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El ataque de drones de Putin a Polonia desnuda una estrategia política a varias bandas

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Por Ignacio Montes de Oca


Con el envío de más drones contra el territorio de la OTAN, Putin apunta a varios objetivos simultáneos. Revisemos las hipótesis que podrían funcionar para explicar esta escalada que propone Rusia.


Empecemos por el más inmediato. Se trata de recoger información sobre los tiempos de respuesta, frecuencias electrónicas y cadenas de mando de la defensa aérea de los miembros europeos de la Alianza. Esa información también funciona como un aviso sobre las intenciones rusas. Esto explica porque se usaron drones Gerbera, más pequeños que los Shahed pero que pueden cargar equipamiento electrónico en lugar de una ojiva explosiva y sus vuelos cubriendo zonas amplias de Polonia. También, el hallazgo de tarjetas SIM polacas y lituanas entre sus restos. Esa carga también disminuye el riego de ser acusados de usar armas con capacidad letal. Esa línea es la que separa la invocación del articulado de la carta de la OTAN y que permite pasar del 4° al 5° artículo. Luego veremos cómo ese objetivo se enlaza con un propósito política aún mayor.

El segundo propósito es también militar y tiene que ver con el ataque a las ciudades ucranianas. Ante la falta de resultados en el frente, Putin apuesta todo a causar terror en la población civil a la vista del mundo e intentar demostrar que su capacidad de daño va en aumento. Esa exhibición sirve también al propósito de advertir, tanto a funcionarios como electores europeos, sobre las consecuencias de oponerse a Rusia y va dirigido en particular a los pobladores de las exrepúblicas que integraron el Pacto de Varsovia, que son las más cercanas a Rusia. El cálculo es simple y bestial: en la medida que haya una posibilidad mayor de seguir el camino de Ucrania, más fácil es que haga efecto la propaganda rusa que busca inculcar que la idea de un pacto con Moscú es imperativa y que se debe lograr cediendo a cualquier condición de Putin.

Esto se enlaza con el 3° objetivo. Si no se pacta, entonces se confronta y eso implica naturalizar que los drones van a seguir llegando. Tiene su lógica porque la secuencia de “drones lanzados por error” viene aumentando de manera dramática este año. Revisemos esa cifra para entenderlo. Haciendo un conteo por año y en los reportes de medios, hubo 7 drones rusos entrando en territorio de Polonia y Rumania en 2022. El número subió a 10 en 2023 y los países afectados fueron Polonia y Rumania. En 2024 bajó a 8 casos de drones desviados, todos detectados en Polonia. En lo que va de 2025, el número ha superado al de años anteriores combinados. Entre el 20 de agosto y el 13 de septiembre, al menos 27 drones ingresaron al espacio aéreo de Polonia y Rumania. Los que volaron a Moldavia no está incluidos, ya que no es un miembro de la OTAN. Tampoco se incluyen las 200 violaciones del espacio aéreo de Estonia, Letonia y Lituania por parte de helicópteros y cazas rusos o el derribo de un misil ruso cuyos restos mataron a dos ciudadanos polacos en Przewodou, cerca de la frontera con Ucrania en noviembre de 2022.

Estos son los casos de drones que fueron identificados, sin contar los vuelos que ingresaron al espacio aéreo y luego regresaron a territorio ruso o bielorruso. En cualquier caso, la provocación va en aumento y esto nos lleva a otro motivo que se superpone con los anteriores. Con la asistencia de Irán, que es el origen tecnológico de los drones Shahed, Geran y Gerbera junto con el incremento de envíos desde China de componentes para producirlos, Rusia alcanzó un ritmo de producción de 190 unidades diarias y planea elevarla a 500 en el año 2026. Hay un aumento de la producción, de los incidentes y de su uso. Entre julio y agosto de 2025 Rusia lanzó contra Ucrania 10.429 drones, una cifra superior a la de todo el año 2024 que totalizó 10.167. Este aumento le da un plus de riesgo a los “lanzamientos por error” de Rusia.


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Ese riesgo mayor obliga a los países europeos a intensificar sus esfuerzos para mejorar sus defensas contra drones. Esto sucede mientras el aumento en los ataques hizo que Ucrania les pidiera más ayuda para defenderse contra ellos. Aquí se entiende el otro motivo de Putin. Europa debe cubrir ahora un frente mucho más extenso y debe revisar los envíos de Ucrania. Hagamos números: el frente de batalla entre Rusia y Ucrania mide 1.200 km, que es por donde se cuelan los cientos de drones que envía a diario Putin. Ahora la zona a cubrir es mucho mayor. La longitud total combinada de la frontera de Rusia y Bielorrusia con los países de la OTAN, excluyendo Turquía, es de 3.819,7 km. La amenaza pasó a extenderse por más de 5.000 km y los países europeos deben distribuir sus recursos. Y los que tienen hoy no son del todo adecuados.

Una hora de vuelo de un F-35 cuesta U$S 35.000 y la del F-16 entre U$S 9.000 y U$S 12.000. Un misil AIM-120D o un AIM-9X como los usados en Polonia cuestan U$S 400.000 cada uno. A Rusia producir un Shahed le cuesta U$S 50.000, un Geran U$S 48.000 y un Gerbera U$S 10.000.

Europa tiene que desplegar métodos más económicamente razonables para hacerle frente a una posible escalada con Rusia y también buscar métodos que reduzcan los tiempos de reacción. Desde que se detectaron los drones en Polonia hasta su derribo pasó un tiempo riesgosamente alto. La solución tampoco pasa por los sistemas desarrollados para derribar aviones y misiles balísticos. Cada misil Patriot puede llegar a costar U$S 4 millones, un Iris-T SLM un millón y los proyectiles del sistema Aster 30/SMPT 3,1 millones. Es como arrear ganado con un Rolls Royce.

Se hace más necesario desarrollar sistemas específicos. Por tratarse de objetivos más pequeños, lentos y de vuelo a baja altura, a veces la alta tecnología es superada por esos parámetros. De allí que la UE haya acelerado el “escudo anti-drones” anunciado en junio de este año. La idea es gastar € 6.000 millones en su desarrollo. Pero va a llevar un tiempo y mientras tanto se deberán revisar las prioridades en la distribución de los recursos antiaéreos. Esto podría afectar los planes para reforzar la defensa ucraniana en un momento crucial de la guerra.

Estos cálculos de Putin le dan racionalidad a un hecho tan irracional como tocarle el traste a Europa y hacerlo cada vez con mayor descaro. Hablamos de Europa sin mencionar a propósito a EEUU, el mayor socio de la OTAN, porque es hora de presentar el otro objetivo de Putin. Putin está midiendo el nivel de unidad política de la OTAN frente a una agresión que va en aumento. Con los Gerbera recopiló información sobre el grado de cohesión europea, pero también midió con precisión la respuesta de la administración de Donald Trump y su apoyo a Europa.


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Trump, que opina de casi cualquier asunto, permaneció en silencio durante las 12 horas posteriores a la incursión rusa en Polonia. Rompió el silencio para publicar un texto sin sustancia política alguna: “¿Por qué Rusia viola el espacio aéreo de Polonia con drones? ¡Aquí vamos!” Al día siguiente, con el sentido de la oportunidad de Ronald Mcdonald llegando a una convención vegana, Donald Trump levantó las sanciones a la línea aérea bielorrusa Belavia. Recordemos que algunos de los drones que cayeron en Polonia horas antes partieron desde suelo bielorruso. Ese mismo día defendió a Putin diciendo que quizás los drones rusos fueron a Polonia por error y fue refutado por el primer ministro y el ministro de RREE polacos. Trump mostró un nivel de desorientación política que imitó a los drones de Putin. O quizás no hubo error alguno.

Putin comprobó por enésima vez que Trump no está dispuesto a frenarlo. No lo hizo en el caso de Polonia, el estado europeo que cumple el requisito de gastar casi el 5% de su PBI en defensa y a cuyo presidente, Karol Nawrocki, recibió en la Casa Blanca el 3 de septiembre. Ahora el Kremlin sabe que Trump adoptó el rol de pasivo en su relación con Putin y que, además, no va a respaldar militar o políticamente a sus socios de la OTAN ante una posible escalada. Y menos aún contribuir a frenar a los drones que llegan desde el oriente europeo. Esto tiene consecuencias profundas porque cualquier acción de la OTAN, por la flacidez de su miembro principal ante Rusia, no contará con el respaldo y quizás ni siquiera con el voto en caso de querer profundizar una respuesta ante Rusia, por más que continue o agrande el nivel de su agresión.

Esa postura se derrama a lo militar porque si la alianza decidiera que debe adelantar su defensa en Ucrania debería tener un apoyo unánime que no puede esperar de momento de parte de EEUU y tampoco un respaldo político, que fue ya retaceado al invocar Polonia en Artículo 4°.

Trump publicó un texto en el que calificó a la invasión rusa a Ucrania como la “guerra de Biden y Zelensky”. El tono y el momento elegido demuestra que la incursión de los drones desnudó la falta de intención de Trump de auxiliar a sus socios de la OTAN en una circunstancia grave. Esa sensación se profundiza al haber reclamado que Europa sancione a China e India por comprar hidrocarburos a Rusia y pedirles otra vez que dejen de comprarle petróleo, a sabiendas que ese trámite puede resolverlo en un 65% exigiéndole al húngaro Orban que cese con las compras.


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Esa demanda es una justificación para no castigar a Rusia. Trump se niega a imponerle a China el arancel del 50% que le puso a India por la compra de crudo ruso en función de sus propios intereses en la puja tarifaria que mantiene con Pekín. Sin esa acción, las sanciones europeas carecen de sentido. India no es un actor clave en la producción de drones que atacan a diario a Ucrania y los que incursionan en Europa. Si EEUU estuviera decidido a acabar con ambos ya hubiese actuado contra China, el Isengrad de los drones, en lugar de ir contra los indios con un pedido oblicuo.

En caso de haber seguido vigente la política exterior tradicional de los EEUU, ya se hubiese ejecutado un refuerzo de las capacidades militares en Polonia y el resto de los países amenazados con la misma precipitación que se desplegaron en Medio Oriente o en el Caribe. En lugar de eso degrada la capacidad ucraniana de defensa contra drones al quitarle las espoletas que mandó a Medio Oriente sin motivo sensato. Tampoco las destinó a Polonia. Y las entregas militares a Ucrania se hacen lentas, en particular las que abastecen a su defensa aérea.

Trump realiza despliegues y refuerzos urgentes y hasta ostentosos en sitios que considera de su interés. Por definición, allí en donde no los realiza no encuentra provecho o rigen otros intereses superiores. Hay que averiguar cuál podría estar por encima de seguir liderando la alianza militar occidental.

Con el ataque a Polonia y luego a Rumania, se hubiese esperado de una acción decidida de parte de EEUU hacia Rusia, Bielorrusia y China. La arquitectura de seguridad global estadounidense siempre estuvo atada al destino de sus aliados europeos. Putin corroboró que ya no es así. Al día siguiente de la inacción de EEUU, Rusia volvió a lanzar sus drones contra Polonia y Rumania. Marco Rublo dijo que aquello era “inaceptable” pero no hubo una reacción de Trump. Los drones son como un polígrafo que no solo puede leerse en Moscú. También Bruselas lo observa.

Esa es parte de la jugada de Putin al agudizar la tensión y obligar a Trump a definirse habiendo tomado nota en Alaska que desea más los recursos de Rusia y un título de pacificador que el asumir un protagonismo reaganiano. El sinsentido de los drones tiene cada vez más sentido. Los europeos tienen su propio escollo en Hungría y Eslovaquia. En la OTAN y en la UE la necesidad de unanimidad en las decisiones encuentra en Orban y Fico un impedimento que se le suma a la densidad de las aguas que deben navegar para poner de acuerdo a 32 o 27 miembros.

Analicemos la amenaza rusa sobre Europa que sigue vigente. No es que Putin tenga las fuerzas para atacarlos. Ya perdió al menos 4.113 tanques, 8,327 blindados, 163 aviones, 161 helicópteros y 28 unidades navales. El juego no pasa por el riesgo de invasión sino por el hostigamiento. Tampoco hay que caer en la paranoia sobre una Europa indefensa y la advertencia de la Legión de Opinadores Prostáticos respecto a que hay que ceder ante un retiro de Trump porque no tiene sentido contrariar a la potencia atómica de Putin. Europa es también una potencia nuclear.

En ese campo hay un jaque mutuo. Rusia tiene 5.580 cabezas nucleares. Francia y el Reino Unido suman 400 y con eso sobra para la destrucción mutua. Putin no puede afrontar un enfrentamiento convencional. Quedan seguir con las acciones de hostigamiento como la de los drones. Alexander Dugin, el teórico de Putin ya había anticipado en su libro “Fundamentos de Geopolítica” de 1997 que Rusia debía separar a la “talasocracia” de EEUU de sus aliados europeos y romper a la OTAN para destruir lo que denomina la “hegemonía atlántica”. Pasaron 28 años. Dugin propone distraer las obligaciones externas de EEUU fomentando su división interna, apoyar partidos pro-rusos en Europa, realizar sabotajes en su territorio y enfocarse en el hostigamiento a Polonia, los países bálticos y Ucrania. Esto fue previsto en 1997, no hay sorpresa.


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Agrupando datos e ideas es más fácil entender las actitudes de cada uno de los actores involucrados y entender el porqué de las acciones y omisiones de cada uno de ellos. Putin llega hasta donde se le permite y ahora Europa tiene que resolver a solas cuál será su respuesta. En realidad, no está tan sola y, curiosamente, su solución está cerca, en Ucrania. Vamos con otro dato: la tasa de intercepción de drones que alcanzaron los ucranianos en 2025 va del 80% al 95%. Varía de acuerdo con las fuentes, pero de todas maneras es un promedio muy alto. Esto convierte la experiencia en combate de Ucrania en un recurso muy valioso para sus mecenas europeos. Ese know how puede significar un ahorro importante de recursos al encarar un programa de defensa que abarque al territorio de la OTAN. Su valor creció en los últimos días.

Una muestra de esa valía está en el hecho de que EEUU y Ucrania trabajan un acuerdo para que, a cambio de inversiones estadounidenses en producción de drones ucranianos y compras de armamento, el Pentágono reciba parte de esa veteranía a la hora de encarar ataques masivos de drones.

Zelensky ya le ofreció a todo Occidente su asesoría. Pero en los últimos días Kiev comenzó a expresar cada vez más abiertamente su desencanto con Washington por el modo en que actúa como una stylommatophora ante Putin y un entendimiento mayor con Europa. Es por eso que Putin sigue esforzándose por degradar la capacidad occidental para asistir a Ucrania, dispersar sus recursos y agudizar la separación entre sus miembros. Así, logra los objetivos que se plantea para compensar la falta de resultados decisivos en el campo de batalla ucraniano.

Los drones son solo una parte de su plan, que es parte de la estrategia global que incluye a China, que sabe que así puede negociar más cómodo con un Occidente fragmentado y debilitar una posible respuesta llegado el momento en que decida saltar el Estrecho de Formosa. China también está midiendo reacciones. Corea del Norte depende en un 97% del comercio con China y su presencia en el lado ruso es otra concesión de Xi Jiping, en la misma línea que las compras de hidrocarburos y el envío de componentes. El pequeño Kim es un tester interesante. En la medida que Rusia despliega tropas extranjeras y usa los armamentos norcoreanos e iraníes, pone a prueba la capacidad occidental y su grado de cohesión al prohibirles actuar en espejo. Hasta ahora Washington y Bruselas acataron esa restricción en gran medida. Otro error político.


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Europa corrobora la postura de Trump en la negativa de EEUU a sancionar a Rusia y condicionar la presión a China a que los aliados europeos de Putin dejen de comprar petróleo ruso. Solo resta asumir que solo pueden contar con sus capacidades y actuar en consecuencia.

El objetivo permanente de Putin es ganar tiempo. No solo de parte de Trump que parece estar dispuesto a dárselo en cuotas de dos semanas. También en la espera de Europa por una respuesta positiva de EEUU se sigue perdiendo un lapso vital para tomar decisiones respecto a Rusia. Putin sabe que no tiene fuerzas militares para avanzar en Ucrania y su ofensiva en Sumy y Pokrovsk ya fue un fracaso. Como estratega es un tarado y un derrochador de almas, pero sabe jugar el juego político con maestría si se trata de la intriga y el uso de medios no militares.

Con su fuerza ofensiva herida, encontró en los drones un método para sembrar dudas, especulaciones y discordia en Occidente. No se trató de un mero “error” o un acto delirante. Putin está buscando varios objetivos a la vez y al entenderlos se comprende mucho mejor su decisión. Con su economía en ruinas Putin está usando drones de U$S 10.000 dólares para compensar en la arena política sus errores y la falta de recursos. Y su otro aliado es la tardanza occidental en admitir que ya no es una unidad. La realidad puede doler. Lo que no tiene, es remedio.

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