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Venezuela y el referéndum por el Esequibo: réquiem para un régimen en el ocaso

Por Ignacio Montes de Oca


El próximo domingo se realizará en Venezuela un referéndum para anexar la región de Esequibo de 159.000 km2 que le reclama a Guyana. Vamos a explicar el asunto y a analizar los motivos, las consignas y que hay detrás del momento elegido para agitar un nuevo frente de conflicto

Primero vamos a los antecedentes. Guyana, conocida antes como “Guyana Británica”, se independizó en 1966 y desde 1899 Venezuela reclama la zona de Esequibo un territorio que abarca dos tercios de su territorio asignado por un arbitraje que Caracas considera nulo.

En 1814 los holandeses le entregaron una zona que incluye el Esequibo a los británicos tras la firma de la Convención de Londres. España, que lo consideraba parte de sus colonias, protestó y el reclamo fue heredado por Venezuela, que sostuvo el pedido de restitución. En 1859 se descubrió oro en Cuyuní y la Compañía Minera de la Guyana Británica se estableció en la zona, pese al acuerdo para que nadie ocupare el territorio en disputa. Caracas terminó rompiendo relaciones con Gran Bretaña en 1887 y pidió un arbitraje al gobierno de Estados Unidos. Al principio Londres no le prestó atención al pedido de Venezuela, pero cuando Estados Unidos sugirió que podría intervenir militarmente para resolver la disputa invocando la Doctrina Monroe, se acordó someter el diferendo a un tribunal formado en 1897 en Paris para dirimirlo.



Por esas vueltas de la historia, Venezuela fue representada por Estados Unidos y un juez ruso falló a favor de los británicos. Caracas sostiene desde 1949 que hubo un complot en contra suya detrás del laudo y que la situación no se resolvió. Hoy, vuelven los mismos actores, pero mezclados.

En 1964, cuando ya se organizaba la independencia de Guyana, Venezuela declaró nulo el Acuerdo de 1899. El 17 de febrero de 1966 se firmó el Acuerdo de Ginebra que le asignó el territorio a Guyana y admitió la pretensión venezolana. El 26 de mayo, Guyana declaró su independencia. En 1969 ocurrió la “Rebelión de Rapunini”, cuando separatistas liderados por Valerie Hart reclamaron la autonomía del sur de Esequibo. Guyana acusó a Venezuela de estar detrás de la rebelión, pero Caracas se negó a apoyar a los rebeldes y solo les dio asilo al fracasar la asonada.

Fue entonces que intervino la ONU y se formó una comisión bilateral que se reunió muchas veces, pero no llegó a nada. En 1983 el secretario general de la ONU intentó otra mediación y propuso que ese organismo o la Corte de la Haya intervinieran. Venezuela rechazó la idea.

El asunto se fue transformando en una crisis crónica. Las disputas internas en ambos países alejaron la posibilidad de un arreglo. Pero entonces entró en escena Hugo Chávez en 1999 y la cuestión del Esequibo volvió a ponerse caliente. El “comandante supremo”, revivió la causa. En realidad, el reclamo de Chávez tuvo tres etapas. La primera arranca con su primera campaña presidencial y fue dominada por la retórica nacionalista. Si bien incluyó la cuestión del Esequibo en su agenda, en los hechos limitó las acciones para fortalecer el reclamo venezolano.


Para explicarlo hay que remontarse al año 1981, cuando Cuba se alineó con Guyana para denunciar las intenciones “expansionistas” de Venezuela en el Esequibo. Chávez era un fiel discípulo del dictador cubano y evitó ahondar la polémica apenas llegó al poder. Una reunión en la Habana, en los días previos a su asunción, con el presidente guyanés Barrat Jagdeo, organizada por Castro, congeló el reclamo venezolano. En esos días Guyana era parte de la esfera de influencia cubana y una pieza central en su armado político. Chávez también necesitaba los votos de los países caribeños en los foros internacionales. En consecuencia, calló su nacionalismo e incrementó su comercio con Guyana. En 1999, el anuncio de la instalación de una base de lanzamiento espacial en Guyana, lo puso a prueba.

En principio el líder venezolano protestó por la propuesta de la empresa Beal Aerospace de Estados Unidos. En los hechos, no hizo nada para impedirlo y en 2004 dijo que no se opondría a ningún proyecto en el Esequibo “cuyo propósito sea beneficiar a los habitantes del área”. Pero en 2005 todo cambió. Guyana se alejó de La Habana y acudió a Occidente para obtener inversiones y la condonación de parte de su deuda externa. En esos días era el segundo país más pobre del hemisferio detrás de Haití. En consecuencia, Fidel se enojó y Chávez gritó. En marzo de 2006 y por iniciativa de Chávez, la Asamblea venezolana votó una ley para modificar la bandera nacional y agregarle una octava estrella que representaba “a la Guyana Esequiba”. Era un gesto dramático que mostraba el propósito de darle prioridad al reclamo.

A partir de ese momento el régimen chavista comenzó a desempolvar el integrismo territorial y la cuestión del Esequibo volvió a estar en el tope de la agenda. El tema se multiplicó en la prensa, en los textos escolares y en los murales de las ciudades.

Chávez recrudeció el reclamo mientras cerraba alianzas con Rusia, China e Irán, que le vendieron cantidades inmensas de armamentos. Los discursos encendidos de Chávez empezaron a blindarse y llenarse de promesas de confrontación directa con Estados Unidos por su presencia en Guyana.

El siguiente hito ocurrió en 2015. Ese año se confirmó la existencia de un enorme reservorio de petróleo estimado en 11.000 millones de barriles del yacimiento Stabroek frente a las costas del Esequibo administradas por Guyana. Ese fue el comienzo de la tercera fase del conflicto. Desde entonces se multiplicaron los incidentes entre buques que explotan la zona y unidades de la armada venezolana. Entre ellos la intercepción de navíos de empresas que operan con licencias guyanesas, como ocurrió en 2018 cuando obstruyeron a un petrolero de Exxon Mobil. Ese año 2018 Guyana decidió someter la cuestión al Tribunal de La Haya con el respaldo de la ONU. Aunque Venezuela rechazó la autoridad de esa Corte, la demanda guyanesa prosperó y se espera una definición que podría darle un cierre a la disputa que ya lleva más de dos siglos.



Fue entonces que el presidente Nicolás Maduro decidió llamar a un referéndum el 3 de diciembre próximo, para que los ciudadanos que aún quedan en Venezuela validen -o rechacen- una estrategia para avanzar sobre Esequibo y resolver de un modo drástico la disputa con sus vecinos.

El régimen chavista no quiere esperar a un dictamen que podría resultarle adverso o cuyos tiempos de resolución no son los que demanda Caracas. El problema está en la redacción de las boletas del referéndum. Allí, queda claro que el chavismo busca crear un encierro político.Entre las 5 preguntas, una interroga a los venezolanos si debe acatarse la decisión de La Haya, a la que desde la retórica califica como “fraudulenta”. En la misma pregunta pide “rechazar por todos los medios, conforme al Derecho”, el laudo arbitral de Paris de 1899.

Una presentación más reciente de Guyana ante La Haya pidió que se declare ilegal el referéndum que, justamente, piden declarar nula la jurisdicción de ese tribunal que, además, lleva adelante otros procesos por delitos de lesa humanidad contra Maduro y sus lugartenientes.

Por eso la 3° pregunta busca un antecedente para esquivar las decisiones de la Haya: “Está usted de acuerdo con la posición histórica de Venezuela de no reconocer la Jurisdicción de la Corte Internacional de Justicia para resolver la controversia territorial sobre la Guayana Esequiba?”.



La pregunta N° 5 propone anexar y crear el estado de Esequibo y que su población adopte la ciudadanía venezolana. Cómo harán para lograrlo y el destino para los que se nieguen a aceptarlo genera preguntas incómodas habida cuenta la sutileza de métodos del chavismo.

Mientras se acerca el 3 de diciembre, el régimen chavista multiplicó las maniobras militares y afiló el discurso belicista para convocar a la población a una gesta que no descarta el uso de las armas. La propaganda con uniformados e imágenes de su musculo militar venezolano se repiten. El problema es que para llegar a su propósito, el chavismo debe lograr que el referéndum tenga una participación masiva para lograr legitimidad y respaldar cualquier acción derivada de su resultado. De allí que la propaganda estatal haya redoblado su llamado para el 3 de diciembre. Incluso se ha ordenado un simulacro de votación para que los escolares menores de 18 años hagan una votación simbólica el 29 de noviembre, en una clara maniobra para involucrar a la mayor cantidad de población en el proselitismo nacionalista.

Pero, en un país con un 80% de pobreza, un desempleo del 34% de su población activa, una inflación anual estimada del 341% y un salario mínimo de 5,3 dólares, no se sabe si será bienvenido ese llamado a 20,5 millones de venezolanos para sumarle una guerra a sus padecimientos.

Sin emitir juicios sobre la validez del reclamo de ninguna de las partes, queda claro que el régimen chavista está agitando el nacionalismo territorial con propósitos políticos internos. Las encuestas indican además que la oposición esta vez podría desplazarlos de las urnas. El temor del régimen chavista es que los ciudadanos encuentren en la deserción electoral otro modo de expresar su rechazo al oficialismo. El temor en la oposición es que, sin control externo, el resultado ya haya sido digitado desde antes de desplegar las 28.000 mesas de votación.

La oposición sostiene también la idea de la soberanía venezolana sobre el Esequibo, pero rechaza el método y momento elegido porque entiende que el chavismo está militarizando las opciones y que se corre el riesgo de lanzar una operación bélica ruinosa para sostenerse en el poder. De allí que opositores como Corina Machado hayan calificado al referéndum como oportunista. El juego del chavismo es usar ese rechazo para emparentarlos con los adversarios externos y animar una situación extraordinaria que quizás ensucie o postergue las elecciones.

Desde el punto de vista militar, Guyana no tiene ninguna posibilidad de resistir un ataque venezolano. Con un par de miles de efectivos y un gasto anual en defensa de 91 millones de dólares, apenas logra desplegar 9 tanques, 4 aeronaves de transporte y 1 patrullero naval. Del otro lado, Venezuela dispone U$S 1.929 millones anuales para defensa, 300.000 soldados, 211 tanques, 70 aviones de combate, 39 helicópteros artillados, 12 buques de guerra y 2 submarinos, entre los que se incluyen modelos de alta capacidad como los Su-30Mk2 y los tanques T-72 rusos.



No obstante, en caso de lanzar una operación militar, deberá adentrarse en una zona de densa selva tropical despoblada y con un clima que obligaría a destinar recursos logísticos y humanos inmensos para cubrir los 160.000 km2 a controlar. Y hay otros factores a considerar.

Como miembro del Commonwealth británico, Guyana dispone de un acuerdo de defensa con el Reino Unido y por lo tanto Londres podría invocarlo para acudir en defensa de su antigua colonia. No es algo que vaya a suceder de manera automática, pero es parte de las opciones. También Estados Unidos puede involucrarse. En la medida que fue aumentando el tono belicista de Caracas, se multiplicaron los contactos y maniobras conjuntas con las pequeñas fuerzas guyanesas. Washington tiene más de un motivo para ser parte de una posible contienda.

La toma de Esequibo pondría en riesgo las inversiones de petroleras de ese país como las de Exxon Mobil que hoy es la mayor operadora en las reservas petroleras guyanesas. Pero además Washington entiende al régimen de Maduro como un problema regional crónico. El levantamiento de las sanciones a las exportaciones de petróleo y oro venezolano a cambio de la regularización del escenario electoral se termina el 31 de noviembre y aun no dio signos de haber tenido un resultado positivo. Corina Machado, sigue siendo una candidata proscripta.La administración Biden sabe que Venezuela podría apostar a una situación que implique un tercer frente además de Ucrania e Israel. En el ambiente selvático de Guyana, una confrontación puede ser una pesadilla también para los planificadores norteamericanos.

Para empeorar la situación, en Brasil y Colombia ahora hay gobiernos reactivos a Estados Unidos y no hay aliados de peso en la zona para sumarse al esfuerzo político o, si llegara el caso, militar. Menos aún para formular una estrategia que aleje la idea de una intervención unilateral.

El factor que más debiera preocuparle a Guyana, o a cualquiera de sus aliados, es que Venezuela cuenta con una nutrida tropa de 4 millones de integrantes de la Milicia Bolivariana para alimentar un conflicto a largo plazo. Y que además están jugados ante un posible ocaso electoral.

Para cerrar, vamos a los estímulos positivos. Se trata de los motivos que además del petróleo, podrían representar un aliciente para controlar el Esequibo, ya sea para los guyaneses como para las empresas que podrían obtener los recursos que están dentro de ese territorio.

Descartemos el interés venezolano por el petróleo. Ya posee 304 mil millones de barriles o el 24,4% de las reservas mundiales. Los recursos del Esequibo representan un 0,6% del total global. El problema venezolano es la ineficiencia en la explotación por la injerencia chavista. Guyana exporta hoy 338.000 barriles diarios, con el nuevo reservorio, podrían multiplicarse a 1,2 millones de acuerdo con la consultora Refitinv Eikon citada por BBC. En Esequibo y sus costas hay un potencial gasífero de 17 millones de pies cúbicos listos para ser explotados.

Además, hay reservas de oro, cobre, diamantes, hierro y bauxita que hasta ahora no fueron explotadas por estar en territorio en disputa. Solo en la veta de Wenot se estima que hay 1,6 millones de onzas de oro. Las licencias para operarlo son un estímulo crocante para cualquiera. Queda además considerar los recursos hídricos. El diferencial de altura desde las mesetas a los valles promete un potencial hidroeléctrico importante y hay que sumarle los recursos pesqueros marinos o fluviales o los farmacéuticos y madereros de las selvas vírgenes del Esequibo.

En el plano estratégico hay una ganancia hipotética para todos los involucrados. Guyana necesita resolver la espada de Damocles que pende sobre un tercio de su territorio. Venezuela, recuperar un territorio que sostiene desde hace más de un siglo que por derecho le pertenece. Maduro necesita una épica guerrera para despejar el riesgo de una derrota en las urnas que refleje el fracaso más estrepitoso que se tenga memoria dentro de la historia del populismo luego del de Cuba. Sus aliados persas y rusos precisan otro foco de distracción para Occidente.

Estados Unidos debe moverse con cuidado. Por los tiempos ajustados deberá esperar a los resultados del domingo y la reacción de Maduro sin importar el número final de votos. Si el chavismo decide avanzar en la anexión y más aún si lo hace por medios militares, no quedarán muchas opciones. Afrontar un nuevo escenario de lucha en la selva al estilo de Vietnam, pero con ritmo de merengue, puede tener un costo político inmenso y dispersar aún más su esfuerzo militar exterior. No responder a una nueva modificación fronteriza por las armas, un precio mayor.



Estados Unidos, y Gran Bretaña como garante de la seguridad guyanesa, saben que se trata de un desafío que excede a los reclamos históricos de Venezuela. El momento y el marco global elegido no dejan ninguna duda. Detrás de cualquier nacionalismo desatado se agazapa siempre una potencia. Por eso el domingo se iniciará una nueva etapa del antiguo conflicto por el Esequibo, pero esta vez, y como sucede con otros conflictos en curso, no se trata de una cuestión bilateral, sino de un nuevo episodio de la lucha entre centros de poder animado por recursos millonarios.

También habrá que ver que decide La Haya respecto al referéndum. Le quedan 72 horas para deslegitimar el intento de generar una movilización guerrerista desde las urnas y quitarle entidad a este intento por sumarle otro foco de inestabilidad a un escenario global desquiciado.

El miedo del chavismo no es perder el referéndum ni tampoco el Esequibo. Su temor es que el resultado real anuncie una derrota electoral que lo desaloje tras 33 años en el poder. Sabe que debe apelar a “todos los medios posibles”, como dice la boleta, para evitar una debacle. Queda la esperanza de que la oposición venezolana sume fuerzas para detener este derrape militarista del chavismo o que al menos le reste vigor a los planes de Maduro y sus socios para crear otra conflagración en una región que por ahora venía esquivando al Leviatán.

El Esequibo no es la única reclamación pendiente en América. El modo en que se administre esta crisis y los medios que se usen para resolver la disputa servirá de guía para otros conflictos no resueltos en la región más pacifica del planeta hasta el presente.

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