Los drusos en el centro de la escena: se inicia otra capítulo del conflicto en Siria
- Ignacio Montes de Oca
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Por Ignacio Montes de Oca
El sur de Siria se convirtió en otro foco de violencia por las disputas internas entre drusos y el intento de Israel de crear un estado tapón en la zona. Mas allá de la pelea intestina, hay un potencial de conflicto internacional que necesita ser explicado. Primero vamos a recordar quienes son los drusos, el actor central de una disputa que ya dejó un centenar de muertos en la última semana. Hablamos de un pueblo de un millón de personas distribuidas principalmente en Siria, Líbano e Israel. Hay entre 500.000 y 700.00 en Siria, 230.000 a 250.000 en El Líbano, 150.000 en Israel, 20,000 en Jordania, 11.000 en territorios palestinos y el resto en una diáspora que incluye a unos 160.000 drusos, la mayor parte de ellos en Venezuela, EEUU, Canadá, Australia y Reino Unido.

Los drusos no son musulmanes en el sentido estricto porque crearon una doctrina religiosa que no incorpora las practicas ni los preceptos centrales del Islam. Los musulmanes tampoco los consideran como parte de su universo. Por el contrario, los observan como una secta herética. El rechazo se fundamenta en que los drusos no reconocen al Islam como guía y la incorporación en sus textos sagrados, la Epístolas de la Sabiduría, de las figuras de Moisés, Jesús y Aristóteles junto a Mahoma. Otras creencias como la reencarnación o “Taqamus”, suman diferencias.
Desde el punto de vista étnico son árabes, pero desde su llegada desde Egipto en el Siglo XI se organizaron como una cultura alejada de los otros grupos como los palestinos o judíos. Es decir, son para el resto una entidad excéntrica y bien diferenciada. La cultura drusa incorpora restricciones para mezclarse con otros grupos a través de matrimonios o la conversión religiosa. Esa tradición les permitió mantener una cohesión y una identidad fuerte a lo largo de los siglos. El sistema de clanes refuerza esa pertenencia. La diferenciación los condujo a crear un estado semi autónomo entre 1921 y 1936 tras el fin de la ocupación otomana y bajo el amparo de Francia en la zona de lo que hoy es la provincia siria de Sweida. El Yabal al Druz dejó de existir con la reunificación de Siria.
El posible renacimiento del estado druso separó a las diferentes corrientes y eso nos devuelve al conflicto en curso. El grupo más poderoso es Ahl al Karamah (Hombres con Dignidad) que opera en la región de Sweida, el núcleo central de la población drusa de Siria. Durante la dictadura de Al Assad fueron uno de los bastiones opositores y protagonizaron varios alzamientos, sin llegar a la lucha armada salvo en el momento de la caída, cuando convergieron en Damasco con las fuerzas del HTS de Al Sharaah.

Pero en ese momento no hubo un enfrentamiento entre los salafistas del HTS y los drusos porque ambos comparten una identidad Siria. Pero aquí es donde hay que hacer una distinción. Los drusos buscan crear una zona autónoma dentro de Siria sin dejar de ser sirios. La Brigada Al Jabal que también está presente en la región de Sweida funciona como una milicia de autoprotección y prometió lealtad al gobierno del HTS junto al grupo Ahl al Karamah, pero también se involucró en la defensa de los drusos en los últimos incidentes.
En el medio, hay clanes tribales drusos como los Al-Atrash y Al Hamdan que hacen pactos de conveniencia con unos y otros de acuerdo con las circunstancias. En los últimos días, Damasco logró el compromiso de estos grupos para contener a los secesionistas en el sur. Es por eso que en los últimos días las milicias tribales drusas se acoplaron a las fuerzas enviadas por Damasco para combatir a los secesionistas. En ese camino colisionaron con el Consejo Militar de Sweida que propone descentralizar el gobierno y aumentar la autonomía drusa. El Consejo Militar de Sweida surgió bajo el liderazgo del desertor del ejército de Assad, Tariq el Shufi. El mando militar lo ejerce Majed Najem Abu Ras, jefe de las milicias Bayraq Suleiman Bin Daoud. Apenas formadas, pidieron la asistencia de Israel y los EEUU.
Junto a ellos está el líder religioso de los drusos sirios, el Sheikh Hikmat al-Hijri, que en su oposición al gobierno de Damasco buscó el respaldo del gobierno de Israel y protección frente a la ofensiva ordenada por Al Sharaah para contener a los autonomistas. El apoyo a al-Hijri proviene de los drusos israelíes asentados en particular en la región de los Altos del Golán. Son los mismos que cortaron las rutas en el norte de Israel el 1° de mayo para reclamar una intervención ante la represión ejecutada por milicias del gobierno sirio en Sweida.

El 30 de abril, un grupo de desconocido atacó al cuartel Ashrafieh Sahnaya. Murieron 16 soldados y en ese punto Damasco decidió intervenir en el conflicto. Estos incidentes marcan el grado de tensión entre drusos y musulmanes y la escalada del conflicto.
Para entenderlo, vamos al incidente que condujo a los incidentes en la zona de Sweida. Todo comenzó el 29 de abril con la aparición de una grabación atribuida al líder druso de la zona sura de Damasco, Marwan Keewan, en donde supuestamente se burlaba de Mahoma. La respuesta fue el ataque de los grupos salafistas al barrio druso de Jaramana y el asesinato de 14 personas cuando los enfrentamientos se extendieron a la ciudad de Sahnaya de mayoría drusa. Los atacantes fueron los clanes musulmanes Al Al Okeidtat y Quran. Estos clanes árabes musulmanes son los que bloquearon las rutas para que los drusos no recibieran refuerzos. Tras la caída de Al Assad, hay porciones enteras de Siria que aún son dominio de clanes armados de diferente identificación étnica y religiosa.
Ante la intervención del gobierno, Israel respondió con una operación aérea para abastecer a los drusos y evacuar a sus dirigentes. También lanzaron ataques aéreos en Hama y Daraa y Damasco en donde dejaron caer un proyectil a metros del palacio presidencial como advertencia. Al mismo tiempo el ministro de finanzas y líder del Partido Sionista Religioso, Bezalel Smotrich, advirtió que el plan de Israel es desguazar a Siria. El presidente del Comité de Seguridad Nacional de la Knéset, Boaz Bismuth, pidió que Israel tome el control total de ese estado. El ministro de defensa Israel Katz advirtió a Damasco que “si no cesan los daños a los drusos en Siria, responderemos con mucha dureza”. En la misma línea que Netanyahu les ofreció también apoyo directo a los kurdos sirios para separarse del gobierno de Damasco. Esa propuesta fue contemporánea con la campaña de destrucción de las instalaciones y los equipos militares que heredaron las fuerzas del HTS tras derrotar a Al Assad. Y como parte de esa estrategia comenzaron a hablar de un estado druso independiente.

Para darle fuerza a los drusos que se sumaron a esa idea, decretaron una prohibición unilateral para que Siria despliegue fuerzas militares en una zona muy amplia que abarca la zona drusa de Sweida y gran parte del sur sirio hasta incluir el sur de Damasco. Para completar su plan, aumentaron la superficie de su invasión a territorio sirio y ocuparon partes adicionales de los Altos del Golán, como por ejemplo el monte Hermón, alegando necesidades de seguridad. Esta combinación de medidas enervó las tensiones. El gobierno del Al Sharaah no tiene un aparato militar convencional que pueda aspirar a hacerle frente al ejército israelí ni equipos o tecnología capaces de desafiar la zona de exclusión militar impuesta por los israelíes. Pero tiene otra arma y es la política tribal. En lugar de enviar unidades convencionales, Al Sharaah inició negociaciones con los jefes tribales drusos del sur. A cambio de promesas de autonomía similares a las que usó para lograr que los kurdos se sumaran a su gobierno, está consiguiendo debilitar a los secesionistas. Junto a esa maniobra envió milicias para apoyar a las fuerzas drusas más permeables al discurso nacionalista sirio y de allí que los enfrentamientos hayan sido entre grupos drusos y que los que apoyan a Damasco se hayan visto reforzadas por la milicia del HTS.

Ese nacionalismo sirio se relaciona con el presente político de Israel. Hay un punto en donde la estrategia de los sectores israelíes que apoyan la existencia de un estado druso choca con las necesidades estratégicas de Israel y tiene que ver con el formato del gobierno de Netanyahu. Los drusos saben que el apoyo a un gobierno propio en Siria depende de la permanencia de Netanyahu o del Likud en el gobierno. O más bien, de su coalición con los grupos de la derecha más radicalizada liderados por los ministros Smotrich y Ben Gvir.
Los nacionalistas religiosos de Israel apoyan la idea de la ampliación del territorio de Israel a expensas de sus vecinos, una idea que es conocida como “el Gran Israel” derivada de un versículo del Génesis que los lleva a reclamar millones de km2 ajenos. Queda claro que un estado druso se superpone al Gran Israel de algunos de los defensores ocasionales de ese grupo. Y ese oportunismo se vincula con otras demandas de los drusos israelíes hacia el gobierno y en particular hacia los grupos más radicalizados.
Tampoco se les escapa que el reconocimiento de un estado títere no es el ideal para recrear al Yabal al Druz habida cuenta de que su autonomía estaría limitada por las decisiones de los grupos políticos dominantes en Israel. Y en ese trámite, se convertirían en objetivos del radicalismo musulmán. Los drusos ya cargan una rivalidad histórica con los palestinos de Hezbollah y sumar a su listado de adversarios permanentes a los salafistas sirios no parece ser un buen negocio a largo plazo. Salvo en Sweida, los drusos sirios comparten zonas con otros grupos.

Así como el Yabal al Druz dejó de existir por un cambio en el entorno estratégico y las necesidades de las potencias del momento, una variación en los compromisos de Israel podría sumergir a los drusos en una campaña de represalia ruinosa como la del Líbano. Aun está fresca la experiencia de los drusos libaneses abandonados a su suerte tras el retiro de Israel con el fin de la invasión de 1982. Y esto nos conduce al otro factor, el de la continuidad territorial de los drusos y que abarca también a las comunidades en Israel y el Líbano.
El clan druso libanés liderado por la familia Jumblatt aun lucha por recuperar su influencia en la política libanesa. Pero allí hay un foco de conflicto con Israel. El jefe de ese clan druso, Walid Jumblatt, la acusa de querer desplazar a los drusos sirios. Jumblatt es parte de la continuidad geográfica de los drusos sirios y libaneses. Sostiene que Israel quiere generar una migración drusa en el sur de Siria. Es el mismo líder que llamó a “darle una oportunidad” a Al Sharrah y pidió el retiro de la fuerza israelí del Líbano.
Ese rechazo a Israel es compartido por el líder espiritual de los drusos libaneses, el sheik Al-Aql Sami Abi al-Muna. Aquí hay un cisma religioso porque, como vimos, el sheik de los drusos sirios apoya los planes israelíes tanto como el de los drusos judíos, el sheik Mowafaq Tarif. Mowafaq Tarif respalda al gobierno israelí desde que se mostró junto a Netanyahu en la localidad de Majdal Shams en los Altos del Golán, en donde un misil de Hezbollah mató a 12 niños drusos el 27 de julio de 2024. Días atrás pidió una intervención a favor de los drusos sirios.
Pero esa relación no es idílica. Los drusos israelíes también reclaman al gobierno por la instalación de nuevas colonias en esa zona considerada un enclave propio. Desde la ocupación de 1967 y la anexión israelí de 1981, se construyeron 30 asentamientos en los Altos del Golán. La presencia de 25.000 colonos judíos comenzó a cambiar la demografía de la zona y el temor es que se pretenda aplicar una política similar a la de Cisjordania en el sur de Siria contrariando la idea del Yabal al Druz con una población consistente de drusos.
Los 150.000 drusos israelíes tienen muchos reclamos pendientes. En particular por el desalojo de poblaciones drusas de sus zonas tradicionales como Yarka, Kisra, Beit Jan, el Monte Meron y la reducción a un tercio de la superficie ocupada por esa comunidad desde 1950. Hay otros reclamos como el fin de la política de incluirlos en el Servicio Militar Obligatorio, una obligación que es optativa para los cristianos y musulmanes israelíes. Junto a ello piden el fin de las restricciones legales y económicas para acceder a sus tierras ancestrales. Para los drusos israelíes el apoyo a un estado propio es la oportunidad para solucionar parte de esas tensiones, pero aun así no se resolvería la situación de la comunidad en los Altos del Golán, que difícilmente sean cedidos a un nuevo Yabal al Druz.

Cuando en 2018 Israel se declaró un estado judío hubo protestas de los drusos que expresaron su desilusión por lo que consideraban otra muestra de discriminación. La idea de segregación se acentúa ante otros gestos del ala nacionalista religiosa del gobierno. En particular, rechazan la presencia de Smotrich, que como encargado de los asentamientos obstaculiza la presencia drusa en los Altos del Golán. Es por eso que lo expulsaron del funeral de los 12 niños drusos sirios asesinados por Hezbollah en Majdal Shams.
Y, al mismo tiempo, los drusos sirios no terminan de confiar en Al Sharaah. Tanto sea porque fue la figura escondida detrás de la masacre de alauitas en el mes de marzo o porque no tiene un control total sobre las facciones más fanáticas del salafismo, hay un riesgo certero para los drusos. Ese riesgo se duplica si en su afán por lograr el control total sobre todo el territorio embiste contra la comunidad drusa invocando el nacionalismo sirio. En el enfrentamiento con Israel, que parece inevitable, los drusos están atrapados en medio de otro caos violento.
Recordemos que para el Islam los drusos son una secta hereje y por lo tanto objetivo cierto de los grupos integristas que abundan en Siria y que los drusos resistieron con un alto costo cada uno de los intentos de sometimiento con una eficacia histórica milenaria.

En esa disputa con Israel podría entrar en juego Turquía. Erdogan ya le advirtió a Netanyahu que es el garante de la reunificación territorial Siria y la mención a un nuevo Yabal al Druz va en contra de los planes turcos para erigirse como protector neo otomano de Al Sharaah. Turquía ya advirtió tanto que no va a permanecer expectante ante la intervención israelí en el sur de Siria y que su idea de una reunificación siria excluye autonomías que debiliten el control de Damasco. Es una receta que Al Sharaah se ve obligado a aceptar.
Erdogan sabe que un gobierno propio de los drusos apoyado por Israel va a crear otros impedimentos en su camino por llegar a la zona central del conflicto entre palestinos e israelíes. Es allí donde se enlaza la cuestión de los drusos y de los palestinos. Queda claro que Turquía está desplazando la influencia de los iraníes y que quiere ocupar el vacío que deja la victoria israelí sobre los grupos alimentados por Irán. Un estado druso favorable a los israelíes en el sur de Siria sería un traspié para lograr ese objetivo.
Y le sumamos una capa más de complejidad al observar que en tanto los drusos son una pieza fundamental para controlar el abastecimiento de los restos de Hezbollah en la región y su eventual renacimiento, la cuestión se torna aún más desafiante para los drusos. Es por eso que la lucha intestina entre los drusos tiene mucho que ver con su historia, pero también con la injerencia de actores externos como todo lo que sucede en Medio Oriente. Si le sumamos las tensiones religiosas tenemos un panorama más claro del presente.

EEUU tomó distancia y el departamento de Estado emitió un comunicado ambiguo en el que afirma que "el sectarismo solo hundirá a Siria y a la región en el caos y en más violencia". Por ahora Trump no parece interesado en intervenir a favor del plan de Israel o de sus adversarios. China se mostró a favor de la integridad territorial de Siria, en lo que se supone un apoyo a Damasco. La Unión Europea pidió el fin de la violencia e impugnó la creación de un estado druso separado al llamar a la integración de las minorías en el gobierno sirio. La Liga Árabe se expresó también a favor de mantener a los drusos sirios dentro del esquema político actual. Arabia Saudita y Qatar emitieron declaraciones separadas condenando los ataques israelíes en Siria. El nuevo Yabal al Druz no cuenta con apoyo fuera de Israel.
De estos apoyos se desprende que el intento de Israel de promover la creación de un estado autónomo druso no recibió por ahora el apoyo de los grandes centros de poder global. Incluso si lo pusiera bajo su protección militar, no cuenta con respaldo político para sostenerlo. Los drusos, ya sea que hablemos de los que habitan en Siria, en Israel o en el Líbano, son un factor separado en cualquier ecuación de poder de Medio Oriente. Ahora son parte del juego de Siria e Israel, junto con el de las potencias regionales activas en este escenario. Por ahora el estado druso es una ilusión y un arma en un juego estratégico que arrastra a Siria e Israel a una confrontación abierta. Detrás de ellos hay actores que permanecen a la espera mientras el sur sirio muestra que la guerra civil en ese país está lejos de terminarse.