A casi un año de la invasión rusa a Ucrania, hay varias cuestiones que hoy ya se pueden ir analizando como conclusiones de estos meses y el empleo que cada bando ha realizado de sus distintas armas, así como de la estrategia general.
Uno de ellos es el empleo del poder aéreo por ambos contendientes, que hasta ahora ha llamado bastante la atención. No tanto desde el lado ucraniano, ya que su Fuerza Aérea era pequeña al comienzo de la guerra y sufrió varias bajas en esos primeros días, por lo que poco podía intentar lograr ante la superioridad numérica rusa. Pero en el caso de Rusia ha sorprendido por el escaso empleo de la aviación y por la manera en que fue empleada. Este uso del poder aéreo es tal vez la principal causa de que el conflicto se haya extendido tanto en el tiempo, sin un final previsible en el corto plazo y con un alto número de bajas.
En 1991, occidente lanzó la Operación Tormenta del Desierto para liberar Kuwait luego de la invasión iraquí, en lo que fue hasta ahora la mayor campaña aérea de la historia y la primera guerra en donde el empleo del poder aéreo fue el determinante del resultado de la guerra, con una participación secundaria de los otros poderes. El 17 de enero de 1991 las fuerzas aliadas lanzaron una campaña aérea para destruir el poder militar iraquí y el 15 de febrero se inició la campaña terrestre, aunque el efecto del poder aéreo fue tal que el día 28 de febrero se anunció el fin del avance por tierra sin que se haya librado ninguna batalla relevante, ya que las fuerzas iraquíes estaban ya derrotadas. El efecto del empleo masivo de la aviación tuvo no solo consecuencias en la corta duración de la guerra, sino en las bajas, con menos de 300 muertos para la coalición y más de 20.000 para los iraquíes. Irak, hasta entonces, era una de las mayores potencias de Medio Oriente, pero nunca pudo recuperarse luego de dicha guerra.
Cuando Rusia lanzó la invasión a Ucrania, según el Military Balance, poseían una fuerza de bombarderos de 62 Tu-22M; 60 Tu-95MS Bear; 16 Tu-160 Blackjack. Además, una aviación de caza compuesta por 70 MiG-29 Fulcrum (mayormente fuera de servicio); 18 MiG-29SMT Fulcrum; 85 MiG-31BM Foxhound; 30 Su-27 Flanker de primera generación; 71 Su-27SM Flanker más modernos; 110 Su-30M2 Flanker; 122 Su-34 Fullback; 94 Su-35S Flanker, 70 Su-24 Fencer y 194 Su-25 Frogfoot. Además, se calculaba entre unos 5 y 10 de los nuevos Su-57.
La Aviación Naval, por su parte, contaba con unos 67 aviones de caza entre MiG-31 Foxhound; Su-33 Flanker D y Su-27 Flanker. 44 cazas con capacidad embarcada entre MiG-29KR y Su-30SM y una fuerza de ataque con 46 Su-24M Fencer y 5 Su-25 Frogfoot.
Si bien esta flota estaba muy lejos del poder aéreo de la coalición en la Guerra del Golfo, la oposición también estaba lejos de la que podía plantear Irak, ya que Ucrania solo contaba con unos 37 MiG-29 Fulcrum, unos 34 Su-27 Flanker, unos 14 Su-24 Fencer y 31 Su-25 Frogfoot.
En otras palabras, Rusia poseía casi 140 bombarderos, unos 600 cazas, unos 240 aviones de ataque y unos 200 Su-25 de ataque al suelo, contra unos 70 cazas, 14 aviones de ataque y 31 aviones de ataque al suelo de Ucrania, una relación de más de 10 a 1. A la cantidad se puede sumar el hecho de que muchos aviones rusos son más modernos (todos los cazas ucranianos fueron producidos antes del fin de la Guerra Fría), con armamento más sofisticado y Rusia poseía bombarderos estratégicos y Ucrania no.
Así, Rusia podría haber lanzado una campaña de ataque estratégico contra Ucrania al comienzo de la invasión, destruyendo sus sistemas antiaéreos, de comando y control, su capacidad logística y luego ir contra las concentraciones de tropas. Si hubieran empleado una doctrina al estilo OTAN, hubieran apuntado a la superioridad aérea para luego destruir los puntos neurálgicos del aparato militar ucraniano, reduciendo la conciencia situacional de los comandantes, las comunicaciones entre estos y el frente de batalla y entre las distintas unidades, y afectando el abastecimiento de las unidades en el frente hasta el punto de que carezcan de capacidad de combatir. Luego, deberían haberse enfocado en las concentraciones de tropas para impedir cualquier resistencia organizada o intento de contraataque.
Sin embargo, esto no ocurrió, sino que Rusia hizo un empleo sumamente limitado del poder aéreo, con algunos ataques a instalaciones de radar y bases aéreas en los primeros días de la guerra, que tuvieron un efecto muy reducido en las operaciones y fallaron en neutralizar a la Fuerza Aérea Ucraniana, a pesar de que los altos mandos rusos reclamaron repetidas veces haberlo logrado. La estructura de comando y control ucraniana, sus sistemas antiaéreos y su cadena logística se mantuvieron intactas hasta el día de hoy.
El empleo estratégico del poder aéreo ruso se limitó a lanzar misiles de crucero desde grandes distancias, casi siempre sin entrar al espacio aéreo ucraniano y en muchos casos desde varios cientos de kilómetros del frente, con el objetivo de no exponer a sus bombarderos a los sistemas antiaéreos ucranianos.
La aviación de ataque, básicamente los Su-25 y Su-34, se limitaron a misiones de apoyo aéreo cercano en las líneas del frente, en donde se evidenció que el stock de armas guiadas rusa era sumamente pequeño y se agotó en los primeros días de combate. Esto obligó a que los aviones deban lanzar armas no guiadas, lo cual también demostró que sus sistemas de navegación eran primitivos, ya que carecen de algo parecido al CCIP (Constantly Computed Impact Point, punto de impacto constantemente computado) de los aviones occidentales, que permite lanzar bombas no guiadas con una precisión extrema sin tener que volar cerca del blanco. Como comentario en este sentido, han llamado la atención las imágenes publicadas por el gobierno ruso de las cabinas de sus aviones durante misiones de ataque en las que se veía el uso de GPS civiles, agregados a las cabinas, lo cual evidencia una falta de confianza en el sistema Glonass ruso, así como el hecho de que los aviones no cuentan con sistemas de navegación satelital integrados en su aviónica. Así, se vio a los Su-24, Su-25, Su-30 y Su-34 siendo derribados al volar a baja altura sobre los blancos, identificándose al menos a 10, 25, 11 y 19 respectivamente como destruidos por las defensas antiaéreas ucranianas, más de un 10 % de las flotas de cada modelo (https://www.oryxspioenkop.com/2022/02/attack-on-europe-documenting-equipment.html).
El alto nivel de bajas llevó a que ya antes de la mitad de 2022 el grueso de las misiones de ataque en el frente las realicen los Su-25 lanzando cohetes desde gran distancia, aproximándose a muy baja altura para ascender, disparar e inmediatamente escapar lanzando bengalas. Si bien esto pone al avión atacante fuera de las defensas de corto alcance ucranianas, reduce enormemente la precisión. Esta misma maniobra se ha visto por parte de los helicópteros y ha sido adoptada por ambos bandos.
Ucrania tampoco se ha librado de las pérdidas, con al menos 17 MiG-29, 7 Su-27, 16 Su-25, 13 Su-24M y un avión de modelo no identificado (https://www.oryxspioenkop.com/2022/02/attack-on-europe-documenting-ukrainian.html), lo cual significa casi la mitad de su pequeño poder aéreo.
Doctrina obsoleta
A partir de la segunda mitad de 2022, pero sobre todo entre noviembre de ese año y enero de 2023, Rusia se enfocó en realizar ataques estratégicos contra la infraestructura civil, empleando misiles de crucero (cada vez de forma más esporádica a medida que fueron agotando sus stocks), UAV entregados por Irán y misiles lanzados desde buques y submarinos en el Mar Negro. Si bien se logró afectar seriamente a la red energética ucraniana en pleno invierno, el efecto que tuvo en el desarrollo de la guerra terrestre fue prácticamente nulo.
Lo que se puede percibir, tanto en el empleo de la aviación estratégica como táctica, el uso de una doctrina de los tiempos de la Segunda Guerra Mundial. En el caso del poder aéreo estratégico, se plantea su uso como lo plantearon los estadounidenses durante dicha guerra, siguiendo la teoría de que el bombardeo a la población civil podía afectar su moral y quebrar la voluntad de lucha del enemigo. Esto ya se evidenció como errado en dicha guerra, donde ninguno de los países que sufrió campañas de bombardeo convencional en gran escala vio afectada su voluntad de lucha por las mismas. Solo se puede decir que el empleo de las dos bombas atómicas contra Japón pudieron lograr dicho efecto. Sin embargo, el bombardeo estratégico en la Segunda Guerra Mundial sí fue efectivo cuando se orientó a destruir la industria y la capacidad logística del enemigo, no solo impidiéndole reponer pérdidas y abastecer a las unidades en el frente, sino también obligando a derivar fuerzas de defensa aérea para combatir a los bombarderos.
La campaña de bombardeo estratégica rusa podría haber logrado más efecto si, en lugar de ir contra la infraestructura civil, hubiera ido contra los centros neurálgicos del poder militar ucraniano, pero ahí Rusia se topaba con dos problemas: la incapacidad para poder ubicar de manera eficiente la ubicación de blancos protegidos y la poca precisión de sus armas. Es importante tener en cuenta que muchos de los misiles rusos fueron pensados para ataques nucleares, donde la precisión no debe ser milimétrica, muchas de las armas son viejas (de la época soviética) como los misiles Kh-22 (AS-4 'Kitchen') que fueron lanzados en grandes cantidades hasta que se agotó el stock, y no tienen capacidad para atacar blancos móviles.
En el resto del empleo de la aviación de ataque se ve que se mantiene la doctrina de la Segunda Guerra Mundial, donde los rusos usaron al poder aéreo como una forma de artillería, atacando al enemigo solo en el campo de batalla para facilitar la maniobra de las tropas en tierra, pero sin buscar un efecto estratégico. Rusia, desde ese entonces, ve a la aviación como un arma de apoyo a las unidades de superficie y no como un efector independiente sobre la capacidad del enemigo de sostener la guerra. Por eso la aviación rusa no apuntó a alcanzar la superioridad aérea ni tampoco en el frente buscaron golpear detrás de las líneas enemigas. La no realización de misiones de supresión de las defensas aéreas ucranianas, más la falta de armas de precisión, impide a los rusos cruzar las líneas del frente sin correr un riesgo demasiado alto que hoy no están dispuestos a enfrentar. Así, como se explicó más arriba, se limitan a lanzar cohetes sin precisión mientras sobrevuelan territorio amigo, y el efecto en el campo de batalla es sumamente limitado o prácticamente nulo.
¿Por qué Rusia no ha cambiado su doctrina desde hace 80 años? Es difícil comprender las causas de esto, pero se puede plantear primero el hecho de que desde entonces no han participado de manera directa en ninguna guerra convencional en donde hayan debido enfrentarse al poder aéreo de un adversario, de manera de mejorar su doctrina. Por otro lado, Rusia tampoco realiza grandes ejercicios realistas (en general son solo demostraciones) y mucho menos se ejercita con otras naciones para intercambiar doctrina y evaluar lo que hacen bien y lo que hacen mal. Además, la corrupción y el verticalismo en el esquema ruso lleva a que por décadas los oficiales solo hayan apuntado a obedecer y agradar a sus superiores, sin cuestionar nada, por lo que cualquier falla en la doctrina, el material y el entrenamiento se prefirió que no quede expuesta por temor a represalias. También, Rusia prácticamente no trabaja de manera conjunta con otros países en el desarrollo de sus sistemas de armas, por lo que tampoco puede aprender de las experiencias de otros en ese sentido. Con una inversión en defensa muy inferior a occidente, de la cual una gran parte se pierde en corrupción, en sostener un despliegue militar en una extensión enorme y en mantener material obsoleto, Rusia no ha podido mantener el ritmo de evolución en cuanto a doctrina, entrenamiento y desarrollo de equipamiento de occidente.
La victoria en el poder aéreo
Desde hace tiempo se viene discutiendo sobre la posibilidad de entregarle aviones de combate a Ucrania. El primer problema radica en que la entrega de los mismos demandaría algunos meses para preparar pilotos y personal de tierra, así como adecuar la infraestructura de las bases. En este punto, no sería sorpresa que ya haya personal entrenándose en algún país occidental, lo cual no se rebelaría hasta que no se entreguen los aviones. Sin embargo, hoy occidente ha preferido mantener una guerra de desgaste en Ucrania, que lleve a Rusia a ir lentamente perdiendo toda su capacidad militar convencional, lo cual están logrando, ya que el país ha perdido un buen porcentaje de su material terrestre y aéreo, así como una buena parte de sus mejores militares. Por eso se entrega a Ucrania equipamiento que permite mantener esta guerra de desgaste, pero no se le brinda material que permita alcanzar resultados estratégicos y haga posible finalmente alcanzar una victoria. También es muy posible que haya una fuerte presión desde Rusia para que occidente no entregue armamento que genere un cambio drástico en las condiciones en que se esté peleando, como pueden ser aviones de combate o cohetes HIMARS de largo alcance.
Si bien sería ideal que operen con aviones de alerta temprana, una buena red de radares terrestres y sistemas de interferencia y guerra electrónica podrían darles la ventaja frente a la aviación rusa.
Dotar a Ucrania de aviones de combate en cantidad, como podrían ser F-16 de stocks de diversas fuerzas de la OTAN (muchas de las cuales los están reemplazando), más una buena cantidad de armamento de precisión, permitiría a Ucrania comenzar a emplear el poder aéreo de la manera en que lo hace la OTAN, primero intentando alcanzar la superioridad aérea y la supresión de las defensas antiaéreas rusas para luego atacar los puntos centrales del aparato militar ruso en Ucrania, como son los centros de distribución de armas, municiones y alimentos para las tropas, los puestos de comando y comunicaciones, puentes, vías férreas, etc. Eso privaría a las tropas en el frente de abastecimientos, conciencia situacional y coordinación para realizar operaciones, además de un golpe mayor a su moral, ante el hecho de que podrían ser atacados incluso bien detrás de las líneas del frente, permitiendo a las tropas terrestres ucranianas quebrar las líneas rusas y alcanzar una victoria.
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