Azerbaiyán desafía a Rusia y expone la debilidad de Putin
- Ignacio Montes de Oca
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Por Nacho Montes de Oca
Se deteriora la relación entre Azerbaiyán y Rusia. En Bakú, fueron detenidos Igor Kartavyj, jefe de la estación de propaganda rusa Sputnik y su redactor en jefe, Evgeny Belousov. Se les acusa de dirigir una célula de espionaje. Vamos a explicar el trasfondo del incidente.
Los azeríes denuncian que la oficina del medio de propaganda ruso era una tapadera del FSB, el servicio secreto ruso, para difundir información contra su país. Suena razonable, pero el momento elegido y el despliegue mediático sugieren que hay algo más profundo detrás. Todo comenzó con las redadas en Rusia para cazar inmigrantes. En una de esas batidas en Ekaterimburgo, dos azeríes sospechados por un crimen ocurrido en 2001 fueron asesinados por la policía. Azerbaiyán acusó a Moscú de llevar adelante una persecución étnica contra su gente. El 30 de junio, la policía rusa lanzó otra redada en el mercado Alekseyevsky de Voronezh en donde opera una mayoría de comerciantes de la comunidad azerí. Esta vez, las autoridades rusas admitieron que buscaban quebrar el control azerí sobre ese centro comercial.
El gobierno de Bakú viene reclamando a las autoridades rusas por la persecución hacia los 760.000 azeríes que viven en Rusia. Los incidentes ocasionaron la suspensión de toda la actividad de intercambio cultural con Rusia en Azerbaiyán como gesto de descontento de Bakú. Los azeríes ya habían advertido a Rusia de su descontento en febrero de 2025 cuando cerraron la Casa Rusa de Azerbaiyán. Pero detrás de las muertes en Ekaterimburgo y las redadas contra los inmigrantes en Rusia, hay motivos estratégicos en juego.

El alejamiento entre Rusia y Azerbaiyán ya se venía insinuando y podría cambiar el mapa estratégico del Cáucaso. Esto es parte de un proceso más amplio que podría terminar con la influencia rusa en otras ex repúblicas de la URSS. Azerbaiyán es solo una pieza de ese asunto. Azerbaiyán nunca reconoció las anexiones rusas en Ucrania y ese fue el inicio de un alejamiento entre Bakú y Rusia. Fue estimulado además por Turquía, interesada en servir de puente para que el gas azerí fluya hacia Europa, hacerse con el negocio y en sumar un aliado estratégico.
Azerbaiyán quiere exportar 20 mil millones de m3 de gas a Europa por medio del Corredor Sur y reemplazar una parte importante de la oferta rusa. Este movimiento patrocinado por Erdogan le quitaría a Putin un argumento importante para presionar un arreglo con los europeos. Detrás de Azerbaiyán están también los yacimientos gasíferos de Turkmenistán, que planea construir el Gasoducto Transcaspiano a través del Mar Caspio para empalmarse con el Corredor Sur que se dirige hacia Turquía y Europa. Esto disminuiría aún más el peso del gas ruso.
El interés económico puede generar eventos políticos mayores. Parte de esa ruta pasa por Georgia, ahora en manos de un régimen pro ruso. Por allí pasan tanto el Oleoducto Bakú-Tiflis-Ceyhan como el Gasoducto del Cáucaso del Sur. Turquía busca eliminar ese condicionante. La alternativa es pasar por el territorio Armenia, que se presenta como un obstáculo político y geográfico para este juego de intereses. Es por eso que el incidente en Ekaterimburgo debe ser observado con atención por sus consecuencias profundas.
En el juego de alianzas cruzadas, los azeríes buscan avanzar sobre territorio armenio para unir el enclave de Najicheván con el resto del territorio azerí con el apoyo de turcos y de Israel, que a su vez enfrenta a Irán. Los armenios cuentan con el apoyo de los iraníes. Armenia sabe que Rusia no va a asistirla militarmente en caso de que los azeríes busquen avanzar sobre el Corredor de Zangezur. Tampoco los iraníes, que durante la crisis de Arstaj movieron una división blindada a la frontera con Azerbaiyán para evitar esa posibilidad. Sin embargo, no puede mover mucho el avispero. Un conflicto con Azerbaiyán podría tener consecuencias imprevistas en los 20 millones de iraníes azeríes que viven en su territorio. Sumar un conflicto interno por respaldar a Rusia que acaba de traicionarlos, no parece sensato.

Es inevitable concluir que Rusia e Irán atraviesan un momento de debilidad militar. Azerbaiyán se anima a desafiar a Moscú porque se sabe respaldada. El riesgo es que ese sentimiento apure una escalada con Armenia para tomar el Corredor de Zangezur y abra otro foco de conflicto.
Para Putin no se trata solamente de perder en el juego de reconstruir la esfera de influencia rusa de la era soviética. Azerbaiyán es una clave para sostener su presencia en el Cáucaso y evitar el aislamiento total. Aquí entran en juego cuestiones geográficas y económicas.
Fuera de las mercancías que llegan de China para eludir el embargo de Occidente, las rutas a través de Azerbaiyán y Armenia son vitales para evitar un aislamiento mayor. Si Armenia pierde Zangezur, Rusia dependerá por completo de los azeríes para mantener esa ruta. Esa vía comercial depende en gran medida de la línea ferroviaria Resht-Astara que concluye en la región rusa de Astrakán. La otra es la ruta a través del Mar Caspio, usada en particular para mantener abierta la ruta con Irán, por donde llegan mercancías y pertrechos militares.

Además, Irán planea recibir 55 millones de m3 anuales de gas desde Rusia a partir de este año para sostener su industria y su sistema de energía en un momento en que debe recuperarse de la guerra de los 12 días. Pero ambos dependen del permiso de paso de los azeríes. La cercanía de Azerbaiyán con Turquía y sus desafíos contantes crispa los nervios del Kremlin, tanto como la cercanía de los azeríes con Israel presiona a los iraníes. Lo que está en juego es la última influencia rusa en Medio Oriente tras la debacle en Siria.
Es decir que Azerbaiyán tiene medios para presionar a Moscú a pesar de la disparidad de tamaños. Y la identidad turca hizo el resto al acerarle a un aliado alternativo en esta disputa con Rusia que, además, tiene una raíz histórica que fortalece las diferencias. Durante la era de Stalin cerca de 100.000 azeríes fueron deportados de Armenia desde 1948 y esto cambió el mapa demográfico de la región, además de crear las condiciones para los conflictos del Nagorno Karabaj en 1990, 2020 y 2024. Los azeríes no olvidaron esa afrenta. Ilham Aleiev, el líder azerí, también explota el nacionalismo en su enfrentamiento con Rusia y Armenia. Esa retórica incluye resaltar el vínculo con la esfera turca basado en la identidad musulmana y el origen común en la lengua y la sub-etnia Orghuz común a ambas naciones.

Turquía fue el primer estado en reconocer la independencia de Azerbaiyán en 1991, también estimuló la salida de ese país de la OTSC en 1999, el tratado de defensa mutua impulsado por Rusia como espejo a la OTAN. Hay muchos motivos para el alejamiento entre Bakú y Moscú. Putin intentó regresar a Azerbaiyán a su esfera cuando traicionó a Armenia. Pese a su promesa a los armenios, los abandonó cuando los azeríes lanzaron su ofensiva para tomar la región de Arstaj en Nagorno Karabaj en agosto de 2024. Pero la entrega no le rindió frutos.
Por el contrario, Armenia buscó diversificar sus alianzas, suspendió su actividad en la OTSC en febrero de 2024 y acudió a Occidente para comprar las armas que Rusia no puso a su disposición y para buscar un respaldo político frente a la presión coligada de turcos y azeríes.
En febrero de 2024 se sumó al Estatuto de Roma, el mismo que aplica para la detención de Putin si llega a su territorio, en marzo de ese año el parlamento armenio aprobó una ley para pedir el ingreso a la Unión Europea y en enero de 2025 firmó una asociación estratégica con EEUU. Armenia firmó importantes contratos de compras de armas con Francia y con India, además de participar en 2023 y 2024 en maniobras militares conjuntas "Eagle Partner” con tropas de EEUU, mientras ordenaba el retiro de la guarnición rusa en Ereván en julio de 2024.
Contrario a lo que podría suponerse, el acercamiento de Armenia con Occidente y su alejamiento de Rusia no clausuró las diferencias entre Bakú y Moscú. El debilitamiento económico y militar de Rusia por su fracaso en Ucrania, no dio motivos para un arreglo. En diciembre de 2024, los rusos derribaron un avión de Azerbaiyán Airlines en Kazajistán y Putin se negó a colaborar con la investigación que conducía a la responsabilidad de los operadores de un sistema antiaéreo ruso. Desde ese momento, el vínculo se dañó aún más. Putin nunca admitió la culpa de Rusia en el derribo del avión Embraer sobre Aktau ni cumplió con los pedidos para juzgar a los responsables ni indemnizó a las víctimas. Y luego se le sumaron las noticias del reclutamiento forzado de azeríes para combatir en Ucrania.
Las redadas masivas concluyen con una amenaza de enrolarse en las filas del ejército ruso o afrontar la cárcel o la deportación. Los dos estados ahora vuelven a enfrentarse y Moscú llamó a consultas al embajador azerí para que responda por la detención de sus propagandistas.

Para cerrar, vamos a un dato que refleja hasta qué punto las sociedades azerí y rusa se están alejando. En 1989, el año del inicio del colapso soviético, vivían Azerbaiyán aproximadamente 392.000 rusos. Esa cifra se redujo en 2019 a 71.000 personas. Es decir que pasaron de representar el 5,6% de la población a un 0,69% y ese proceso se dio en el marco de numerosos incidentes anti rusos estimulados por un gobierno que buscó disminuir el factor demográfico como herramienta de presión de Moscú. Con estos datos es más sencillo entender los motivos de la tensión entre Bakú y Moscú, que va más allá de la detención de los funcionarios de Sputnik. Hay un mar de fondo en el que se juega la presencia rusa en el Cáucaso e intereses económicos millonarios.
Pero también refleja un debilitamiento de Rusia, retada hoy por un país que se supone es mucho más débil en todos los sentidos, pero que advierte que tiene la oportunidad de aprovechar las circunstancias para resolver viejas disputas y posicionarse para cumplir sus planes. En su desesperación por alimentar la picadora de carne en Ucrania, Putin le dio con sus redadas otro motivo a Azerbaiyán para acentuar su lejanía. Turquía y Occidente pueden aprovechar la circunstancia y Armenia reza para no pagar también la factura. El giro de una cachiporra policial en Ekaterimburgo puede convertirse en una tormenta política al llegar al Cáucaso.