top of page

Israel quiere terminar con el riesgo nuclear iraní, pero se está quedando sola



Por Ignacio Montes de Oca

 

Israel se prepara para atacar las instalaciones del Plan Nuclear iraní, mientras Trump le advierte que no lo haga hasta que finalicen las negociaciones con Teherán. Vamos a explicar el escenario para comprender que se mueve detrás del telón y porqué Israel está aislada e impaciente.


Las conversaciones auspiciadas por Omán entre EEUU e Irán están en un punto muerto. Teherán informa que aún están lejos de lograr un acuerdo y el punto central es la cuestión del enriquecimiento del uranio en Irán y si será usado para hacer una ojiva nuclear. La OIEA ya advirtió hace más de un año que los iraníes están a pasos de enriquecer su uranio al 90%, que es el límite necesario para armar una ojiva. El problema es que Irán no permite inspecciones serias para verificar el avance y destino de su programa. Irán sostiene que como signatario del Tratado sobre la No Proliferación de Armas Nucleares no va a construir un arma atómica y que tiene derecho a enriquecer uranio para abastecer a sus centrales atómicas y generar energía civil. Putin y Xi Jinping le dan la razón.

Irán está enriqueciendo uranio al 60%, muy por encima del 3,67% que había fijado como límite el acuerdo JCPOA, que firmaron en 2015 Irán por un lado y EEUU, China, Rusia, Reino Unido, Alemania y Francia por el otro con el fin de levantar las sanciones a Irán. A cambio del JCPOA, Irán se comprometía a aceptar un monitoreo para confirmar que su plan nuclear tenía fines pacíficos. La salida del acuerdo de EEUU por orden de Trump en mayo de 2018 debilitó el pacto e hizo regresar las sanciones de Occidente contra Irán.

Ahora la propuesta de Trump es volver a un sistema similar de monitoreo que repudió en 2018, para levantar las sanciones y permitir que Irán “sea próspero” nuevamente. Las conversaciones están trabadas ahora en la cuestión del enriquecimiento del uranio. Allí está uno de los problemas de las negociaciones. Que EEUU se haya salido no implica que el resto de los signatarios hayan dejado de ser parte y por lo tanto hoy son parte el asunto. Y ahora que Trump quiere volver al sistema de monitoreo, debe negociar con todos ellos.

China y Rusia aprovechan la plataforma del JCPOA para ser parte obligada de una negociación con la anuencia de Irán, que sabe que sus dos aliados más cercanos están actuando como una alternativa frente a cualquier cerco que pudiera intentar Occidente para presionarle. Rusia es el principal proveedor de tecnología nuclear de Irán y ahora está trabajando en la ampliación de la central de Busher. Hay sospechas fundadas de una colaboración aún más profunda luego del acuerdo de cooperación atómica firmado en enero de 2025. Rusia ofreció públicamente “guardar” el uranio enriquecido que produjo Irán, aunque no se comprometió a dejar de proveerle combustible para la central de Busher. También le ofreció a Trump mediar con Irán, aprovechando la presencia e Witcoff en ambos escenarios.

La presencia de Witkoff en ambos escenarios despierta suspicacias tanto por su postura complaciente con Putin como por sus negocios con los petrodólares de Medio Oriente y su vínculo inmobiliario con la empresa china Taiping Asset Management valuado en 229 millones de dólares.

China, que proveyó a los iraníes de una planta de conversión y enriquecimiento de uranio, también es parte del asunto y es su financista principal al comprarle el 90% del crudo que exporta. Pekín avisó, junto a Rusia, que no participará de sanciones con los iraníes. Tampoco los países árabes quieren que Irán entre en una guerra abierta con Israel y menos aún que EEUU se sume a la ofensiva contra el Plan Nuclear. Tienen varios motivos para seguir apoyando una salida negociada y la presencia de Omán está respaldada por los sunitas. Si bien las coronas petroleras están enfrentadas históricamente con los chiitas de Irán, en los últimos años comenzaron un proceso de acercamiento que tuvo su punto crucial en la normalización de las relaciones entre Arabia Saudita en Irán en marzo de 2023, facilitada por China.

A su vez, los países petroleros confían que la alianza medida por los 5 billones de inversiones de Qatar, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos acordadas en la gira de Trump por Medio Oriente y la presencia de bases de EEUU, ayuden a detener un ataque contra Irán. Estas inversiones podrían arruinarse si EEUU rompe las negociaciones y decide acompañar a Israel en su ataque a Irán o involucrarse en una respuesta. Lo mismo podría suceder si las bases estadounidenses en los países árabes se usan como plataforma de apoyo.

Esto podría conducir tanto a una represalia de los misiles y drones que tiene Irán en cantidades masivas, convertirlos en objetivo de los grupos terroristas amparados por Teherán o que su tráfico de crudo y gas por el Golfo Pérsico sea objeto de una represalia.

Irán fabricó y almacenó más de 3.000 misiles balísticos y de crucero, que incluyen modelos antibuque capaces de poner en jaque el paso de navíos por la zona, incluyendo los modelos Qader, MEhrab y Nasr, además de drones marítimos y aviones de combate. En términos económicos, cerca de un tercio del petróleo y un quinto del gas GNL comerciado que circula por vía marítima en el mundo cada año recorre el Golfo Pérsico. Irán ya advirtió que un ataque contra su plan nuclear será respondido en esa yugular comercial.

Pero, además, un ataque sobre las instalaciones nucleares podría generar un efecto contaminante análogo al del desastre de Chernóbil y afectar a la población y los cultivos de una zona habitada por 300 millones de habitantes, más allá de los que viven en Irán. Es por eso que un ataque de Israel a las instalaciones nucleares de Irán, con o sin la participación de EEUU, no es un asunto limitado a las relaciones entre israelíes e iraníes. Y de allí los esfuerzos combinados y los intereses cruzados en torno a las negociaciones en curso. Irán conoce este escenario y por eso juega a dilatar las conversaciones. Si bien alega que tiene derecho a tener un programa nuclear civil, su retórica busca consolidar el apoyo de sus aliados y aprovechar los temores de los países árabes para alimentar la postura cauta de Trump.




Hay una ganancia adicional de Irán en esta tardanza, porque cuanto más se aplaza un acuerdo mediado por Trump más lo aleja de Netanyahu, que ya exige abiertamente que si EEUU no va a aportar a un ataque a Irán, al menos se aparte de lo que considera una negociación inútil.

Este desacuerdo se suma al pedido con olor a orden de Trump de no atacar a Irán, sus críticas por la situación humanitaria en Gaza y la decisión de desertar en los ataques a los hutíes mientras los misiles balísticos de ese grupo proiraní siguen cayendo en Israel.

El haber evitado ir a Israel mientras se llenaba de petrodólares fue un punto de quiebre en la relación con Trump. Todavía trata de asimilar que al presidente norteamericano le da igual decir que su comida preferida es el Kibbeh o el Gefilte fish de acuerdo con el interlocutor.

Arabia es junto a Rusia e China el principal impulsor de un acuerdo con Irán que frene un ataque militar. Y lo acompañaron en ese pedido Qatar, Emiratos Árabes Unidos y Omán, que luego se ofreció como huésped para la primera ronda de conversaciones. Estos movimientos se producían mientras Israel anunciaba un ataque inminente contra Irán y aun creía que la promesa de campaña de Trump cuando decía que los iraníes “no tendrían jamás la bomba” le aseguraba el respaldo a la hora de planificar el bombardeo. Netanyahu creyó que su vínculo personal era suficiente para que Trump cumpliera con su palabra de apoyarlo en cualquier circunstancia. Ahora, ante lo que considera una amenaza existencial en Hamas y el plan nuclear iraní, afronta una realidad antipática. Israel quiere que el programa nuclear iraní deje de existir. Tanto sea porque se le imponga esta salida a Irán como mediante un ataque que borre de raíz todo vestigio de su existencia. Considera que las intenciones atómicas de Irán nunca se van a limitar al campo civil.

Es aquí donde nace la brecha, porque lo que es una salida ineludible para Netanyahu es un problema evitable para Trump. El desajuste que podría generar un ataque israelí va en contra de toda la arquitectura que está armando EEUU en la región. Además de asegurar las inversiones árabes, EEUU se siente cómodo con un barril de petróleo a 60 dólares. Un ataque a Irán podría disparar es precio. A la inversa, un acuerdo y recorte de sanciones con Irán, aumentaría la oferta global para abastecer a su mercado. Y el otro riesgo es que la llegada de petrodólares hacia la economía de EEUU se haga lenta o se convierta en un elemento de presión de parte de los emires. Del otro lado, Israel es un gasto inmenso sin ganancias. Solo hace falta recordar que el despliegue de 5 meses ordenado por Biden costó casi U$S 5.000 millones.

Hay cifras con las que Israel no puede competir. Arabia Saudita prometió a EEUU comprarle U$S 143.000 millones en armas, los emiratíes U$S 25.000 millones y Qatar U$S 34.000 millones. Israel le compró U$S 20.000 millones en 2024 y consumió U$S 13.400 millones en asistencia.

Afrontar un ataque a Irán en compañía de Israel obligaría a Trump a abrir una billetera que prometió cerrar hacia el exterior. Un ataque sería apenas el comienzo de un mayor esfuerzo de guerra en el Golfo Pérsico, en el Mar Rojo y quizás un refuerzo millonario de sus bases en la zona. El discurso de defensa de Israel en campaña sirvió para acceder a la cantera de votos. Ahora Trump necesita otra clase de recursos que no están disponibles en tierra judía. Por el contrario, aliarse con los emires supone una ventaja e Israel un gasto y un lucro cesante inmensos.

Es la misma lógica mercantilista y el deseo de acceder a enorme cantidad de recursos rusos que aplica con Putin. Trump es inmune a los llamados a gastar el presupuesto en conceptos tales como las ideas democráticas o responder a la agresión a Ucrania. Trump amaga con refugiarse en la idea de que es una guerra europea para dejar de negociar con Putin y Zelensky. Puede que replique ese concepto al considerar que la disputa iniciada el 7 de enero de 2023 es tan ajena a los intereses de EEUU como la invasión del 24 de febrero de 2022.

En la práctica, EEUU dejó de tener una implicación directa al ser liberado en solitario Edan Alexander, en último de los rehenes de nacionalidad norteamericana en manos de los terroristas de Hamas gracias a una gestión directa facilitada por Qatar. Ya no tiene un motivo transaccional para involucrarse. No hay contradicción, la prioridad comercial despojada de todo altruismo es lo que devolvió a Trump a la Casa Blanca y es un discurso coherente con la agresividad con sus aliados históricos con los que tiene desequilibrios externos. Ahora falta que Israel acepte este cambio de rumbo.

Ya se ha dicho que Israel supone un obstáculo para que Trump acceda a los recursos energéticos que ambiciona en todo Medio Oriente, del mismo modo que Ucrania representa una molestia para lanzarse sobre las materias primas rusas, mucho más numerosas. No es nada personal, son solo negocios. En ese mismo orden de ideas, la ventaja de plegarse a las políticas de resolución diplomática del conflicto que plantea Irán, reclamado también por los donantes de capitales sunitas, es hoy mayor que los reclamos de un aliado tradicional como Israel, pese al riesgo que supone una bomba atómica persa.

Se entiende entonces la furia creciente de Israel con EEUU por lo que consideran sumarse a las maniobras de Irán para ganar tiempo… y dinero. No es algo diferente a lo que sienten los ucranianos cuando Trump se enoja con Putin, pero no hace nada al respecto. Si entendemos que Rusia e Irán tienen una alianza solida que incluye envíos mutuos de armas y una colaboración nuclear hacia Teherán que no está disociada de la búsqueda por conseguir una bomba atómica persa, entonces es más fácil comprender el panorama. Si sumamos a China que sabe que apoyando a Irán fortalece a sus dos aliados y se gana las sonrisas sunitas, es más sencillo acomodar las piezas. China es el primer destino del crudo saudita y catarí, el segundo del emiratí y el primero de Rusia. El número acomoda la idea.

En cuanto al gas, las proporciones son igual de condicionantes y, de nuevo, es poco lo que tiene Israel para oponer a tanta opulencia. Solo puede usar la hegemonía militar en la región como una amenaza para patear el tablero que construyen a sus espaldas. Pero, como se dijo, Netanyahu no la tiene fácil por su creciente soledad. El panorama humanitario desolador en Gaza y el agotamiento del crédito discursivo que le dio el haber sido objeto de la agresión del 7 de octubre, la están dejando en soledad creciente.




La Unión Europea se movió a una posición crítica a Israel y participa de las negociaciones con Irán como firmante asociado al JCPOA. Puede decirse que también es parte de las maniobras para llevar a Irán a una mesa negociadora que la salve de un ataque. Francia, Gran Bretaña y otros estados europeos advierten que podrían reconocer al Estado Palestino en respuesta a la Operación Carros de Gedeón en Gaza. España ya avanzó en el reconocimiento el 28 de mayo de 2024. Noruega e Irlanda ya lo hicieron, en total son 12 estados. Italia también hizo un critica similar y aportó la sede de las conversaciones entre Irán y EEUU en Roma. Este panorama resulta muy adverso a Israel, que tiene medios para bombardear Busher y otras instalaciones, pero no cuenta con el respaldo político de un año atrás.

Esa soledad política de Netanyahu ahora se transformó en una catástrofe por el alejamiento y las desautorizaciones de Trump. Israel tiene los medios para un ataque en solitario, sin dudas, pero su problema es el día después y el escenario emergente. Incomodar a Trump puede dejar a Israel sin el apoyo militar de EEUU o limitarlo. Para una campaña prolongada que podría resultar de una respuesta iraní, Israel no tiene una economía ni un sistema industrial a escala para un conflicto a largo plazo.




Israel tuvo que pedirle a EEUU 14.000 toneladas de bombas para continuar su campaña en Gaza, Líbano, Yemen y Siria. Es solo una parte de la dependencia hacia EEUU y uno de los factores que Biden, y luego Trump, usaron para detener o retardar las ofensivas israelíes. Y esa dependencia se extiende hacia sus vecinos árabes porque en los ataques de Irán a Israel de abril y octubre de 2024 fue crucial la cooperación de Jordania y Arabia Saudita para derribar misiles y drones, además de la autorización del uso de bases de EEUU por parte de los países sunitas huéspedes. Por otra parte, Arabia Saudita y el resto de los países árabes no están dispuestos a retomar la normalización de las relaciones con Israel a menos que el tema palestino sea encaminado. Una guerra simultanea con Irán y con los restos de Hamas en Gaza no parecen ser compatibles con la política de Netanyahu hacia los palestinos.




La causa palestina le sirve a árabes y europeos para expresar su enfado con Israel. Pero también la irritación con Israel puede llevar a un boicot regional o, en el peor de los casos, una actitud laxa hacia una respuesta iraní. Ahora se le suma EEUU que, sin abandonar a su aliado, le retacea el apoyo.

Cerremos con otra derivada de este escenario. Trump no está negociando solo con Irán. Detrás, hay una conversación con Rusia y China, que consideran a los iraníes un aliado crucial. Esto explica como un país derrotado y sancionado se opone o resiste con tanta eficacia las presiones de la primera potencia. Trump no parece advertir que todos lo usan para complejizar las tratativas y ganar tiempo mientras consolidan un bloque de poder cada vez más poderoso frente a Occidente, que parece ir resquebrajándose precisamente por el mercantilismo renovado de la Casa Blanca.

Tanto Canadá como los países democráticos de Europa confrontan mientras tanto con los delirios territoriales de Trump y sus aranceles, al tiempo que siguen insistiéndole a su aliado mayor en la OTAN que abandonar a Ucrania supone poner en riesgo al resto de sus integrantes. Pero la actual administración de los EEUU parece estar obcecada en contar las materias primas y capitales que podría usufructuar en el caso de lograr acuerdos que sus antiguos adversarios le sugieren que podría obtener si traiciona a sus aliados tradicionales.

El esquema se repite: Rusia gana tiempo con Ucrania e Irán con su plan nuclear. Detrás, China sostiene financieramente a los contendientes mientras les provee de medios para sostenerse en sus proyectos estratégicos. El Eje se construye sobre un proyecto de poder concreto. Ese Eje es el que ayudó a Irán a desarrollar su programa nuclear y por ahora el arma más poderosa para defenderlo. Para eso no necesitan sistemas antiaéreos sofisticados. Saber cómo manipular las situaciones y ganar tiempo en las mesas de negociación es mucho más efectivo que mil baterías de misiles.




El tiempo es crucial para Irán. Una vez que anuncie que tiene un arma nuclear el balance estratégico de Medio Oriente cambiará por completo y puede llevar a Israel a una disyuntiva militar casi irresoluble. Es lo que Netanyahu intenta transmitirle a Trump con sus advertencias. En el último ataque de Irán a Israel el 1º de octubre de 2024 algunos misiles balísticos iraníes se colaron entre las defensas aéreas. Fue un porcentaje mínimo, pero aun así que uno de ellos esté armado con una ojiva nuclear es un riesgo inaceptable para Israel, que además tiene su arenal nuclear para contestar.

Es por eso que Israel plantea la urgencia. Una vez que esté en poder de la bomba, la postura iraní hacia los judíos o hacia otros estados de la región puede ser más agresiva. No es lo mismo amenazarlos con misiles o proxies terroristas que hacerlo con artefactos nucleares. La proliferación nuclear en la región o por imitación en otras zonas del planeta no es una fantasía si el mundo no conjura hoy la aparición de otra potencia atómica. Que el Eje China y Rusia estén detrás de Irán y que Occidente sea incapaz de dar una respuesta común, lo agrava.

Para entender la estrategia del Eje, puede observarse la actitud rusa al usar su arsenal atómico para afectar la respuesta occidental frente a la agresión a Ucrania. Trump sigue hablando y por ahora no oye las advertencias de tanto escucharse a sí mismo gritando como negociador. Otro agravante es la victoria oculta que está obteniendo Irán, análoga a la que obtiene Putin. Está debilitando al extremo las alianzas tradicionales de EEUU. Lo que no ganan en el campo de batalla, lo están consiguiendo en el ajedrez político con astucia y perseverancia china.

Hace ya cuatro meses que Trump conversa con Irán, China y Rusia. Le vienen prometiendo una salida pacífica que siempre se posterga para la semana siguiente. Netanyahu es el único que parece dispuesto a poner un despertador para sacarlo de la ensoñación y su sondo puede ser atronador. Solo queda que Netanyahu detone su respuesta. Israel no va a esperar mucho más. Solo le da tiempo a Trump para que se dé cuenta de que, en Roma como en Estambul, está siendo engañado con dilaciones y promesas de parte de un Eje que se hace cada vez más poderoso a expensas de un Occidente cada vez más dividido.

bottom of page