Por Santiago Rivas
En estos días en que la Argentina ha firmado el contrato de compra por 24 Lockheed Martin F-16A/B MLU Fighting Falcon se ven en los medios y redes sociales una gran cantidad de cuestionamientos, la mayoría sin merecer el menor análisis, pero otros que intentan plantear algún fundamento válido. Ya en varios artículos anteriores explicamos qué se obtenía con esta incorporación, pero vale la pena hacer un breve análisis de por qué son importantes para el país y por qué es una buena compra.
Una buena compra
El primer punto a tener en cuenta es si los F-16 daneses eran una buena opción o no para la Fuerza Aérea Argentina. En este sentido, primero hay que analizar dos factores importantes: cuánto dinero puede gastar la Argentina para comprar aviones de combate y qué opciones tiene disponibles con él. Comprar armamento no es como ir al supermercado en donde se puede comprar lo que uno desea, sino que se compra lo que a uno le venden.
La Argentina, en la situación actual, no puede darse el lujo de ir por sistemas de armas nuevos de primera línea, ya que representarían programas de varios miles de millones de dólares, además de que en muchos casos estos no están disponibles para el país. Así, la oferta danesa de 24 F-16 más repuestos y otros equipos, por poco más de 300 millones de dólares es sumamente conveniente, especialmente si se tiene en cuenta el estado de los aviones y el nivel de modernización que tienen. Como ejemplo, más de 15 años atrás Chile pagó un valor similar por aviones similares de Holanda, pero menos modernizados.
Como segundo punto, es preciso tener en cuenta que se trata de sistemas de armas, en donde el avión en sí es solo un componente del todo, que se completa con los sensores y el armamento, para que este sistema forme parte de un sistema mucho mayor que es el que compone el poder aéreo, en el que este sistema de armas (F-16 + sensores + armas) se integra con otros sistemas, como aeronaves ISR (Inteligencia, Vigilancia y Reconocimiento), de guerra electrónica, alerta temprana, reabastecimiento en vuelo, rescate en combate, apoyo, transporte, etc., sistemas no tripulados y sistemas terrestres, como radares, baterías antiaéreas y puestos de mando y control, entre otros. Así, el sistema de armas que se incorpore debe poder integrarse fácilmente con lo que la Fuerza Aérea ya posee, para poder formar parte de ese otro sistema superior. En este sentido, dado que la Argentina opera en su totalidad sistemas con concepción occidental, principalmente de Estados Unidos y Europa, el F-16 puede integrarse sin mayores problemas.
En tercer lugar, se puede decir que el sistema que se incorpore debe tener un sostenimiento asegurado por el período de tiempo que se planea utilizarlo. Esto es, que el fabricante u otros proveedores garanticen que se contará con repuestos y demás materiales para mantener las aeronaves y sus sistemas asociados en servicio. Además, este debe tener un costo aceptable para el operador a lo largo de toda su vida útil. La industria militar estadounidense en este sentido no tiene igual en cuanto al soporte logístico, mientras que son equipos de probada eficacia, con una durabilidad excepcional y la enorme cantidad de F-16 fabricados, además de que sigue en producción, asegura que el fabricante del avión y sus distintos componentes seguirán brindando soporte por muchísimos años. Además, el avión y sus sistemas asociados están diseñados para ser modernizados constantemente, como se evidencia en los F-16 comprados a Dinamarca, que hoy cuentan con tecnología avanzada que los equipara con los aviones de los Blocks 50 y 52, mientras que antes de ser entregados a la Argentina recibirán otro upgrade.
El cuarto punto a tener en cuenta es si el sistema cumple las misiones para las que se lo requiere, que en el caso argentino es la custodia del espacio aéreo ante posibles amenazas de la región y permitir al personal de la fuerza poder aprender a usar nuevas tecnologías y modos de empleo que no era posible con los aviones existentes como los A-4AR Fightinghawk ni era posible con los retirados Mirage IIIEA y Finger, como es el empleo de armamento guiado aire-tierra o misiles BVR. También, poder operar en entornos con guerra electrónica y mayores amenazas. Además, podrán interactuar en ejercicios combinados con otros países de la región o de la OTAN, los cuales son fundamentales para mejorar la doctrina de empleo, la interacción con fuerzas aliadas y mantener el adiestramiento del personal. Los F-16 daneses hoy cumplen con estos requerimientos, dado que están apenas solo por detrás de la vanguardia en la región que son los Gripen que está incorporando la Força Aérea Brasileira y prácticamente al mismo nivel que los F-16 Block 50 que hoy posee Chile. Esto coloca a la Argentina casi en un pie de igualdad en cuanto a la capacidad de aviones de combate con los países que hoy lideran la región (aún falta mucho trabajo por hacer en cuanto a todos los demás sistemas de armas). En cuanto al caso de Malvinas, la inversión necesaria para equiparar a la Argentina con lo que emplean los británicos está hoy totalmente fuera del alcance del país, pero el F-16 sin dudas representa un sistema que los británicos tomarán en cuenta, lo que no sucede con ninguna de las aeronaves actualmente en dotación.
El quinto aspecto es la antigüedad y vida remanente de los aviones. Voces con poco o nulo conocimiento del tema, incluyendo políticos y empleados de medios de comunicación, han subrayado que los F-16 daneses tienen 40 años de antigüedad, seguramente desconociendo la relatividad de tal afirmación, ya que la vida de una aeronave no se mide en años sino en las horas de vuelo que tiene y en su vigencia para poder cumplir su misión (si el diseño o sus sistemas son obsoletos o inferiores a aquello que deben enfrentar). Como ejemplo, la USAF sigue empleando bombarderos B-52 Stratofortress fabricados hace más de 60 años, mientras que el modelo acaba de cumplir 72 años desde su primer vuelo y fue diseñado en los comienzos de la guerra fría. Rusia, por su lado, sigue basando toda su aviación de combate en modelos nacidos entre las décadas de 1950 y 1980 o variantes actualizadas de los mismos (no, el Su-57 no es un sistema de armas con capacidad real de combate en la actualidad y sigue siendo un modelo en desarrollo).
En el caso de los F-16 daneses, dada la cantidad de horas remanentes de las células y el promedio de uso que podrán tener en la Argentina, podrán operar por entre 15 y 20 años sin mayores problemas y posiblemente hasta 25 años.
De esta manera, los F-16 permitirán obtener conocimientos y capacidades, dar un salto tecnológico y doctrinario de más de 40 años, lo cual llevará varios años entre que se aprenda a volar los aviones y operarlos. Recién entonces, en unos diez años al menos, esto permitirá dar otro paso, que podría ser hacia aviones de generación 4+ (como un F-16 Block 70) o de 5º (como un F-35, el KAI KF-21 o el TAI Kaan).
Una compra necesaria
Otro planteo que han realizado desde muchos sectores es si la compra era necesaria y si había que hacerla en medio de la crisis económica del país. El primer aspecto que hay que tener en cuenta es que la oferta danesa tenía un vencimiento y, de no avanzarse, los aviones tendrían otro destino (había varios países interesados en ellos), lo que obligaría a salir a buscar otros F-16 disponibles o aviones similares, en un proceso que llevaría varios años, cuando la Fuerza Aérea Argentina ya llevaba 30 años buscando una aeronave similar (aunque los Mirage fueron dados de baja en 2015, la realidad es que su reemplazo ya había comenzado a ser planificado a comienzos de los años 90 y ya desde comienzos del nuevo milenio la capacidad real de combate de éstos era nula, solo podían volar pero no operar). El segundo es que la compra es totalmente financiada y la Argentina prácticamente no tiene que hacer desembolsos en el corto plazo, por lo que el grueso de la compra se pagará cuando la economía ya esté en recuperación. Así, la compra no afecta las cuentas actuales del estado.
El segundo punto es que la compra es necesaria. ¿Por qué? Hay muchas razones por las que la defensa de un país afecta de manera directa a todos los demás ámbitos. Principalmente porque la inversión que un país hace en su capacidad de defensa está indicando qué determinación tiene este país en defender los intereses de quienes habitan e invierten en él, por lo que un país con una mayor capacidad de defensa se vuelve más atractivo para vivir e invertir, lo cual impulsa de manera directa el desarrollo económico.
Además, un país que invierte en defensa está apostando a ser más relevante en el escenario regional y global, ayudando a mantener la paz y disuadiendo a quienes quieran perturbarla.
Así, al brindar seguridad, la defensa hace una contribución fundamental al desarrollo económico, generando divisas para la nación que luego se pueden emplear en otras áreas como salud, educación e infraestructura, de modo que, de manera indirecta, invertir en defensa lleva a mejorar esas áreas.
La Argentina actualmente, tras 40 años de desinversión en defensa, había dado una clara señal al mundo de que el país no tenía interés en proteger a sus ciudadanos ni sus bienes ni los recursos de la nación, aumentando el riesgo para cualquiera que desee invertir en el país, permitiendo la depredación de recursos y quitándole al país la capacidad de poder hacer valer sus puntos de vista en el escenario internacional, ya que de nada valen las palabras si no se puede disuadir al otro de que sus acciones contra la nación pueden costarle caro. Así, la falta de inversión en defensa, restándole relevancia al país en el escenario regional y mundial, influyó en el deterioro económico de la nación.
Por esto, la compra de aviones de combate, como un primer paso en la recuperación de capacidades de la defensa, es una medida necesaria y correcta, que no debería haber demorado tantos años en concretarse.
Comentarios