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Baluchistán declaró su independencia de Pakistán y se abre un nuevo foco de conflicto: temores y realidades para analizar



El escritor y activista baluchí Mir Yar Baloch declaró la independencia de Baluchistán el 9 de mayo y reclamó el reconocimiento de la India junto a la intervención de una Fuerza de Paz de la ONU. Analicemos el hecho, sus consecuencias y probabilidades.

 

Por Ignacio Montes de Oca

 

En 1947 existió un Baluchistán independiente cuando el kanato de Kelat se declaró autónomo tras la partición de la antigua colonia británica. Pero el 27 de marzo de 1948 dejó de existir cuando Pakistán se anexó parte de ese territorio e Irán conservó el resto. Entre el 3 de octubre de 1952 y el 14 de octubre de 1955 existió la Unión de Estados de Baluchistán, un intento de darle mayor autonomía a los baluchíes de los antiguos principados de Kalat, Kharan, Las Bela y Makran, pero fue anulado por las políticas de integración central.

El Baluchistán pakistaní tiene 347.190 km2, es decir el 44 % de Pakistán.  Hay otra porción en el sureste de Irán, denominada provincia de Sistán y Baluchistán, que ocupa otros 181.785 km2. Ya tenemos un problema de dos países porque en ambos estados hay baluchíes independentistas. Pero para complicar aún más el panorama, parte del Beluchistán se extiende a las regiones afganas de Nimruz, Kandahar y Helmand con una zona de influencia de 153.580 km2 y una población baluchí de aproximadamente un millón de personas que reside también en Faryab y Herat.



Hay movimientos insurgentes en todo el Baluchistán. Del lado pakistaní, el más poderoso es el Ejército de Liberación de Baluchistán (ELB). Su propósito es independentista y no tiene un núcleo religioso, por más que la mayor parte de los baluchíes sean sunitas. Luego está el Frente de liberación de Baluchistán (FLB), el Ejército Nacional de Baluchistán (ELB), el Lashkar-e-Balochistan (LB) y el Frente Unido de liberación de Baluchistán (FULB). Y también el Movimiento de Libertad Nacional de Baluchistán que une al ELB y al FLB.

Del lado iraní existe el Jaish ul-Adl (Ejército de la Justicia) creado en 2012 luego de la disolución del Jundallah, un movimiento separatista que también adoptó las ideas del salafismo sunita y recibía apoyo de Al Qaeda. Recordemos que Irán tiene un gobierno chiita. El otro grupo baluchí iraní es el Ansar Al Furqan, también salafista y vinculado al frente Al Nusra que operó en Iraq y Siria. Nace de la fusión de los yihadistas chiitas del Harakat Ansar Allah de Irak y los muyahidines radicalizados de Hizb Al-Furqan que operan en Afganistán.

En Afganistán operan tanto el Ejército de Liberación de Baluchistán como el Frente de Liberación de Baluchistán en las zonas de Kandahar, Helmand y Nimruz en donde operan santuarios para evadir la acción del ejército pakistaní, muchas veces con la complicidad de los talibanes.

Como podemos ver, el panorama de las fuerzas insurgentes baluchíes es complejo y se enlaza con otros países vecinos. Pakistán acusa a India de apoyar a los grupos armados baluchíes en Pakistán, pero no existen evidencias de un respaldo desde Nueva Delhi. La mayor parte de los Insurgentes baluchíes de Pakistán no tienen inspiración religiosa, su discurso se centra en el independentismo. Hay una conexión con Cachemira porque apoyan la creación de un estado cachemir independiente y separado de Pakistán. A su vez, durante años pakistaníes e iraníes se acusaron mutuamente por apoyar a los separatistas baluchíes en el otro país. Estas acusaciones llegaron a un conflicto abierto el 16 de enero de 2024 cuando el Jaish ul-Adl atacó edificios de la Guardia Revolucionaria en Irán. Irán bombardeó campamentos del Jaish ul-Adl en Pakistán y los pakistaníes campamentos del ELB y el FLB en Irán. Durante tres días hubo ataques con artillería y drones y decenas de muertos civiles hasta que se declaró una tregua. Podemos ver el potencial conflictivo de Baluchistán.

El problema es que el reclamo independentista baluchí es constante y los ataques tanto en Pakistán como en Irán se sostienen en el tiempo e incluso van cobrando intensidad. El ELB lanzó desde principio de año 71 ataques en lo que denominó la “Operación Herof”. Entre los más recientes hay una emboscada a un convoy militar pakistaní que dejó 7 soldados muertos el 6 de mayo y el secuestro del tren Jaffar Express con más de 400 pasajeros el 13 del mismo mes. En ese ataque fueron asesinadas 26 personas.



Los atentados ocurrieron mientras Pakistán enfrentaba a la India y aquí empieza a surgir un problema porque el llamamiento independentista y el pedido de ayuda a India ocurre en el momento en que ambos países siguen enfrentándose a pesar de haber anunciado una tregua. Si hablamos de las posibilidades de un surgimiento de un estado baluchí, los cálculos son difíciles. Los baluchíes representan un 3,2% de la población pakistaní, pero en compensación ocupan el territorio con menor densidad poblacional y desarrollo de infraestructura. Esto favorece la actividad insurgente, pero el escaso número de habitantes, unos 8 millones dentro de una población de 247 millones, limita la capacidad para enfrentarse a un ejército pakistaní de medio millón de soldados bien armado y veterano en la lucha interna.

Tampoco se sabe si la proclamación hecha por Mir Yar Baloch es respaldado por el ELB o fue coordinado con su ala política. Al menos hasta ahora India no respondió al pedido de auxilio y no hay a la vista otros estados que pudieran apoyar el intento independentista. Hay un riesgo cierto y es que el ELB y otros grupos insurgentes usen este incidente para aumentar sus ataques buscando aprovechar que el ejército pakistaní está ocupado en la frontera con India y en Cachemira. Allí se abre otro escenario alternativo.

Pakistán mantiene pegado con el cemento del nacionalismo y el enfrentamiento con la India un mosaico de etnias muy complejo y tensionado. La etnia central, más numerosa y dominante de Pakistán son los punjabíes sunitas, que representan entre el 38 y el 45% de la población. Le siguen los pastunes, con un 15% al 18% de la población. Son unos 40 millones de pakistaníes emparentados étnicamente con los pastunes afganos, que a su vez son un total de 66 a 77 millones de personas. Doy aproximados porque los censos son imprecisos como flecha de lana.

Luego están los Sindhis, con una población de 55,6 millones de personas y se diferencian por su origen indoario y el uso del lenguaje sindhi. Y, además, aunque la mayoría son sunitas, albergan también comunidades chiitas e hindúes. Como se ve, Pakistán tiene una gran complejidad. Hay una minoría Muhajiri que son inmigrantes musulmanes llegados en los tiempos de la partición colonial de 1947. Son un 7,5% de la población y por lo general se les considera junto a los punjabíes aunque existe una tensión porque se consideran discriminados. También hay una minoría cristiana sujeta a la persecución legal y ataques constantes de parte de los grupos musulmanes radicalizados y a su vez tensiones étnicas entre punjabíes y pastunes por la deportación de 3 millones de refugiados afganos de esa etnia.



Además, existe una competencia entre pujnabíes, pastunes, muhajiris y sindhis por la representación política y los beneficios destinados a cada grupo. También con los cachemires independentistas del Frente de Liberación de Jammur Cahemira y el partido Azad Jammu.

Es decir que Pakistán está recorrida por tensiones importantes y una amenaza de partición del 44% de su territorio en Baluchistán puede ser el detonante para un proceso más complicado en el que estas diferencias conduzcan a una balcanización del territorio. Ese riesgo se extiende a las provincias iraníes de Sistán y Baluchistán en donde residen un millón de baluchíes. Un movimiento separatista exitoso al otro lado de la frontera podría alentar a grupos como al Jaish ul-Adl y el Ansar Al Furqan para lanzar su propia ofensiva.

No hay que olvidar que Irán es otro mosaico en donde la etnia dominante, el 61% de persas, convive con un 24% de azeríes, un 10% de kurdos, un 6% de luros, y un 2% de cada una de las etnias baluchí, árabe y turkmenos. Es posible que Irán intervenga en ese trance.

Puede que India vea la oportunidad para debilitar a su adversario y promueva, discreta o abiertamente, el movimiento separatista baluchí que, además, distraería a Irán que a su vez es adversario de su aliado, Israel. Y también llamar a los talibanes afganos al juego. En un proceso de lucha interna, los pastunes pakistaníes podrían recibir un apoyo del Tehreek-i-Taliban Pakistán (TTP), la versión local de los talibanes afganos que son otro de los grupos armados que, como los baluchíes, atacan con frecuencia a las fuerzas del gobierno pakistaní. Dentro del universo talibán existe el sueño del reunificar el antiguo Pastunistán bajo un sultanato salafista. Ese territorio se reparte entre el sur afgano y el noroeste pakistaní. Dado el contacto entre algunos grupos baluchíes y el TTP, el riesgo de agranda. Ese contacto no es solo mediante el tráfico de armas o negocios turbios para sostener la lucha armada. El partido pakistaní Partido Nacional Awami representa el deseo de autonomía pastún y desde el otro lado de la frontera los talibanes expresan un deseo similar.



El problema de plantear un proceso de desintegración de Pakistán es que estamos hablando de un país que tiene 170 ojivas nucleares y un arsenal convencional inmenso. A favor de evitar ese escenario está el nacionalismo que despertó el enfrentamiento con la India. China puede aportar a controlar un proceso de insurgencia generalizado, tanto como Turquía y los países sunitas que respaldan a Islamabad. Pero la insurgencia de grupos aparte de los baluchíes e inspirados por su reclamo independentista igual plantean un panorama sombrío. Junto al escenario de la desintegración o el separatismo hay que considerar la cuestión del estado fallido con la multiplicación de conflictos internos alentados por actores nacionales o grupos no estatales interesados en explotar un escenario turbulento. Eso conduciría a una inestabilidad y de allí a una represión proporcional en una nación de casi 250 millones de habitantes. Por eso el asunto baluchí merece ser observado con cuidado. Más aún si la salida es invocar a un nacionalismo para conjurar el conflicto interno. En ese caso Pakistán debería recalentar la situación con su adversario regional, India. Ese es un recurso tan antiguo como predecible y el llamamiento de Mir Yar Baloch podría invocarlo. Más aún si se perciben movimientos en otros de los tantos grupos tensionados de Pakistán.

Con estos datos podemos tener una idea más acertada de lo que implica el llamado a la independencia de Beluchistán, de donde viene, con qué apoyos cuenta y que probabilidades tiene de ser exitoso. Hay mucho más de lo que parece detrás del grito independentista.

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