Por José Javier Díaz*
Situación actual
Tras la pérdida del Submarino ARA “San Juan” y sus 44 tripulantes, ocurrida el 15 de noviembre del año 2017, el Comando de la Fuerza de Submarinos (COFS) de la Armada de la República Argentina (ARA) quedó integrado por el ARA “Santa Cruz” de la Clase TR-1700 y el ARA “Salta” de la Clase “209”, ambos fuera de servicio actualmente.
De esta manera, en sus casi 90 años de existencia, por primera vez en su historia el Arma Submarina de la Armada Argentina carece de al menos un submarino operativo, lo cual deja al descubierto el inconcebible nivel de desinversión que sufren las Fuerzas Armadas (FFAA) y el desinterés de la política por la Defensa.
Normalmente, la renovación de los medios de las FFAA -en este caso de los submarinos- implica una minuciosa y anticipada planificación y evaluación técnica y presupuestaria, ya que exige llevar a cabo un exhaustivo proceso de definición de especificaciones técnicas (tecnología, dimensiones, etc.), requerimientos operacionales (velocidad, autonomía, tasa de indiscreción, etc.) y de las condiciones comerciales (costo de adquisición y operación, financiación, offsets contractuales, garantía, etc.).
Sin embargo, el Ministerio de Defensa (MINDEF) no sólo no hizo la planificación pertinente para modernizar o sustituir los submarinos en línea con el constante avance tecnológico, sino que ni siquiera fue capaz de gestionar -con la debida previsión- el adecuado uso y mantenimiento de estas Unidades Tácticas capaces de generar Efectos Militares Estratégicos (EME)[1].
La falta de previsión de las últimas gestiones políticas al frente del MINDEF llevó a la Armada Argentina a establecer diversos acuerdos de cooperación con las Marinas del Perú, Alemania y Brasil, para mantener el adiestramiento de un reducido grupo de sus Oficiales y Suboficiales en submarinos extranjeros, para mantener su habilitación hasta tanto se solucione la coyuntura de no disponer de ese tipo de unidades propias en servicio.
¿Son necesarios los submarinos?
Solo basta mirar el mapa de la República Argentina para tomar conciencia de que se trata del octavo país más grande del mundo, con una superficie territorial de casi 2,8 millones de Km2 en el continente americano y casi un millón más de Km2 en el continente Antártico.
El enorme litoral marítimo argentino, con sus casi 5.000 km de costas sobre el Océano Atlántico y una Plataforma Continental de casi 6,5 millones de km2, que la convierte en una de las más grandes y ricas del mundo por su biodiversidad y la presencia de minerales, petróleo y gas, exigen que el Estado disponga de buques de superficie y submarinos, aeronaves, radares y satélites para controlar sus aguas jurisdiccionales.
Asimismo, más del 90% del intercambio comercial argentino se realiza por vía marítima y a ello se suman los más de mil millones de dólares anuales que genera la industria pesquera legal (se estima que se pierden cientos de millones de dólares por pesca ilegal).
Por otro lado, la Argentina asumió ante la Organización Marítima Internacional (OMI) la obligación -como país ribereño- de ejercer la responsabilidad de preservar el ambiente marino y salvaguardar la vida humana en casi 14,7 millones de Km2 del Atlántico Sur.
Finalmente, cabe destacar el trascendente valor militar que demostraron los submarinos durante el conflicto bélico de 1982, en el cual estas Unidades Tácticas dieron prueba de su capacidad para generar Efectos Militares Estratégicos.
Respecto al accionar en combate de los submarinos argentinos, el ARA "Santa Fe" participó en la recuperación de las Islas Malvinas desarrollando tareas previas y encubiertas de inteligencia y reconocimiento, además de infiltrar buzos tácticos para marcar la playa en la cual -el 2 de abril de 1982- desembarcaron las tropas que reinstauraron la soberanía argentina en esos archipiélagos tras 149 años de permanentes e infructuosos reclamos diplomáticos ante el Reino Unido.
Luego de que los británicos establecieran una zona de exclusión, a mediados de abril, el ARA “Santa Fe” burló el bloqueo inglés para llevar a las Islas Georgias un grupo de Infantes de Marina con su armamento y provisiones. Tras cumplir esta vital misión y a poco de haber zarpado de Grytviken con rumbo a su apostadero en Mar del Plata, el ARA “Santa Fe” fue atacado con misiles por varios helicópteros ingleses, debiendo retornar al muelle de la Isla San Pedro, donde fue inutilizado por su tripulación para evitar que fuera tomado por los británicos, cumpliendo el legado del Almirante Brown de: “Es preferible irse a pique antes que rendir el pabellón nacional”.
Uno de los nuevos y modernos submarinos de la Clase “209”, el ARA “San Luis”, operó en Malvinas entre mediados de abril y de mayo de 1982, realizando durante su patrulla de guerra[2] al menos tres ataques a buques y submarinos ingleses.
Pese a no hundir ningún buque enemigo por problemas entre la computadora de control tiro y los torpedos, el ARA “San Luis” sorteó en reiteradas oportunidades el bloqueo antisubmarino[3] de la flota británica, provocando un alto desgaste logístico de los buques y aeronaves enemigas dedicadas a detectar y destruir al submarino argentino, ya que éste representaba un riesgo inaceptable[4] para Inglaterra si hundía alguno de sus portaaviones.
Por el lado británico, el submarino nuclear HMS “Conqueror” hundió al Crucero ARA “General Belgrano” el 2 de mayo y, tras ese ataque, los buques de superficie de la Armada Argentina se replegaron a aguas poco profundas, afectando drásticamente el abastecimiento logístico de las tropas propias en las islas y facilitando la libertad de maniobra de la Fuerza de Tareas británica en el Teatro de Operaciones de las Islas Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur.
No caben dudas de que urge la necesidad de volver a tener submarinos operativos para que la Armada y el país en su conjunto dispongan de esta capacidad estratégica, la cual no sólo es útil en tiempos de guerra, sino también durante la paz, dado que son unidades tácticas especialmente idóneas para realizar misiones encubiertas de inteligencia y reconocimiento, sabotaje, infiltración y exfiltración de tropas especiales, ataque a buques de superficie y submarinos enemigos, minado naval, control del tráfico marítimo y de la pesca ilegal en la Zona Económica Exclusiva (ZEE), etc.
Acciones a corto y largo plazo
En lo inmediato se debería realizar las tareas de mantenimiento y renovación de baterías y otros componentes que requieren tanto el submarino ARA “Salta” como el ARA “Santa Cruz”, que en el año 2015 ingresó al Astillero TANDANOR para cambiar sus 960 baterías y otros equipos esenciales.
De los casi 20 millones de dólares previstos inicialmente para reparar el ARA “Santa Cruz” ya se ha invertido más de un tercio. Sin embargo, los vaivenes de la conducción política del MINDEF paralizaron las obras y los funcionarios actuales dudan si conviene completar su reparación, la cual demandaría unos 15 millones de dólares y un plazo de 12 a 18 meses para completar su recuperación integral para volver al servicio operativo.
Resulta conveniente retomar, a la mayor brevedad posible, los trabajos iniciados hace un lustro en el ARA “Santa Cruz”, ya que sería la forma más rápida de volver a contar con un submarino en servicio, debido a que se trata de una unidad conocida por los marinos argentinos, que no requeriría otros gastos ni tiempo para la instrucción y adiestramiento de las tripulaciones, que están familiarizadas con su tecnología, performance de navegación en superficie y en inmersión, procedimientos y funcionamiento de sus equipos y sistemas.
Con respecto a los submarinos Clase “209”, la Armada podría recuperar en el plazo de un año al ARA “Salta” y en dos años al ARA “San Luis”. Ambas unidades requieren renovar sus baterías y, en el caso del segundo, también es preciso reparar ciertas partes de su casco resistente que sufrieron los efectos de la corrosión por pérdidas de ácido de sus baterías, además de cambiar los motores diesel/eléctrico, válvulas, sensores, etc.
En lo que hace a presupuesto, hoy se necesitaría invertir aproximadamente 20 millones de dólares en el ARA “Salta” y unos U$S 60 millones en el ARA “San Luis”, para que ambos submarinos vuelvan al servicio operativo a fines del año 2021 y del 2022, respectivamente, incluso con algunas mejoras mínimas en lo que hace a la modernización de sus sensores (radar, sonar, periscopio, etc.) y ciertos subsistemas auxiliares.
La adquisición de una nueva clase de submarinos implicaría invertir varios cientos de millones de dólares, ya que en el mercado internacional se pueden conseguir unidades nuevas cuyos precios unitarios rondan entre los U$S 400 y 600 millones, según el modelo elegido y el tipo de equipamiento (sensores y armamento) específico que la Armada Argentina considere oportuno agregar para que satisfaga su requerimiento operacional.
Asimismo, la incorporación de nuevas unidades implicaría un “gap” temporal de cinco a diez años desde la firma del contrato hasta que se reciba el primer submarino nuevo y, en el mientras tanto, las tripulaciones de Oficiales y Suboficiales de la Armada deben seguir adiestrándose, por lo cual una eventual compra debería ir de la mano con una opción de alquiler o leasing de -al menos- una unidad del nuevo modelo elegido que tendría una tripulación mixta (de Argentina y de la Armada del país proveedor) a fin de lograr la indispensable familiarización de los submarinistas argentinos con los nuevos equipos y sistemas, su operación y mejor aprovechamiento operacional.
Se debe recordar que la Argentina dispone de un Astillero especialmente diseñado para construir submarinos y que es propietaria de los planos y licencia para fabricar unidades TR-1700, por lo cual una opción interesante sería conformar una alianza con el astillero alemán a fin de que contar con su asistencia tecnológica e industrial para recuperar totalmente la capacidad nacional de construir submarinos, máxime teniendo en cuenta que dentro del Astillero “Almirante Storni” se encuentra un “TR” sin terminar, con un estado de avance de obras del 70%.
Completar la construcción de este tercer TR-1700, que fue bautizado como ARA “Santa Fe”, costaría unos 200 millones de dólares (casi un tercio del valor de un submarino nuevo equivalente) y estaría terminado en menos de la mitad del tiempo que implicaría construir otro desde cero.
Conclusiones
Al día de hoy la Argentina se ha convertido en el único país del mundo que, teniendo una Fuerza de Submarinos en la estructura orgánica de su Armada, carece de al menos una unidad operativa para adiestrar a sus submarinistas y proteger su extenso y rico espacio marítimo.
Tanto en tiempos de paz como de crisis y conflicto bélico, los submarinos han demostrado que son Unidades Tácticas navales capaces de generar Efectos Militares Estratégicos porque pueden realizar operaciones encubiertas de inteligencia y reconocimiento, infiltración y exfiltración de fuerzas especiales, afectar medios e infraestructuras críticas del enemigo, afectar o negar el uso del mar a eventuales enemigos, además de ser un factor disuasivo para la defensa de los intereses vitales de la Nación.
El desempeño de los submarinos argentinos en la Guerra de Malvinas no sólo fue vital para su recuperación, sino también para enfrentar a la Marina británica y limitar el accionar de la tercera potencia militar mundial, demostrando su valor disuasivo y estratégico.
Tras el ataque del 2 de mayo al Crucero ARA “General Belgrano”, hundido por el submarino inglés HMS “Conqueror” y en el cual fallecieron 323 de sus 1.093 tripulantes, todas las unidades de superficie de la Armada Argentina se replegaron y sólo los submarinos ARA “Santa Fe” y ARA “San Luis” siguieron operando y desafiando a la Armada británica. ¿Qué hubiera pasado si hundían uno o ambos portaaviones ingleses?
Es innegable la necesidad de incorporar nuevos Submarinos a la Armada para recuperar una capacidad militar única y sumamente válida para naciones con amplios litorales marítimos como el de la República Argentina.
Su capacidad de operar sigilosamente en inmersión y de no requerir reabastecimiento de combustible ni víveres durante períodos prolongados (30 a 90 días) demuestra su valor cualitativo en combate, por lo cual, teniendo en cuenta la extensión del Mar Argentino y las características operativas de los submarinos convencionales, la Fuerza de Submarinos de la Armada Argentina debería disponer de seis unidades[5] convencionales de características oceánicas como los TR-1700 o los más modernos de las Clases[6] “214” de Alemania o “Scorpene” desarrollada por Francia y España.
La Nación Argentina requiere que la dirigencia política deje de lado la desidia e indiferencia para tomar en serio la Política de Defensa, ejerciendo una conducción civil de los asuntos militares con responsabilidad y visión de largo plazo.
La reciente sanción de la Ley que crea el Fondo Nacional para la Defensa (FONDEF) es una señal muy positiva y su reglamentación servirá para apalancar el desarrollo tecnológico e industrial para reequipar a las Fuerzas Armadas.
En este auspicioso marco sería conveniente retomar la reparación, modernización y construcción de submarinos en el país, lo cual permitiría recuperar las capacidades específicamente militares, apalancando el desarrollo tecnológico e industrial del sector público y privado, haciendo un uso estratégico y más eficiente del presupuesto destinado a la Defensa Nacional.
El mejor homenaje para los 44 héroes del Submarino ARA “San Juan” y sus familias sería que la Armada vuelva a disponer, lo antes posible, de una Fuerza de Submarinos correctamente equipada y adiestrada para defender la soberanía y los intereses vitales de la Nación Argentina en el Atlántico Sur.
* El autor se desempeña como Consultor de Empresas y Organismos Gubernamentales. Fue Oficial de la Armada Argentina y Asesor de los Ministros de Industria, Comercio, Minería y Tecnología de Córdoba; de Defensa y de Seguridad de la Nación.
[1] La capacidad de generar un Efecto Militar Estratégico (EME) implica que, como resultado de una acción militar propia, el enemigo ve afectado sustancialmente su poder de combate y, por ende, modifica su voluntad de lucha. A modo de ejemplo, un submarino podría lograr un EME al hundir un portaaviones, un buque de transporte de tropas, etc. [2] En la jerga, “patrulla de guerra” implica la operación de un submarino en un área marítima focal (normalmente de forma circular, de diámetro variable) del teatro de operaciones, en la cual debe vigilar, identificar y atacar al enemigo. [3] En 1982 Inglaterra era la tercera potencia militar del mundo y su Armada tenía, en el marco de la OTAN, el rol de lucha antisubmarina, lo cual hace aún más destacable el desempeño del ARA “San Luis” al atacar buques ingleses. [4] El Comandante de la Fuerza de Tareas británica en Malvinas, Almirante Sandy Woodward, afirmó -en su libro “One hundred days”- que perder uno de los dos portaaviones pondría en serio riesgo la reconquista de las Malvinas y, en caso de perder ambos buques (el “Hermes” y el “Invencible”), no tendría posibilidad de lograr la rendición argentina. [5] Perú tiene seis unidades Clase “209”; Brasil tiene cinco submarinos convencionales y avanza en la construcción nacional de su primera unidad nuclear; Chile y Colombia tienen cuatro submarinos. [6] Los submarinos Clase “214” son la variante de exportación del Clase “212” diseñado a pedido de la Marina de Guerra de Alemania. Actualmente las Armadas de Corea del Sur, Turquía, Grecia y Pakistán son usuarias de la Clase “214”. Por su parte, los submarinos Clase “Scorpene” están en servicio en las Marinas de Guerra de Malasia, India, Chile y Brasil. El gigante sudamericano firmó un acuerdo con Francia para la compra de cuatro submarinos “Scorpene” con ciertas modificaciones, los cuales se construyen en un astillero diseñado para tal fin en Brasil y también se acordó transferir tecnología para que pudiera avanzar en el diseño y construcción de un submarino de propulsión nuclear.
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