EEUU irrumpe en el Cáucaso con ayuda turca: Armenia y Azerbaiyán cambian sus alianzas con un pacto en Washington
- Ignacio Montes de Oca
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Por Ignacio Montes de Oca
Un acuerdo entre Armenia y Azerbaiyán firmado en Washington el 8 de agosto desató una carrera por el control de esta estratégica región del Cáucaso. En esta trama están involucrados además Rusia, Irán, Francia, Turquía y por sobre todo mucho, muchísimo gas. Primero veamos cómo llegamos a la actual situación. En la era soviética, se desplazó a parte de la población armenia a la zona de Nagorno Karabaj, lo que hizo que apenas se comenzó a debilitar la URSS comenzaran las disputas entre armenios y azeríes por el control de ese enclave. En 1988 estalló la guerra entre Azerbaiyán y la zona separatista de Nagorno Karabaj, luego llamada República de Artsaj, que pedían unirse a Armenia. Ereván los apoyó militarmente y retuvo el territorio en una guerra que se extendió hasta 1994 y fue frenada por la mediación rusa.

En septiembre de 2020 Azerbaiyán lanzó una ofensiva reforzada con armas enviadas por Turquía e Israel y tomó la mayor parte de los territorios en disputa. De nuevo intervino Rusia. En noviembre de firmó otra tregua y Putin desplegó tropas para controlar el cese el fuego. Pero en 2023, aprovechando que Rusia se debilitaba en Ucrania, Azerbaiyán bloqueó el paso de Lachín que conectaba Armenia con Nagorno Karabaj y luego tomó Artsaj en otra ofensiva militar. En los días siguientes 100.000 armenios de Artsaj huyeron a Armenia. Rusia no intervino.
Hasta entonces, Armenia confiaba en la ayuda rusa. Pero las tropas de Putin tuvieron una actitud pasiva frente al avance azerí. Esto condujo a que Armenia se alejara de Moscú y suspendiera su participación en la OTSC, la versión rusa de la OTAN y que buscara apoyo en Occidente. EEUU le dio su apoyo político y organizó maniobras militares conjuntas para marcar su presencia. Francia firmó acuerdos para proveerles a los armenios armas que reemplazaran a los modelos rusos usuales en sus fuerzas armadas y que creaban una dependencia estratégica hacia Moscú.
Aunque Rusia quiso mantener a Azerbaiyán dentro de su esfera de influencia, Turquía logró desplazarla como su principal aliado. Aquí hay otro elemento histórico y cultural que hay que citar para entender qué es lo que sucede en el presente. Para eso hay que ver el mapa de la zona.

Del mismo modo que la URSS modificó la estructura étnica de Nagorno Karabaj, también lo hizo al mover a grupos armenios y azeríes en otras zonas. En 1921 los Tratados de Moscú y Kars crearon la republica de Najichevan, que es la que forma hoy el enclave occidental de Azerbaiyán. En Armenia afirman que Najichevan fue vaciada de armenios en la era soviética y antes de eso por los turcos. Los azeríes, denuncian que el sur armenio fue objeto de una limpieza étnica de azeríes antes de ser asignada a Armenia y dejar a su territorio separado en dos porciones. En cualquier caso, Azerbaiyán quedó dividida en dos partes con Armenia en el medio. Al independizarse ambos países, esta separación fue la fuente de nuevas tensiones porque los azeríes le reclamaron a los armenios una ruta directa para comunicar a sus dos territorios. Así llegamos al presente.

La ruta de comunicación entre los territorios azeríes se denomina Corredor de Zangezur. El destino de ese paso fue lo que se negoció en Washington. El Acuerdo de Paz ya había sido firmado en 2020 a instancias de Putin y lo que se pactó el 8 de agosto fue mucho más trascendente. Este acuerdo tiene su origen en una mediación de EEUU iniciada en la reunión entre ministros de RREE de ambos países organizada por el ex secretario de Estado Anthony Blinken en Washington el 19 de septiembre de 2022. En esa reunión se convino casi todo lo pactado el 8 de agosto.
Un encuentro bilateral programado para el 20 de noviembre de 2023 fue cancelado por Azerbaiyán luego de acusar a Biden de favorecer a Armenia en las negociaciones. La firma de una asociación estratégica entre Washington y Erevan en enero de 2025 le dio fuerza al argumento de Bakú. Fue necesaria la intervención del presidente turco Erdogan, interesado en profundizar su alianza con estadounidenses y azeríes, la que logró sentar a los dos presidentes en la mesa en Washington al convencer a Azerbaiyán para que deje su intransigencia. Luego veremos los motivos.

En la negociación, Trump le agregó una cláusula para otorgarle a una entidad privada de EEUU el desarrollo económico y la gestión del Corredor de Zangezur por 100 años, luego de renombrarlo “Ruta Trump para la Paz y la Prosperidad Internacional” por pedido de la Casa Blanca. La idea de Trump es establecer una suerte de “protectorado” de un siglo de duración, al estilo del Canal de Panamá, que a cambio de generarle ganancias económicas y estratégicas lo convierta en garante de esa zona de Asia Menor en una suerte de territorio anexo al de EEUU.

Este acuerdo fue facilitado por Turquía que busca establecer una continuidad geográfica con Azerbaiyán y que hasta ahora era impedida por la presencia de los armenios, un adversario histórico desde el genocidio de 1915 perpetrado por los turcos. Pero también hay otros motivos. Turquía necesita esa ruta para proyectarse hacia Asia Central y alcanzar a esos países terminados en “stán” con los que comparte en su mayoría una misma raíz túrquica. De allí que haya impulsado esta iniciativa, en la que además proyecta dejar a otros actores fuera de juego.
Entre las condiciones del acuerdo está la disolución del Grupo Minsk de la OSCE creado en 1992 para intervenir en el conflicto armenio azerí. En este grupo están tanto Francia como Rusia, además de los EEUU, por lo que la idea es debilitar la influencia de estos países en la zona. Francia es aliado de Grecia, el principal adversario de Turquía en Europa. Pero además apoya a Armenia y se perfila como su gran proveedor de armas, lo que se traduce luego en presencia política permanente. Tanto Turquía como los EEUU prefieren a los franceses lejos de allí. Putin fue excluido del pacto en una zona que era de su influencia y ahora quedó marginado debido a su distanciamiento de Armenia y el aumento de tensiones con Azerbaiyán. Las relaciones entre estos dos países y Rusia continúan deteriorándose por la acción de EEUU y Turquía.
Días atrás el diputado ruso Dmitri Svelyev pidió invadir Azerbaiyán. Este legislador, miembro del Partido Rusia Unida que lidera Putin y veterano de la invasión a Afganistán, expresó el enojo del Kremlin con Ilham Alíyev, el presidente azerí, por su acercamiento a occidente.
La tensión se originó en el derribo del vuelo 8432 de Azerbaiyán Airlines en diciembre de 2024 por parte de una batería antiaérea rusa, en el reciente arresto y la posterior muerte de inmigrantes azeríes en Rusia y la expulsión de siete representantes de la prensa rusa en Bakú.
Putin no solo lamenta el alejamiento de Azerbaiyán, que también dejó la OTSC en 1999, sino que además percibe como los azeríes se están convirtiendo en un competidor para sus planes estratégicos al acercarse a Turquía y al proponerse como proveedor alternativo de gas a Europa. Azerbaiyán planea vender 12 mil millones de m3 de gas a Europa, la mitad de su producción anual. Para el 2027 planifica aumentar el bombeo a 20.000 millones de m3 a través del Corredor de Gas del Sur formado por los gasoductos Transanatolio y Transadriatico que pasan por Turquía.

Esto explica el interés de Turquía en aumentar su influencia en Azerbaiyán y Armenia a través de Zangezur, así como el de Estados Unidos por controlar a un proveedor energético que compite con su acuerdo con la UE, comprometida a comprarle 750.000 millones de dólares en energía. Con este acuerdo, EEUU y Turquía debilitan al mismo tiempo la presencia rusa y francesa y toman el control de una zona económica que además es una encrucijada estratégica de enorme importancia. Pero también exponen a Irán a ver cortado la comunicación terrestre con su aliado ruso. El Corredor Internacional de Transporte Norte Sur cruza Armenia y Azerbaiyán mediante carreteras y el ferrocarril Rasht-Astara, que conecta Irán con Rusia y llega a la India. En el Caspio, los puertos rusos de Astracán y Majachkalá se enlazan con los de Anzali y Amirabad en Irán.
Además, el obstáculo armenio hizo que las rutas alternativas para comunicar a las dos partes de Azerbaiyán a través de Irán fueran una carta fuerte de los iraníes para negociar con los azeríes. Ahora ese factor desaparece a favor de EEUU y Turquía, dos países opuestos a Irán. Por otra parte, la presencia norteamericana en Zangezur pondría bajo control de EEUU las rutas que conectan a Irán con Rusia en un momento en que ambos países tienen necesidades militares mutuas que satisfacer. Para Teherán la noticia representa una catástrofe estratégica.
Así se entiende por qué tanto los ayatolas como el Kremlin criticaron el acuerdo firmado en Washington, que poco tiene que ver con la paz, porque ya estaba vigente la tregua de 2020 y los países no estaban enfrascados en una confrontación. Lo que está en juego es más amplio. Trump logró colarse en un conflicto en el que EEUU tenía un rol secundario y amenazar a sus competidores, al tiempo que fortalece su coordinación con Turquía con la que ya tiene negocios políticos comunes en Siria. Esta es otra de las derivadas que hay que observar con atención.

Rusia quedaría encerrada, aunque controle Georgia con un gobierno afín, en donde aún puede amenazar el paso de los gasoductos provenientes de Azerbaiyán. Es por eso que Zangezur puede ser una ruta alternativa que le interesa también a los europeos para evitar una intrusión rusa.
Para que el acuerdo tenga vigencia se debe obtener el respaldo interno en los estados firmantes. En Azerbaiyán es un trámite porque la oposición casi no existe y Aliyev es un autócrata. Pero en Armenia el presidente Nikol Pashinyán se encuentra en un momento político complicado. Si bien no hay una oposición estructurada que amenace su gobierno, Pashinyán recibió críticas muy fuertes por la caída de Artsaj y para ceder parte de la soberanía debería convocarse a un referéndum. Con las heridas aun abiertas de la guerra de 2023, el resultado es una incógnita. Además, Azerbaiyán le reclamó a Armenia antes de firmar un documento definitivo que proceda a un referéndum para modificar su Constitución y eliminar las reivindicaciones territoriales sobre zonas en poder de los azeríes. Esta pregunta puede condicionar aún más el resultado.

Dado que lo acordado en Washington es un paquete y en los hechos depende de ratificaciones, queda aún mucho trecho por recorrer antes de anunciar un Acuerdo de Paz o el inicio de la administración norteamericana del Corredor de Zangezur. Y ese tiempo es el riesgo más fuerte. Puede que Rusia e Irán busquen boicotear el pacto. Putin mediante las presiones usuales que combinan lo militar, la propaganda y la infiltración política. Irán aprovechando el hecho que tiene 20 millones de azeríes étnicos en su territorio, el doble que la población de Azerbaiyán.
Es entonces que comenzarán los intentos de unos y otros por imponer sus posiciones utilizando los rencores históricos y la amenaza de un conflicto surgido de la presencia norteamericana en Armenia. Y además hay detalles que faltan acordar respecto a esa gestión.
Azerbaiyán quiere que sea un paso libre sin inspecciones ni aduanas armenias. Armenia no quiere perder el control del paso y EEUU no define aun el mecanismo de administración y el grado de cesión de soberanía que deberán hacer los armenios. El asunto aún no está cerrado.
Mientras tanto Turquía disfruta de otro avance estratégico y el haber logrado acercar a Armenia luego de más de un siglo de enfrentamientos aprovechando la debilidad resultante de la victoria azerí en 2023 y en Artsaj. Ahora puede seguir camino hacia los stanes con mayor vigor.

Veremos si Trump logra que se apruebe la ruta con su nombre y si Francia o Europa reaccionan para impedir que una parte importante de su futuro energético quede en manos de sus competidores norteamericanos. Y luego si Putin acepta esta nueva derrota con resignación. Perder la ruta por Asia Central amenaza las rutas viales y ferroviarias que controlan los azeríes y que atraviesan su territorio y el Mar Caspio. Con la relación bilateral en crisis y la presencia de EEUU y Turquía como guardaespaldas, la situación para Putin es más que incomoda.
Irán arriesga la administración conjunta del río Aras y de la presa de Qiz Qalasi junto al recurso político de controlar la comunicación entre los territorios azeríes. Además, la alianza con Armenia y el transito cómodo por el Mar Caspio. Es otro encierro que condiciona su futuro. Macron parece perjudicado, aunque los contratos por la venta de armas con Armenia siguen en marcha. Allí los EEUU aun no lograron desplazar a los franceses. Europa depende de Francia para recuperar el terreno perdido en Asia Central. La compra de gas es una carta fuerte. Su otra carta es la intención de Armenia de integrarse a la UE, idea que no es posible si persiste el conflicto. Si logra un acuerdo se acercará a la membresía y equilibraría las presiones externas sobre su sistema político y económico. Es otro juego pendiente de definición.
El pacto del 8 de agosto abre muchas posibilidades y resta por ver hasta donde podrá avanzar cuando los actores en el juego desplieguen sus herramientas de presión. Por ahora hay un acuerdo marco. Queda mucho camino para saber que sucederá, como es usual en el Cáucaso. Azerbaiyán necesita garantías ante la amenaza rusa e iraní. Armenia se sabe en inferioridad militar ante los azeríes coligados con los turcos. Trump aprovecha la ocasión y completa la tarea de su predecesor. Europa, necesita gas. El tablero de Asia Central cambió por completo.