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Nicolás Zelaya

El F-16 y Argentina: el caso pakistaní

Por Nicolás Zelaya


El F-16 es sujeto de amor y odio, y es que Estados Unidos no ha sido flexible con su venta y ha puesto restricciones, condiciones de uso, veto de armas y demás yerbas que para los Eastern Lovers lo hacen el peor avión de combate que podría adquirir Argentina. Let's get started.



A la hora de comprar un avión de combate, éste debe ajustarse a la realidad del país que desea comprarlo, sus hipótesis de conflicto y relaciones internacionales. En el caso de la Argentina, la inversión en defensa es ínfima, las hipótesis de conflictos son nulas (según el sistema político argentino) y la política internacional es impredecible e inestable. Entonces se hace imposible encontrar un proveedor que quiera venderle al país un Sistema de Armas completo, ustedes me dirán que China ha ofrecido un paquete jugoso con el JF-17 Block III. Pero nuestra casta política, incluso teniendo muy buenas relaciones con China, se niega a pagar lo que el avión vale, tal vez esperando que China haga una generosa reducción de los costos por ser un país amigo, pero entre amigos incluso existen intereses en común.

Pakistán tiene una historia moderna de suma violencia con su vecino y acérrimo enemigo India, la coyuntura internacional reinante durante la Guerra Fría le permitió acceder a los cazas F-16, aunque de manera problemática, ya que EE.UU. le ha negado e incluso embargado compras de F-16.



Tras la guerra de 1971 la cual resulta en la independencia de Bangladesh y en la pérdida de 1/3 de la Fuerza Aérea Pakistaní, se necesitaba reorganizar tanto la doctrina de la Fuerza Aérea como actualizar el parque aéreo que se estaba volviendo obsoleto frente al indio. Pakistán supo aprovechar la invasión de Afganistán por parte de la URSS, autorizando a EE.UU. a enviar apoyo logístico a los muyahidines a través de su territorio.

A causa de repentinas violaciones del espacio aéreo pakistaní por aviones soviéticos y afganos, se decide incorporar el F-16 como el nuevo caza de Superioridad Aérea, y aunque EE.UU. se negó al principio, terminó cediendo y vendió 40 F-16A/B Block 15. Estos aviones le dieron a la PAF la capacidad de interceptar cualquier avión que ingresara por Afganistán, logrando 8 derribos.

Los aviones no han tenido restricciones de uso, pero las sanciones impuestas por la enmienda Pressler castigaron severamente a la PAF, y embargó 60 F-16 adicionales. EE.UU. temía que Pakistán logre convertir el avión en una plataforma para lanzar armamento nuclear.

En Pakistán, como en Argentina, existen opiniones cruzadas acerca de las relaciones con EE.UU., acusando a Washington de "aliado desleal", alegando que usan al país en base a sus intereses, y no les faltan argumentos, sumado a que, tras la retirada soviética de Afganistán, EE.UU. se había retirado de la región, dejando a Pakistán lidiando con la crisis de los muyahidines, el tráfico de opioides y armas. Pero los defensores de las relaciones Estados Unidos – Pakistán tampoco carecen de argumentos, durante los 10 años de relaciones, Pakistán recibió cerca de 5.600 millones de dólares (tipo de cambio en 2009) en asistencia económica, de los cuales más de 3.500 millones fueron asistencia militar. Es en este periodo donde desarrollaron su programa nuclear, en pleno apoyo financiero y militar.



Se dice que Pakistán supo utilizar la coyuntura de la época para hacerse con la mayor cantidad de aviones, mientras desarrollaba su poder nuclear, el cuál existía mientras era encubierto por el mismo gobierno de EE.UU., hasta la retirada soviética de Afganistán. Y con ello, la administración Bush hizo cumplir la enmienda Pressler, generando una catarata de sanciones y restricciones, entre ellos el embargo de los F-16 restantes y los paquetes de actualización para los ya vendidos. Hasta que el ataque del 11/09/2001 ocurrió.

Tras el ataque a las Torres Gemelas, Pakistán vio la oportunidad de reanudar las relaciones con EE.UU. y así lograr que quiten el embargo a los F-16. Se convenció a EE.UU. de que la posición del país le permitía proyectar su poder sobre Afganistán y perseguir a Al-Qaeda.

Luego de que la administración Bush se negara, finalmente en 2005 se acordó la compra de 18 F-16C/D Block 52+ y la modernización de todos los A/B existentes, en un lapso de 5 años se entregaron los 18 cazas nuevos y se modernizó la flota completa de F-16A/B. Pakistán convenció a todo Occidente de apoyar al país en la guerra contra el terrorismo, y así es como logró adquirir nuevos sistemas de armas para fortalecerse frente a India, aunque todo con el pretexto de la lucha anti terrorista.

Se supone que los F-16C/D Block 52+ y los F-16AM/BM MLU sirven para luchar contra el terrorismo, y aquí es donde entra la más grande de las contradicciones, ya que dentro del paquete de modernización han llegado los misiles AIM-120C-5 AMRAAM. Y se supone que sobre estos aviones rige una restricción que condiciona su uso exclusivo a luchar contra grupos terroristas, durante la operación Swift Retort se usaron los F-16, y aunque EE.UU. auditó el número de aviones constando que ninguno se perdió en combate. No recayeron sanciones sobre Pakistán, excepto por un "llamado de atención". Luego del informe del Departamento de Defensa de EE.UU. donde quedaba cerrado el tema, Pakistán declaró que todas las armas disponibles se usan para la defensa propia y sin restricciones.

Así como en la era Trump se conoció como "La geopolítica del F-35" a las posibles ventas del avión a países árabes a cambio de normalizar las relaciones, EE.UU. también aplica una política similar con el F-16 debido a que es un avión con una buena relación costo/beneficio. Además, son muchos los países que lo han adquirido o desean adquirirlo. Entonces esto le permite a EE.UU. buscar soluciones alternas cuando ocurre un problema de seguridad estratégico, las diferentes ramificaciones de seguridad donde maniobra respecto de la política del F-16 van desde:


a) conflictos nucleares.

b) guerra convencional.

c) lucha contra el terrorismo.

d) contención de la influencia China.



Respecto de Pakistán, el F-16 estaba relacionado con la defensa del país centrado en la lucha contra el terrorismo y la seguridad nuclear.

Podemos observar que Pakistán cumple con los puntos a) y c) de la "política del F-16". En el caso de Argentina, EE.UU. ha facilitado la venta de F-16 MLU que actualmente opera Dinamarca y está próximo a desprogramar. Por tratarse de aeronaves con casi 40 años de servicio causa el efecto descripto anteriormente sobre EE.UU., al vender una aeronave con pocas horas remanentes. Pero la realidad es que EE.UU. pretende esta venta de aeronaves con un fin político básico, el cual pretende evitar que China se consolide como proveedor de las FF.AA.

Es entonces que la diligencia política argentina es la que debe maniobrar diplomáticamente, dado que EE.UU. pretende aplicar el punto d) de la política del F-16 para frenar que la influencia China llegue a unas instituciones tan importantes como lo son las FF.AA.

Aunque también ello depende de la habilidad de la política para evitarlo, pero aun negociando con China no se puede esperar una buena habilidad negociable. Ya cerrando, no quiero apartarme de dos puntos: el político-estratégico y el político-operacional.



En lo político-estratégico: la Argentina debe saber utilizar los intereses de los países ofertantes para sacar el mayor provecho posible y así obtener lo que se desea, o el mayor porcentaje. Así como una política (si no geopolítica) de Estado a largo plazo que garantice una línea clara y coherente, sin que los cambios de gobierno la desarticulen, o en el mejor de los casos que la modifiquen sin grandes cambios en lo estratégico, en donde primen los intereses nacionales por sobre los de casta política, y con ello que Argentina recupere sus capacidades de defensa, para posteriormente confeccionar una doctrina militar moderna y con el enfoque que se le pretenda dar al largo plazo, por ejemplo: una doctrina de defensa como en el caso de Pakistán.

En lo político-operacional: es importante que la casta política tome conciencia de la necesidad de unas FF.AA. bien equipadas y entrenadas para afrontar los desafíos de un mundo cada día más violento. Para ello es imprescindible un aumento en el gasto de defensa, con el propósito de que las FF.AA. modernicen sus activos, específicamente la Fuerza Aérea Argentina, para que deje de ser una policía aérea que incluso no posee una ley de derribo clara que la respalde frente a vuelos irregulares, para que pueda proyectar fuerza en el aeroespacio de interés, y que sea capaz de sostenerla en un tiempo determinado. La inversión en defensa es en todo lugar y todo momento un fenómeno político-ideológico, y es conocida la postura de la política en general sobre las FF.AA., lo que hace una utopía pensar que, aun comprando un escuadrón de 12 aviones (F-16 o JF-17), estos puedan mantener una operación sostenible en el mediano plazo, o que se pueda confeccionar una doctrina, o que los pilotos puedan cumplir un mínimo de 120hs de vuelo, con un alto número de despliegues.

Para cerrar, me gustaría dejar en claro que no existe un impedimento para que las FF.AA. puedan volver a tener un poder de disuasión efectivo y creíble. Se necesita un cambio de paradigma, que se asignen los fondos para la compra de un "Sistema de Armas" completo y que aquel fabricante seleccionado no desee perder un contrato por cuestiones de "capricho" político, ni tampoco los procesos de capacitación, venta de componentes (repuestos), rotables y consumibles, ni tampoco contratos de infraestructura, etc.

Y con esto cierro: hay que cambiar la política de defensa, pero para eso hay que cambiar la realidad de la Argentina.

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