La guerra de los drones arrecia
- Ignacio Montes de Oca
- hace 2 horas
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Putin ataca con un número cada vez mayor de drones y misiles a las ciudades ucranianas y Ucrania busca quebrar la columna energética rusa. Hay una batalla decisiva en el cielo de ambos países que puede cambiar el curso de la guerra.
Por Ignacio Montes de Oca
Apenas partió de Alaska, Putin ordenó ataques contra las ciudades ucranianas que no se interrumpieron desde entonces. Mientas Zelensky y los líderes europeos se reunían con Trump en la Casa Blanca, lanzó 8 ataques que causaron numerosos muertos y heridos. Es la pax putiniana. Rusia rompió su récord y lanzó 574 drones y 40 misiles contra Ucrania. La cantidad de misiles representa un cuarto de su factura mensual, con lo que es posible imaginar el compromiso de Moscú con un proceso de paz. Pero también vuelve a vaciar sus arsenales y eso tiene un motivo. Putin no solo quiere presionar a Trump aumentando el ritmo de la masacre de civiles ucranianos. De hecho, entre los objetivos alcanzados el 20 de agosto están las instalaciones de la empresa norteamericana Flextronix productora de electrodomésticos en Zakarpattia, en el oeste de Ucrania.

El día anterior los drones rusos fueron apuntados contra las instalaciones en el puerto de Odesa de SOCAR, la petrolera de Azerbaiyán, lo que provocó la destrucción de las instalaciones de bombeo y de los almacenes. Aquí hay que hacer una digresión. Rusia se jacta de tener tecnología avanzada como para asegurar la precisión de sus proyectiles. Ese alarde de convierte en un problema político porque significa que estos ataques fueron deliberados y que por lo tanto contienen un mensaje dirigido más allá de Ucrania. El ataque contra la compañía norteamericana puede ser un modo de advertencia por la negociación de garantías para Europa y Ucrania. El de SOCAR, por el desalojo de Rusia del Cáucaso al iniciarse un proceso que podría llevar al control de EEUU sobre el Corredor de Zangezur.
El otro dato está en el uso masivo de drones, cuyo número sigue aumentando en cada ataque. Esto se relaciona con un aumento en la producción, que podría alcanzar las 2.000 unidades mensuales. El 20 de agosto, Rusia usó una cuarta parte de esa producción. El esfuerzo es evidente. Esa ampliación, que se proyecta se eleve a las 5.000 unidades mensuales, tiene que ver con el aumento en el envío de maquinaria e insumos desde China. Pekín redobló el apoyo a Rusia en una instancia clave de la guerra en la que su aliado necesita sostener la presión bombardera. China ya avisó que no va a permitir que Rusia pierda la guerra. Con la llegada de insumos y maquinaria de precisión china a la fábrica que produce drones de diseño iraní en Alabuga, hace realidad esa promesa. Corea del Norte prometió reforzar esa capacidad enviando trabajadores.

De acuerdo con el ministerio de defensa ucraniano, el análisis de los restos de Shahed indica que aumentó en un 65% las piezas chinas usadas para fabricarlos y Pekín es la clave para reemplazar los componentes occidentales que eran contrabandeados para producirlos en Rusia. China no es el único que contribuyó a aumentar la letalidad de los drones. Irán provee de la otra parte de los componentes importados y además ayudó a crear ojivas más pesadas, de hasta 90 kg de peso, y a mejorar el sistema de retardo para que esparzan las cargas de fragmentación. Chinos e iraníes están aportando mejoras como el uso de sistemas de IA para evitar las interferencias electrónicas, mejoras en la construcción para hacerlos más robustos y para dotarlos con motores a reacción para crear una versión más rápida casi idéntica al dron iraní Geran 3.

Es por eso que el corte del paso desde Irán por Zangezur y Azerbaiyán puede ser un problema para Putin si quiere sostener la guerra y solo le quedaría el camino chino. Xi Jinping además está mandando maquinaria industrial avanzada para lograr el aumento en la producción de drones.
Estos movimientos se producen mientras Rusia se lamenta por el apoyo de Occidente a Ucrania e intenta frenarlo y el debate sobre el grado de involucramiento de EEUU. Putin se está asegurando en los hechos un apoyo directo que ahora quiere censurar en el lado ucraniano.

El aumento en el número de drones producidos por Rusia con apoyo externo podría haber acelerado también la producción de misiles. Fuentes occidentales y ucranianas coinciden en que Rusia produce al año unos 1.000 misiles balísticos y una cantidad similar de modelos de crucero. Esa cantidad duplica a la de 2022 y al mismo tiempo indica que Rusia fabrica unos 170 misiles de todo tipo al mes. De acuerdo con las mediciones de BBC Verify, Rusia duplicó los ataques con drones y misiles contra Ucrania desde enero y eso trae un problema contable. En julio lanzó 6.000 proyectiles de todo tipo y aquí comienza el problema porque si la producción mensual de drones es de 2.000 unidades y la de misiles de todo tipo de 177, hay un excedente que ni siquiera puede ser atribuido al envío desde Irán o de componentes desde China. Rusia gasta más de lo que produce y de hecho en una semana de ataques usó más misiles que los que fabricó en un mes entero. Ni siquiera los anuncios rusos declaran una producción tan numerosa. Hay otros datos que indican que Rusia no puede cubrir esa brecha.

Irán le envió al menos 400 Fateh-110 “Zolfaghar” y Corea del Norte otros 100 KN 24. Irán también mandó Zahed y la evidencia está en el hundimiento por parte de Ucrania del buque Port Olya-4 que los transportaba en el Mar Caspio el 15 de agosto. Por algo Rusia pidió estos envíos. El derroche mensual que supera su producción tiene otra explicación en el aumento de los ataques de represalia de parte de Ucrania. Vamos a otras cifras que explican la furia de Putin y su decisión de aumentar la masacre sobre la población ucraniana. Hablemos de combustibles.

Al tiempo que Putin arroja más proyectiles sobre las ciudades ucranianas, Kiev renovó sus ataques contra las fábricas rusas y volvió a poner el foco sobre las refinerías. El gobierno ucraniano informó que el 42% de sus ataques tuvieron por objetivo las plantas de refinado rusas. El resultado está siendo demoledor: hizo que se derrumbe cerca del 14% la capacidad de refinado rusa. Desde enero, el precio interno del combustible en Rusia se incrementó un 38% y el AI-95 de mayor octanaje un 49%. Estos precios son los más altos desde el año 2023. Putin se vio forzado a renovar el 28 de julio las restricciones para exportar combustibles, que es otra una fuente de ingresos que se corta y que Rusia necesitaba mantener. Sovcomflot, la naviera estatal que transporta combustibles afronta perdidas de US% 435 millones desde enero.
Ucrania estima que Rusia perdió un 4% de su PBI por los ataques a sus refinerías y otras instalaciones energéticas, pero es posible que la cifra real sea de “apenas” U$S 74.000 millones por reparaciones y caída de contratos en el exterior. Es la mitad del gasto de defensa ruso.

La otra consecuencia es la falta de combustible en varias zonas del país. Así es más fácil comprender por qué Putin está apurado por lograr un freno a los ataques ucranianos o un relajo en las sanciones contra Rusia. Todo se relaciona y encaja con los datos adecuados. Rusia construyó su sistema energético en base a la inversión y tecnología occidental que huyó del país tras la invasión de 2022. Para reparar y reemplazar el destrozo provocado por Ucrania necesitan repuestos que China, y mucho menos Irán, no le pueden proveer.
Para mayor daño, Rusia se vio desplazada por India y en menor grado por China en los mercados en donde ya no puede enviar combustibles refinados. Son los mismos que le compran barato y luego lo refinan para quedarse con la ganancia que antes abastecía al presupuesto ruso.
Putin tampoco puede quejarse mucho porque entre China que le compra 109 millones de toneladas de crudo y la India que importa otros 88 millones desde Rusia, juntan el 90% de los ingresos petroleros de Moscú, cubren un tercio de su presupuesto. No es hora de gustos refinados.
Putin no encuentra una salida para el entuerto que le está armando Zelensky al haber renovado los ataques que le fueron censurados durante la era Biden y que obligaron a una pausa en 2024. Se le diluye el negocio con el que planeaba resistir económicamente el bloqueo de Occidente. De este modo se explica su urgencia por vender una imagen de Rusia buscando el camino a la paz y su búsqueda de una fórmula que le permita seguir invadiendo, pero al mismo tiempo que se relajen las sanciones en su contra. Ucrania entendió la jugada y lo toca el traste energético.

Desde que reinició su campaña contra las refinerías, Ucrania logró disminuir en un 20% la producción de combustibles rusa y ese resultado, negado enfáticamente por el Kremlin, es el único que explica los faltantes de combustibles, su aumento y la furia derrochadora de misiles. En regiones como Transbaikal y Crimea ocupada las autoridades se vieron obligadas a dar cupones para la carga de combustible. Es un modo de admitir la escasez y tratar de evitar la imagen de las filas de autos esperando por horas para cargar combustible. Vamos al factor tamaño.
Ser el país más grande del mundo es una bendición por la cantidad de recursos naturales, pero una maldición logística sin combustible barato disponible. Eso es lo que comprendió Ucrania al iniciar la campaña contra las refinerías. Sin la sangre octanada, Rusia está en problemas. No se trata solo de abastecer a la red de ciudades y aldeas desde los centros de producción. Además, Rusia necesita cantidades inmensas de combustible para sostener su maquinaria militar y a las fábricas que producen los materiales para continuar la agresión en Ucrania. La falta de combustible está provocando problemas en el agro y la minería a la hora de producir, pero también cuando deben llevar su producción hacia los mercados. No se trata solo de filas interminables en las gasolineras, el problema que les causa Ucrania es más profundo.
Ahora la economía rusa deberá asimilar ese casi 40% de aumentos en los combustibles que contribuyen a elevar la inflación, que en julio se creyó contenida y que sin embargo ahora deberá absorber estos incrementos de costos que ya se insinúan en algunos rubros. Rusia planeó su presupuesto sobre una base del 4% de inflación anual. En julio bajó al 8,8% desde el 9,4% en junio, pero aún está lejos de su meta y el aumento del 10,7% de la inflación en los alimentos refleja anticipadamente el impacto que podría tener esta fase de la guerra. El objetivo permanente de Kiev es llevar la guerra a la vida cotidiana en Rusia y competir con la narrativa de una campaña militar exitosa. Moscú busca evitar ese efecto y la propaganda transpira para ocultar los efectos, lo que incluye la manipulación de las cifras de inflación.
La tasa de referencia en Rusia está en el 18%, muy lejos de la inflación declarada y los cálculos privados estiman que la real está cerca del 20%. Con la campaña sobre las refinerías Ucrania busca el quiebre de la narrativa del Kremlin y alentar a los ucranianos a resistir. Hay otro factor que le debe preocupar a futuro a Rusia. Ucrania está aumentando el número y capacidad de sus drones. El 18 de agosto se presentó un nuevo modelo de misil de crucero ucraniano “Flamingo” con un alcance declarado de 3.000 km y una cabeza de guerra de una tonelada. Ucrania viene mejorando su arsenal de misiles y drones. En diciembre de 2024 ya había presentado el misil “Peklo” con un alcance de 1.000 km y que ya fue probado en combate. La cuestión para Rusia está en el mapa y en la creciente capacidad ucraniana de ataque a larga distancia.
Aún queda por ver que sucede cuando entre en servicio el HRIM 2 “Spasan” con un alcance probable de 700 km y armado con una ojiva de 400 kg. A diferencia de los modelos de crucero, podría equiparar la dificultad de intercepción de los misiles rusos e incrementar el daño. El núcleo productivo ruso -y sus refinerías- está al oeste de los Urales y con los nuevos misiles ucranianos se amplía la cantidad de objetivos que entrarían dentro de su rango de ataque. Y por ser desarrollos propios no están condicionados en su uso por ningún estado extranjero. Recordemos los impedimentos que tuvo Ucrania para usar los Storm Shadows/SCALP por el uso de componentes norteamericanos, la restricción similar que presenta el Taurus o la reticencia de EEUU para usar las versiones de mayor alcance de los ATACMS contra algunos objetivos rusos.

A la hora de atacar Ucrania, en particular cuando elige a las refinerías, está usando soluciones propias para evitar que su objetivo de desangrar el combustible ruso sea interferido por terceros. Esa capacidad se sigue desarrollando sin importar el resultado de las negociaciones.
Washington y Kiev vienen trabajando un acuerdo millonario para que Ucrania colabore con las empresas norteamericanas en el desarrollo de drones con financiamiento y aportes tecnológicos adicionales aportados por EEUU a cambio de la experiencia ucraniana. Esto implica que EEUU no frenaría el aumento de la capacidad de ataque ucraniana y que, por el contrario, podría estimularla. Y eso termina por cerrar el círculo, porque EEUU aspira a ocupar el espacio que deja Rusia al no exportar combustible y de paso competir con China en India. Las petroleras de EEUU buscan cubrir ese vacío, en particular el lucrativo mercado europeo, que dejó disponible Rusia y que podría ampliarse si funciona la presión sobre la India por el crudo ruso. Que Ucrania siga rompiendo las refinerías de Putin ayuda a esa estrategia.
China es un caso aparte. Trump avisó que por ahora no le aplicará las sanciones secundarias. Sabe que es perder energía en un acto inútil porque no tiene instrumentos para obligar a Xi Jinping, que además mostró su voluntad con su refuerzo a la producción rusa de drones y misiles.
Así es más sencillo entender la advertencia de Putin y su derroche homicida de drones y misiles, la disputa entre EEUU y la India, el refuerzo chino e iraní a Rusia, la irreverencia ucraniana al insistir los lanzamientos contra las refinerías y los pactos ente unos y otros.
Además, por qué Zelensky pide un refuerzo antiaéreo urgente. Si bien la mayor parte de los drones rusos son derribados o desviados, la masividad aumenta el daño que provocan. Y queda por resolver la cuestión de los misiles que deben ser afrontados con una cuota mayor de Patriot. Si Ucrania conjura esa masacre diaria, el aumento en la producción rusa de proyectiles quedaría como un esfuerzo inútil. Y dado que Rusia no puede tener la misma tasa de derribo con los drones y misiles adversarios, es posible entender cuál es la balanza que busca volcar Zelensky.
Esta es la conversación lateral que se está dando mientras el mundo mira los gestos diplomáticos en superficie. La guerra de los drones y misiles tiene una serie de factores cruciales más allá de la fascinación o la indignación que provoque su uso por parte de Rusia y Ucrania. Es posible que esta disputa influya tanto en el desarrollo del conflicto como lo que sucede en el frente de combate. Allí se juega la capacidad de aguante de cada país y, en consecuencia, su habilidad para mantener abastecidas y firmes a sus trincheras en la primera línea.

¿Tendrá relación con lo que publicó Trump mientas se redactaba este artículo? Es algo que está por verse