Durante una videoconferencia realizada para el medio Financial Times, consultado sobre las ofertas de armamento efectuadas a la Argentina por parte de China, especialmente los aviones de combate JF-17 Block III, el presidente de Argentina, Alberto Fernández, declaró que la “Argentina tiene que destinar sus recursos a cosas más importantes que a la compra de aviones militares. Estamos en un continente muy desigual, pero no hay problemas de guerra y se busca la unidad entre los países”. Esto confirma lo que ya se hablaba por lo bajo en el ambiente de defensa de que no se comprarían aviones de combate para la Fuerza Aérea Argentina, que urgentemente necesita reequipar a su aviación de caza, que no ha reemplazado aún a su flota de aviones Mirage, retirada en 2015, ni comenzar el reemplazo de los A-4AR Fightinghawk, que están al final de su vida útil. Así, se entiende que no solo descarta la posible compra a China, sino también las otras ofertas recibidas, como los F-16 de Dinamarca o el HAL Tejas, y que la Fuerza Aérea Argentina deberá esperar al próximo gobierno para poder recuperar sus capacidades.
Las declaraciones, relacionando a la aviación de combate únicamente con la existencia de una guerra demuestran una falta de comprensión de la razón de ser de la defensa, que no es para pelear una guerra, sino para generar una capacidad de disuasión creíble para que no se tenga que llegar a una guerra. Por otro lado, si bien América Latina no experimenta guerras convencionales desde hace más de 25 años, es uno de los continentes más violentos del mundo, con grupos delictivos y terroristas con capacidades bastante sofisticadas.
Por otro lado, la Argentina tiene en la actualidad un conflicto con el Reino Unido, que mantiene la ocupación de parte del territorio nacional, a pesar de que se apunta a resolver el conflicto sin tener que volver a recurrir a las armas.
El planteo de que “no hay problemas de guerra” se puede interpretar también como que tampoco se realizarán muchas de las otras adquisiciones que las fuerzas esperaban concretar en el corto plazo, como la recuperación de la capacidad submarina para la Armada, la compra de blindados o helicópteros para el Ejército.
Esto ya se percibía en la postergación de los programas para 2023, año en el que habrá elecciones presidenciales y no se espera que haya inversión en defensa.
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