Por Santiago Rivas
Mientras el país se encamina a las elecciones presidenciales, que tendrán lugar el próximo 22 de octubre, se sigue sumergiendo en una de las más graves crisis económicas y políticas de su historia, fruto no solo de casi 20 años de pésimas políticas, sino de un gobierno que ha demostrado ser absolutamente incompetente en todas las áreas. Con una inflación que ronda en el 120 % anual, una pobreza de casi el 40 % y una inseguridad creciente, parece que estos deberían ser los únicos temas a atacar por cualquier candidato presidencial y, en cierta forma, mayoritariamente hablan de los mismos.
En este contexto tan crítico, vale la pena preguntarse si este es un momento para debatir sobre las políticas de defensa como parte de las propuestas de gobierno de los candidatos. Vemos que, por primera vez en muchas décadas, casi todos los candidatos, excepto el oficialismo, han incluido a la defensa dentro de sus discursos, por encima de otros temas como pueden ser la salud o la educación. Esto se puede decir que se debe principalmente a que las Fuerzas Armadas, unas de las instituciones más valoradas por la sociedad argentina, están en el peor estado de su historia, a causa de las desastrosas medidas tomadas por los poderes Ejecutivo y Legislativo, que a su vez están entre las instituciones con peor imagen en el país.
El estado paupérrimo de las Fuerzas, que no se ha revertido a pesar de decenas de anuncios, es ya una causa importante para que se hable de la necesidad de recuperar la defensa. Otra es que, junto a las Fuerzas de Seguridad y los Servicios de Inteligencia, conforman el aparato estatal encargado de darle seguridad a los ciudadanos y sus intereses frente a todo tipo de amenazas, por lo que, en un entorno de creciente inseguridad, todos los pilares de ese aparato cobran importancia.
Sin embargo, la capacidad militar de un país va mucho más allá de esto e incluso de la tan repetida idea de que las Fuerzas Armadas están para defender a la nación frente a un ataque exterior, ya que ésta no es su misión principal. La primera misión de la capacidad militar de un país es poder impedir que otro estado u organización pueda imponer por la fuerza sus pretensiones en detrimento de los intereses propios. Esta imposición no necesariamente es a través de una acción armada, ya que simplemente puede ser con la amenaza de la misma. La capacidad militar es lo que, en palabras del ex Ministro de Defensa de Brasil, Nelson Jobim, permite “poder decir que no cuando haya que decir que no”, lo que se traduce como soberanía, que no es solo ser autosuficiente y tomar decisiones propias, sino poder defender esa capacidad para hacerlo. Así, la primera misión de las Fuerzas Armadas no es defender al país ante un ataque, sino generar la capacidad de disuasión suficiente para que ese ataque, o la amenaza del mismo, nunca ocurra.
Un proyecto de país
Ahora, más allá de la necesidad de recuperar las funciones básicas de la defensa, es preciso entender por qué debe hablarse de defensa si se quiere salir adelante como nación. Al comienzo de esta columna me refería a los principales problemas que hoy preocupan a la sociedad, como la inflación, la pobreza y la inseguridad, a los que acompañan muchos otros relacionados, como la informalidad, la marginalidad o la falta de perspectivas. Son todos problemas coyunturales pero que la Argentina viene viviendo de manera constante desde hace décadas, por lo que es preciso no solo pensar en cómo resolver esos problemas en el corto plazo, sino cómo generar las condiciones de desarrollo para que no se vuelva a caer en lo mismo en 5, 10 o 20 años.
Así, es preciso desarrollar un proyecto de país, que simplemente debe comenzar pensando qué queremos ser y si realmente es posible alcanzar ese objetivo, para luego mirar qué han hecho otros países que lo lograron y así trazar una hoja de ruta.
Hay varios aspectos que son fundamentales para alcanzar un país desarrollado y donde tiene que ver la defensa.
Primero que todo, un país no puede desarrollarse aislado del mundo, ya que su éxito económico dependerá de cómo logre negociar con el resto las mejores condiciones para comerciar, especialmente con las potencias que lideran los bloques en que se divide el mundo. Para esto es fundamental participar en los espacios que a dichas potencias interesan, entre los cuales uno de los más importantes es brindar seguridad y participar en mantener la estabilidad regional y global.
El mundo globalizado actual tiene en la producción y el comercio de bienes y servicios a su pilar fundamental, cuya interrupción puede causar desde pequeñas crisis locales hasta un colapso de la economía mundial. Así, aquellos actores que contribuyan a mantener la seguridad y estabilidad del mismo tendrán una participación más destacada en el mundo que aquellos que están al margen, como hoy lo está la Argentina y casi toda América Latina.
Esta contribución puede ser desde tareas de seguridad, como el combate del crimen organizado y la pesca ilegal, hasta otras más complejas como la lucha contra el terrorismo, la protección de las rutas comerciales marítimas contra la piratería o la acción de otros estados, la ejecución de misiones de paz o participar en coaliciones en el marco de Naciones Unidas u otros organismos multilaterales.
Así como Karl von Clausewitz describió a la guerra como la continuación de la política por otros medios, no solo la guerra es un hecho político, sino que todas las cuestiones que hacen a la seguridad y defensa son hechos políticos y muestran no solo la determinación de un estado de colaborar en la seguridad global, sino qué grado de confianza puede inspirar a otras naciones. Participar en un ejercicio internacional o una fuerza multinacional, así como cualquier otra acción cooperativa con otras naciones en el ámbito de la defensa generan confianza entre las naciones y demuestran una determinación de hacer un aporte a la seguridad global.
La participación en el escenario internacional permite una mayor capacidad de negociación de acuerdos comerciales y políticos con los países más relevantes, lo que termina redundando en mejores condiciones para el desarrollo económico. La Argentina, por su tamaño y recursos, no puede no jugar un rol relevante en la política global, del lado de aquellos estados con los que, por sobre todas las cosas, comparte los mismos valores republicanos y democráticos, además de culturales.
Otros aspectos donde la defensa hace al desarrollo
Por otro lado, hoy a nadie le caben dudas que la producción tecnológica es una de las mayores generadoras de divisas de las naciones, ya que permite una mayor tasa de retorno por capital invertido que casi cualquier otro tipo de actividad económica. En este punto, el desarrollo de la capacidad de defensa de un país permite apoyar el crecimiento de la industria para la defensa, que es el sector de mayor desarrollo tecnológico del mundo, un enorme generador de divisas y desde donde nacen la mayor parte de las tecnologías que luego se vuelcan en el sector civil.
Esta industria de defensa, a su vez, tiene un impacto directo en otro segmento fundamental para crecer a largo plazo como es la educación, ya que una industria tecnológica sustentada por la demanda de productos del sector de la seguridad y defensa va a requerir de mano de obra muy calificada, promoviendo la formación de personal que cubra las necesidades de la industria, que podrá así acceder a empleos con mejores salarios.
La protección de los recursos naturales, las actividades productivas, comerciales y la vida e intereses de los ciudadanos, a través de un sistema eficiente de defensa, seguridad e inteligencia, genera también un efecto directo en el desarrollo económico ya que toda inversión genuina estará más atraída hacia aquellos países donde sus intereses no corren riesgos, así como en áreas como el turismo la seguridad en el lugar que se visita es un factor muy tenido en cuenta.
Conflictos e hipótesis
Hoy el mundo está en guerra, con una potencia como Rusia intentando someter por la fuerza a un país democrático sin ninguna justificación, mientras se consolida una nueva guerra fría entre dos bloques cada vez más diferenciados, uno donde priman los valores democráticos y otro colmado de dictaduras, autocracias y gobiernos con poco apego a respetar los derechos. A la vez, la acción del crimen organizado cada vez más afecta a América Latina, habiendo capturado ya varios estados y estando cerca de lograrlo en otros, lo que genera una gran incertidumbre sobre el futuro de la región, que corre el riesgo de desintegrarse en un mediano plazo y donde la Argentina podrá tener que pelear para mantener su seguridad, posiblemente contra organizaciones criminales poderosas apoyadas por estados cooptados por éstas o contra una mezcla entre varios tipos de actores estatales y no estatales.
Esta realidad, sumada a la necesidad de un proyecto de país que permita seguir un camino hacia el desarrollo con seguridad, producción industrial y tecnológica, con una sociedad capacitada, participando en el escenario regional e internacional para ser un actor relevante y mejorar las condiciones de negociación en el comercio, requieren de un sistema de defensa sólido y desarrollado, que hoy es imperativo recuperar.
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