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Luchando contra las drogas en los mares latinos

La guerra contra el narcotráfico es larga, pero a medida que evoluciona el narcotráfico, las formas de combatirlo también cambian.

Por Santiago Rivas

El narcotráfico es ahora uno de los principales temas de seguridad en América Latina, con un aumento en la producción, pero, lo más importante, de la violencia generada por el narcotráfico. A pesar de que los principales consumidores siguen siendo Estados Unidos y Europa, otras regiones del mundo también crecieron en la cantidad de personas que consumen drogas, incluida América Latina. La presión ejercida por el gobierno colombiano, donde se produce la mayor parte de la cocaína, contra los narcotraficantes, llevó a que la producción creciera en otros países de la región con menos controles, como Ecuador, Perú, Bolivia y Brasil.

El consumo mundial de drogas creció casi un 20% entre 2006 y 2014, según la Oficina de la ONU contra la Droga y el Delito (UNODC), lo que significa que 247 millones de personas consumieron drogas durante el año y que 29 millones padecen trastornos provocados por las drogas.

Pero, según el seguimiento de la producción de drogas en Colombia, la producción de coca ha crecido a un ritmo más rápido. Los datos publicados por UNODC señalan que en 2014 había 69.000 hectáreas cultivadas con coca, mientras que en 2015 había 96.000. Ese año, el gobierno colombiano decidió dejar de fumigar las plantaciones ilegales con glifosato, utilizando aviones, para evitar problemas ambientales. Posteriormente, solo se realizó la erradicación manual, lo que provocó un aumento considerable de la plantación de coca. Según informó el gobierno estadounidense en marzo de este año, en 2019 la superficie alcanzó las 212.000 hectáreas el año pasado, un incremento de casi 2% respecto a las 208.000 hectáreas del año previo (las cifras informadas por el gobierno colombiano son de 168.000 hectáreas en 2018). Además, se calcula que la producción de cocaína pura alcanzó en ese año las 951 toneladas, un alza del 8% con respecto a 2018. Estos números hay que relacionarlos con que entre 2000 y 2010 la superficie con coca en Colombia se redujo de 162.500 a 62.000 hectáreas, gracias a la fumigación con glifosato. Según el gobierno colombiano, en 2019 la erradicación manual alcanzó las 100.000 hectáreas, un 58 % más que en 2018, aunque con un costo de 10 muertos y 50 heridos graves, mientras que se incautaron más de 492 toneladas de cocaína y pasta base de coca.





En tanto, en Bolivia hay unas 25.500 hectáreas de coca, con un aumento de superficie del 10 % entre 2018 y 2019, según informó el pasado 29 de julio la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC). Por su parte, Perú ha crecido de una manera importante, alcanzando las 72.000 hectáreas en 2019, según reportó el gobierno estadounidense en julio pasado, con un crecimiento del 38 % con respecto al año anterior.

Así, los últimos datos publicados por la UNODC indican que en 2018 se alcanzó un récord histórico con 1723 toneladas de cocaína pura, un 4,6 % más que en 2017, continuando una tendencia de crecimiento sostenido desde 2014. Es importante resaltar en este punto que entre 2007, cuando se había alcanzado un pico de 1381 toneladas, las políticas aplicadas en Colombia habían logrado que la producción global baje a 869 toneladas.




La mayoría de las drogas que van a Europa salen del continente por Brasil, Surinam o Venezuela, y en este último país muchos funcionarios, entre ellos el actual vicepresidente, Tareck El Aissami, están acusados internacionalmente de narcotráfico. La droga que va a Europa por lo general, se transporta en aviones ejecutivos, en viejos aviones de pasajeros o en barcos mercantes, hasta África, desde donde se lleva a Europa, o directamente a Europa. Como generalmente se mueven entre América del Sur y África donde hay controles laxos, es relativamente fácil para los narcotraficantes mover grandes cargas. La droga que sale de Venezuela es mayoritariamente de origen colombiano y boliviano, mientras que la que sale por Brasil proviene de todos los países productores de la región.

Pero, como el principal consumo está en Estados Unidos, para la región latinoamericana el principal problema es el tráfico desde los países productores de América del Sur hacia el norte, cruzando el Mar Caribe o el Océano Pacífico.

La costa colombiana en el Pacífico está llena de pantanos, pequeños ríos y selva, siendo el lugar ideal para esconder pequeñas embarcaciones utilizadas para transportar drogas. En esta región de Buenaventura y Tumaco, cercana a la zona de producción del Valle del Cauca, los traficantes utilizan mini botes sumergibles para transportar entre 4 y 8 toneladas de cocaína. Hasta el 2017 unos 50 ya fueron capturados en su viaje a Centroamérica o México, desde donde “saltan” a Estados Unidos. Los narcotraficantes colombianos intentaron llegar a Estados Unidos con los mini submarinos, pero fueron detenidos por el cartel mexicano de Sinaloa, que controla la ruta entre México y Estados Unidos. Además, a veces utilizan barcos mercantes y pesqueros.

Mientras que el narcotráfico es perseguido dentro de Colombia por la Policía Nacional, a lo largo de las costas colombianas y dentro de las aguas territoriales la Armada y la Fuerza Aérea de Colombia están a cargo, mientras que en aguas internacionales operan la Fuerza Aérea, la Armada y la Guardia Costera de los Estados Unidos, sobre todo en el Océano Pacífico hasta las costas de California, para disuadir las operaciones en el área. Con base en el Aeropuerto Internacional de El Salvador, aviones E-3 Sentry de la USAF, E-2 Hawkeye y P-3 Orion de la US Navy y P-3 AEW del Servicio de Aduanas de Estados Unidos operan sobre el mar para detectar cualquier actividad irregular y enviar los buques de la Guardia Costera de Estados Unidos para inspeccionar.



OPV ARC "20 de Julio", construido por COTECMAR para la Armada de Colombia. Foto: Erich Saumeth.


La Fuerza Aérea de Colombia utiliza el Cessna SR26 Horus, que es un Citation con un radar de apertura sintética, y la Armada de Colombia utiliza el Airbus C295MPA Persuader para patrullar los mares. Además, la Marina usa uno de sus OPV de la clase 20 de Julio, el ARC “7 de Agosto”, en el Pacífico, junto a la corbeta ARC “Nariño” y los otros dos están en el Caribe. Además, en Buenaventura están basadas algunas embarcaciones ligeras para patrullar las costas, parte de ellas construidas localmente por Cotecmar. La “7 de Agosto” está equipada con el sistema de lanzamiento para UAV Scan Eagle.

En el mar Caribe los narcotraficantes suelen salir de las costas colombianas en embarcaciones tipo “go fast”, que son lanchas muy rápidas, con hasta cuatro motores y alcanzan más de 40 nudos. El Cessna SR26 Horus y los Persuader se utilizan para detectarlos y los Basler AC-47T cañoneros se utilizan para seguirlos. La lentitud de los mismos y su autonomía es perfecta para seguir a las embarcaciones y guiar a las naves de la Armada de Colombia o de la Guardia Costera de Estados Unidos para capturarlas. Vuelan unas 7 millas por detrás, en un patrón S, y han logrado muy buenos resultados.

Las rutas del “go fast” suelen ser hacia los países de Centroamérica y México, principalmente Honduras, Guatemala y Nicaragua o hacia Cuba, Puerto Rico o República Dominicana en el Caribe. Los colombianos suelen desplegar aviones a la isla de San Andrés, cerca de la costa nicaragüense, mientras que el gobierno de Estados Unidos generalmente despliega E-3 Sentry y Orion en Curazao y Puerto Rico, y la Guardia Costera de Estados Unidos patrulla el Caribe, las aguas entre las islas y la costa de Estados Unidos y el Golfo de México. La Armada de México patrulla toda la zona a lo largo de sus costas.

El problema en Centroamérica es que los países casi no tienen recursos para combatir el narcotráfico. Si bien Panamá y Costa Rica no tienen fuerzas armadas, los demás carecen de cualquier tipo de aeronave de patrulla y sus armadas están equipadas con embarcaciones muy pequeñas para patrullaje costero.



Aeropuerto de Comalapa en El Salvador, con la plataforma del Comando Sur de Estados Unidos en primer lugar, con dos Orion.


El coronel Mario Grajeda del Ejército de Guatemala explicó que la fuerza realiza patrullajes a lo largo de la costa del Pacífico, pero la Armada cuenta con muy pocas embarcaciones, muy livianas y mal equipadas, incapaces de patrullar toda la costa del país.

La droga que sale de Venezuela hacia Estados Unidos va alrededor del 90% en avión, tratando de evitar el espacio aéreo colombiano, ya que podrían derribarlos. Colombia tiene el acuerdo Air Bridge Denial con EE.UU., para coordinar la interdicción de los aviones ilegales.

Colombia tiene acuerdos, además de Estados Unidos, con México, Guatemala y Honduras, mientras se quejan de que no hay ayuda del gobierno de Nicaragua.

En el caso de Panamá, el problema es que desde los puertos panameños se utilizan embarcaciones pequeñas, principalmente pesqueras, para abastecer a los mini submarinos en el mar y es muy difícil controlarlos.

El principal desafío que enfrenta la región ahora es lograr un mayor compromiso de Venezuela y algunos países centroamericanos para ayudar a combatir el tráfico y cómo controlar las actividades del tráfico en países como El Salvador, Honduras y Guatemala, que tienen muy poco presupuesto de seguridad y defensa y mucha corrupción. En México, la guerra contra las drogas sigue fuera de control, a pesar del esfuerzo de las autoridades federales, pero la corrupción y el gran poder de las organizaciones criminales dificultan mucho las cosas.

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