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Cómo contrarrestar la amenaza de los drones: evaluación tecnológica y desafíos estratégicos en el entorno híbrido contemporáneo

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Por Ángel Rojo

 

La proliferación de drones en escenarios militares y civiles constituye uno de los desafíos más urgentes para la seguridad internacional en el siglo XXI. La convergencia entre sistemas comerciales de bajo costo, tecnologías de comunicación avanzadas y aplicaciones militares improvisadas ha generado una amenaza difusa, difícil de detectar y de neutralizar. En los últimos años, la frecuencia de incidentes con aeronaves no tripuladas sobre infraestructuras críticas, bases militares y espacios aéreos civiles ha aumentado significativamente, configurando un nuevo tipo de amenaza híbrida que combina espionaje, sabotaje y coerción estratégica.

El informe elaborado por Roland Berger (2025) expone el crecimiento de este fenómeno en el entorno euroatlántico, señalando múltiples incidentes en países de la OTAN desde septiembre de 2025, incluidos vuelos no autorizados de drones sobre aeropuertos daneses, bases noruegas y el espacio aéreo alemán. Estos eventos reflejan la vulnerabilidad de los Estados frente a operaciones de vigilancia o interferencia conducidas por actores estatales y no estatales, que utilizan sistemas no tripulados de distintos tamaños y niveles tecnológicos.


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Frente a esta evolución, el estudio plantea una cuestión fundamental: ¿cómo construir una arquitectura efectiva de defensa anti-dron que pueda adaptarse a la diversidad de amenazas sin recurrir a soluciones únicas o universales?

 

La amenaza híbrida y la multiplicación de vectores

El entorno operacional contemporáneo se caracteriza por la coexistencia de drones con fines militares, comerciales y civiles. Los casos de uso van desde la protección de unidades tácticas y bases fijas hasta la defensa de infraestructuras críticas, instalaciones aeroportuarias, eventos públicos, fronteras o el transporte marítimo. Esta variedad de escenarios obliga a diferenciar entre misiones tácticas (de corto alcance y respuesta inmediata) y misiones estratégicas (de defensa territorial o protección de activos nacionales).

El espectro de amenazas incluye desde microdrones de menos de dos kilogramos, empleados para reconocimiento o interferencia local, hasta sistemas de ataque de gran tamaño, capaces de portar cargas explosivas o actuar en enjambres coordinados. La evolución de los drones tipo FPV (First Person View) de origen ruso o ucraniano, los modelos Shahed iraníes o los sistemas merodeadores como el Harop y el Hero-120, demuestran que la relación costo-efectividad se ha desplazado a favor del atacante. Un dron armado de bajo costo puede provocar daños significativos en un objetivo de alto valor, obligando a los defensores a desarrollar contramedidas escalables, económicas y de rápida reacción.

 

El mercado de contramedidas y su proyección

El mercado global de sistemas anti-dron - también denominado C-UAS (Counter-Unmanned Aircraft Systems) - experimenta un crecimiento exponencial, impulsado por la combinación de amenazas híbridas y conflictos de alta intensidad como el de Ucrania. Según el análisis de Roland Berger, este sector podría superar los 30.000 millones de dólares en 2030, con un aumento sostenido en la demanda tanto de aplicaciones militares como civiles.


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Este crecimiento se explica no solo por el aumento de incidentes, sino también por la diversificación de soluciones tecnológicas disponibles. No existe una única respuesta técnica: la selección de contramedidas depende del tipo de dron, su velocidad, peso, altitud operativa y entorno de empleo. De este modo, la protección de un aeropuerto civil requiere un enfoque distinto al de una base militar en zona de combate o un evento público con alta densidad de personas.


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Clasificación de las tecnologías anti-dron

Las contramedidas pueden dividirse en dos categorías principales: soft-kill (neutralización no destructiva) y hard-kill (neutralización física). Ambas pueden implementarse desde plataformas terrestres o aéreas, de acuerdo con el tipo de amenaza.

 

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1. Tecnologías soft-kill

El objetivo del soft-kill es interrumpir, desactivar o tomar el control de un dron hostil sin destruirlo físicamente. Estas soluciones resultan especialmente útiles en contextos urbanos o civiles donde los daños colaterales son inaceptables.

Entre los métodos más comunes se encuentran:

  • Interferencia por radiofrecuencia (RF Jamming): bloquea la comunicación entre el dron y su operador, inutilizando el sistema de control o el enlace de video. Es una solución de bajo costo y despliegue rápido, aunque su eficacia se reduce frente a drones autónomos o aquellos que utilizan navegación inercial.

  • Suplantación de señal GPS (GPS Spoofing): introduce señales falsas para desorientar al dron y forzarlo a aterrizar o desviarse. Es discreta y no destructiva, pero su eficacia depende del tipo de receptor y puede estar sujeta a restricciones legales.

  • Toma de control cibernética: explota vulnerabilidades del software del dron para asumir el control remoto de sus sistemas, permitiendo un aterrizaje seguro o la extracción de datos. Aunque muy precisa, su implementación es compleja y requiere capacidades avanzadas de ciberseguridad.

  • Captura mediante redes (Net Guns o Capturadores de Drones): lanza redes desde sistemas terrestres o desde otro dron interceptor. Permite recuperar el dron intacto, lo que es útil para análisis forense o pruebas judiciales. Su alcance y eficacia se limitan frente a enjambres o drones de gran tamaño.

 

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En conjunto, las tecnologías soft-kill son económicas, discretas y escalables, pero presentan limitaciones ante drones rápidos, pesados o equipados con sistemas autónomos. Su aplicación ideal se encuentra en la protección de instalaciones fijas, perímetros urbanos o infraestructuras críticas.

 

2. Tecnologías hard-kill

Las soluciones hard-kill buscan destruir o incapacitar físicamente al dron enemigo. Son la primera línea de defensa frente a amenazas de alta velocidad o gran masa, aunque implican mayores costos y riesgos de daño colateral.

Los métodos principales incluyen:

  • Interceptores cinéticos o por colisión: drones o municiones merodeadoras que impactan directamente contra el objetivo. Son efectivos contra amenazas móviles, pero de alto costo y difícil control en espacios aéreos congestionados.

  • Interceptores explosivos o artillería antiaérea: plataformas terrestres o móviles equipadas con cañones automáticos o misiles de corto alcance. Proporcionan defensa de área y capacidad de respuesta rápida, aunque su uso en entornos civiles es limitado.

  • Armas de energía dirigida: sistemas de microondas o láseres de alta potencia capaces de dañar los componentes electrónicos del dron sin proyectiles físicos. Su principal ventaja es el costo por disparo extremadamente bajo y la “munición ilimitada”, aunque requieren línea de visión directa y un elevado consumo energético.

 

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El equilibrio entre efectividad y costo operativo determina la elección de una u otra modalidad. Mientras los sistemas hard-kill resultan indispensables en el campo de batalla, los soft-kill son preferibles para la defensa de áreas urbanas o eventos civiles.

 

Consideraciones operativas y de integración

Una defensa anti-dron efectiva requiere más que la suma de tecnologías: depende de la integración en una arquitectura de mando y control (C2) que permita detectar, clasificar y responder en segundos. La inteligencia artificial (IA) y la fusión de sensores (radar, electroópticos, infrarrojos y acústicos) son elementos clave para la discriminación de objetivos reales frente a falsos positivos o señuelos.

China, Estados Unidos, Israel y varios países europeos desarrollan actualmente redes distribuidas de detección y alerta temprana, integradas en sistemas de defensa aérea multicapas. Estas redes combinan sensores espaciales, aéreos, marítimos y terrestres con protocolos de transmisión de datos de baja latencia - como QUIC (Quick UDP Internet Connections) - para coordinar respuestas automáticas.

El informe de Roland Berger advierte, sin embargo, que los países occidentales aún presentan brechas de interoperabilidad entre sus sistemas de detección y neutralización. En contraste, el Ejército Popular de Liberación (EPL) chino ha desplegado una “plataforma de big data de detección distribuida” capaz de monitorear más de mil lanzamientos de misiles o drones simultáneamente, un indicio de la tendencia hacia la automatización total de la vigilancia aeroespacial.

 

Aspectos económicos y de sostenibilidad operativa

El costo-efectividad es uno de los factores más críticos en la guerra moderna de drones. Destruir un dron comercial modificado con un misil antiaéreo de miles de dólares resulta insostenible a largo plazo. Por ello, la mayoría de los sistemas de defensa buscan soluciones modulares y reutilizables, donde las tecnologías soft-kill actúan como primera barrera y los hard-kill se reservan para amenazas mayores.

El estudio estima que los sistemas de energía dirigida podrían reducir los costos operativos en un 80 % respecto a las intercepciones cinéticas, siempre que se resuelvan los desafíos de generación eléctrica, precisión de puntería y mantenimiento. A futuro, la combinación de IA, sensores adaptativos y armas de energía dirigida podría redefinir el equilibrio entre costo y eficacia en la defensa aérea de baja altitud.

 

Implicaciones estratégicas

Desde una perspectiva doctrinaria, el desarrollo de capacidades anti-dron tiene tres implicaciones estratégicas principales:

  1. Defensa de la soberanía tecnológica: los Estados que dominan las tecnologías C-UAS controlan no solo la protección de su espacio aéreo, sino también la capacidad de intervenir o neutralizar operaciones adversarias.

  2. Interoperabilidad y cooperación aliada: la OTAN enfrenta el reto de armonizar los sistemas nacionales de defensa anti-dron para garantizar una respuesta coordinada frente a ataques híbridos transfronterizos.

  3. Riesgos de escalada y dilema de seguridad: el despliegue masivo de defensas anti-dron puede interpretarse como una amenaza ofensiva por otros actores, alimentando nuevas carreras armamentistas, especialmente en el ámbito espacial y cibernético.

 

Recomendaciones principales

El informe concluye que no existe una solución única para contrarrestar la amenaza de los drones. En cambio, propone una estrategia basada en capas de defensa complementarias, con las siguientes recomendaciones:

  1. Identificar los activos a proteger: distinguir entre infraestructuras críticas, bases militares, eventos masivos o fronteras, para asignar el nivel de protección adecuado.

  2. Realizar análisis de riesgo por tipo de amenaza: diferenciar entre drones de reconocimiento, de ataque o enjambres coordinados, evaluando su cantidad, velocidad y trayectoria probable.

  3. Definir el enfoque operativo: seleccionar entre opciones terrestres o aéreas, y entre neutralización blanda (soft-kill) o dura (hard-kill), en función del entorno, los costos y los efectos colaterales aceptables.

  4. Desarrollar una arquitectura de mando y control unificada: integrar detección, clasificación y respuesta en una red de sensores e inteligencia artificial que reduzca los tiempos de decisión.

  5. Invertir en investigación aplicada y cooperación industrial: fomentar alianzas público-privadas que impulsen la innovación en materiales, algoritmos y fuentes de energía para sistemas de próxima generación.

 

Conclusión

La amenaza de los drones redefine la naturaleza de la defensa aérea contemporánea. Lo que comenzó como un desafío táctico local se ha convertido en un problema estratégico global que abarca dominios terrestres, marítimos, aéreos y espaciales. Los drones representan la democratización del poder aéreo: su bajo costo, adaptabilidad y disponibilidad comercial han roto las barreras tradicionales entre la guerra estatal y no estatal.

Frente a ello, la respuesta no puede limitarse a la adquisición de equipos, sino que requiere una visión sistémica que combine doctrina, tecnología y cooperación internacional. La defensa anti-dron del futuro será una defensa en red, multidominio y cognitivamente asistida, donde la velocidad de la información y la capacidad de adaptación determinarán la supervivencia de los activos estratégicos.

En palabras del informe de Roland Berger, la urgencia no radica solo en desplegar sistemas, sino en actuar con rapidez y coherencia, integrando las soluciones disponibles en una arquitectura flexible capaz de evolucionar con la amenaza.El reto, en última instancia, no es solo contrarrestar los drones, sino preservar la estabilidad estratégica en un entorno donde la seguridad y el riesgo se confunden cada vez más.

 

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