Por Luis Briatore*
A mediados de los 80, la mayor parte de los pilotos de combate del planeta quedamos extasiados frente a la pantalla grande, todo ocurrió cuando, ansiosos por la espera, presenciamos el estreno de Top Gun.
Compenetrados en cada toma del film, como si piloteáramos el F-14 Tomcat y domináramos la Kawasaki GPZ 900 R con nuestras propias manos, serie de sentidas sensaciones que llevaron a verla una y otra vez.
Desde diferentes países, volando distintos aviones de combate, en diferentes escenarios y realidades diversas, todos los pilotos de caza alrededor del mundo, por el solo hecho de escuchar el acompañamiento musical (“Take muy breath away”) de este film taquillero, deliráramos.
Un renacer
Pasaron más de treinta y cinco años, para que la segunda versión de “Top Gun” volviera a acelerar las pulsaciones de un corazón valiente, pero esta vez alejado del combate cabina contra cabina.
Luego de más de tres décadas, la emoción percibida fue casi la misma, la expectativa más que inmensa, pero el sentir, en mi caso, fue bastante distinto al de la primera oportunidad.
En el año del estreno inicial, acababa de comenzar a volar Mirage, hecho que hizo más profundo el impacto.
Salvando las distancias, por aquellos días, me sentía muy cercano a lo que hacía y sentía Maverick, con una edad similar y las mismas ganas de desafiar al cielo con combates aéreos pisando el límite de lo permitido. No era para menos, estaba desarrollando en plenitud la pasión de volar un avión de caza.
El paso del tiempo
Hoy, con unos años más, y sin las abdominales de Tom Cruise, disfruté esta historia con una cuota similar de adrenalina, pero parado desde un lugar distinto.
Surfeando el descanso del guerrero, hoy estoy más reflexivo. Vienen a mi memoria aventuras de una época dorada que, lamentablemente, ya se fue.
Lo primero que vino a mi cabeza al verla fue pensar en los que nos acompañaban en vuelo y ya no están. También, en aquellos que dieron la vida por todos nosotros y seguimos su ejemplo. Pensé en los que, desde tierra, hacían lo imposible para que esa maravilla de la tecnología aeronáutica pudiera despegar y batir el objetivo con éxito. Y un último pensamiento, relacionado a lo apasionante que fue desarrollar una vocación, que aún sigue viva, pero esta vez, disfrutándola sin tener las manos adheridas a los comandos de vuelo y el acelerador, volando a pura “G” y desafiando los tres ejes de movimiento al límite.
Hoy todo ha cambiado, la mano derecha toma también con pasión una pluma, la que me permite volar como en aquellos tiempos, pero esta vez, recordando todo lo lindo que rodea a la vida de un cazador de raza.
Maverick tuvo la fortuna de cumplir su última misión con éxito, la comunidad cazadora de aquellos años, tenemos la suerte de poder volver a sentir lo que hacía mucho tiempo que no se apoderaba de un alma guerrera. Ese espíritu combativo que, para seguir recordando buenos tiempos, hará, como hace más de tres décadas, que veamos una y otra vez “Top Gun” en su segunda versión.
Para los legendarios cazadores gauchos no hay mejor frase que refleje el fresco recuerdo de esos hermosos años en los que tuvimos la fortuna de vivir una pasión transformada en vocación, como integrantes activos de la gloriosa Fuerza Aérea Argentina:
No hay quien pueda
* Luis Alberto Briatore nació en la ciudad de San Fernando (Buenos Aires) en el año 1960.
Egresó como Alférez y Aviador militar de la Escuela de Aviación de la Fuerza Aérea Argentina en 1981 (Promoción XLVII) y como Piloto de Combate de la Escuela de Caza en 1982. Fue Instructor de vuelo en la Escuela de Caza y en aviones Mirage y T-33 Silver Star (Bolivia).
A lo largo de su carrera en la Fuerza Aérea Argentina tripuló entrenadores Mentor B45 y MS-760 Paris, aviones de combate F-86F Sabre, Mirage IIIC, IIIEA y 5A Mara ocupando distintos cargos operativos, tales como Jefe de Escuadrón Instrucción X (Mirage 5 Mara/Mirage biplazas) en la VI Brigada Aérea y Jefe del Grupo 3 de Ataque en la III Brigada Aérea.
En el extranjero voló Mirage IIIEE como Jefe de Escuadrilla e Instructor en el Ala 111 del Ejército del Aire (Valencia, España) y T-33 Silver Star como Instructor de Vuelo en el Grupo Aéreo de Caza 32 y Asesor Académico en el Colegio Militar de Aviación en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia).
Su experiencia de vuelo incluye 3.300 horas de vuelo en reactores y 200 horas en aviones convencionales.
Es también Licenciado en Sistemas Aéreos y Aeroespaciales del Instituto Universitario Aeronáutico (Córdoba, Argentina) y Master en Dirección de Empresas de la Universidad del Salvador.
Tras su pase a retiro en el año 2014, se dedicó a la Instrucción en aviones convencionales PA-11 Cub y PA-12 Super Cub en el Aeroclub Tandil (Buenos Aires) y el Aeroclub Isla de Ibicuy (Entre Ríos) y en el año 2018 se empleó como Piloto de LJ-60 XR – operando desde Aeroparque Jorge Newbery.
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