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La crisis en Venezuela y posibles escenarios

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Mucho se viene analizando sobre el despliegue de medios de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos en el Caribe y su actividad contra las embarcaciones que transportan droga, especialmente las lanchas tipo go-fast. Si bien estos ataques se iniciaron contra embarcaciones identificadas como de origen venezolano, como fue en los casos del 2 y 15 de septiembre, el 3 y el 14 de octubre, los casos que siguieron fueron en su mayoría lanchas de origen colombiano. Sin embargo, el ojo ha sido puesto en la situación de la dictadura venezolana, que no solo forma parte de organizaciones narcotraficantes como el Cartel de los Soles, sino que también hoy ocupa de manera ilegítima el gobierno de la nación, tras haber perdido las elecciones en 2024.

Inicialmente, Estados Unidos desplegó un grupo de tareas anfibio liderado por el LHD USS Iwo Jima y dos buques de desembarco dique clase San Antonio, los USS San Antonio y Fort Lauderdale, escoltados por los destructores clase Arleigh Burke USS Jason Dunham, Stockdale y Gravely, el crucero clase Ticonderoga USS Lake Erie, además de la participación del buque de combate litoral USS Wichita, el buque de apoyo de fuerzas especiales MV Ocean Trader y el submarino de ataque clase Los Ángeles USS Newport News.

El despliegue incluyó aviones de combate F-35B y AV-8B Harrier II Plus y de transporte MV-22 Osprey del US Marine Corps, helicópteros de combate AH-1Z Viper, de asalto UH-1Y Venom y de transporte CH-53E Sea Stallion, entre otros medios aéreos. En cuanto al componente terrestre, se conforma por unos 4000 marines con blindados a ruedas y vehículos ligeros.


Sobrevuelo de los B-1B Lancer del 27 de octubre, pegados a las costas de Venezuela.
Sobrevuelo de los B-1B Lancer del 27 de octubre, pegados a las costas de Venezuela.

Posteriormente, el 24 de octubre Estados Unidos anunció que desplegaría al portaaviones USS Gerald Ford junto a los destructores clase Arleigh Burke USS Mahan, USS Winston S. Churchill y USS Bainbridge, mientras lleva a bordo a la Carrier Air Wing Eight (CVW-8), con base en NAS Oceana, dotada de cuatro escuadrones de F/A-18E/F Super Hornet, un escuadrón de EA-18G Growler, un escuadrón E-2D Advanced Hawkeye, un escuadrón de MH-60R Seahawk, otro de MH-60S Knighthawk y un destacamento de C-2A Greyhound.

Por otro lado, realizó durante octubre un vuelo con aviones B-52H por el Caribe cerca de las costas de Venezuela y dos con aviones B-1B Lancer, el último de los cuales, el pasado 27 de octubre, se destacó porque los aviones volaron sobre el mar entre la costa continental de Venezuela y el archipiélago de Los Roques, bordeando el límite de aguas territoriales venezolanas. Estos vuelos, además de actuar como demostración de poder ante el gobierno chavista, sirven para realizar tareas de inteligencia electrónica y de señales, al medir la reacción de los sistemas de defensa de Venezuela y la actividad de sus radares. En ninguna de las tres incursiones se pudo verificar que los bombarderos hayan sido interceptados por los Su-30 o los F-16 de Venezuela.

 

Portaaviones USS Gerald Ford.
Portaaviones USS Gerald Ford.

Capacidades

Si bien en muchos ámbitos se ha planteado que este despliegue obedece a la intención estadounidense de invadir Venezuela, a pesar de que las fuerzas cuentan con un poderío considerable, no tienen la capacidad de realizar la ocupación del país, dado el reducido tamaño de las fuerzas de infantería de marina desplegadas y que son básicamente unidades ligeras. Para poder invadir Venezuela deberían desplegar un numero muchísimo mayor de tropas y un tren logístico considerable para sostener una acción prolongada en el tiempo. Por otro lado, no tiene posibilidades de lanzar el ataque desde un país vecino, dado que ni Colombia ni Brasil les permitirían hacerlo desde su territorio y desde Guyana es imposible dado que el terreno es selvático, sin caminos y con muchos ríos. Así, una operación debería ser anfibia y asegurar rápidamente el acceso a puertos para mantener una línea logística.

En el otro extremo, es preciso señalar que, si bien las Fuerzas Armadas Bolivarianas son muy grandes en número, su capacidad real de combate es bastante limitada y no podría hacer frente de manera convencional a Estados Unidos si éste decidiera lanzar una invasión a gran escala. Por un lado, porque, si bien tiene en dotación una gran cantidad de equipamiento para estándares latinoamericanos, es reducida frente a la totalidad del poderío estadounidense. Además, buena parte de ese material es obsoleto y una gran proporción está fuera de servicio, destacándose, por ejemplo, la flota de la Armada, la cual ya no dispone de ninguna fragata clase Lupo operativa y solo cuenta con tres patrulleros clase Guaiquerí convertidos en corbetas con armamento limitado y algunas lanchas rápidas para defensa de costas. En el caso de la Fuerza Aérea, se estima que solo operan entre 2 y 4 Su-30 Flanker e igual cantidad de F-16 Fighting Falcon, todos con armamento ya desfasado, de entre 20 y 40 años de antigüedad, además de los entrenadores K-8 de escasa capacidad de combate.


Sistema BUK visto en La Guaira, en la costa venezolana al norte de Caracas.
Sistema BUK visto en La Guaira, en la costa venezolana al norte de Caracas.

Otro punto a analizar son sus capacidades de defensa aérea, tema del cual Yaser Trujillo ha realizado un muy completo análisis en este hilo y este otro. Como se puede analizar, sus sistemas antiaéreos de medio y largo alcance están compuestos por viejos sistemas Pechora 2M (S-125 modernizado – SA-3) que equipan a once grupos, cada uno con cuatro baterías (44 lanzadores en total) aunque su operatividad es dudosa, tres sistemas BUK M2EK 9K317E (SA-17) con 18 lanzadores y un sistema Antey 2500 / S-300VM con seis lanzadores, además de más de 1500 sistemas de misiles portátiles 9K338 “Igla-S” y una gran cantidad de cañones antiaéreos de distintos tipos, principalmente de 23 y 40 mm. La red de radares del Comando de Defensa Aeroespacial Integral (CODAI) posee ocho Grupos de Vigilancia y Control distribuidos por todo el país y equipados con radares de vigilancia e integrados también con los siete radares civiles del Instituto Nacional de Aeronáutica Civil (INAC). Los radares militares incluyen al menos 38 sistemas de radar fabricados en China (12 JYL-1/JY-11B y 26 JH-12/JY-27/JZ/QF-612) adquiridos en los últimos años, además de 11 radares P-18-2 y 3 radares 9S18M1-3E de origen ruso, a los que se suman sistemas más antiguos, comprados antes del chavismo, como los Reporter, Flycatcher y Giraffe, de dudosa operatividad, y sistemas de radar pasivo complementarios de origen chino, como el radar de detección pasiva CETC DWL002 y el sistema de localización de emisores CETC YLC-20. Se estima que cerca de la mitad de los sistemas de radar está fuera de servicio.


Sistemas de radar del CODAI desplegados en Venezuela. Fuente https://x.com/gris_area
Sistemas de radar del CODAI desplegados en Venezuela. Fuente https://x.com/gris_area

Escenarios

El gobierno de Estados Unidos destacó que su objetivo es combatir el narcotráfico, lo cual hoy se ve en los ataques a embarcaciones, pero habiendo considerado al gobierno venezolano como parte de las organizaciones narcoterroristas, podría considerar que los organismos del gobierno forman parte de dichas estructuras y, por ende, ser blancos válidos. Especialmente fuerzas militares que puedan impedir el accionar estadounidense contra las bandas criminales. Si bien hasta ahora las operaciones de ataque de Estados Unidos contra las lanchas han ocurrido todas en aguas internacionales, es esperable que en algún momento comiencen a actuar dentro de las fronteras de Venezuela.

En ese escenario, la capacidad de defensa aérea es la primera amenaza que debería enfrentar Estados Unidos si quisiera atacar blancos dentro de Venezuela, destacándose que la mayoría de los sistemas son móviles, lo cual les da cierta ventaja, aunque los radares activos serían fácilmente detectables apenas sean encendidos para intentar detectar incursores de Estados Unidos. Por otro lado, es de esperar que cualquier ataque estadounidense se inicie con la supresión de dicha capacidad, seguramente empleando misiles de crucero y misiles antirradar, lo cual les dejaría el cielo abierto a sus operaciones de media y gran altura, quedando solamente a amenaza de misiles tipo MANPADS y armas de tubo, lo cual es muy difícil de suprimir por su cantidad y la dificultad de detectarlas, por su tamaño y gran movilidad.

Este escenario haría posible que Estados Unidos pueda atacar objetivos del narcotráfico en todo el territorio venezolano con impunidad, lo cual, como se dijo más arriba, también podría incluir a miembros del régimen que se sabe que participan del negocio de la droga. Para esto es muy posible el empleo de UAVs, pero también de aviones tripulados como bombarderos estratégicos B-1B, B-2 y B-52 o aviones de ataque como los ya desplegados AV-8B, F-35B y F/A-18E/F u otros que puedan desplegarse a Puerto Rico, como F-15, F-16 o F-35A, entre otros.


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Otro escenario es que, además de ataques aéreos contra el narcotráfico se realicen acciones puntuales en tierra con el empleo de fuerzas especiales, como puede ser la eliminación de cabecillas o la destrucción de instalaciones en zonas en donde el empleo de medios aéreos genere demasiados riesgos de daños colaterales. Esto implica un mayor nivel de riesgo de bajas para las fuerzas de Estados Unidos, donde se expondrían a las defensas aéreas de corto alcance y a las fuerzas terrestres, por lo que este tipo de acciones se podrían llevar a cabo solo cuando el efecto logrado lo justifique.

Una tercera opción es que se realicen ataques para debilitar al régimen venezolano como medida de forzar una negociación por la salida de dicho gobierno o impulsar una revuelta interna que lleve a su caída y permitir la asunción del gobierno legítimo de Edmundo González. Estos podrían ser ataques puntuales contra blancos con valor militar y otros con valor simbólico, buscando incluso la eliminación de algunas cabezas del régimen o la destrucción de sus bienes, de una manera similar a como actúan las fuerzas israelíes contra el terrorismo de Hamas y Hezbollah.

De esta manera, hay pocas posibilidades de un ataque a muy gran escala contra Venezuela y mucho menos de una invasión, pero sí es muy posible que se realicen ataques puntuales, sea contra el narcotráfico o contra el régimen, teniendo en cuenta que la línea que separa a ambos es muy difusa, los cuales igualmente implican la eliminación de la capacidad de defensa aérea como condición para el éxito de las operaciones.


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