Por Ignacio Montes de Oca
Ucrania cumple ya 2 semanas de la “Operación Dislexia” que llevó a invertir los términos de invasor-invadido. La zona de territorio ruso bajo su control aumentó a 1.250 km2 y ya ocupó 90 poblaciones. Ahora podría agregar otros 700 km2 en la nueva fase de su ofensiva.
Con la destrucción del último puente sobre el río Seym, Ucrania cortó la ruta de suministros desde el norte hacia el sudoeste de Kursk. A Rusia le queda abierto un corredor al este, que es por donde Ucrania enfoca el grueso de su ataque. Las tropas rusas en la zona corren el riesgo de ser embolsadas. Rusia desplegó un pontón sobre el Seym, pero es un riesgo mayúsculo. En mayo de 2022 los rusos intentaron un cruce similar sobre el río Seversky y perdieron 80 tanques y blindados, junto a unos 400 soldados. Aún no habían llegado a Ucrania ni los HIMARS ni los SCALP o los ATACMS. Un pontón ruso apenas puede tolerar 80 toneladas de peso, lo que obliga a un paso lento con un ritmo menor de carga y a acumular tropas y equipos en las cabeceras, toda una tentación para Ucrania que explica porque aún no los dieron de baja con un mensaje de tungsteno.
El plan de Ucrania parece ser simple en lo inmediato y la voladura del tercer puente sobre el río indica que podrían estar buscando ocupar un espacio rectangular con el río Seym en el lado superior como defensa natural y las fronteras oeste y sur como lados inferior e izquierdo. Este enfoque les permitiría concentrar sus esfuerzos hacia la zona de Kursk, la ciudad y su principal activo nuclear, y apuntar a cortar las rutas viales y ferroviarias hacia Belgorod y, lo más importante, a la que abastece a la ofensiva en Vovchansk con dirección a Kharkhiv.
La ruta ferroviaria entre Bielorrusia y Rusia está bajo fuego ucraniano al igual que la ruta E106 que va de Kursk a Belgorod. La caída de Kerenovo ahora puso a toda la zona dentro del alcance de los drones ucranianos que se alimentan en base a una dieta de vehículos rusos. La caída de Kerenovo amenaza la ruta E38 que comunica a Lgov y su nudo ferroviario. Parece ser el siguiente objetivo ucraniano, que sigue sin encontrar una resistencia masiva de parte de Rusia. Putin debe haber mandado refuerzos por Amazon y olvidó que se fue de Rusia en marzo de 2022.
Un dato importante: en la primavera boreal, dentro de un mes, comienza la “raspuitsa” y la zona se convertirá en un lodazal. Las rutas pavimentadas van a ser vitales para la logística, que ya se entendió es la clave hemodinámica para sostener viva la ofensiva y la defensiva. Ucrania ya comenzó a cavar posiciones defensivas en Kursk, lo cual revela sus intenciones de permanecer en la zona y que no se trata de una incursión temporal. Crear una zona alejada de su frontera y al mismo tiempo retener un territorio para un canje es un objetivo razonable.
Rusia también está construyendo trincheras en Lgov y en torno a la ciudad de Kursk, lo que a su vez corrobora que no parece estar dispuesta a una contraofensiva en lo inmediato o que carece de medios para llevarla adelante. Esto nos conduce a los objetivos de cada país. Por incapacidad logística o porque no quiere aflojar en su ofensiva en el Donbás, Putin no frenó a los ucranianos que, de hecho, siguen avanzando a dos semanas de iniciada la invasión. El dilema de Rusia es tan sencillo como un vaso de vodka: perder territorio propio o ajeno.
Rusia avanzó en el Donbás y tomó Niu York tras un mes y medio de intentos. Ahora amenazan las ciudades de Toresk y Pokrovsk y los intentos de las tropas ucranianas por ahora fallan a la hora de frenar su marcha. No hay suficientes hombres y municiones. El estado de situación muestra que Rusia apuesta todo en el Donbás y Ucrania en Kursk. Es probable que ambos compitan para ver quién es el primero en mover sus reservas para frenar el avance del otro en el frente más débil. Es una movida arriesgada para los dos.
No obstante, hay un contraste de circunstancias que es decisivo. Ucrania avanza sobre terreno casi desprovisto de defensas mientras que Rusia embiste contra posiciones preparadas con años de antelación. En la diferencia de pérdidas queda más claramente explicado. Si lo que va a marcar el rumbo y el resultado de la guerra son los recursos disponibles, entonces es importante evaluar el ritmo de pérdidas materiales de cada bando. Además, eso nos permite analizar cuál de los dos hace un uso más eficiente de sus recursos militares.
El problema crónico de Rusia son las bajas y que, además, se aceleraron desde mayo. Rusia recluta 30.000 soldados por mes, pero pierde una cantidad similar entre muertos, heridos e incapacitados. Este mes debe sumarle unos 2.500 más entre los prisioneros tomados en Kursk. Esta cantidad se daba con los frentes abiertos antes de Kursk. Con Ucrania atrincherada allí, puede dispararse y el saldo será aún más negativo. El acumulativo terminaría drenando hombres u obligando a Putin a llamar a un nuevo y mayor enrolamiento y a sus consecuencias.
Las bajas indican el costo que tiene para cada bando la guerra y marca sus posibilidades futuras e impacta en la opinión pública de cada país. Un T-90 o un Marder no tienen familias que los velen. Cada baja humana insta a la sociedad a evaluar el rumbo y el sentido de la guerra. Es importante remarcar eso que parece un tema menor, pero que en un análisis más profundo es lo que realmente influye en el grado de apoyo a cada gobierno durante un conflicto, al tiempo que el sentido de cada perdida depende de si se trata de una campaña que avanza o retrocede.
Rusia tiene 149 millones de habitantes frente a los 38 millones de Ucrania. Se supone que allí hay una ventaja, pero en los hechos se diluye porque Rusia necesita abastecer con fuerza de trabajo a su industria militar que ocupa a 3,2 millones de hombres.
En cambio, Ucrania tiene por retaguardia industrial a Occidente y hace un uso más cuidadoso del recurso humano por lo que pierde hombres a un ritmo mucho menor. La tasa históricamente baja de desocupación que Putin usa para alardear esconde una anemia de soldados en el frente. Las redadas a inmigrantes en Rusia para alimentar a la picadora de carne arreciaron en todo el territorio. Pero, aunque los problemas de enrolamiento son similares, las complicaciones militares no lo son y desfavorecen a Putin. Hora de hacer matemáticas castrenses.
El relevamiento de @naalsio muestra que en lo que lleva la ofensiva rusa en el Donbás, Rusia perdió 1.617 vehículos y entre ellos 496 tanques. Ucrania perdió 319 vehículos, contando 78 tanques. Las proporciones son delirantes. 1 a 5 en total y 1 a 6 en tanques a favor de Ucrania. En ese lapso Rusia avanzó 24 km en 9 meses. Ucrania en Kursk, 42 km en 14 días. Comparemos con lo sucedido en ambos frentes para medir la eficiencia de cada bando en la toma de territorio adversario. Desde enero Rusia avanzó a un ritmo de 87 m diarios. Ucrania en Kursk, 3.000 m.
Ponderemos bajas de vehículos para medir la eficiencia en su uso. Ucrania perdió 51 vehículos en Kursk, entre ellos 4 tanques. Rusia 27, contando 6 tanques. Los rusos ganan en la ratio de vehículos por 2 a 1, pero pierden en el de tanques por 1 a 1,2. Cifras, no opinión.
Pero es el costo por kilómetro ganado: Rusia pierde en el Donbás 41 tanques por cada kilómetro de avance. Ucrania 1 cada diez kilómetros. Aunque ambos están atacando y se supone que el que defiende tiene menores perdidas, Rusia no parece haberse enterado de ese concepto. Es decir que Urania avanza haciendo un uso más eficiente de los recursos y evita un desgaste en el que Rusia puede obtener una ventaja para imponer su mayor tamaño y capacidad de recursos. La “atrición” no funciona como fue vendida, busquen el ticket para devolverla.
Rusia debe encontrar ahora más soldados para cubrir más espacios en un frente que ahora se adentra en su suelo, La movilización de septiembre dirá si llega, porque el tiempo avanza, y Ucrania también. Necesita más masa, porque el reciclaje de material soviético no es suficiente. Este dilema es similar al de Ucrania, que tiene fuerzas insuficientes en el Donbás para evitar el avance ruso. Aquí hay una primera conclusión sorprendente. Era cierto que a Ucrania le faltan tropas. Pero a Rusia también, pese a que la cuadruplica demográficamente.
Dado que Ucrania le dio a Putin una sorpresa amarga al caer en la trampa de Zelensky que le hizo creer que ya no tenía más fuerzas, ahora el líder ruso debe desconfiar ¿Y si Ucrania cuenta con más brigadas adicionales para usar en Kursk o Belgorod? La idea no es una especulación.
El 4 de julio pasado, Zelensky se lamentó por la demora en la llegada de las armas desde Occidente. Dijo “tenemos 14 brigadas listas, pero nos faltan armas para equiparlas”. En Kursk entraron 5 o 6 brigadas ya existentes y queda claro que el presidente ucraniano fingía debilidad. Esto nos lleva al escenario exterior, porque si hubo un momento en que el que Rusia necesita de un aporte de sus aliados desde que inició la segunda invasión a Ucrania, es sin lugar a dudas éste, en el que su integridad territorial fue avasallada por primera vez en 7 décadas.
Putin firmó una alianza estratégica con China y acuerdos de defensa con Irán, Corea del Norte y Bielorrusia, que además comparte suelo común por el Tratado de la Unión. Ninguno gatilló esos acuerdos para salir en defensa de Rusia o para reforzarla una vez invadido su territorio. Tampoco se activaron las cláusulas de la OTSC, la versión rusa de la OTAN, ni se puso en marcha la Fuerza Colectiva de Acción Rápida formada por los países miembros. Ksazakistán, Tayikistán y Kirgustán dicen que Putin arranque, que cualquier cosa le avisan y ya casi “stán” listos.
Tampoco hubo un pronunciamiento de la OCS, la Organización para la Cooperación de Shanghái, otro pacto de seguridad creado por China en la que Rusia se supone respaldada por India, Pakistán, Irán, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Uzbekistán y Bielorrusia. Suenan ruido de grillos en el silencio sólido del bosque siberiano con un señor de fondo llorando en ruso. Nada, ni un mísero tanque o una partida de soldados, unas viandas para la tropa o un mensaje de aliento para Putin o para Rusia. Moscú disfruta de una intimidad no deseada.
Corea del Norte dijo en un comunicado “la camarilla títere de Zelensky son suficientes para invitar a una fuerte represalia de Rusia, y los chiflados que corren enloquecidos con el respaldo de su amo”. Por ahora son solo una lengua afilada, no mandará ni tropas ni tanques. Maduro dijo nada más que “es cuestión de tiempo para que Ucrania se rinda”. Orbán le bajó el alcance a su Tinder a 500 km. Desde Teherán avisan que irán unos misiles, nada más. Cuba, ni siquiera ofreció otra Brigada de Engañados. ¿Los BRICS? Le clavaron el visto.
A la sorpresa de los aliados de Ucrania por la entrada en Rusia le siguió un periodo en el que los dirigentes rumiaron su asombro y luego salieron a respaldar a Kiev. Por ahora no se nota que la decisión unilateral de Kiev haya creado grietas en el apoyo que recibe. En EEUU admiten que Ucrania no les avisó de la ofensiva en Kursk. Esto tiene implicaciones profundas porque, por un lado, indica que Kiev no termina de confiar en Washington y en sus especulaciones respecto a Rusia y, por el otro, que prepara su destete estratégico de Washington. EEUU ya venía poniendo muchas trabas y dilaciones respecto a los ataques en suelo ruso y las armas que los ucranianos podía utilizar entre el arsenal norteamericano que les llegaba. Quizás Kiev ensaya para hacerse más autónoma o se prepara para unas malas noticias en noviembre. De todos modos, la amenaza de un triunfo de Trump y un ya muy avisado corte en la ayuda a Ucrania comenzó a ser un factor de peso relativo. El republicano pierde terreno en las encuestas y ya no tiene asegurada la victoria. De todos modos, vale la pena tomar recaudos.
Alguno podrá decir que también se prepara para una defección alemana, enterado de la noticia del recorte de la asistencia que enviará ese país a Ucrania. En realidad, es solo una nota en la prensa alemana y la noticia fue presentada de manera tramposa. Aclaremos los tantos. Es cierto que el ministro de finanzas alemán, Christian Linder, busca un recorte de gastos para controlar el déficit y que lo que se informó es que no habrá más gastos fuera de lo presupuestado junto con una decisión de no sumar partidas nuevas para Ucrania. Pero, siempre hay un pero, en los gastos ya aprobados están disponibles U$S 4.400 millones destinados a Ucrania. Esto supone la mitad del aporte acordado con el G7 de U$S 9.000 millones. Por ahora se deslizó la posibilidad de completar la cifra con los intereses de los 300.000 millones incautados a Rusia.
Esta novedad hecha por tierra la idea de un acercamiento con el Kremlin. Usar el dinero embargado al estado y los oligarcas rusos para seguir abasteciendo a Ucrania para que continúe enfrentando a Rusia es de todo menos un “Liebesbotschaft”, un gesto de amor hacia Putin. Hay que ver si prospera el recorte. La coalición que respalda al gobierno de Scholz está formada por los socialdemócratas del SPD, el Partido Verde y el FDP. El mayor partido opositor en el Bundestag, los democratacristianos del CDU, criticaron a Scholz por “abandonar a Ucrania”: https://www.dw.com/en/germany-wants-to-limit-aid-to-ukraine/a-69984998
Michael Roth, presidente de la Comisión de Asuntos Exteriores y miembro del SPD pidió “no sacrificar a Ucrania” y Omid Nouripour, líder del Partido Verde, dijo que “no era una buena señal para Ucrania”. Entre las críticas, suman 362 de los 417 escaños del parlamento alemán. Por otra parte, aún queda por ver si parte de los aportes de 21,000 millones que le entrega anualmente Alemania a la UE, podrían destinarse a asistir a Ucrania. O si la Reinhmetal y otros productores alemanes encontraran atajos para evitar quedar fuera del negocio. Un recorte sería meramente político, porque los 4.600 millones representan menos de un 1% del presupuesto central de U$S 527.100 millones aprobado para 2024 y tendría un costo diplomático mucho mayor que el ahorro para salvar el déficit de 17.000 millones previsto para este año.
Desde Moscú se dijo que el recorte era una respuesta a la responsabilidad Ucrania y Polonia en la voladura del Nordstream en septiembre de 2022. Kiev y Varsovia rechazaron la idea y los alemanes dijeron que investigarán y que seguirán ayudando a Ucrania “el tiempo que sea necesario”. Mas allá de los rumores, Alemania no puede seguir perdiendo espacio dentro de la UE y menos aun cuando comenzó una carrera por el liderazgo ante un posible alejamiento de EEUU si el oeste se tiñe de naranja y mientras se busca construir una política de seguridad europea.
Esa idea de seguridad está vinculada directamente al modo en que se resuelva a guerra en Ucrania, que ahora paso a ser la guerra en Ucrania y Rusia. La “Operación Dislexia” tiene precisamente esa cualidad y es haberle dado un enfoque totalmente diferente a la campaña militar. Ucrania demostró que la inversión recibida tuvo un sentido y un resultado concreto. Ya no se financia a un país al que muchos le habían dado la extremaunción. Y lo que es más importante, ese país llevó ahora la guerra al terreno de su oponente.
Ese giro en la guerra es importante porque se trasladó al suelo de la potencia que amenaza desde hace años a Europa Occidental. El país que se suponía casi vencido borró una de las líneas rojas más intensas trazadas por Putin. Nunca se trató solo del destino de Ucrania. Putin muestra no tener el poder militar convencional para sostener sus intimidaciones y ahora es humillado dentro de su territorio. Se derrumbó su argumentación y la de sus aliados en Europa -y más allá- para validar las presiones que ejerce con el fin de lograr sus propósitos.
Lo que cayó es la idea de que hay que ceder ante Putin porque es “la segunda potencia mundial” y porque puede pasar de la pirotecnia verbal a la atómica si no le dejan invadir tranquilo a otros países. La conjuró un cómico que se río de las amenazas que todos tomaron en serio.
Entramos en la 3° semana de la invasión ucraniana a Rusia y a los 908 días de la segunda invasión rusa a Ucrania. Nada está predicho y queda mucho de una guerra que, irónicamente, cuanto más tiempo pasa más posibilidades tiene de tener un final abrupto. Lo hablaremos en otro artículo.
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