Por Ignacio Montes de Oca
La “operación Trapiche”, que desactivó una célula de Hezbollah en Brasil, genera un interrogante obligado: ¿Qué tan presente está esta organización terrorista en Latinoamérica y cuál es el riesgo real que representa?
Vamos a rastrear hasta donde está presente el grupo terrorista y qué tan antigua es su presencia en el continente. En ese recorrido vamos a ver cómo operan, quienes son sus aliados y qué tan profunda es la infiltración de la red terrorista dentro de los gobiernos y economías.
Desde la década de 1980, la Triple Frontera entre Argentina, Brasil y Paraguay es el más antiguo reducto de recaudación, lavado y reclutamiento del terrorismo islámico. A poco de perpetrarse el atentado contra la AMIA en Buenos Aires en julio de 1994, volvió a quedar en la mira. El comisario bonaerense Juan José Ribelli, investigado por su rol como parte de la conexión local para encubrir el atentado, viajó en las vísperas del ataque a la Triple Frontera, desde donde recibió un giro de 2,5 millones de dólares que luego justifico como herencia de su padre.
La investigación de este pago y otros contactos de Ribelli y otros policías con la Triple Frontera se arruinó por la interferencia activa del gobierno del peronista Carlos Menem. Todo lo que se había avanzado para probar estos vínculos fue anulado por “errores procesales”. De hecho, Menem interfirió en la profundización de otras pistas, como la que investigaba la intervención de su médico personal Alejandro Tfeli, también de origen sirio como el presidente, para explicar la participación de ciudadanos de la misma comunidad en el ataque. La investigación pudo comprobar que la organización del atentado estuvo liderada por el entonces agregado cultural de la embajada de Irán en Buenos Aires, Moshen Rabbani. Los vínculos de este funcionario de Teherán nos permiten saltar a otros países de la región.
El hermano de Rabanni, Mohamed Baquer Rabbanni Rezavi, fundó la Asociación Iraní de Brasil, en donde residen al menos un millón de islámicos. Uno de sus asociados era Khaled Taki Eldyn, cabeza de la mezquita de São Paulo, la ciudad con la mayor comunidad judía de Brasil. La anulación de la causa por el atentado contra la AMIA no impidió un proceso paralelo contra los funcionarios iraníes y la emisión de una alerta roja de Interpol que ordenaba su captura. Ante el riesgo, Rabbani dejó su cargo en Buenos Aires y apareció en Caracas en 2010.
Venezuela es el mayor bastión de Hezbollah en Latinoamérica. Desde que Hugo Chávez y Mahmoud Amhadinejd sellaron una alianza amplia en los 2000, el régimen chavista es el representante y la plataforma para que Hezbollah amplíe su acción en toda la región. El acuerdo incluyó la venta de uranio para abastecer al programa nuclear iraní y una triangulación de tecnología atómica argentina que le reportó grandes ganancias en dólares al matrimonio de Néstor y Cristina Kirchner. Los detalles acá.
El vínculo con el grupo terrorista estaba manejado desde el lado venezolano por Tareck El Aissami, exgobernador chavista de Aragua, y exvicepresidente por Nicolás Maduro. Desde el iraní por los miembros de Al Quds, la rama exterior del régimen teocrático persa. El vínculo es tan consistente que se designó en 2007 a Ghazi Nasserddine, un libanés nacionalizado como venezolano solo dos años antes, como segundo en la Embajada venezolana en Siria. Solo entre 2008 y 2008, la representación venezolana en Siria emitió 10.000 pasaportes.
Con la llegada de Ghazi Nasserddine y a instancias de Tareck El Aissami, se montó un aparato de compra de propiedades en Isla Margarita para el lavado de divisas y para convertirla en un santuario y sitio de reunión para terroristas de Hezbollah y otros grupos como Hamas. El hermano de Ghazi, Abdallah Nasserddine, era presidente de la Federación de Entidades Árabes de América Latina y como tal le abrió las puertas a la expansión de la influencia iraní en la región. El interlocutor permanente de ambos fue la organización iraní Al Quds.
Al Quds es la que maneja a Hezbollah mediante aportes estimados de 1.000 millones anuales y armas, que incluyen un arsenal de 70.000 cohetes y misiles, algunos de ellos de largo alcance, que amenazan a Israel. Vamos a otra conexión con la actividad en Latinoamérica.
Al Quds manejaba Mahan Air, la línea aérea que enviaba armamentos a Hezbollah a través de Siria. La empresa vendió uno de esos aviones a la estatal venezolana EMTRASUR para crear una línea de cargas para operar en América Latina dependiente de la también estatal Conviasa. Un Boeing 747 de EMTRASUR llegó a la Argentina en junio de 2022 comandado por dos iraníes que estaban enrolados en Al Quds. Cuatro centrales de inteligencia alertaron al gobierno argentino sobre la irregularidad, pero los funcionarios ligados a Cristina Kirchner las ignoraron. Solo cuando estalló el escándalo público, intervino el gobierno argentino. Ayudó que las empresas de carga de combustible se negaran a reaprovisionar a la nave y que el ministerio de defensa uruguayo le negara el paso por el espacio aéreo de ese país para evitar que huyeran.
De todos modos, el gobierno argentino hizo todo lo posible para justificar la excesiva tripulación de 19 personas en el avión de carga y la presencia de los pilotos ligados a Hezbollah. Luego operó para que los iraníes dejaran el país y evitaran dar respuestas.
Por actitudes similares de alianza con Irán y sus grupos terroristas, la vicepresidente Kirchner afrontará un juicio por “traición a la patria” derivado de una maniobra para que los culpables del atentado contra la AMIA eviten el pedido de captura internacional emitido por Interpol. El gobierno peronista que comanda Kirchner desde las sombras ya mostró su alianza con el régimen iraní al no enviar a tiempo un pedido de detención a Nicaragua en enero de 2022 durante la visita de Moshe Rezai, uno de los sospechados del crimen contra la AMIA. El régimen de Ortega en Nicaragua forma parte del bloque de países que junto a Venezuela votan a favor de Irán en la ONU. El otro estado cuyo representante levanta la mano automáticamente a favor del Teherán es la dictadura cubana, siguiente escala del reporte.
En 2017 a justicia de EEUU desclasificó un mensaje del Mossad de 2011 dirigido a la entonces secretaria de estado Hillary Clinton, en el que se le advertía sobre la intención del Hezbollah de abrir una sede en Cuba para organizar ataques contra los judíos en América y Europa. Las negociaciones con la inteligencia cubana fueron encaradas por Nasrallah, el líder del grupo terrorista, y buscaban vengarse de la eliminación en 2008 de Imad Mugniyeh, un líder del grupo que estuvo involucrado en el ataque a la embajada israelí en Buenos Aires en 1992.
La sombra de otro de los atacantes a la AMIA fue detectada cuando Samel Akil Rada intentó traficar 500 kg de cocaína desde Costa Rica a Panamá y el cargamento fue detenido en El Salvador. El traficante es hermano de Amer Mohamed Reda de la Yihad Islámica.
Ya que estamos en la zona caribeña, pasemos a México, en donde también hay registros de la actividad de Hezbollah. Desde 2011 se detectó la presencia de ese grupo trabajando en conjunto con el cartel de Sinaloa en tareas de lavado de dinero del narcotráfico. Su presencia se remonta a 2002, cuando fue arrestado el ciudadano de origen libanés Salim Boughader Mucharrafille, que operaba desde un restaurant de Tijuana una red que introdujo a al menos 200 personas a los Estados Unidos, entre ellos sospechados de ser parte de grupo terrorista. En 2005 cayó Mahmoud Youssef Kourani, tras ingresar ilegalmente a Estados Unidos desde México y empezar a recaudar fondos para el grupo terrorista dentro de la comunidad musulmana de Michigan. No era un personaje más: su hermano era el jefe de operaciones de Hezbollah en el sur del Líbano.
Desde entonces los indicios de un vínculo entre Hezbollah y los cárteles de la droga se multiplicaron. Las autoridades de Estados Unidos comenzaron a reportar similitudes en la tecnología usada en ambos grupos para armas explosivos y construir túneles en zonas críticas como las de frontera.
Llegando al presente la relación entre carteles como los de los Zeta y Hezbollah es una cuestión probada. El principal activo que utilizan los narcotraficantes es el lavado de activos que el terrorismo ya perfeccionó y le reporta ganancias para financiar su red global. El asesinato en Colombia del fiscal paraguayo Marcelo Pecci en mayo de 2022 mostró la extensión del problema. Estados Unidos pidió a Brasil la extradición de Kassem Hijazi, Mahmoud Barakat y Nader Farhat tras atribuirles el crimen. Todos son parte del entramado de Hezbollah en la Triple Frontera.
En 2021 fue arrestado en Guatemala Adalberto Fructuoso Comparán Rodríguez, exalcalde de Aguillila, Michoacán, y extraditado a Estados Unidos acusado por el tráfico de 550 kilos de metanfetaminas. Tras ser detenido confesó que la droga provenía de los laboratorios que administra Hezbollah. El cargamento interceptado encendió las alarmas por la llegada del Captagón, la metanfetamina que se produce en el valle sirio de Bekaa que se convirtió en otra de las fuentes de ingresos de Hezbollah y que por su efecto fue usada por los terroristas de Hamas el 7 de octubre. Comparán Rodríguez inició el contacto con los terroristas en Cali, Colombia. Hezbollah volvió a aparecer allí cuando se detectaron maniobras de la familia colombiana de origen libanés Helbawi como parte de una red de lavado del grupo terrorista y a su patriarca como líder local.
La detención del colombiano-libanés Ayman Joumaa corroboró que además esa colaboración se había ampliado a las zonas de producción en Colombia. En la investigación se probó que Joumaa estaba en contacto con integrantes de Hezbollah y que usaba su red de lavado de dinero. Solo en esa acción se detectó el lavado de cientos de millones de dólares y su participación en el traslado de cargamentos de droga desde Colombia y Venezuela con destino a México para ser ingresada en Estados Unidos. En toda la trama, había rastros de la red montada por Hezbollah.
La relación transitiva entre el chavismo y su Cartel del Sol con los grupos guerrilleros de las FARC colombianas hizo surgir denuncias que indicaban que Hezbollah estaba las asistiendo en la procura de armas y el lavado de activos a cambio de la protección de las rutas de tráfico. En la Operación Cassandra lanzada por Estados Unidos en 2008, se infiltraron las redes de narcotráfico para hacer un mapa de los proveedores, traficantes y lavadores de divisas. A lo largo de los siete años de la operación, se detectaron 22 figuras ligadas al terrorismo islámico y a Irán. Entre otros grupos, se desarticuló al cartel denominado “La Oficina” dedicado al lavado de dinero sucio del Cartel de Cali y relacionado con el financiamiento de Hezbollah a través de los libaneses Mohamed Ahmad Ammar, Hasan Moshen Mansour y Ghassan Diab. La Operación Cassandra, identificó a grupos de Hezbollah en siete países de la región y un circuito que recaudaba U$S 1.000 millones anuales que luego eran destinados a la compra de armas para el terrorismo. Y probó la existencia de una extensa red de complicidades de alto rango.
Udy Levy, un ex agente del Mossad que operaba en Ecuador dentro de esa operación, profundizó en el vínculo entre altos funcionarios, el narco y Hezbollah. En 2022 tuvo que dejar Ecuador por el riesgo que implicaba el haber expuesto importantes personajes locales en la trama.
En Paraguay, además de la presencia de Hezbollah en la Triple Frontera se sospecha de complicidades más extensas. Es lo que llevó a la DEA y a OFAC de Estados Unidos a sancionar al expresidente Horacio Cartés por sus vínculos con la red financiera del grupo terrorista. Las sanciones alcanzaron a quien era su vice, Hugo Velázquez, investigado por su vínculo con el clérigo de Hezbollah, Ali Hijzi, y por archivar una causa por lavado de dinero de ese grupo terrorista en la Triple Frontera por U$ 1.200 millones cuando era fiscal de Ciudad del Este.
En 2017 fue detenido Assad Barakat, jefe financiero de Hezbollah en la zona de la Triple Frontera y uno de los actores clave para desentrañar la madeja de negocios que reunían empresas que operaban en Argentina, Chile, Líbano y hasta exportadores de Miami, Estados Unidos.
Hasta aquí vimos evidencia de la presencia de Hezbollah en Argentina, Brasil, Ecuador, Colombia, Venezuela, México, Cuba, Chile y Paraguay. Aunque ya cubrimos a una proporción abrumadoramente mayoritaria de la población y superficie americana, aún faltan más estados. Antes de huir a Venezuela, Moshen Rabanni armó su red regional. Su discípulo Edgardo Assad es un argentino-libanés que estudió teología coránica, adoptó el título de sheik Suhalli Assad y fue puesto a cargo del Centro de Intercambio Cultural Iraní Latinoamericano en Chile. Ese instituto es uno de los encargados de organizar giras de políticos y figuras sociales a Irán para promover los principios de la Revolución Islámica y que entre sus participantes tiene a prominentes figuras latinoamericanos que defienden la estrategia y política exterior iraní. Assad recibe difusión de HispanTV, una emisora en castellano financiada por Irán dirigida al público latinoamericano y español, cuyo contenido es replicado por la venezolana Tele Sur. En 2016, le dedicó una serie de 15 capítulos a las ideas de Assad dentro de su programación. El sheik argentino es primo de Jorge Alejandro “Yussuf” Khalil, un argentino también de origen libanés que fue señalado en la causa que investiga el encubrimiento del atentado a la AMIA como el enlace entre Cristina Kirchner y el régimen iraní para negociar la impunidad.
Otro discípulo de Rabanni es Aubrey Michael Seaforth, también conocido como “Abdul Kadir”. Fue detenido en 2007 en un vuelo que iba de Trinidad y Tobago a Venezuela y extraditado a Estados Unidos acusado de preparar un atentado de Hezbollah contra el aeropuerto J. F. Kennedy de Nueva York. Kadir, nacido en Surinam, no fue el último ciudadano de ese país acusado de ser parte de Hezbollah. En 2017, una corte de Estados Unidos condenó a Dino Bouterse, hijo del expresidente Desi Bouterse, por ser parte de una conspiración para atacar a intereses norteamericanos. Dino, que había sido el jefe de la unidad antiterrorista de Surinam, fue arrestado en Panamá tras comprobarse que colaboró con Hezbollah e Irán para convertir al país latinoamericano con mayor proporción de población musulmana en una base permanente para el grupo terrorista.
De regreso al centro que dirige Assad en Chile - aunque tiene residencia en la ciudad iraní de Qom – digamos que fue señalado como parte del sistema de reclutamiento de Hezbollah en el Cono Sur y se lo relacionó con Edwar Quiroga Vargas, un político peruano vinculado a Irán. Quiroga Vargas se convirtió al Islam y fundó el grupo “Inkarri Islam” que busca combinar las ideas marxistas, las tradiciones incas y los preceptos islámicos. Es otro discípulo de Rabbani, con quien estudió en Irán en 2009 cuando el diplomático dictó seminarios en su tierra natal. Quiroga Vargas es sindicado como un operador de Irán en la zona de Apurimac y tiene una relación muy cercana con el régimen chavista, que lo nombró representante del ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América) en su zona de influencia. Quiroga Vargas busca extender su prédica y ser el Caballo de Troya persa más allá de Perú para incluir a la zona de producción cocalera que comparten Perú y Bolivia a través de su apoyo al Movadef, el movimiento político que quedó como rescoldo de Sendero Luminoso.
La presencia de Hezbollah en Perú no es nueva. Meses atrás la Corte Suprema absolvió al libanés Muhamad Ghaleb Hamdar, que entró al país con un pasaporte falso en 2014 y luego de ser detenido por sospechas de terrorismo habría confesado ser parte de Hezbollah. En el allanamiento en su domicilio se encontraron armas, explosivos y fotografías de posibles objetivos del grupo terrorista. La defensa de Hamdar argumentó que había habido errores en el proceso y la obtención de prueba. Los jueces le dieron la razón y anularon la causa.
La intención iraní de penetrar en la zona andina tiene un punto fuerte en el gobierno boliviano del presidente Arce, que, tras firmar un acuerdo de defensa mutua con Teherán en julio, rompió relaciones diplomáticas con Israel el 31 de octubre tras el avance en Gaza contra Hamas. El posicionamiento tiene más efectos: un cable de la embajada argentina en Irán informó de la entrega masiva de pasaportes a ciudadanos iraníes de parte de la embajadora boliviana. Romina Pérez, la misma que calificó de “disturbios” a la rebelión contra el uso del velo islámico.
El acuerdo firmado por el ministro de Defensa boliviano, Edmundo Novillo Aguilar, y su par iraní, y Mohammad Reza Ashtiani, incluye la transferencia de tecnología para que Bolivia desarrolle su seguridad cibernética y reciba lanchas y drones militares desde Irán. El pacto se enlaza con el acuerdo que firmó Venezuela para fabricar naves no tripuladas iraníes y, en lo político, implica un alineamiento en un eje formado por las tres naciones. Detrás del acuerdo se adivina la figura de Evo Morales y su apoyo irrestricto al régimen iraní. Ese eje sumó a los presidentes chileno y colombiano que criticaron ásperamente a Israel y emitieron una condena de forma hacia Hamas sin mencionar la responsabilidad de Irán tras sus atrocidades ni llamar a sus embajadores en Teherán por el asesinato y secuestro de sus ciudadanos. El llamado a sus embajadores en Israel hecho por Colombia y Chile se inscribe en esa misma fórmula de dureza innegociable ante la respuesta a la masacre del 7 de y una actitud liviana hacia los autores y promotores. Ninguno de los países de la región quiso confrontar con Irán.
El trabajo diplomático realizado por Irán, su estrategia de propaganda para explotar los sentimientos ocultos de una parte de la población latinoamericana hacia Israel y los judíos o quizás la amenaza implícita que presenta la red de Hezbollah en la región, dieron resultado.
Esa postura nos lleva a algunas conclusiones. La primera es que Hezbollah y, por lo tanto, Irán como soporte de esa organización terrorista a través de Al Quds, está presente hace desde hace más de cuatro décadas en la región y hoy consolidó esa presencia con actores claves locales. Esos actores incluyen un entramado económico poderoso y vínculos con toda clase de grupos marginales, desde la guerrilla hasta el narcotráfico. Además, hay relaciones que van desde las más alta cúpulas políticas a organizaciones de menor peso que le dan densidad a su red regional. Ese apoyo local se fundamenta, más allá de los lazos económicos, en una aceptación o, al menos, una tolerancia cómplice con los objetivos confesos de atacar en primera instancia a los judíos y con el objetivo secundario de ejecutar acciones contra Estados Unidos y otros países occidentales.
Esa colaboración se monta sobre discursos judéofobos. Esa es la base crítica para lograr adherentes en su cruzada terrorista global. El rebrote del antisemitismo en todo el mundo está favoreciendo el reclutamiento y colaboración de Hezbollah para lograr su propósito. Ese rebrote antisemita también les facilita aliados políticos. En donde haya un sistema de voto y presión popular, el discurso antijudío o la evidencia de colaboración con grupos como Hezbollah será penalizado o favorecido de acuerdo con los discursos que sean mayoritarios. De allí que sea tan importante observar con cuidado y preocupación cómo ciudadanos a los que les importan tres pepinos otros conflictos actuales y sus víctimas, reaccionan con tanta energía y furia cuando se trata de condenar a los judíos dentro y fuera de Israel. Tanta judeofobia le ofrece a Hezbollah -o Irán, queda claro que son dos caras de una moneda- el reclutar adeptos y obtener colaboración para ejecutar sus planes en sectores que no necesariamente pertenecen al islam. Sin esa participación, serían moscas en la leche. Esas muchedumbres en las calles y las redes que agitan contra los judíos son un conjunto heterogéneo y muy diverso. Excede a los seis millones de musulmanes latinoamericanos atravesados por disputas interreligiosas que rechazan con frecuencia el radicalismo del chiismo iraní.
En el atentado contra la AMIA de 1994 y el anterior contra la Embajada de Israel en 1992, hubo una necesaria participación de grupos locales. Pudo probarse en la investigación y se corroboró luego cuando grupos que nada tienen de musulmanes participaron en el encubrimiento.
Y volviendo a la detención de los dos ciudadanos brasileros en el aeropuerto de São Paulo, vuelve a corroborarse que no hace falta buscar sospechosos con turbante o extranjeros con la kufiya palestina. La amenaza de Hezbollah puede venir en cualquier formato y desde cualquier sitio. América, desde Tierra del Fuego a Alaska, es potencialmente un campo en donde Irán puede continuar su ofensiva contra Israel, más aún cuando está limitada en Medio Oriente por el despliegue de una fuerza occidental en su periferia que acudió en defensa de Israel. Es entonces que el incidente en Brasil debe prender todas las alarmas porque los 350.000 miembros de la comunidad judía en América Latina y otros 6 millones en Estados Unidos son un blanco potencial de una acción terrorista. No hay país del continente exento de recibir la advertencia.
Irán ya atacó en dos oportunidades en la Argentina y causó cien muertes y mil heridos. El de la AMIA fue el atentado antisemita más sangriento fuera de Israel. Probó que es capaz de usar sus alfiles para atacar en cualquier otro sitio en donde tenga una oportunidad. Con la complicidad de los discursos que ven en los pogromos un hecho justificado, la posibilidad de un ataque crece en proporción directa con el vigor que cobra la narrativa que despliega su antisemitismo a partir de recortes de situaciones que ocurren a miles de kilómetros. Irán ya desplegó su red y solo le falta encontrar la oportunidad para volver a atacar. El arresto de la célula de Hezbollah en Brasil es un síntoma que se suma a las advertencias previas. Hezbollah ya está entre nosotros, creciendo y haciéndose fuerte con los que comparten su odio.
La advertencia ya está dada, las pruebas sobre la mesa y vale una nota final: cuando estallan, las bombas no preguntan sobre nacionalidades, religiones ni ideas políticas. Solo desgarran y queman la carne, incluso de los que se creyeron no se parte de ninguno de los bandos.
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