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Foto del escritorSantiago Rivas

Que no sea una tragedia más


Por Santiago Rivas

Es difícil escribir desde la bronca que se siente cada vez que vemos morir en la Argentina, una vez más, a otro militar, debido a la obsolescencia de los equipos que operan. Más aún cuando, una vez más, fue alguien que conocí y con quien trabajé, pudiendo ver en persona el nivel de profesionalismo que tenía Gonzalo Britos. Y una vez más, como tantas otras, esperamos que lo sucedido sirva para generar un cambio, aunque ya no lo esperamos, porque hemos aprendido que quienes pueden hacerlo, desde la política, tienen otros temas en su agenda y nada les importa la defensa.

Y cuando no les importa la defensa es cuando debemos entender que no les importa nada de la patria por la cual deberían servir. Y esto creo que hoy aplica no solo a la Argentina, sino a la realidad de casi toda América Latina.

La primera razón de la organización de la humanidad y muchas otras especies animales en sociedades fue la de darse protección mutua, principalmente ante depredadores, pero también para poder tener más fuerza y capacidad a la hora de conseguir su sustento. En otras palabras, la defensa y seguridad (y debe entenderse que la defensa es parte de la seguridad de una nación) son el primer pilar sobre el que, desde siempre, se han sustentado las sociedades. Todo lo demás vino una vez que se alcanzó ese punto. No progresamos si no estamos seguros, no somos felices si no sentimos que tenemos seguridad para nosotros y los nuestros. Sin seguridad no hay inversión, no hay progreso, no hay justicia, no hay nada. Por eso, no hay sociedad posible sin defensa y seguridad.

Cuando hoy, no solo desde la política, sino desde un gran sector de la sociedad, se ve a la defensa como un gasto inútil, es porque se ha perdido la noción de lo que es la sociedad y se ha dejado de comprender qué es lo que permite la existencia de todo lo otro. Se puede decir que en una parte de la sociedad es una falta de educación lo que lleva a no comprender la importancia de la defensa y seguridad, pero también se puede ver que otro sector lo hace porque le conviene gobernar y operar en estados con instituciones débiles, en un camino que hoy parece llevarnos a un nuevo sistema feudal y nuevos sistemas autoritarios que se nutren de la disgregación de las sociedades. En la Argentina nos hemos cansado de criticar a los políticos por el desastre que, desde 1983, vienen haciendo con la defensa, sin que ningún presidente ni ningún ministro de defensa ni la mayor parte de sus equipos, haya dejado de tener su responsabilidad y su absoluta falta de mérito. Da vergüenza hoy ver ex ministros hablando de defensa como si fueran expertos, cuando solo han sido corresponsables del desastre actual, por sus acciones, sus omisiones y su ignorancia.

Pero también son un reflejo de la sociedad, que ha perdido la visión más allá de sus narices, son un reflejo de unos medios de comunicación de bajísima calidad que se han cansado de disparar contra las Fuerzas Armadas, en un intento de revanchismo llevado a cabo en defensa de la ideología de muchos de los empleados de dichos medios (que no puedo llamar como periodistas, ya que no hacen periodismo, solo propaganda), y también es la consecuencia del voluntarismo del personal de las Fuerzas, que acepta una y otra vez la denigración a la que son sometidos cuando se les niega cualquier mejora en las capacidades para cumplir su misión, desde los salarios, el equipamiento y el presupuesto para poder entrenarse y adiestrarse como corresponde. Es el reflejo de la falta absoluta de un proyecto de país, porque cualquier proyecto de una nación comienza por asegurarse de que todos lo que integra esa nación esté debidamente protegido. Es la muestra de sociedades que se están desintegrando, donde se ha olvidado el concepto de patria, quedando solo como algo abstracto y que nadie termina de comprender verdaderamente qué significa.

Hoy no vale la pena pedir que los políticos reacciones ante otra tragedia, ya sabemos que ni siquiera el desastre del ARA San Juan y la pérdida de 44 vidas los conmovió ni generó ningún cambio. Y eso no va a suceder porque es la sociedad la que en su conjunto no se los demanda, y porque saben que podrán seguir exigiendo a las Fuerzas Armadas, como hoy lo hacen ante la pandemia, el mayor de los sacrificios, y que su personal lo va a cumplir, porque su vocación está por encima de todo.

Y esto seguirá siendo así mientras no se comprenda que el desafío para reconstruir la nación comienza por volver a enseñar a la sociedad que no hay futuro sin instituciones, y que por sobre todas las instituciones de la sociedad, aquellas que le dan seguridad y la protegen son las más importantes de todas. La Argentina alguna vez obtuvo su independencia gracias a sus armas y sus militares que pelearon contra quienes querían mantenerla una colonia, mantuvo su integridad, contra enemigos externos e internos, gracias a su capacidad para defenderse o para disuadir a quienes la amenazaban, y a ha comenzado a perder todo eso desde el momento en que quienes tuvieron el poder decidieron que eso era algo que debía ser destruido.

Quienes queremos volver a tener una nación que valga la pena, con instituciones fuertes, debemos trabajar por mostrarle a la sociedad la importancia de las Fuerzas Armadas como uno de sus pilares más importantes, para que sea la sociedad la que demande a los gobernantes el cambio de rumbo que el país debe dar en la defensa.

En estos tiempos, somos muchos los que a veces nos planteamos si vale la pena el esfuerzo o si es mejor tirar la toalla y pensar en irnos. Hoy veo incluso a muchos militares amigos plantearse si vale la pena seguir arriesgando sus vidas ante una “patria” que ya prácticamente no existe, porque se ha desintegrado. Y lo primero que da desesperanza es la indiferencia de una gran parte de la sociedad, o ver que muchos de los que se indignan cuando estas tragedias suceden, a los pocos minutos ya se han olvidado, o simplemente esperan que otro haga el trabajo de recuperar la sociedad. Y cuando esperamos que otro nos resuelva los problemas, solo dejamos el espacio libre para que lo ocupe aquel que solo quiere resolver los suyos. Y así hoy tenemos la política que tenemos, ocupada solo por aquellos que han ido allí a resolver sus propios problemas y satisfacer su codicia.

Así como en una batalla el esfuerzo de cada soldado es un grano de arena indispensable para construir una victoria, en una sociedad es el esfuerzo decidido de cada ciudadano por no dejar de pelear para fortalecerla. Y ese esfuerzo debe ser permanente, no solo de un día en que nos indignamos, comprendiendo que nadie es exitoso de verdad en un país fracasado, por lo que ese esfuerzo por mejorar el país, aunque sus resultados no se vean fácilmente, es tan importante como el esfuerzo que hacemos por mejorar aquello que tenemos cerca.

Hoy, cuando vemos mayores niveles de inseguridad, una economía colapsando, una corrupción e impunidad enormes, gobiernos que solo siguen su propia agenda, que no es la de la nación ni la de sus ciudadanos, cuando millones de personas la pasan mal por la ineficiencia de quienes administran el estado desde hace muchas décadas, es más que evidente que el presente es el resultado de haber dejado de hacer ese esfuerzo.

Ojalá esta nueva tragedia y el saber que las anteriores no generaron cambios, debido a que la gente no siguió presionando para que ello suceda, sirva para tomar conciencia de que hay que cambiar la forma de involucrarse, que hay que comprometerse en serio para aportar cada uno su parte y dejar de esperar que otro haga el cambio. Que no hay que dejar de insistir en ese cambio, aunque pasen días, meses o años, porque nada se logra en el corto plazo, nada se logra sin esfuerzo y nada se logra si no podemos convencer a otros de que se sumen, enseñando y divulgando por qué es importante hacerlo.

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