Por Luis Briatore*
Su majestad “el águila calva” disfruta de una larga vida, 70 años, que no son pocos de permanencia en el cielo.
Al llegar a la media vida, con 40 años, sucede algo muy fuerte y que llama poderosamente la atención. A esa edad, debe tomar una difícil y dura decisión.
Las “garras”, se han vuelto extremadamente largas y flexibles, inconveniente que le impide sujetar con fuerza a las presas de las cuales se alimenta.
El “pico”, alargado y puntiagudo, se ha deformado, extendiéndose su curvatura hacia el pecho y ya no le sirve para desgarrar las presas que captura.
Las “alas”, están muy envejecidas y el peso de sus plumas ha aumentado considerablemente, quitándole la agilidad y soltura en el aire que necesita un ave rapaz.
Volar en estas condiciones de degradación se le hace muy tortuoso y se ve en la obligación de tomar una drástica decisión. Abandonarse y prepararse para una muerte segura por desnutrición, luego de ser presa de otro predador, o enfrentarse con valentía y coraje a un doloroso y largo proceso de renovación corporal.
Este importante cambio, comienza volando a un nido lejano, ubicado en las montañas, el que debe estar rodeado de enormes rocas. Este nuevo lugar le brindará protección por un tiempo prolongado, ya que allí tendrá lugar el proceso de renovación que necesita.
Una vez que llega a su hogar transitorio, lo primero que hace con mucho dolor, es comenzar a “golpear su pico” insistentemente contra la pared de una dura roca. Los impactos son tan violentos, que consigue a fuerza de sufrimiento arrancárselo por completo.
Indefensa y sin posibilidad de ingerir nada de alimento por un tiempo prolongado, esperará pacientemente el crecimiento de un nuevo y resistente pico. Recuperada esta parte vital de su cuerpo, continuará con este proceso de cambio. “Desprenderá una por una, las viejas garras”, acción en la que pasará por mucho sufrimiento.
Una vez que los nuevos y puntiagudos ganchos comienzan a nacer, dará inicio al último cambio, “arrancándose las desgastadas y pesadas plumas”. Ausencia transitoria que le impedirá volar por bastante tiempo.
Después de todos esos largos y traumáticos meses, con un cuerpo marcado por profundas heridas, cicatrizaciones y crecimiento de partes perdidas, por fin llega el vuelo tan esperado.
A partir de este momento, comienza un verdadero renacer, percibe en su alma cazadora fortaleza, vitalidad y un espíritu renovado. Vuelve a ser nuevamente rapaz. Se siente como en sus años juveniles. Luego de tremendo sacrificio, podrá vivir de la caza por otros treinta años más.
Mirándonos al espejo
Luego de una actuación descollante en la Guerra por nuestras Islas Malvinas, participación que despertó la admiración del mundo entero, pasaron casi 40 años, y hasta la fecha, la actualización del material en cantidad y calidad, no fue acorde a las exigencias que impone la defensa del aeroespacio soberano. Hoy nos sucede algo similar a lo que vive el águila en la crisis de media vida, nos encontramos en un punto de inflexión. Estamos resguardados, cuidando con mucho esmero lo que tenemos, a la espera de un proceso de renovación, el que fuera prometido en reiteradas oportunidades, y que, por fin, pareciera estar por llegar.
Ese trago amargo de no poder operar eficaz y eficientemente acorde a los estándares tecnológicos de la época en que vivimos, no nos ha privado de seguir mirando con optimismo hacia adelante, por el contrario, sin bajar los brazos y de manera continua, hemos seguido preparando la mente para estar a la altura de las circunstancias, cuando lleguen los medios adecuados que contribuyan a hacer más efectiva la defensa de nuestros cielos.
Sabemos conscientemente que la renovación no solo tiene que ser tecnológica, también debe ser por dentro. Debemos desechar el recuerdo de una serie de acontecimientos frustrantes, mirando hacia el camino que nos marcaron nuestros héroes, los que entregaron la vida por todos nosotros, dando un enorme ejemplo a las futuras generaciones. Compatriotas que, con arrojo y valentía, regaron de sangre celeste y blanca la turba malvinense, los que pacientemente, esperan parados firmes, con la vista clavada en el oeste, ver flamear nuevamente el pabellón nacional a lo largo y ancho del archipiélago argentino.
Al igual que el águila
Para sentirnos renovados y poder desplegar con vigor las alas sobre el cielo patrio, hoy con plumas pesadas y envejecidas, tenemos lo moralmente necesario para lograrlo: sabemos quiénes somos, cuáles son nuestras potencialidades y adónde queremos llegar, solo nos falta que crezcan nuevas garras, representadas por nuevos aviones de combate de cuarta generación, adquisición que se encuentra transitando un exigente proceso de selección. Material aéreo que por fin estará acorde a las necesidades del país.
La espera fue larga, desde hace años que nos venimos adaptando a este importante problema por falta de medios aptos tecnológicamente. La espera la hicimos con dignidad y cómo se pudo, mirando siempre hacia adelante, empleando la creatividad en su máxima expresión y potenciando los medios disponibles hasta el límite de su vida útil, a fuerza de esmero y sacrificio.
Nuestro pico está muy curvo y no podemos desgarrar a una potencial presa como se debería. Sabemos con certeza que pronto llegará la solución, gracias a una acertada decisión que permitirá superar años de postergación con la adquisición de nuevos aviones y material de apoyo operativo.
El camino no es fácil, está plagado de desafíos. Tenemos lo más importante, el personal idóneo y un espíritu inquebrantable, cimentado en una formación repleta de valores.
Sigamos con firmeza y convicción la ruta de las águilas, “siempre hacia arriba, siempre hacia delante y sin plegar nunca las alas”.
* Luis Alberto Briatore nació en la ciudad de San Fernando (Buenos Aires) en el año 1960.
Egresó como Alférez y Aviador militar de la Escuela de Aviación de la Fuerza Aérea Argentina en 1981 (Promoción XLVII) y como Piloto de Combate de la Escuela de Caza en 1982. Fue Instructor de vuelo en la Escuela de Caza y en aviones Mirage y T-33 Silver Star (Bolivia).
A lo largo de su carrera en la Fuerza Aérea Argentina tripuló entrenadores Mentor B45 y MS-760 Paris, aviones de combate F-86F Sabre, Mirage IIIC, IIIEA y 5A Mara ocupando distintos cargos operativos, tales como Jefe de Escuadrón Instrucción X (Mirage 5 Mara/Mirage biplazas) en la VI Brigada Aérea y Jefe del Grupo 3 de Ataque en la III Brigada Aérea.
En el extranjero voló Mirage IIIEE como Jefe de Escuadrilla e Instructor en el Ala 111 del Ejército del Aire (Valencia, España) y T-33 Silver Star como Instructor de Vuelo en el Grupo Aéreo de Caza 32 y Asesor Académico en el Colegio Militar de Aviación en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia).
Su experiencia de vuelo incluye 3.300 horas de vuelo en reactores y 200 horas en aviones convencionales.
Es también Licenciado en Sistemas Aéreos y Aeroespaciales del Instituto Universitario Aeronáutico (Córdoba, Argentina) y Master en Dirección de Empresas de la Universidad del Salvador.
Tras su pase a retiro en el año 2014, se dedicó a la Instrucción en aviones convencionales PA-11 Cub y PA-12 Super Cub en el Aeroclub Tandil (Buenos Aires) y el Aeroclub Isla de Ibicuy (Entre Ríos) y en el año 2018 se empleó como Piloto de LJ-60 XR – operando desde Aeroparque Jorge Newbery.
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