El rugido que no se apagará: 40 años del Mirage 2000 en el cielo del Perú
- Angie Rajkovic
- hace 1 día
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Por Angie Rajkovic
Hace cuarenta años, un rugido distinto comenzó a cruzar los cielos peruanos.No era solo el sonido de una nueva aeronave. Era el anuncio de una era, el nacimiento de un símbolo. Desde aquel primer vuelo, el Mirage 2000 no solo surcó los aires: se instaló en la historia, en el corazón de sus pilotos y en la memoria de un país que confió en él para proteger lo más sagrado: su soberanía, su independencia, su integridad.
Diseñado con visión futurista y forjado en la convicción de defender a la patria, este cazabombardero no ha sido solo una máquina; ha sido escudo, espada y espíritu. Hoy, tras cuatro décadas de gloria, el Mirage 2000 —cazador incansable, guardián silencioso— aún no está listo para plegar sus alas. Tampoco es hora de aterrizar.
Nacimiento de una leyenda
Fue en 1985 cuando los primeros pilotos peruanos surcaron los cielos de Francia a bordo de estos modernos cazas. Era el nacimiento de una nueva estirpe de halcones: hombres formados no solo en técnica, sino también en coraje y convicción.
Un año después, en noviembre de 1986, los Mirage llegaron a la bahía de Paracas (Pisco), y el 8 de diciembre realizaron su primer vuelo de comprobación en suelo peruano. Finalmente, el 20 de diciembre encontraron su hogar en el Grupo Aéreo Nº4, desde donde hasta hoy siguen escribiendo páginas gloriosas de la historia aérea del Perú.
El Perú incorporó doce de estas aeronaves, diseñadas no solo para dominar el espacio aéreo, sino también para resistir el paso del tiempo y las exigencias de la guerra moderna. Desde entonces, han acumulado más de 17,540 horas de vuelo y han sido protagonistas de momentos clave en nuestra historia contemporánea.

Momentos que dejaron huella
En 1994, el Mirage 2000 deslumbró al mundo durante la Feria Internacional del Aire y del Espacio (FIDAE) en Chile. Su demostración fue calificada como “impecable”, confirmando que las alas peruanas no solo vuelan: inspiran.
Durante el conflicto del Alto Cenepa en 1995, los Mirage estuvieron listos. Los pilotos, con temple y firmeza, cumplieron misiones reales, defendiendo con honor el cielo peruano. No fue un gesto de provocación, sino un acto de amor al Perú.
Desde 2012, durante la emergencia nacional en el Valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro (VRAEM), el Mirage 2000 también cumplió misiones de apoyo táctico en zonas críticas, demostrando que más allá de ser un instrumento de guerra, puede ser también herramienta de paz.
Y en 2018, el Perú volvió a alzar vuelo más allá de sus fronteras durante el ejercicio multinacional CRUZEX. Cuatro Mirage despegaron del Grupo Aéreo Nº4 rumbo a Natal, Brasil, cruzando el continente para entrenar junto a los mejores escuadrones de caza del mundo. Fue una prueba de fuego superada con excelencia.

Una historia escrita en el alma
Desde el desierto ardiente de La Joya, estas aeronaves y sus tripulaciones han dejado una huella imborrable en cada misión, en cada ejercicio conjunto, en cada despegue al alba. El compromiso inquebrantable de quienes integran esta gran unidad de combate ha hecho que cada vuelo sea una muestra de excelencia profesional y amor a la patria.
Pero más allá de los logros técnicos y operacionales, hay una historia que no se escribe en manuales. Es la historia del vínculo profundo entre el piloto y su aeronave. En el Grupo Aéreo Nº4 se han vivido momentos de silenciosa emoción, de abrazos sin palabras.
¿Cómo separar la máquina del hombre cuando han sido uno solo durante 40 años?Para muchos, el Mirage no es solo un avión: es una vida, una memoria, una vocación.
Ver a un piloto quebrarse en silencio frente a su Mirage, sin poder hablar, ahogado por la emoción, es entender que allí hay algo más que acero y turbina: hay alma, hay historia, hay patria.
Un reencuentro con el alma
Hace unos días, el corazón del Grupo Aéreo Nº4 latió más fuerte que nunca. En una ceremonia cargada de mística y emoción, se reencontraron todas las generaciones de pilotos que han volado el Mirage 2000. Fue más que un acto protocolar: fue un abrazo entre el pasado y el presente, entre los halcones que abrieron el cielo y aquellos que aún lo custodian con temple.
Hubo risas y silencios, anécdotas que cruzaron el tiempo y miradas que decían más que mil palabras.
Allí, al pie del avión que los forjó en el fuego del deber y los elevó con alas de acero y corazón de patria, se selló un pacto invisible y eterno.

Testimonio de un piloto
General del Aire Carlos Enrique Chávez Cateriano - Comandante General de la Fuerza Aérea del Perú
“Volar el Mirage 2000 es tocar el cielo con el alma. Es fundirse con el viento y convertirse en centinela de la patria desde lo más alto.
Detrás de esa cabina no solo hay tecnología de vanguardia: hay corazón, temple y un amor profundo por el Perú.
Cada vez que ponía en marcha el motor de ese caza supersónico, sentía el peso del deber y el orgullo de portar el uniforme del aire.
El Mirage 2000 no era solo una máquina: era una extensión de nuestra voluntad, una lanza invisible que custodia el cielo de Quiñones, un escudo silencioso que vela por la paz desde las alturas.
Su silueta impone respeto. Su rugido no es un grito de guerra, sino una advertencia serena: este cielo tiene guardianes.
El Mirage 2000 es velocidad, sí. Pero también es presencia. Es símbolo. Es frontera.
En tiempos difíciles, como durante el conflicto del Cenepa, fue ese noble avión —ágil, preciso, letal si era necesario— el que alzó el vuelo primero. Volamos con determinación, no para provocar, sino para proteger.
Porque cada misión cumplida no fue un acto de agresión, sino un acto de amor.
Volar el Mirage 2000 no solo es un deber. Es un honor. Porque mientras uno surca los cielos, el Perú puede dormir tranquilo”.

El juramento eterno
Allí, al pie del avión que los vio crecer como hombres y como guerreros, renovaron ante la historia su juramento:
“Estar siempre listos, con la llama del valor encendida en el pecho y el acero del Mirage 2000 bajo nuestras alas, preparados para alzar vuelo y responder al llamado de la patria”.
El rugido continúa...
Gracias a quienes abrieron el espacio azul con coraje en el pecho y fuego en el alma.Gracias a quienes hoy lo mantienen vivo, sosteniendo en sus manos el legado de generaciones.
El rugido del Mirage 2000 aún no se apaga y resuena en el cielo…y en el corazón de un país que jamás olvidará a sus halcones.
Porque mientras exista un cielo que proteger, esas alas no descansarán,y su espíritu seguirá volando… incluso cuando ya no esté.