Ucrania sigue golpeando refinerías y otras instalaciones relacionadas con la producción y exportación rusa de combustibles. Es hora de hacer un balance y analizar la estrategia, los objetivos y el alcance del daño provocado por Ucrania.
Por Ignacio Montes de Oca
Primero tenemos que establecer la capacidad rusa de producción de derivados del petróleo para calcular el efecto de los ataques. De acuerdo con fuentes rusas, en 2023 la producción total de refinados, en millones de toneladas, fue de 43,8 de nafta y 88 de gasoil. Según el viceprimer ministro Alexandr Novak, la producción total de refinados fue de 278 millones de toneladas incluyendo lubricantes y otros elementos viscosos. El mismo funcionario asegura que la producción de nafta creció un 2,8% y la de gasoil un 3,4% durante 2023.
De acuerdo con EnerDAta, el consumo interno de combustible de Rusia en la preguerra era de 146 millones de toneladas anuales, si sumamos la producción de nafta y gasoil de 2023, tenemos una producción total de 131,8 millones de toneladas anuales.
Pero en 2024 debemos sumar el consumo de medio millón de tropas en el frente ucraniano, considerando que un tanque T-90 consume 2,9 litros de combustible por km y los millones de litros que demanda la logística para abastecer a tantos combatientes. El consumo de combustible del ejército ruso es un secreto, pero ya sabemos que un par de decenas de miles de blindados, camiones y otra clase de vehículos debe sumar al déficit que tiene Rusia en la producción de combustibles en su mercado civil.
Las restricciones en la producción hicieron que el 21 de septiembre de 2023 el gobierno ruso prohibiera la exportación de productos derivados del petróleo. Luego comenzó a suavizar las restricciones, pero en febrero volvió a cerrarlas desde el 1° marzo hasta el 1° de agosto. La fecha no es antojadiza. Ese mes arranca la mayor cosecha rusa y el año pasado ya hubo protestas entre los productores rurales por el alza de precios y el faltante de combustible que necesitaban para completar la tarea. Un mes después, Putin cerró la exportación.
El otro motivo es la inflación; el litro de gasoil en Rusia pasó de 57,85 a 64,77 rublos en un año, de acuerdo con el monitoreo de Global Petrol Prices. Esto implica una suba del 10,6%, bastante por encima de la suba general de precios del 7,44% anual informada por el gobierno. El precio de la nafta pasó de 51,59 a 55,23 rublo por litro, un 7,1%, más acorde con la inflación, aunque su impacto en la producción es menor y en particular en la logística y el agro que usa grandes montos diarios de gasoil para operar y por lo tanto es más sensible a su aumento.
La veda a la exportación golpeó duro a las petroleras, que venían exportando 630.000 barriles diarios de gasoil. Putin les permitió volver a vender en el exterior en octubre solo si volcaban la mitad de su producción al mercado interno y pagaban un canon de U$S 500 por tonelada. Pero, además, Putin obligaba a las petroleras a cambiar sus dólares obtenidos de la exportación por rublos, que ya perdieron un 40% de su valor en el mercado oficial. Con menor capacidad de inversión real e insumos y bienes importados encarecidos, implica un molotov financiero. El otro golpe para los productores locales está en las sanciones que les impiden acceder a precios competitivos a las maquinarias y los aditivos usados para producir combustibles y lubricantes de alto rendimiento. Eso implica mayores costos y menores ganancias. Este ítem no es un asunto menor, porque Putin necesita naftas especiales para sus aviones y helicópteros y lubricantes para mantener en movimiento su maquinaria militar. El refinado no es solo un problema en los surtidores, es un insumo vital para el frente de guerra.
Por eso, cada vez que Ucrania golpea una planta de refinado está obligando a Putin y sus oligarcas a extremar medidas para resolver los faltantes. Moscú puede acudir a sus aliados o a socios como China o India, pero a precios más altos y con un costo de dependencia más elevado. Los empresarios rusos ya venían perdiendo mercados a manos de las refinerías chinas e indias, que compran petróleo barato y multiplican sus ganancias al venderlo como combustible a Occidente y a otros mercados que los rusos no pueden acceder por las sanciones.
La reserva de combustible rusa está en 5,9 millones de toneladas, lo cual implica que además de controlar el precio deben evitar la escasez en los surtidores, como en 2023. Queda claro que Rusia es el segundo productor mundial de petróleo, pero depende de su capacidad de refinado.
Rusia destinaba a la exportación 35 de los 85 millones de toneladas anuales de gasoil que producía en 2022. Hay un faltante en el mercado interno que necesita explicarse y entonces tenemos que ir a las cifras que surgen de los ataques ucranianos.
El primer ataque ucraniano fue contra la refinería de Kuibyshev, afectada por un explosivo plantado por un empleado el 29 de julio de 2023 y entró en “reparaciones programadas” luego del incidente. La planta tardó unas semanas en volver a la producción.
El 27 de noviembre de 2023 fue alcanzada la refinería de Angarsk con una capacidad de 9 millones de toneladas anuales y su producción se redujo por tres meses. El 19 de enero drones ucranianos incendiaron los depósitos de combustible de Rosneft en Klincy, oblast de Briansk.
El 21 de enero fue alcanzada la terminal de exportación de gas de Ust Luga en San Petersburgo, cerrando sus operaciones de carga de 12 millones de toneladas anuales. A partir de este ataque, Ucrania comenzó a diversificar sus objetivos para afectar también a las exportaciones rusas.
El 24 de enero fue atacada la refinería de Rosfnet en Tuaspe, que produce 10,7 millones de toneladas anuales. 29 de enero, la refinería Slavneft - Yaroslavl, sin causar daños mayores ni afectar su producción de 15 millones de toneladas anuales.
El 31 de enero fue atacada la terminal de exportación de crudo y refinados de Nevsky Mazut en San Petersburgo. El 3 de febrero los drones ucranianos golpearon a la refinería de Lukoil - Volgograd que produce 9.9 millones de toneladas anuales.
El 9 de febrero fue el turno de Ilsky en Krasnodabr, en donde un dron causó un incendio que afectó la refinación de 6,6 millones de toneladas anuales. El 12 de marzo atacaron la refinería de Kstovo con una capacidad anual de a 15 millones de toneladas.
Ese mismo día fue atacada la refinería Lukoil Nizhny Novgorod que produce 15 millones de toneladas anuales de refinados. El 19 de febrero se informó de un ataque con drones a la refinería de Afipsky en Kradnodar que afectó su producción de 6 millones de toneladas anuales.
El 13 de marzo fue atacada la refinería de Rosfnet Ryazan que produce 17,1 millones de toneladas anuales, la refinería de Novoshakhtinks que produce 5,6 millones de refinados anuales y una unidad de refinación en la planta de Kaluga, que genera 1,2 millones de toneladas anuales.
Otro ataque causó daños menores en la planta Kinef en la refinería de Kirishi, que produce 21 millones de toneladas anuales. La producción estuvo frenada por algunas semanas tras un incidente en una central de energía cercana que le proveía de electricidad en septiembre de 2023.
El 16 de marzo fue atacada la refinería de Rosfnet – Syarzan que produce 8,5 millones de toneladas al año y la de Slvynansk on Kuban en Krasondar, que produce 8,8 millones. El ataque sobre la planta de Novokuibyshevsk, que produce 8.8 millones de toneladas, no provocó daños.
En los ataques verificados y siempre de acuerdo con la capacidad de producción de cada refinería informada por el gobierno ruso, la producción total afectada fue de 104,4 millones de toneladas anuales, suponiendo que el daño implica un freno total de su funcionamiento. Es importante explicar que en las imágenes de los ataques se observa que el blanco principal fueron las torres de destilado, que forman el núcleo productivo de cada refinería. Reparar o reemplazar esa parte de la refinería es un asunto que puede llevar meses o años.
Pero también hay que comprender que, en tiempos de sanciones, con el acceso vedado a la compra de maquinaria especializada occidental y habida cuenta de que, por el retraso tecnológico ruso, volver a poner en marcha las instalaciones dañadas es un desafío muy complicado.
Si Ucrania logró afectar instalaciones que producen 104,4 de los 278 millones de toneladas de refinado anuales rusos, es posible entonces hacerse una idea del efecto que busca lograr y el que está obteniendo Ucrania con sus ataques con drones.
En rigor, es posible que algunas de las plantas no hayan sido dañadas en su totalidad y que ese 37,55% de disminución sea exagerado. Aun así, junto con los ataques a las instalaciones de exportación, lograron un efecto que puede corroborarse con otras decisiones del gobierno ruso.
El 31 de enero el Ministerio de Energía ruso informó que tomaría medidas para compensar la “disminución de volúmenes de gasolina para automóviles causada por reparaciones no planificadas de las plantas”. Fue en el mismo momento en que se admitió que las exportaciones habían caído un 23% interanual. La exportación de derivados del petróleo representa un tercio de las ventas de productos petroleros de Rusia y, por lo tanto, una disminución proporcional en sus ingresos. Y su escasez una pérdida de la autonomía que le obligaría a depender de refuerzos indios o chinos.
La otra parte de la estrategia ucraniana es atacar los depósitos de combustible que abastecen a las tropas rusas en el frente para complementar el asedio a las refinerías. Es un capítulo importante en la batalla porque en una guerra de desgaste la logística es parte crucial. Desde el año pasado, Ucrania inició una campaña para dañar la capacidad rusa de almacenamiento de combustible cerca del frente. En abril de 2023 destrozó con drones el principal depósito de combustible de Kazachya en Sebastopol y en mayo el de Krasnogvardiysky, ambos en Crimea. En julio de 2023 eliminó gran parte de los depósitos de combustible rusos en Taman, en la región rusa de Krasnodar. En agosto, el complejo de almacenamiento y carga de Pskov fue incendiado por un ataque con drones. En noviembre, destruyeron un tren que transportaba combustible y las instalaciones ferroviarias de descarga en Donetsk. El 4 de diciembre, el mayor depósito de combustible de Luhansk. El 5 de marzo de 2024, uno de los mayores depósitos de combustible de Belgorod.
Queda por darle un número al daño que le está causando Ucrania a Rusia con su estrategia, al obligarla a cerrar las exportaciones. La venta de refinados al exterior representa el 12,74% del total de 425.000 millones de dólares que obtuvo Rusia desde el exterior en 2023. Ese porcentaje que ahora Putin se vio obligado a no exportar representa un total de 54.145 millones de dólares que ya no van a entrar a las arcas rusas y, por lo tanto, que deben ser restados de los recursos para sostener una guerra a largo plazo.
El cálculo refleja el pasivo provocado por casi un año de exportaciones y la reparación de las refinerías dañadas. Con ese dinero alcanza para producir 13.000 tanques T-90 o para pagar los sueldos anuales de 2.374.780 soldados rasos rusos. O 54 cruceros Moskva.
La reflexión final es que Rusia carece de defensas suficientes para proteger a sus instalaciones desperdigadas en millones de km2. En consecuencia, es previsible que Ucrania siga atacando a las refinerías que alimentan las venas del oso ruso. La oportunidad está servida.
Dicen los que saben de temas militares que la logística define una batalla y sin combustible un ejército no avanza. Pero también, como dijo Napoleón, para lograr la victoria hacen falta tres cosas “dinero, dinero y dinero”. Ese es el dilema que le plantea Zelensky a Putin. Si Putin sigue obcecado en usar su potencia en destruir a Ucrania y no defiende sus recursos, deberá afrontar la falta de combustible para tanques, cosechadoras y automóviles civiles junto a una caída permanente en sus ingresos desde el exterior.
Así de sencilla es la estrategia detrás de la “batalla de las refinerías”. Una vez reelecto, el líder ruso tendrá que afrontar un quinto mandato con una guerra que no se resuelve y en la que su enemigo encontró otro vientre blando donde apuntar sus golpes. Si Putin no afronta la realidad y no defiende el territorio ruso de los drones – y de los rebeldes en Belgorod y Kursk – y sigue viendo solo los mapas ucranianos, corre un riesgo enorme con su estrategia de la guerra a largo plazo. Las cifras no mienten ¡Es la economía, Vladimir!
PS: el costo de cada dron de largo alcance ucraniano está como mucho en los 40.000 dólares. Una refinería como la de Novokuibyshevsk demandó una inversión de unos 1.200 millones solo para ser construida. No hago más cálculos para no echar más nafta al fuego.
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