Por Santiago Rivas
Hay una frase, muy conocida y cuyo autor desconozco, que dice que “el primer acto de corrupción que un funcionario público comete es aceptar un cargo para el cual no tiene las competencias necesarias”, algo que hoy vemos en la defensa argentina cuando ésta vuelve a quedar en manos de incompetentes. Lamentablemente, cuando, tras otros cuatro años de mala gestión en defensa (que continuaron otros cuatro años de mala gestión anteriores) había una esperanza de recuperación, vemos que seguimos eligiendo gobiernos que no comprenden que sin defensa no hay desarrollo.
A pesar de que durante la campaña presidencial de Javier Milei se puso énfasis en recuperar la defensa, donde Victoria Villarruel planteó, con mejores ideas y argumentos que todos sus adversarios, la necesidad de implementar un plan para revertir el proceso de deterioro de las Fuerzas Armadas, que lleva 40 años, finalmente el presidente electo prefirió tirar por la borda todo lo que se prometió y nombrar, una vez más, al frente del Ministerio de Defensa a alguien sin conocimientos en el tema, solo para devolver favores políticos, dejando en claro que mantiene la idea de la vieja política (aquella que prometía cambiar) de que la defensa es irrelevante y su ministerio solo sirve para dar cargos (y sueldos) a cambio de favores. Y el voto de millones de argentinos que confiaron en que se cumplirían las promesas de campaña… bien, gracias.
La designación de Luis Petri como ministro de defensa, quien no solo no tiene conocimientos del tema, sino que cuando se expresó sobre defensa solo planteó que sostiene la errada idea de que las Fuerzas Armadas deben primordialmente apoyar a las Fuerzas de Seguridad, demuestra que no se va a poder esperar ninguna mejora en las Fuerzas Armadas y habrá que esperar otros cuatro años para que algo cambie.
El desplazamiento de Villarruel de las áreas que el propio Milei le había asignado, como eran Defensa y Seguridad, también dejan a la luz que tampoco se han cambiado los métodos sucios de la vieja política, de traiciones, oportunismo e incumplimiento de las promesas de campaña, lo que genera más dudas de si este gobierno realmente será un cambio en algún aspecto, o solamente cambian las caras (y no todas) pero el resto sigue igual.
La defensa necesita de un Ministerio dirigido por personal calificado y que entienda para qué una nación tiene Fuerzas Armadas. La Argentina aspira a ser una nación desarrollada y, como tal, debe mirar cómo las naciones desarrolladas miran a su defensa. Actualmente, ninguno de los países que son como la Argentina desea ser tiene políticas de defensa como las que el país viene llevando a cabo desde 1983. Tampoco en ninguno de esos países se considera que el rol de las Fuerzas Armadas sea el apoyo a las Fuerzas de Seguridad, excepto en casos muy excepcionales, como ante ataques terroristas o conmoción interior. Hoy la Argentina no vive ninguna de esas dos situaciones como para que los políticos planteen como tema central el uso de las Fuerzas Armadas apoyando a las Fuerzas de Seguridad, algo además injustificable en un país con 24 policías provinciales y 4 Fuerzas de Seguridad federales.
En 2018 el nuevo ministro había planteado en Twitter que “no se avizoran hipótesis de conflicto de origen externo” y que “resulta indispensable que las FFAA brinden apoyo logístico a las Fuerzas de Seguridad en la persecución de delitos transnacionales” (aquí) dejando en esta nota su postura de priorizar el apoyo a las Fuerzas de Seguridad, algo congruente con el hecho de que Petri fue designado en el ministerio por Patricia Bullrich, de nuevo ministra de seguridad, y claramente con el fin de que Petri articule la defensa en apoyo de la seguridad.
Si bien el crimen transnacional ha crecido en todo el mundo, la participación de las FFAA en su combate sigue siendo una tarea subsidiaria de éstas, por lo que solo se debe tomar en cuenta luego de que las fuerzas tengan cumplan eficazmente sus misiones principales.
El planteo de Petri, repetido hasta el cansancio por todos los radicales, de que el país no tiene hipótesis de conflicto, demuestra su desconocimiento del tema, ya que no solo el país tiene hipótesis, sino que tiene un conflicto, al tener parte del territorio nacional ocupado por otro estado. Pero también desconoce que vivimos en un mundo donde las tensiones son cada vez mayores, al igual que la incertidumbre, donde los conflictos están surgiendo en todo el planeta y estos se vuelven globales, sin que haya ninguna región que pueda estar ajena. Prepararse para una guerra lleva muchos años, por lo que una de las labores de la defensa es pensar a futuro qué conflictos puede haber y prepararse para enfrentarlos, aún cuando estos se vean improbables en el corto plazo.
Ucrania no esperaba ser invadida en 2022, Israel no esperaba ser atacado salvajemente en 2023, Guyana no esperaba la amenaza que hoy se cierne desde Venezuela y contra la que poco puede hacer. No nos olvidemos tampoco que aún en la Segunda Guerra Mundial, la primera batalla naval fue a pocos kilómetros de nuestras costas, y hoy el mundo está totalmente globalizado, donde cualquier conflicto de gran escala afectará de manera directa a la Argentina y sus intereses.
Petri desconoce que la misión de las Fuerzas Armadas es dedicar todo su tiempo para educarse, entrenarse, adiestrarse y alistarse para enfrentar cualquier amenaza a la soberanía de la nación, la integridad de sus habitantes y sus intereses, y eso se manifiesta cuando se genera una capacidad de disuasión suficiente para que no sea necesario emplear la fuerza. El principal objetivo de un aparato de defensa es que “no pase nada”, que no sea necesario emplear el instrumento militar porque se posee una capacidad de disuasión creíble.
Además, la capacidad militar de una nación es uno de los puntos que más tienen en cuenta los demás países a la hora de negociar acuerdos comerciales o alianzas. Nadie tiene en cuenta al país que no demuestra que protegerá sus intereses o los de aquellos que inviertan en él. Ya no se trata de hipótesis de conflicto, sino que la defensa actúa como un brazo de la política exterior y es un actor central en los acuerdos comerciales entre estados. Querer un desarrollo económico sin tener en cuenta a las Fuerzas Armadas es no entender de economía.
Si se saca a los militares de su función primaria para emplearlos en una secundaria de manera permanente, el estado dejaría de poder cumplir su función de disuasión y el riesgo de tener un conflicto se incrementa. Además, la nación pierde soberanía, ya que deja de tener, parafraseando al ex ministro de defensa brasileño Celso Amorim, “la capacidad de decir que no cuando hay que decir que no”.
Que Petri solo se haya referido a las Fuerzas Armadas alguna vez citando su uso en seguridad es preocupante, más aún cuando este planteo ha sido repetido por los equipos de Juntos Por el Cambio repetidas veces y nunca se han referido al rol primordial de las Fuerzas Armadas.
El equipo que trabajó junto a Victoria Villarruel para armar una política de defensa que recupere a las Fuerzas Armadas y les brinde la capacidad para cumplir con su misión realizó un excelente trabajo con una profundidad que no tuvieron los demás partidos, pero lamentablemente fue dejado de lado en pos de entregar el ministerio para cargos políticos.
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