su teatro totalmente derrumbado y tras ingresar al vestíbulo del edificio, vemos que adentro fue totalmente quemado, pero aún quedan rastros de su decoración y lo bonito que era en tiempos mejores. Enfrente al edificio hay otro totalmente dañado, con todas sus ventanas rotas e impactos de todo tipo de munición en la fachada. Caminando por la zona se ve que hasta las paradas de colectivo y los carteles de publicidad tienen impactos de balas en su estructura, mientras se ven las defensas antitanques hechas con vigas soldadas, algo que está presente en toda Kiev y alrededores, especialmente en los costados de las vías de acceso o donde hay edificios del gobierno.

Entrando nuevamente a Kiev pasamos un control militar, aunque ahora que no hay amenaza de invasión rusa por el norte el tránsito está abierto, pero hasta hace poco se controlaban todos los vehículos que pasaban. El control cuenta con casamatas con ametralladoras y los infaltables obstáculos antitanques listos para cortar la calle, así como alambres de púas. Poco después pasamos por el lugar citado más arriba en donde fue el punto máximo de penetración de los rusos, donde al pasar por debajo de un puente en la avenida fueron emboscados y aniquilados. Al observar el lugar, donde la avenida está hundida para pasar por debajo del puente, sin vías de escape y con edificios todo a su alrededor que proveen excelentes puntos para hacer fuego, se puede ver que el lugar era ideal para una emboscada y hace pensar en cómo la unidad de reconocimiento rusa puede haberse confiado en intentar pasar por allí. Al igual que en Hostomel, Bucha e Irpin, los rusos aún confiaban en que sería una victoria fácil.

De regreso en Kiev, nuevamente no hay electricidad (es algo de todos los días, varias veces al día), por lo que aprovecho para ir a la Catedral de Santa Sofía y luego al Monasterio de San Miguel, en donde en la plaza que está al frente hay una muestra de vehículos rusos destruidos, así como de vehículos civiles ucranianos destruidos por los rusos, restos de misiles y un dron Shahed capturado intacto. Allí llama la atención una cosechadora New Holland, destruida el 1 de julio de 2024 cuando los rusos atacaron una granja, demostrando el riesgo que corren los productores agropecuarios ucranianos que siguen intentando producir granos y carne a pesar de la guerra, para alimentar al pueblo ucraniano y también sostener la economía.

Allí nos pusimos a hablar con Serhii, un ucraniano de Donetsk de unos 55 años, que en 2014 debió abandonar su ciudad y todas sus pertenencias ante la primera invasión rusa, cuando ocuparon parte del Donbas. De allí se marchó a un pueblo cerca de Mariupol y luego a Kiev, comenzando a trabajar como guía turístico en Chernobyl. Cuando le pregunto si su actividad no lo exponía demasiado a la radiación, se quitó su gorro de lana para mostrarme su cabeza completamente calva, sin tener que explicar nada más. Con la invasión rusa de 2022 perdió su trabajo y ahora intenta vivir como guía turístico en Kiev, pero cuenta que ya casi no hay turistas, “solo personal militar extranjero, de misiones diplomáticas y periodistas, y unos pocos turistas que buscan turismo extremo”. Hoy, sobrevive como puede junto a su mujer, y solo le han quedado un par de valijas con todas sus pertenencias. Cuenta que hace unas pocas semanas, la casa del dueño del departamento donde vivía fue destruida por un dron ruso. Si bien la carga explosiva no detonó, lo que salvó la vida del dueño de la casa, la destrucción fue tal que tuvo que pedirle a Serhii la casa que le alquilaba, por lo que tuvo que salir a buscar una nueva vivienda. Cuenta que ya está cansado de la guerra, que ha destruido sus finanzas y le ha consumido todos los ahorros de su vida, pero al mismo tiempo afirma que ellos no están dispuestos a cederle nada a los rusos.

Aquí nadie confía en los rusos y todos saben que un acuerdo de paz que implique ceder ante los pedidos rusos solo es una garantía de una nueva invasión una vez que Rusia recupere su poder.
Serhii me recomienda caminar hasta la iglesia de San Andrés, cerca del lugar donde nació la ciudad de Kiev hace más de mil años. Aunque ya ha anochecido (el sol se pone poco después de las 16 horas aquí), la iglesia se destaca ante el reflejo de las luces de la ciudad en las nubes bajas. Esta zona es de las más turísticas de Kiev, por lo que hay varios puestos de vendedores en la calle, la mayoría hoy vendiendo souvenirs de la guerra y las Fuerzas Armadas ucranianas. Al igual que Serhii, el primero con el que hablo también me dice que ya no hay turistas, todos los extranjeros vienen por trabajos ligados a la guerra, pero son muy pocos. Me cuenta que antes la calle estaba llena de vendedores, hoy son unos diez.

Sigo caminando y me topo con el puesto de Alexey, que tiene un enorme surtido de souvenirs, incluyendo piezas de aeronaves, blindados y misiles rusos destruidos, así como parches, banderas, remeras y muchas cosas más. También me cuenta que solo hay visitantes que están en Kiev por la guerra. Le cuento que soy periodista y me regala un parche de prensa, mientras aprovecho para comprarle unos cuantos “souvenirs”. Me cuenta que es originario de Kherson, pero ya hace años se había mudado a Irpin para trabajar en Kiev. Sin embargo, con la invasión rusa su casa fue destruida y tuvo que mudarse al centro de Kiev con lo poco que le quedó. En el medio de la conversación me pide que lo espere que debía buscar a su hijo del colegio. Me sorprendió su confianza al dejarme su puesto en la calle hasta que unos minutos después volvió con su hijo de la mano y seguimos charlando. Como muchísimos otros ucranianos, ha perdido todo y hoy intenta sobrevivir vendiendo productos a quienes visitan la ciudad, pero reconoce que es muy difícil ya que hay muy poca gente.
Vuelvo a mi departamento caminando por la ciudad, que sigue muy viva a pesar de la guerra, aunque la presencia militar es una constante en todos lados. Mientras ceno, espero la alarma de ataque aéreo, pero hoy los rusos decidieron atacar al pueblo ucraniano en otras ciudades y Kiev sobrevive una noche más.























