Trump y Putin apuntan a decidir el futuro de Ucrania
- Ignacio Montes de Oca
- 12 ago
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Por Ignacio Montes de Oca
Se viene la cumbre de Alaska entre Trump y Putin. Los escenógrafos políticos apuran su trabajo para que los presidentes de EEUU y Rusia jueguen a decidir el destino de Ucrania. Zelensky y Europa no fueron invitados. La impostura de un encuentro por la paz está en marcha.
A días de la reunión entre Trump y Putin en Alaska, Metthew Whitaker, representante de EEUU ante la ONU desnudó la intención de la Casa Blanca en la Cumbre ruso-norteamericana: apoyar la apropiación de parte del territorio ucraniano por parte de Rusia y legitimar a la invasión. Whitaker reflejó con sinceridad la opinión de la Casa Blanca al decir que Putin “se ganó” por mérito militar el territorio invadido en Ucrania. Saddam Hussein debiera haber esperado a la llegada de Trump para invadir a Kuwait y se hubiese evitado la corbata hecha de soga. El funcionario de Trump reflejó con eficacia la visión que tienen de Putin y de la nueva etapa que proponen para el mundo: el líder ruso es un osado que entendió que el Derecho Internacional está demodé y lo que corresponde ahora es correr las fronteras por la fuerza militar.
Trump venía dando señales confusas sobre su verdadera intención hacia Putin. Primero le dio un ultimátum de 50 días que luego se redujo a diez, al tiempo que movió dos submarinos con misiles nucleares a la zona de lanzamiento hacia Rusia. Todo era una maniobra de engaño. Se suponía que Trump estaba indignado por la masacre de civiles ucranianos en los bombardeos con misiles y drones lanzados por Rusia. Incluso sugirió que su esposa lo había hecho entrar en razón al exponerle tanto la barbarie como la obsesión de Putin contra Ucrania. Ahora Trump sinceró su postura y aceptará todas las exigencias de Putin, que incluyen darle un fin a la actual fase de la guerra a cambio de reconocer como ruso el territorio tomado por la fuerza. Es aquí donde empieza a quedar el claro la confluencia de miradas con el Kremlin.
Putin dijo el 20 de junio que “donde pisa el pie un soldado ruso, eso es nuestro”. Trump legitimaría ese dogma en Alaska al disponer el “intercambio” de territorio. Es decir, que Ucrania le dé parte de su territorio a Rusia a cambio de… conservar otra parte de su territorio. El co-autor de “The Art of Deal” presionó a Rusia con misiles y amenazas. ¿Qué entrega Rusia en retribución? Nada, ni un metro cuadrado propio ni ajeno. Para el Kremlin es pura ganancia y Trump se lleva el Premio al Negociador Demencial del año 2025.
Esa es la base del plan de Trump. El desplazamiento de los submarinos nucleares y la amenaza de sanciones mayores contra Rusia tuvieron efecto, pero en contra de Ucrania. Es decir que Trump castigaría a los ucranianos porque Putin no cede en su intención homicida. A cambio, Putin ordenaría frenar la ofensiva, pero sin retirarse de las áreas invadidas. En el borrador filtrado convenientemente a la prensa para preparar el terreno, Trump le exigiría a Zelensky que se retire de Luhansk y Donetsk, anexados por Rusia en septiembre de 2022.

Esa es la otra ganancia de Putin concedida por Trump. El sitio en donde Rusia perdió casi un millón de sodados le sería entregado junto a los dispositivos de defensa más fuertes que tiene Ucrania. Todo a cambio de una promesa de cese el fuego similar a la de Minsk de 2014 y 2015. Putin podría considerar su retiro de los oblast de Jerson y Zaporiyhia a cambio de que se le aseguren otras condiciones como un corredor para abastecer a Crimea, que también debería ser reconocida como territorio ruso por Ucrania y por EEUU. Se adelantó la Navidad para Putin.
Putin, o Trump, que en este caso es lo mismo, pedirían además que se reduzca el ejercito ucraniano y que el país no ingrese a la OTAN. De este modo Ucrania se quedaría sin garantías de seguridad y expuesto por completo para el momento en que Rusia reinicie su avance militar. En síntesis, Putin está logrando que Trump acceda a apoyar todos los objetivos que le permitirían frenar la guerra y ofrecer internamente una victoria que le es esquiva en el campo militar. Pero también está creando las condiciones para rehacer su aparato militar. El objetivo de máxima es que se levanten las sanciones que están destrozando a la economía rusa. Es ahí en donde tenemos que dejar el campo de las novedades para internarnos en el mundo onanista de las elucubraciones mutuas de los líderes que se van a reunir en Alaska.

Quizá Trump esté afectado por el estrés o la edad. Si Biden se ganó el mote de “Sleepy Joe” por sus confusiones; la misma vara indica que el actual presidente de los EEUU está igual de afectado y que eligió a sus colaboradores por lealtad, no por su agudeza o conocimientos. Incluso el señor que sirve el café en la Casa Blanca sabe que Zelensky no puede ceder territorio por el mero hecho de firmar un acuerdo de paz, sea con Trump o con el señor que sirve café en la Casa Blanca, da lo mismo. Vamos a explicarlo rápido porque se nos enfría el cafecito. El Artículo 2° de la Constitución de Ucrania prohíbe la entrega de territorios. Para modificarla se haría necesaria una elección de constituyentes. Como no se pueden hacer votaciones por la Ley Marcial, el solo proponerlo es un acto tan útil como un cenicero de moto.
Incluso si se realizaran, dependería de obtener una mayoría de los votos. Conseguir ese resultado y pedirles a los ucranianos que más de tres años de resistencia a la invasión sean un sacrificio en vano va más allá del onanismo para internarse en el campo de la taradez absoluta.
Trump se quejó de la realidad al decir Zelensky podría entregar territorio usando los mismos poderes que le permiten conducir la guerra. En realidad, confundió los hechos al decir que “inició la guerra”, pero su edad le impide recordar que comenzó por una invasión de Putin.
Putin se prepara para ejecutar una trampa de propaganda montada en la necesidad de Trump de erigirse como el pacificador providencial y solucionar aquel yerro al predecir que terminaría esta guerra en solo un día, pero que por ahora sería un día venusino de 243 días terrestres. El Kremlin solo debe aceptar los términos de cese el fuego de Trump para que Zelensky quede del lado de los que no desean la paz. Dada la imposibilidad política y legal de asumir ese compromiso, Ucrania quedaría como el intransigente y eso es perfecto para los planes de Putin. A Trump le daría la excusa perfecta para levantar o alivianar las sanciones contra Rusia y así acceder a su mercado de materias primas, recurso al que se cuidó preventivamente de dejar fuera de su furia arancelaria. Visto de este modo, la maniobra es concertada.

EEUU no insistió en el Acuerdo de mayo por el cual se comprometía a entregar apoyo a Ucrania a cambio de acceso a sus recursos naturales. El proyecto descansa en la Rada ucraniana. Los legisladores entienden la jugada de Trump y que Rusia tiene una oferta que no pueden igualar. Resta resolver los U$S 300.000 millones de activos rusos embargados y su reincorporación al SWIFT. Por ahora el reingreso de Rusia al sistema de intercambio financiero está trabado por los europeos, pero el indulto de Trump le permitiría evadirlo usando a EEUU como alternativa. La mayor parte de los activos embargados, unos U$S 227.000 millones, están bajo control europeo. Trump desmanteló la oficina encargada de esos embargos en febrero de 2025. Fue una de sus primeras decisiones como presidente y no hace falta abundar sobre su postura. Además, Trump se ocupó de cumplir con otra de las exigencias de Putin, que le ordenó dejar fuera de cualquier diálogo a los europeos. Rutte, Van der Leyden y el resto de los jerarcas europeos no tienen los atributos para evitar que la decisión de Europa se mude a Múnich en 1938.
Europa quedó relegada a una función de billetera y al único líder europeo al que Trump le consultó sobre el asunto fue a Viktor Orban, al que calificó como un “hombre muy inteligente”. Se sabe que el presidente húngaro es tan pro ruso como Carlson Tucker, pero es un detalle nimio. Orban tiene sus propios planes. Además de continuar el bloqueo a la ayuda a Ucrania dentro de la UE, busca recibir nuevamente el gas ruso cortado al inicio de este año por Ucrania. Su intención es presionar para que Moscú reanude su rol como proveedor energético de toda la región. En el acuerdo reciente entre EEUU y la UE por los aranceles, los europeos aceptaron un arancel rebajado del 15% para la entrada de sus productos a cambio de comprarle a EEUU bienes energéticos por U$S 750.000 millones. Trump no necesita la competencia del gas ruso en este momento.

Ese acuerdo estipula además que Europa le comprará armamentos por un total de U$S 600.000 millones, una parte de los cuales serán redirigidos a Ucrania para frenar el avance ruso. Pero si rige un alto el fuego, Kiev no podría usar ese material para recuperar su territorio. Con este compromiso, Putin evitará el efecto inmediato del refuerzo militar a Ucrania desde Europa. La jugada es sencilla y efectiva para los planes rusos en tanto no reinicie el avance sobre Ucrania, lo cual es previsible una vez que haya completado su recuperación militar.
Esa recuperación se vería favorecida tanto por el flujo de dólares desde EEUU que propone Trump como por el acceso a materiales y tecnologías de ese país que hoy le son prohibidos por las sanciones que la Casa Blanca quiere desmantelar unilateralmente. Europa, observa impotente.
Sin las sanciones la industria militar rusa podrá acceder a los materiales tecnológicos, materias primas y maquinarias que necesita para reemplazar el material perdido. Y su economía recibirá los capitales y know how de las empresas norteamericanas liberadas del cepo ¡Bingo!

Hasta el momento no se conoce limitación alguna a Rusia para su rearme. Solo hay condicionantes para Ucrania que en las elucubraciones de alcoba de Putin y Trump podría verse obligada a limitar el tamaño de sus fuerzas armadas para no arruinar los planes del Kremlin. Trump no usó el peso económico y militar de EEUU para forzar a Putin, sino para arrancarle concesiones a Europa y condicionar la integridad territorial de Ucrania. Rusia sale indemne de toda la comedia que armó en las semanas pasadas respecto a un enojo con Rusia y sus ataques. De paso debilitó a la alianza occidental al punto de dejarla inerte y obligarla a aceptar un rol de pagador, pero sin ninguna eficacia para influir políticamente en una pausa en la invasión a Ucrania. Rusia solo recibirá beneficios y las amenazas fueron una farsa desde el inicio.
El problema de esta maniobra es que Ucrania está forzada a rechazarla. Su Constitución le impide seguirle la corriente a Trump y a Putin. Y si no hay firma, no hay trato. Eso es algo que el Kremlin y el que sirve café en la Casa Blanca no ignoran. Probablemente Trump, tampoco.
De manera que en Alaska solo se prepara un paso de simulación concertada entre el Kremlin y la Casa Blanca, a Trump como el pacificador y a Zelensky como un intransigente que no acepta los términos de un cese el fuego diseñado precisamente para que no pueda ser aprobado en Kiev. Putin encontraría así el modo de vender una pausa en una guerra que le resulta ruinosa, con recursos para rehacer su aparato militar y rompería el aislamiento externo. Europa quedaría relegada a un amasijo de disputas internas mientras el aliento ruso le acaricia la nuca.
Queda por ver cuáles son las herramientas que usará Trump para obligar a Ucrania a cumplir lo que acuerde con Putin. No puede forzarla a retirarse y Putin se vería impedido a lanzar de momento una ofensiva para tomar el control de lo que queda de los oblast que quiere anexarse. Sin dudas, una pausa en el combate le permitirá reunir las fuerzas para intentar una tercera invasión a Ucrania o probar en otro sitio del mapa europeo. Con Trump ocupado escribiendo a Oslo para que el entreguen en Nobel de la Paz que recibió Obama, tiene todo el campo disponible.
Trump puede facilitar la tarea de Putin debilitando aún más a Ucrania en lo militar. De hecho, es lo que viene haciendo desde que en diciembre de 2023 ordenó a sus huestes legislativas de MAGA que bloquearan la ayuda a los ucranianos. Desde que asumió, esa ayuda casi se extinguió. Pese a los anuncios de envío de armas lubricados por las lágrimas de Melania, esa asistencia nunca se materializó. El Instituto Kiel de Alemania que monitorea la asistencia no registra nuevos paquetes hace meses, pese a que Kiev le ruega por ayuda ante las ofensivas rusas.

Vamos a los datos duros: entre enero y marzo EEUU asignó asistencia a Ucrania por 480 millones de euros. Entre abril y junio, cero. Nada. Europa le entregó hasta marzo 18.700 millones y de abril a junio otros 20.500 millones. En las cifras mueren los anuncios rimbombantes. El vicepresidente Vance dijo que EEUU ya no va a financiar la guerra. Desde el inicio de la invasión Europa ya asignó 167.400 millones de euros contra los 114.600 de EEUU. Desde que asumió Trump, EEUU aportó 480 millones contra 39.500 millones de Europa. Dato mata relato. Biden usó el mecanismo de Autoridad Presidencial para acelerar estas entregas sacando material de los arsenales. Trump nunca quiso usar ese atributo y en el último trimestre los únicos envíos fueron los que se originaron en la administración anterior. Krasnov vs Sleepy.

Trump ya viene debilitando a Ucrania con demoras, promesas en el aire e indignaciones impostadas que lo aceran más la Oscar que al Nobel. El acto final de esta obra político-erótica que lo une a Putin se hará en Alaska, en territorio que por obra de la senilidad es también ruso. Alaska será el fin de las simulaciones. Ucrania está más sola que antes y pese a que Europa sigue siendo su sostén militar, quedará expuesta a los designios de la primera y la tercera potencia globales coligadas para que pierda el 20% de su territorio.
China sigue firme en su alianza con Moscú y con el resto del Eje Autocrático. Relajada la presión desde EEUU, recibirá un beneficio inesperado al disminuir el riesgo en sus intercambios comerciales con Rusia. Eso de sacar a Rusia de la esfera de Pekín era otro cuento chino. Putin es débil como general pero hábil en política. No pudo con Biden, pero la llegada de Trump favoreció sus intereses estratégicos al aprovechar su deseo de negociar en Ucrania. Chamberlain llora desde su tumba al saber que tuvo un sucesor que lo reivindicó décadas más tarde. O al menos eso es lo que suponen en la Casa Blanca. Solo hay una hilacha en el entramado tejido por Trump y Putin. Es Ucrania y su empecinamiento por no dejarse tragar por Rusia, pese a que la Casa Blanca apoye el derecho de conquista invocado por el Kremlin.

Putin recibirá en Alaska su premio por tomar los Sudetes ucranianos. Europa sigue buscando la forma de asumir un rol que, por ahora, permiten que sea asignado por Trump. Solo tienen dinero para dar y ninguna respuesta consensuada para evitar su letargo estratégico frente a Rusia.
En cualquier caso, la guerra no puede terminar porque Trump lo dice. Ucrania no va a aceptar un robo territorial arreglado a sus espaldas. Y Putin ya dejó en claro que su objetivo es toda Ucrania. Una tregua, como en 2014, es solo la antesala de una tercera invasión asegurada. Incluso mientras se hacen los arreglos finales para la cumbre, Putin lanzó una ofensiva masiva en Donetsk y parece haber avanzado con la misma actitud de ocupación de siempre. De haberlo hecho Ucrania, Trump la hubiese acusado de torpedear sus anhelos pacifistas.

Trump solo parece interesado en agitar el papel del acuerdo y sonreír en las redes sociales. Las consecuencias de sus “acuerdos” son materia poco importante. Como en Afganistán luego ocupada por los talibanes o el sur iraquí apoderado por Irán luego de los acuerdos de Paz de Doha. Las guerras no se terminan por acuerdos, menos aun si el país agredido es despreciado y apartado de las negociaciones. Pero queda la foto y la consigna para los fanáticos, sin importar si están en un rancho de Alabama o en una dacha rusa. El show no se detiene, la guerra, tampoco.