Putin está hipotecando a Rusia: soldados que desaparecen, gastos que suben y una legión de veteranos furiosos
- Ignacio Montes de Oca
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Por Ignacio Montes de Oca
Rusia enfrenta ahora otro problema por el aumento en el costo de sostener las bajas en el frente. A medida que crecen, sube la presión presupuestaria y baja el ritmo de enrolados, que entienden que los beneficios que les proponen por ir a Ucrania son ficticios.
El primer indicio surge de una estadística lateral, la de desaparecidos en combate. De acuerdo con Mediazona ese número creció a 2.500 semanales en octubre. Esto significa diez mil mensuales, un tercio de las 30.000 bajas rusas que calcula la inteligencia de EEUU. ¿Por qué Rusia deja de recoger los cuerpos de sus soldados muertos? La respuesta es tanto política como económica. Un desaparecido es una baja que no se admite. Está en un limbo y hace que las estadísticas de muertes puedan ser fraguadas por la propaganda del Kremlin. Pero no es solo crear un escenario favorable mientras se intenta mostrar que Rusia es imparable a propios y adversarios. Hay un cálculo económico detrás. Si el cuerpo no aparece, la indemnización se suspende y sus familiares no cobran hasta que haya un fallo judicial favorable.
Por cada muerte y de acuerdo con un decreto de 2022, sus familiares tienen derecho a una indemnización de 7 millones de rublos o U$S 91.152. A ese monto se le suma el pago adicional aportado por el gobierno de cada región que varía de 1 a 3 millones de rublos (U$S 13.000/39.000). Luego hay una pensión para los familiares de unos 50.000 rublos o U$S 485 y todo esto solo se comienza a cobrar acreditado el fallecimiento. Si no aparece el cuerpo, no aparece el dinero. En 2024 solo en muertes se pagaron 1,2 billones de rublos, unos U$S 11.700 millones.

Con esa base, al llegar al 25% de desaparecidos implicaría un ahorro de casi U$S 3.000 millones solo en indemnizaciones. Con las 10.000 bajas de octubre, U$S 911 millones. Los deudos, no tienen otra alternativa que comenzar el camino burocrático para recibir su dinero. Esto implica esperar entre 6 y 9 meses para cobrar y que las familias tengan que hacerse cargo, por ejemplo, de los costos del funeral y de los gastos burocráticos. Pero, además, los beneficios por soldado muerto están cayendo al igual que los que se pagan por heridas en combate. Por un decreto de noviembre de 2024, ya no se paga una indemnización de 3 millones de rublos por herido, unos U$S 39.000. En la nueva normativa se paga esa suma a los “heridos graves”, y un millón de rublos U$S 13.000 por las “leves” y 100.000 rublos o U$S 1.300 por las “leves”. Este es un problema porque el diferencial de muertos y heridos al inicio de la guerra era de 1 a 3, un promedio usual. En 2025 esa diferencia se redujo a 1 versus 1,3. Esto indica que el nivel de letalidad del frente está creciendo y esto conduce a un par de factores muy importantes.

En primer lugar, habla de una tasa de recuperación de heridos muy baja y, por el otro, corrobora las denuncias llegadas desde el frente sobre el envío de soldados heridos de regreso al combate. Hay evidencias graficas suficientes de ello. Hay montañas de pruebas.
También explica la falta de interés en la evacuación de heridos. Cuando pasan a la columna de desaparecidos cae la presión sobre el sistema de atención militar, el pago subsecuente por heridas graves y el compromiso futuro por el pago de pensiones a veteranos enteros o tullidos. En noviembre, el ministro de finanzas de Yakutia, Ivan Alekseev, interrumpió el pago de pensiones de 750.000 rublos o U$S 8.300 por heridas y de 1 millón de rublos o U$S 13.000 para los fallecidos ante la emergencia presupuestaria generada por un faltante de casi U$S 100 millones. Yakutia es una de las zonas más pobres de Rusia y, de acuerdo con la Fundación Free Yakutia, envió unos 8.000/10.000 soldados al frente, de los cuales Mediazona verificó la muerte de 2.016. De por sí la muerte de un cuarto de los enrolados de manera oficial es grave.

Igual de grave es la cantidad total de heridos, de entre 500.000 y 600.000. De los 2 billones de gastos en personal del estado ruso en 2025 -unos U$S 25,680 millones-, el gasto en compensaciones por muertes y heridas es de 765 mil millones de rublos o U$S 9.820 millones. Eso significa que solo en compensaciones por muertos y heridos se gastan el 38% del costo en personal y el 1,8% del PBI. Es más fácil de comprender la hipoteca si se entiende que el déficit total del estado ruso proyectado para este año es del 2,6% del PBI. Su economía esta herida. Ese es el gasto por pagos únicos y luego hay que sumar el gasto crónico por el tratamiento de las secuelas físicas y emocionales de más de medio millón de veteranos. Las cifras del ministerio de defensa ruso indican un gasto anual de 1,8 millones de rublos o U$S 17.400 por herido. El cálculo es sencillo. Son U$S 8.700 millones anuales para medio millón de heridos. La proyección para el 2025 indica que Rusia podría llegar a los 700.000 u 800.000 heridos este año. Son U$S 13.920 millones. Luego hay que calcular el gasto en pensiones vitalicias por veterano. Las pensiones varían desde los U$S 145 /245 para el Grupo 1 que certifique sufrir de tetraplejia, ceguera total o múltiples amputaciones, la más común que es el Grupo 2 que, con una o dos amputaciones, lesiones medulares o estrés postraumatico severo, cobran U$S 95/215 mensuales. El Grupo 3 incluye a los que reciben lesiones moderadas y cobran U$S 117/175 por mes. El promedio del total es de U$S 1.450 a 2.100 por año. Con medio millón de heridos es un pago anual conjunto de U$S 725 millones a U$S 1.050 millones. Con 800.000 sube a U$S 1.160/1.680 millones.

En resumen, Rusia tuvo que pagar U$S 22.700 millones por sus muertos, de U$S 8.700 a 14.000 millones por sus heridos y tendrá un gasto fijo anual de entre U$S 725 y 1.680 millones en el futuro por pensiones por veteranía o invalidez. El limbo de los desaparecidos es la motosierra de Putin.
Se entiende entonces por qué Putin redujo el pago por heridos, el abandono de lesionados y muertos en el campo de batalla y el frenesí para sumar combatientes extranjeros. Pero también se descubre una bomba de tiempo en el interior de Rusia por el exceso de gasto. En al menos 52 regiones, hay quejas de pagos parciales o inexistentes. También por la demora en la entrega de certificados de veteranos para el cobro de beneficios. Esto explica la brecha presupuestaria que ahora se está convirtiendo en tensión entre el gobierno federal y los locales.

Vamos al ejemplo de los heridos graves del Grupo 1. El estado central aporta hasta 25.000 rublos y los locales 10.000 rublos en la zona de Moscú. Para el Grupo 2, el más numeroso, el presupuesto federal aporta hasta 22.000 rublos y el local, como el de Khabarovsk, 8.000 rublos. En el Grupo 1 Putin se hace cargo del 40% del gasto y en el 2 del 36%. En los pagos únicos, del 80/90%, y aun así las regiones acumulan un déficit de U$S 8.100 millones porque el presupuesto militar del 40% del gasto federal se hace a expensas de las transferencias a las regiones.
En 2023, Putin le envió 3 billones de rublos a las regiones. Esto es un 5,5% menos que en 2022. En 2024 se redujo otro 5,6% y en 2025 un 5,5% adicional. El problema para los gobiernos locales es que no solo pagan a los soldados, también tienen que hacerse cargo de otros gastos.

Putin redujo desde 2022 en términos nominales el gasto federal en obra pública en un 18%, el de salud en un 15% y un 20% el de educación. En ese mismo periodo el gasto militar creció un 250%. La diferencia la cubren las regiones a costa de incrementar sus déficits. El estrangulamiento presupuestario y el cambio normativo condujo previsiblemente a más trabas burocráticas y demoras de entre 3 y 12 meses para el cobro de pensiones y compensaciones por heridas y muertes. El sistema de salud ruso está saturado por los veteranos.
Moscú comenzó a derivar a las regiones a los heridos por el colapso de su sistema de atención. Es el ejemplo del Hospital Burdenko, el más importante para el tratamiento de heridos, que desde fines de 2023 vio sobrepasada su capacidad de atención. La solución fue precaria. Putin comenzó a enviar además a soldados a Corea del Norte y a Bielorrusia. Y la otra medida fue devolver los heridos al frente. No a unos pocos, sino al 98%. Esa es la cifra que dio la viceministra de Defensa Anna Tsivilyova en febrero de 2025. Y de allí, el acto de desaparición.

En junio 2025, un grupo de soldados heridos organizó un motín en Novosibirsk por demoras en los tratamientos. Parte de las quejas está en que por las demoras en pagos y certificaciones los heridos tienen que pagar sus terapias que, sumadas, implican U$S 455 millones anuales. Las noticias sobre pagos que no llegan tienen un impacto en la decisión de enrolarse. Y para peor, dado que Putin puso la carga presupuestaria en las regiones, el bono que reciben por reclutarse fue disminuyendo en los últimos meses. Y hablamos de reducciones muy grandes.
En Tartaristán, Chuvashia, Mari El y Belgorod, los recortes llegan hasta el 75%. En al menos 11 regiones, incluyendo Leningrado, Nizhny Novgorod, Ulyanovsk, Orenburg, Bashkortostán y Yamalo-Nenets, también se aplicaron ajustes para contener el déficit en los fondos regionales. En Samara el bono local pasó de 3,6 millones de rublos a 400.000 rublos, cayó un 89%. El de Orenburg casi de 2,1 millones de rublos a 400.000 rublos, un 80% menos. En Saratov en idéntica proporción. En Yakutia y San Petersburgo se suspendieron para los nuevos voluntarios.

La explicación está en el déficit que acumulan los gobiernos regionales. En septiembre de 2025 era de unos 724.000 millones de rublos o U$S 8.100 millones. Sin incentivos, cae el número de enrolados en el peor momento para Putin, que necesita más carne fresca para el frente. Las cifras oficiales rusas dicen que en la primera mitad de 2025 se pagaron 127.500 bonos de reclutamiento. Esto es un 23% menos que los 166.200 del mismo periodo de 2024. De allí que el anuncio de 427.000 nuevos reclutas sea exagerado. El número real ronda los 354.000. Pero además las cifras oficiales son más bajas que en 2024, cuando se reclutaron 490.000 nuevos soldados. Nos referimos siempre a los que acceden a enrolarse, no a los del servicio militar obligatorio. Esa cifra menor tiene un impacto enorme por el número creciente de bajas.
Del total de soldados de Rusia, 295.000 fueron convocados por el Servicio Militar Obligatorio. La mayor parte, es decir unos 456.000, son voluntarios que pelean bajo contrato. Vamos al otro gasto, el de salarios. Un soldado raso recibe U$S 1.980 mensuales y un veterano U$S 2.130. Los oficiales y suboficiales reciben salarios mensuales de entre U$S 2.136 para un sargento a U$S 3.883 para un coronel. Un conscripto U$S 485/680. Luego hay un bono para el alistado de U$S 29.000 pero sus pagos se difieren para el momento de la baja. Y si desaparece… si, eso.
Hay una pieza que encaja en ese faltante y es el parche de soldados extranjeros. Sumando los 20.000 norcoreanos, los 25.000 cubanos y el saldo de reclutados en Asia, América Latina y África podemos cerrar esa brecha de 63.000 soldados anuales entre el anuncio y el número real. Con los extranjeros se repite el vicio. Muchos llegan a Rusia engañados con la posibilidad de recibir sueldo de hasta U$S 2.400 mensuales por realizar tareas civiles y luego son arrojados al frente luego de firmar contratos en ruso que no pueden entender para entonces ir al cadalso. Un cubano, keniata, norcoreano o nepalí muerto en combate puede pasar a la lista de desaparecidos y dado que son contratados haciendo abuso de su pobreza, es poco probable que su familia tenga recursos para iniciar una causa judicial en Rusia para reclamar lo adeudado.

El sueldo promedio mensual en Cuba es de U$S 13, en Nepal es de U$S 239, en la República Centroafricana es de U$S 306 y en Mali el mínimo es de U$S 65, por citar los sitios usuales de reclutamiento remoto. El caso de Corea del Norte sale de los parámetros de probabilidad. O, si se prefiere, esos nombres no necesitan figurar en las estadísticas oficiales ni generan manifestaciones dentro de Rusia por pagos no realizados, promesas incumplidas o por haber sido sacrificados en una oleada inútil contra las defensas ucranianas. Perverso, pero eficiente.
El problema es que hay que esconder la evidencia. Vamos a un ejemplo. En Afganistán, Rusia tuvo 17.000 muertos en diez años de combate. Si el cuerpo no es regresado del frente se evita que sigan creciendo los cementerios militares y se sumen nombres de caídos en los monumentos. Puede que Rusia está bajo un cepo informativo, pero una mirada a un pilar en donde la superficie de muertos en Afganistán ocupa una porción ínfima frente a los caídos en Ucrania es un mensaje fácil de decodificar incluso para convencidos e iletrados y muy difícil de contrarrestar.
Hay otro modo de corroborar que, pese a la propaganda rusa, Putin está ejecutando una masacre entre los propios rusos. La forma de medir las bajas definitivas está en observar el tamaño de los cementerios militares y como fueron creciendo desde febrero de 2022. Business Insider publicó en febrero de 2024 un estudio de las imágenes satelitales de cementerios en Stavropol, Feodosiya y Mikhaylovsk en la Crimea ocupada y en Ryazan, Rusia. En todos ellos aumentó el número de tumbas. Y el número de bajas sigue creciendo.
El sistema es eficiente para ocultar las estadísticas, pero desalienta a los nuevos reclutas. Recordemos que, por el nivel de 1.000 bajas diarias de acuerdo con el ministerio de defensa británico y el secretario de estado de EEUU, Rusia necesita cada mes 30.000 soldados nuevos. Ese número es consistente con la meta de reclutamiento real, pero pone a Rusia en el límite de la tasa de reemplazo. Allí hay un pantano que solo puede llenarse con reclutamiento extranjero y que las bajas mensuales no sigan subiendo. En 2024 eran 350 diarios, tres veces menos.

Esa salida tiene un sentido político y propagandístico. Vamos a explicarlo con números. Cada muerto o desaparecido le cuesta al estado ruso U$S 39.000. Diferir el pago 6 o 9 meses es un alivio temporal. Pero si regresa hay un costo menor, de U$S 13.000, pero que en el tiempo crece. Con el pago de una pensión de U$S 1.450 a 2.100 por año y un tratamiento médico que en promedio cuesta U$S 17.400 anuales por herido, en menos de un año pasa a costar más que un muerto. Las matemáticas explican la crueldad de la eficiencia administrativa de Putin.
Pero, aunque eficaz esto no le soluciona ni el numero decreciente de enrolados ni le cierra los huecos presupuestarios que tienden a crecer por el aumento del gasto militar, los indicadores negativos de su economía y el hecho de que las quejas acumuladas tienen que ser atendidas. Incluso si no se las atendiera, hay problemas que se acumulan discretamente. Es el caso de los soldados que regresan con estrés postraumático grave. De acuerdo con Anna Tsivileva, viceministra de defensa de Rusia, afecta al 20% de los que regresan de la invasión. Son 140.000 rusos.

El precio directo en tratamientos implica otros 660.000 millones de rublos o U$S 6.400 millones considerando un costo anual de U$S 9.700 por individuo. Estos veteranos, unos 140.000 en total, están fuera total o parcialmente de un mercado laboral y son costo fijo permanente. La misma restricción tienen los 150.000 a 200.000 soldados con lesiones graves que debe sumarse el costo de tratamiento, pensiones, compensaciones y el lucro cesante para la economía para terminar de pintar el panorama de la hipoteca que está creando Putin para Rusia.
Considerando un millón de bajas, que representan un 1,38% de la población productiva, el lucro cesante directo por la pérdida de ingresos generados por cada uno de ellos puede evaluarse en unos U$S 23.000 millones, considerando la productividad promedio de cada individuo en 2024. Si le sumamos a los 600.000 a un millón de rusos que dejaron el país por causa de la guerra, la estimación más baja indica que hay que sumarle otros U$S 13.800. Como vemos, no solo se trata de sumar heridos y el impacto profundo de la guerra resulta en un negocio desastroso. Cerremos con otro dato derivado de la falta de mano de obra producto del desastre demográfico que fuimos describiendo. Esa escasez obliga a las empresas civiles a empatar los ingresos ofrecidos a los enrolados y el de las compañías del complejo militar ruso.
Esto significa que deben equiparar los 210.000/250.000 rublos o U$S 2.040/2.430 que se ofrece por ir al frente más el bono por anotarse. El salario promedio industrial en Rusia está en la mitad de ese valor y la puja salarial hacia arriba tiene una consecuencia previsible.
El resultado fue el crecimiento del costo laboral que aportó al aumento de la inflación al 10%, lo que a su vez corroe el ingreso general, el costo del crédito, el gasto central y de las regiones y el rendimiento de las pensiones militares en una espiral difícil de controlar.
Lo que comenzó como un comentario sobre la desaparición de soldados rusos nos condujo a una trama mucho más espesa que refleja problemas muy profundos para Rusia. La respuesta de Putin por ahora es mandar a la realidad al frente y hacerla figurar como otro desaparecido más.
