Por Luis Briatore*
Al poco tiempo de llegar a este hermoso país, en base a la experiencia profesional como instructor de vuelo en la Escuela de Caza argentina, sumado a los años de instructor en Mirage, y teniendo en cuenta que en el nuevo destino participaría de la instrucción de futuros pilotos del entrenador T-33 modernizado, ni bien comencé a cumplir funciones presenté un proyecto al Grupo de Caza 32. Esta propuesta estaba íntimamente relacionada al mejoramiento y estandarización de la enseñanza en la especialidad. Se trataba de algo importante para los pilotos de combate que defienden los cielos de este país, crear la Escuela de Caza Boliviana.
Elevada por escrito esta oportuna idea, que luego de ser analizada fuera aprobada por el alto mando, condujo en poco tiempo a que el alto mando de la FAB forme dos comisiones presididas por generales, oportunidad en la que tuve el honor de ser convocado como coordinador.
Al poco tiempo, en un ambiente de alto profesionalismo y envueltos en una verdadera tormenta de ideas, alcanzamos un logro histórico en la Aviación de Caza Boliviana, la creación de la Escuela de Caza, bautizada al año siguiente como: “Curso de Estandarización para Aviones de Combate-CEPAC”, un paso fundamental en la formación de las futuras generaciones de pilotos de combate bolivianos y, además, un orgullo como piloto de combate argentino, por haber contribuido a la grandeza de la hermana aviación de caza y estrechar más aún los lazos con la Fuerza Aérea Argentina.
El T-33 acababa de llegar procedente de Canadá totalmente modernizado. Esta era una oportunidad más que propicia para implementar esta innovadora propuesta de gran beneficio para la institución, y principalmente, para los aguerridos cazadores bolivianos.
Con un plantel de cinco instructores y seis alumnos comenzó a cumplirse lo planificado, comenzando el primer curso operando la nueva aviónica que equipaba un clásico entre los entrenadores, el legendario T-33 Silver Star.
¿Dónde, cómo y qué estaba volando?
En lo que respecta a las condiciones donde se desarrollaba la actividad aérea, el clima se presentaba entre cálido y templado, con algo de actividad convectiva en la estación más cálida. El frío solo llegaba desde Argentina en un par de oportunidades al año, fenómeno meteorológico al que llamaban “surazo”. Una orografía serrana, con la inexistencia de zonas totalmente llanas. Con vegetación muy densa y árboles a variadas alturas, donde predominaba el monte selvático, condiciones que dificultaban ubicar un lugar propicio para eyectarse o hacer un aterrizaje de emergencia en caso de ser necesario, todos detalles de sumo interés, cuando uno está sentado en el asiento eyectable de un monorreactor.
Para ilustrar las características de esta noble y voladora máquina, el Silver Star, podemos decir que es un monorreactor biplaza de entrenamiento con una velocidad máxima de 970 km/h, un techo de 14.600 m y un alcance de 2050 km, con un peso máximo de despegue de 6865 kg, propulsado por un motor Allison J-33-A-3 que proporciona un empuje de 2.400 kg, además, estaba equipado con asiento eyectable. Con respecto a la carga bélica, podía portar 906 kg de bombas y como armas de tubo disponía de 2 ametralladoras 12.70 mm.
Deslizarse en el aire era un placer. Una cabina espaciosa, muy buenos comandos de vuelo, maniobrando se presentaba como un avión dócil y estable, virtud común a todos los aviones entrenadores dedicados al adiestramiento de pilotos con escasa experiencia.
Contacto permanente con los alumnos
Por aquellos días también tenía la responsabilidad de enseñar en tierra el manejo de la nueva aviónica, responsabilidad que permitía mantener, casi a diario, un grato y cercano trato con los alumnos, todos excelentes pilotos, en la primera experiencia volando un reactor, factor que los llenaba de entusiasmo y ganas de ser mejores profesionales, actitud necesaria ante este nuevo desafío con cierto grado de complejidad.
En un nivel superior, el comandante del Grupo, 2º comandante y los instructores, eran con quienes compartía una relación súper estrecha y productiva, dándole forma a todos los detalles necesarios para la implementación exitosa de la nueva Escuela de Caza Boliviana.
Una honorable cucarda en el historial personal como Piloto de Combate
Ni bien llegaron los aviones fui habilitado a volar el T-33. A mi lado, tenía el privilegio de contar con unos amigazos como maestros, que, sin ningún misterio, supieron enseñarme todos los detalles y secretos necesarios para dominar esta hermosa aeronave, que lucía impecable, pintada con un esquema mimético bien guerrero en un degrade de marrones.
El curso con los nuevos pilotos había comenzado hacia un tiempo. El contacto entre los instructores era permanente e indispensable, para el necesario seguimiento personalizado de cada alumno, teniendo siempre en cuenta que estos pichones de cóndores bolivianos transitaban un momento vital en la asimilación de conocimientos y vivencias, quienes en poco tiempo estarían listos como pilotos de combate para defender el cielo de su amada patria.
Fueron dos años muy intensos, tanto en el campo profesional como familiar. Fue tan fuerte el vínculo e inolvidable la vivencia que aún sigo manteniendo contacto con muchos de ellos y el mejor recuerdo de la Fuerza Aérea Boliviana.
Por los hermanos cazadores bolivianos: ¡No hay quien pueda!
* Luis Alberto Briatore nació en la ciudad de San Fernando (Buenos Aires) en el año 1960.
Egresó como Alférez y Aviador militar de la Escuela de Aviación de la Fuerza Aérea Argentina en 1981 (Promoción XLVII) y como Piloto de Combate de la Escuela de Caza en 1982. Fue Instructor de vuelo en la Escuela de Caza y en aviones Mirage y T-33 Silver Star (Bolivia).
A lo largo de su carrera en la Fuerza Aérea Argentina tripuló entrenadores Mentor B45 y MS-760 Paris, aviones de combate F-86F Sabre, Mirage IIIC, IIIEA y 5A Mara ocupando distintos cargos operativos, tales como Jefe de Escuadrón Instrucción X (Mirage 5 Mara/Mirage biplazas) en la VI Brigada Aérea y Jefe del Grupo 3 de Ataque en la III Brigada Aérea.
En el extranjero voló Mirage IIIEE como Jefe de Escuadrilla e Instructor en el Ala 111 del Ejército del Aire (Valencia, España) y T-33 Silver Star como Instructor de Vuelo en el Grupo Aéreo de Caza 32 y Asesor Académico en el Colegio Militar de Aviación en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia).
Su experiencia de vuelo incluye 3.300 horas de vuelo en reactores y 200 horas en aviones convencionales.
Es también Licenciado en Sistemas Aéreos y Aeroespaciales del Instituto Universitario Aeronáutico (Córdoba, Argentina) y Master en Dirección de Empresas de la Universidad del Salvador.
Tras su pase a retiro en el año 2014, se dedicó a la Instrucción en aviones convencionales PA-11 Cub y PA-12 Super Cub en el Aeroclub Tandil (Buenos Aires) y el Aeroclub Isla de Ibicuy (Entre Ríos) y en el año 2018 se empleó como Piloto de LJ-60 XR – operando desde Aeroparque Jorge Newbery.
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