Por Ignacio Montes de Oca
Desde febrero de 2022 se insiste en que Ucrania debe negociar con Rusia y ceder territorios a cambio de un cese el fuego. Expliquemos porque es tan difícil lograrlo. Hablemos de los mil días de devastación y porque hace falta un Juicio de Nuremberg antes que un Pacto de Múnich
Como si se tratase de una ecuación, primero despejemos términos. Lo primero que hay que ver es si Ucrania está perdiendo la guerra. Es lo que justificaría una negociación. La mejor manera es usar alguna forma de medición. Veamos el balance territorial. En marzo de 2022, Rusia había logrado controlar el 27% del territorio ucraniano. Llegó a tomar Kherson, entró a la periferia de Khrakhiv, la segunda ciudad más grande del país y llegó a las cercanías de la capital, Kiev. Desde entonces, no tuvo logros mayores. Es cierto que Rusia tomó Bahkmut, Avdiivka y Vuhledar, pero la marea invasora hoy controla el 18% de Ucrania. En la invasión de 2014, Rusia tomó 42.000 km2 de suelo ucraniano y otros 161.000 km2 en la de 2022. Ucrania ya liberó 72.000 km2 y tomó 1.000 km2 de territorio ruso. En la contraofensiva de agosto de 2022, Ucrania liberó 6.000 km2. Según @Warmapper, desde octubre de 2023, Rusia tomó 1.594,84 km2, pero perdió el control sobre 49,55 km2 en Ucrania y 769,54 km2 en Rusia. Y recuperó 125,87 km2 en su suelo. Hagamos un balance.
Queda un saldo de 951,77 km2 de avance neto ruso en un año, Seis veces menos que lo que liberó Ucrania en su contraofensiva de 2022. Y de diciembre a julio, los ucranianos resistieron pese al bloqueo organizado por Orban y Trump a los suministros militares de Europa y EEUU. Si bien es cierto que Rusia avanza en Pokrovsk, Toresk y Chasiv Yar, lo hace a un ritmo de metros diarios y al mismo tiempo Ucrania hace lo propio en Kursk, en donde ya lleva más de dos meses sin que los soldados rusos puedan cumplir a orden dada por Putin de desalojarlos.
Es curioso que se desahucie Ucrania y se la empuje a negociar cuando logró más avances en su primera ofensiva que Rusia en un año y que cuando todos la consideraban al borde de la derrota haya logrado adentrarse en suelo ruso. La doble vara al a la hora de juzgar, es evidente.
Hagamos un balance del costo que le demandó a Rusia invadir y a Ucrania defenderse. Veamos las cifras verificadas de Oryx. Rusia lleva perdidos hasta hoy 18.316 vehículos, de los cuales 3.446 son tanques. Ucrania, 6,744 vehículos y entre ellos 951 tanques. La ratio es 2,6 a 1 en el total y de 3,6 a 1 en tanques a favor del invadido. Rusia comenzó la guerra con 2.600 tanques en servicio. Va 846 tanques abajo, casi la cantidad que perdió Ucrania. Y no logró el objetivo inicial, que era sojuzgar a los ucranianos.
Ucrania no está ganando ni perdiendo la guerra y lo mismo puede decirse de Rusia. Plantear que hay negociar o ceder territorio en estas condiciones es producto de una ignorancia o de un interés rentado o perverso para favorecer el hambre de Putin por las tierras ajenas. Si no se trata de tierras, entonces hay otras razones que obstruyen una negociación. Y hay motivos pequeños, pero a la vez inmensos. Antes de proponer pactos inmobiliarios alocados, hay que resolver la devolución de 19.546 niños ucranianos secuestrados por Rusia. El plan de apropiación criminal de niños y de “rusificación forzada” fue tratado por la Corte Penal Internacional y las evidencias lo suficientemente solidas como para ordenar el arresto de Putin y de Maria Lvova Belova, la Defensora de los Derechos del Niño en Rusia. Putin y Lvova imitaron el plan “Lebensborn” de los nazis para secuestrar a niños en territorios ocupados. Miles de familias rusas reciben un soborno mensual para criarlos y borrar su identidad. Otros aparecen en sitios de adopción ligados al estado ruso. Solo se recuperaron a 388.
Hay otros secuestrados. Nada menos que 1,6 millones de ucranianos que fueron deportados a Rusia. La cifra surge del propio estado ruso, que admitió que dio la orden para “evacuar” a esa cantidad de personas de las zonas ocupadas. Va de nuevo: un millón seiscientos mil rehenes. Dado que el perfil de Putin y sus seguidores repiten con recurrencia los discursos y avalan las practicas del nazismo y el estalinismo, es importante recordar que durante la segunda Guerra Mundial 2 millones de ucranianos fueron llevados a Alemania como mano de obra esclava. Como en la era de Stalin, Putin creó campos de concentración para alojar a grupos familiares completos. Algunos fueron ubicados en sitios tan lejanos como Sajalín, en el extremo oriental de Rusia y a 7.000 km de Ucrania para complicar las fugas y el regreso de los cautivos.
Ucrania identificó a 384.000 deportados. Entre ellos, hay 250.000 niños. Otras 23.000 personas están desaparecidas; 1.951 son niños ¿se entiende porque hablar solo de canje de territorios como condición para la paz es de una bajeza suprema? Sigamos con los datos.
Hay otros rehenes y son los 3,2 millones de ucranianos que quedaron en las zonas ocupadas. También están obligados a “rusificarse” y expresarse en idioma ucraniano o el mero hecho de tener un pasaporte o una bandera de su país, los puede llevar a un “centro de filtración”. Hay un centenar de centros de filtración en las zonas ocupadas. Hay otros en Bielorrusia y al menos tres en Rusia, en Rostov, Novoazavosk y Taganrov. En estos campos se interroga a los ucranianos y se los “filtra”. Los que no superan las pruebas, van directo a los centros de tortura. El Alto Comisionado para los DDHH de la ONU investigó la situación en Ucrania. Su informe describe casos documentados de crímenes de lesa humanidad cometidos por los invasores desde 2014. Los datos son dantescos por donde se los encare.
Desde el 24 de febrero de 2022, se verificó la ejecución de 168 civiles a manos de tropas rusas. 40 eran hombres, 23 mujeres y 5 eran niños. También, 342 casos de agresiones sexuales. 236 contra hombres, 94 contra mujeres, 10 contra niñas y 2 contra niños. Están leyendo bien, el mismo estado ruso que persigue a los LGBT y es admirado por sus seguidores por su mensaje viril, tiene soldados que prefieren las violaciones a víctimas del mismo sexo. Es toda aun declaración de principios y una confesión cultural. Las atrocidades no se terminan en la violencia sexual. En una entrevista a 174 prisioneros ucranianos, 169 dijeron haber sido objeto de torturas cotidianas. Los casos documentados de ejecución sumaria de prisioneros ya suman 5 incidentes y 112 asesinados.
En gulags como el de Irkutsk en Siberia, los prisioneros de mayor valor son sometidos a tormentos y en Rusia y los territorios ocupados se organizan parodias de juicios para condenar sin derecho a la debida defensa a miles de soldados capturados para luego negar su intercambio. Tanta violencia tuvo un efecto demográfico devastador en Ucrania. Sobre una población total de 43,2 millones de personas, hay 6,6 millones de exiliados 3,7 millones de desplazados internos. El 40% de los desplazados depende de la asistencia humanitaria para sobrevivir.
En los territorios ocupados la población se redujo de 6,37 millones a 3,2 millones por los desplazamientos, deportaciones y las muertes producidas por los ataques rusos. Mariupol, vio reducida su población de 600.000 habitantes a 100.000. 15.000 fueron deportados. Desde septiembre de 2022, cuando Putin emitió un decreto de “colonización” de los territorios ocupados, Rusia viene ejecutando una limpieza étnica y repoblándola con rusos que reciben las propiedades decomisadas a sus pobladores legítimos.
Un debate de paz por territorios es imposible porque Putin alteró la composición demográfica de los territorios robados e impide el regreso de millones de habitantes originales. Y sigue adelante con una campaña de asesinatos más allá del frente. De acuerdo con los registros de la ONU, hasta hoy 11.622 civiles fueron asesinados por los ataques rusos. 639 eran niños. La cifra verificada de heridos es de 24.614. Se sabe que son más, pero Rusia tendió una cortina de acero y no permite verificar que sucede en la zona ocupada. Hay datos que explican tantas muertes. Rusia lanzó sobre Ucrania hasta agosto 23.500 misiles y drones. 6.203 fueron dirigidos a objetivos civiles y 5.767 a instalaciones militares. Putin tiene preferencia por las victimas sin uniforme. El otro dato es igual de fuerte… Un total de 1,4 millones de casas en donde habitan 3,4 millones de personas fueron dañadas o destruidas y fueron el principal objetivo de los ataques por encima de otros edificios civiles. Representan el 8,6% de los hogares que existen en Ucrania y suman 88,9 millones de m2. Es difícil que Ucrania acepte negociar la paz sin garantizar el obtener un resarcimiento adecuado que debe contemplar el costo de reparación valuado en U$S 486.000 millones. Es más de tres veces el PIB anual ucraniano de U$S 160.000 millones y llevará al menos 10 años de trabajo.
Veamos algunos detalles de los daños en la infraestructura. Rusia dañó 1.129 hospitales y centros de salud. 184 fueron completamente destruidos. Solo para restaurarlos en su capacidad mínima, Ucrania necesita invertir 1.000 millones de inmediato. Los misiles y drones de Putin dañaron 3.151 escuelas y 440 fueron destruidas. Si medimos el perjuicio al sistema de energía, se necesitarán U$S 30.000 millones para reparar las centrales y tendidos, sin contar los U$S 2.000 millones de la reparación de la presa de Nova Kakhovka.
En otros rubros el daño es igual de astronómico: U$S 13.100 millones en instalaciones industriales y U$S10.300 millones en el sistema agrícola tras convertir en campo de batalla las zonas fértiles. Incluye U$S 5.800 millones en maquinaria y U$S 1.900 millones en granos saqueados. El “granero de Europa” perdió un 22% de su capacidad de producción agrícola y 11,8 millones de toneladas de almacenamiento, además de buques e instalaciones dedicadas a la exportación en zonas portuarias destruidas, ocupadas o hurtadas para ser usadas por los invasores.
El robo se extiende a 15.000 obras de arte y objetos antiguos trasladados a Rusia y bienes de ciudadanos ucranianos depredados por las tropas rusas. Tal fue la cantidad, que permitió montar mercados de venta de objetos robados como el que funciona en Noroulia, en Bielorrusia.
Es decir que Ucrania tiene mucho que reclamar antes de comenzar a oír a rusos y pro rusos sobre la entrega de territorios. Sea que se aborde por el lado humano o económico, lo que hay que resolver es inmenso antes de lanzar discursos de paz basados en principios inmobiliarios. Y hay otros factores igual de importantes. Ucrania no es un bien mueble y la opinión de sus habitantes es aún más importante que las elucubraciones de políticos y expertos desde el exterior. Veamos que opinan los habitantes de Ucrania para saberlo. En una encuesta hecha en junio por el Centro de Investigación Rasumkov de Ucrania el 44% de los consultados dijo estar de acuerdo con encarar negociaciones con Rusia. El 35% no estuvo de acuerdo. Pero el 83% del total rechazó la ida de una rendición. El 51% de los ucranianos encuestados dijo que la paz debería firmarse solo si se restituyen las fronteras de 1991 y un 84% está en contra de ceder territorios a cambio. Estas cifras explican la intransigencia de Zelensky ante la demanda de territorial de Putin apoyada por Trump.
No es solo una cuestión estadística. En Ucrania hay 1,2 millones de hombres y mujeres armados que luchan desde 2014 contra una invasión rusa que, como vimos, tuvo resultados devastadores. Que tanta tragedia sea en vano es algo que escapa a la maniobra política. Incluso si se firmara la paz, podría convertirse en letra muerta con 260.000 integrantes del ejército, 750.000 reclutas, 900.000 reservistas y 167.000 miembros de la guardia territorial curtidos en la lucha que podrían oponerse a un pacto firmado a sus espaldas. Lo mismo vale para un hipotético caso de una derrota o resignación seguida de un avance ruso sobre lo que resta del territorio ucraniano. La densidad militar y las cuentas pendientes son tan altas que el solo pensar en ese escenario liquida cualquier fantasía cuasi pacifista.
Queda un último factor y es que en el mismo momento en que las tropas rusas entraron en territorio ucraniano en febrero de 2022, el acuerdo de Minsk que establecía las condiciones de convivencia entre ucranianos y rusos quedó destrozado. Ya no hay interlocutor válido. Pero no solamente murió el Acuerdo, sino que además se quebró por completo la confianza. Desde ese momento, incluso un lémur pasado de ron sabe que un pacto firmado con Putin no tiene validez alguna y ese es un factor que es irresoluble.
También, que los ucranianos aprendieron por experiencia que son un objetivo en la mira de Putin. Tantos bombardeos contra sus ciudades y hogares sumados a la experiencia de los secuestrados, torturados y deportados, los hacen asomar a un nuevo Holodomor. Sumemos una definición de Putin respecto a que Ucrania no existe como nación, algo que su representante en la ONU dijo en la Asamblea General en febrero y que el propio Putin repitió en la entrevista en febrero con uno de sus empleados favoritos, Carlson Tucker.
También hay un imposible en la postura de Putin, que exige una rendición incondicional de Ucrania, que admita el despojo territorial y que además se comprometa estar indefensa para el momento en que rehaga sus fuerzas, asegurando que no ingresará a la OTAN. Llegado a este punto uno se pregunta si los que hablan de negociaciones de paz ignoran que dentro de cualquier arreglo que puedan ofrecerles a los ucranianos está implícita una demanda de reparación, de devolución de una inmensa cantidad de rehenes y de justicia.
Los datos sirven para ver qué tan inviable es ofrecer otro pacto de Múnich sin que antes haya un juicio de Nuremberg que dicte una sentencia ejemplificadora contra Putin y toda la cadena de subalternos involucrados en un rosario de crímenes atroces que aún siguen siendo cometidos. Y si se levanta la vista de los textos, tampoco Ucrania está derrotada como para vestir de piedad una propuesta de cese el fuego que es tan poco realista como el negociar territorios ajenos para obtener un pacto que las victimas ya avisaron que no van a aceptar.
Como reflexión final, es importante decir que los datos de este artículo están disponibles en fuentes abiertas. No puede alegarse ignorancia entre los que hablan de ceder regiones enteras por paz como si no hubiese nada más en juego que porciones de tierra. Y fuera de Ucrania, no es solo un debate académico o militar. Si los millones de víctimas de Putin no entran en un análisis, entonces ese analista no está lejos de la frialdad de un Eichmann convirtiendo en un asunto contable algo tan precioso como lo es humanidad y su destino.
PS: Contra todo pronóstico Ucrania resiste hace casi mil días a la segunda potencia del mundo. El apoyo militar y el permiso de Occidente para ir más a fondo son importantes para que siga luchando, tanto como el comprender su obcecación por defenderse y seguir siendo libres.
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