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El hombre más rico contra el más poderoso: Musk desafía a Trump con una tercera vía

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Por Ignacio Montes de Oca

 

Elon Musk quiere crear un partido capaz de disputarle la hegemonía a los republicanos y demócratas en el sistema político de EEUU. Mas allá del forcejeo personal, hay una estrategia mucho más profunda que puede jaquear a Trump y crear un actor político muy poderoso a futuro. Lo primero que hay que entender es que hace dos siglos el binomio que forman los republicanos y demócratas controlan los tres poderes y por ende el sistema de gobierno estadounidense. Si Musk cambia ese esquema la transformación podría ser absoluta.

Queda claro que la presidencia se disputa entre esos dos partidos y que la Corte Suprema se compone a partir de los nombramientos acordados entre ambos. Queda el Poder Legislativo que es en donde vamos a empezar a entender la estrategia de Musk.

Hay dos cámaras, la de Senadores con 100 escaños y la de Representantes con 435. La Cámara alta tiene una mayoría republicana de 53 senadores y frente a ellos tiene a 45 demócratas y 2 independientes, Sanders y King, que en los hechos responden a los demócratas. En la Cámara baja se repite la mayoría republicana con 220 representantes, dos más de los 218 necesarios para la mayoría simple y luego hay 212 escaños demócratas con tres sitios pendientes por fallecimientos. Es acá donde entra a correr la estrategia de Musk. El dueño de X se propuso ganar al menos 26 representantes y 4 a 6 senadores. Si tenemos en cuenta que tan cerca están ambos partidos del punto de equilibrio del 50% más uno, es decir 51 senadores y 218 representantes, empezamos a entender la estrategia. Con solo lograr un 5% de los representantes de cada Cámara, estaría en condiciones de negociar con unos u otros si un proyecto es aprobado o no. Para eso no necesita grandes números electorales, solo precisa tener lo suficiente para ser la moneda de cambio. Para que no suene demasiado teórico, vamos a la aprobación reciente de la reforma tributaria de Trump, denominada “Big Beatiful Bill”. En el Senado, tres republicanos se negaron a votar a favor y el conteo quedó en tablas. El vicepresidente Vance tuvo que desempatar.

En la Cámara baja se aprobó por 217 a favor y 212 en contra. Dos republicanos se opusieron y los demócratas juntaron 210 representantes. La diferencia fue mínima en senadores y de 5 escaños en la Cámara de Representantes. Así de delicado es el equilibrio legislativo existente.

Fue precisamente la oposición de Musk a la BBB la que generó el distanciamiento con Trump. En la votación, los jefes republicanos tuvieron que hacer maniobras desesperadas para juntar los votos e incluso se necesitó de una presión personal de Trump sobre algunos “rebeldes”. Pero en ese trámite quedó expuesta la debilidad del sistema que podría cambiar por completo si Musk lograra enrolar a un número suficiente de legisladores en el Partido de América. Bastarían tres o cuatro senadores y una decena de representantes para romper el balance.

Ese balance también puede quebrarse en el momento de la votación presidencial y es hora de hablar de lo que se denomina “elección contingente”, una rareza del sistema de EEUU que podría repetirse si Musk logra su cometido. Tiene los medios y la voluntad para intentarlo. EEUU tiene un sistema de elección indirecta por un Colegio Electoral en donde se votan delegados que luego eligen al presidente. Hasta hoy los republicanos y demócratas lograron una mayoría. Pero si ninguno logra el 50% + 1 se produce la denominada “elección contingente”. Podría darse la situación de que republicanos y demócratas lograran 268 electores cada uno y Musk tuviera los dos restantes. Con ese par podría negociar con uno de los partidos el nombre del nuevo presidente sin importar la cantidad de votos que hubiese logrado cada partido. Sin una mayoría absoluta que se alcanza logrando 270 de los 538 electores, entonces comenzarían las negociaciones hasta que haya un acuerdo. Si Musk lograr conseguir un número suficiente de electores, podría negociar el nombre del nuevo presidente.

Las “elecciones contingentes” ya se dieron en 1801, 1825 y 1837. Desde entonces el bipartidismo impidió que sucediera nuevamente. Si Musk forzara la situación, entonces el Congreso entrante debería elegir al presidente y volvemos a la cuestión de las mayorías. El escollo para que se dé una elección contingente es el sistema de “el ganador se lleva todo” vigente en 48 estados, que implica que el que obtiene la mayor parte de los votos se queda con todos los electores estatales. Aquí hay un resquicio en conde puede colarse Musk. Puede dirigir su apoyo monetario y político en los dos estados que reparten proporcionalmente los votos, es decir los 4 electores de Maine o los 9 de Nebraska. Allí se otorgan dos delegados al candidato que gane el voto popular y el resto se reparten en los distritos.

Ya tenemos 9 votos electorales en pugna con cuatro probables y son más que suficientes para convertirse en decisor en el colegio electoral en una disputa cerrada como la que suele ocurrir entre demócratas y republicanos. Pero aún puede hacer más y es buscar una reforma electoral. Musk tiene fondos suficientes como para, por ejemplo, apoyar a la National Popular Vote Interstate Compact, una entidad que trabaja para terminar con el sistema el ganador se lleva todo” y que el resultado refleje mejor el voto de las mayorías en cada elección. Hasta hora el NPVIC logró respaldo político en 17 estados y puede que el empuje financiero y una mano en las redes sociales le permitan ampliar su demanda, que es acompañada por instituciones similares y algunos políticos republicanos y demócratas en varios estados. Existen debates en varios estados en los que el sistema de “el ganador se lleva todo” es criticado y la presencia de legisladores locales o nacionales del Partido de América podría generar un cambo en la legislación. Es por eso que hay que observar con atención el proceso.

La siguiente pregunta es ¿Tiene base Musk para obtener apoyo suficiente? La respuesta está escondida en la cantidad de votos que le acercó a Trump para obtener la victoria, ya sea por el apoyo de 260 millones de dólares o por el respaldo de su red social X. Incluso si ese factor implicara un 3% al 5%, es suficiente en proporción para hablar de legisladores y electores con capacidad de influir en el sistema. Hablamos de 16 electores, 3 senadores y 13 representantes para el 3% que es el horizonte más bajo. Incluso con un 1% tendría margen para forzar una elección contingente o para contar con los votos en el Congreso para mediar en proyectos relevantes. A ese balance delicado es al que nos referimos al inicio del hilo. Pero hay un par de cuestiones más para analizar.

Según Newsweek, una encuesta realizada por Quantum Insights entre el 30 de junio y el 2 de julio sobre 1.000 votantes registrados indicó que el 40% de los consultados considera apoyar la iniciativa de Musk. El 14% dijo que era “muy probable” que votaran por el nuevo partido. Es cierto que armar un partido con sus estructuras y control territorial es una tarea inmensa, pero Musk solo necesita concentrarse en algunos estados clave para iniciar su tarea y un respaldo mínimo pero suficiente para cumplir con su meta inicial de convertirse en cuña política. No se trata solo de Maine o Nebaska. En algunos de los “estados clave” por la cantidad de electores que otorgan, Trump ganó por diferencias mínimas y es allí donde un tercer partido competitivo podría hacer a diferencia o decidir el número final en el Colegio Electoral. En Arizona ganó por un 4,7%, en Georgia por un 2,3%, en Michigan por un 2,1%, en Nevada por el 4,5%, en Carolina del Norte por el 3,3% y en Pensilvania por el 2,5%. Entre estos estados hay 93 electores del Colegio Electoral y comienza a quedar en claro la estrategia del tercer partido.

Todos los porcentajes indican márgenes muy estrechos y es por eso que Trump embistió de frente contra Musk y su nuevo partido al que calificó como un “ridículo”. Como dato curioso, los demócratas no salieron a criticar la iniciativa con idéntica furia. Una de las bases para analizar las posibilidades de Musk está en el Partido Libertario, la agrupación liderada por Steven Nekhaila que le ofreció su base partidaria y con quienes tiene una afinidad ideológica más cercana. Musk rechazó la oferta por ahora. En las últimas elecciones el Partido Libertario obtuvo 637.000 votos, un 0,42% del padrón, lo cual no es buena noticia para Musk porque define las posibilidades más realistas que tiene de arranque una agrupación con el perfil que propone para su iniciativa política. Pero Musk tiene en Trump un aliado involuntario. Desde la campaña el actual presidente dirigió toda su artillería verbal contra los demócratas y los culpó del estado de la economía, de los conflictos externos, de sus propios yerros y por poco de la peste bubónica del siglo XIV.

En la medida que Trump demuele a los demócratas y pierde popularidad, la idea de una tercera opción se fortalece. Trump obtuvo el 49,8% de los votos en las elecciones de noviembre de 2024. No obstante, las mediciones más recientes indican que perdió apoyo. Una encuesta de Morning Consult realizada en junio indica que el apoyo a Trump cayó al 45% del electorado y que el 53% desaprueba su gestión. The Economist le da un 42% de aprobación y un 54% de desaprobación en julio. El resto de las mediciones muestran caídas similares.

Los resultados económicos mixtos, la política migratoria y el reciente caso del encubrimiento de la red de pedofilia de Epstein pueden profundizar esa caída y ser a la vez motivo y material para que un tercer partido logre avanzar dentro del escenario político de los EEUU. Este proceso tiene una fecha precisa en las elecciones de medio término de noviembre de 2026. Para ese momento Musk deberá probar que puede lograr un número suficiente de votos para desembarcar con personal propio en el Congreso. Revisemos los escaños en juego.

En esa fecha se van a renovar los 435 escaños de la Cámara de Representantes y 34 del Senado. además, se van a elegir los gobernadores de 35 estados y con ellos muchos cargos legislativos locales. Para ese momento Musk debería tener aceitada su nueva máquina política. El dueño de Space X solo tiene que encontrar el modo de evitar que, como es usual, el descontento con Trump se vuelque hacia los demócratas y atrapar esos votos en su nueva red partidaria. El resto es hacer números en las legislaturas y aportar apoyo a los factores que construyen poder. E incluso puede ir más allá y embestir de un modo más catastrófico contra Trump. Analicemos la cuestión del impeachment con los números que fuimos recolectando. El proceso de destitución es una de las fantasías que rodean al surgimiento del “America Party”.

El proceso de impeachment se inicia en la Cámara baja con la presentación de los “artículos” de la acusación, es decir los cargos por los que se pide la destitución. Con el apoyo de los demócratas y un numero relevante de legisladores de Musk, podrían aprobarse por mayoría simple. Una vez aprobado, el Senado realiza el juicio político. Pero se requiere de una “supermayoría” de 2/3 de los senadores presentes para la destitución. Es muy improbable que los republicanos admitan la salida de su líder y la oposición está lejos de ese número en cualquier escenario. Esta es la parte no numérica del análisis. El solo hecho de hacer pasar por una de las cámaras a un proceso de impeachment puede impactar en la imagen de Trump y el ventilar pruebas y viralizar argumentos aumentaría ese daño político. Con X como megáfono, el perjuicio es mayor.

Algunos suspicaces hablaron de un pacto entre Trump y Musk para crear un partido que drenara votantes demócratas, algo así como una conspiración para armar una falsa oposición que cree una mayoría aún más acentuada. En los hechos, esa posibilidad hace agua. Poco después de lanzar la idea del América Party, Musk embistió contra Trump y sus principales funcionarios por el cierre sospechosamente abrupto y arbitrario de la causa Epstein. Fue así como se montó en una de las causas más sensibles para la opinión pública de los EEUU. La causa por pedofilia en la que Trump figura como visitante de la isla del perverso suicidado, está alejando incluso a algunos de los seguidores del presidente más renombrados. En este caso, la red de Musk podría captar más peces republicanos que demócratas.

Además, Musk está usando la misma red social que utilizó para ayudar a Trump para amplificar las críticas al procedimiento seguido para enterrar las pesquisas sobre los implicados en los crímenes de Epstein. Esto despeja dudas sobre una conspiración conjunta. Si atendemos a lo que dicen las encuestas y a los datos de los efectos de un tercer partido, se puede advertir que Musk busca atraer a los votantes de ambos partidos y que eso no va en línea con los planes de Trump y de MAGA, en particular ante la campaña de medio término.

Fuera del mercado político minorista, Musk tiene también aliados potenciales entre los magnates afectados por Trump. Jeff Bezos, Michael Bloomberg y Mark Zuckerberg son algunas de las figuras empresarias afectadas en sus negocios por la actual administración. Si bien la rebaja de impuestos puede favorecerlos en su patrimonio, también sufren la afectación en sus negocios dentro de los EEUU por la retracción económica y en sus mercados externos al recibir las represalias de la guerra arancelaria planteada por Trump. Es por eso que la propuesta de un tercer partido más “receptivo” a las sugerencias por fuera del entramado de los dos partidos tradicionales tiene mucho más para ofrecer a votantes y auspiciantes de lo que parece en una primera mirada. Y un efecto potencial inmenso.

Aclaremos que Musk no puede ser candidato a presidente porque el Art II de la Sección 1° de la Constitución indica que el cargo solo puede ser ocupado por un ciudadano nacido en los EEUU. El dueño de X nació en Sudáfrica, pero ninguna clausula le impide concentrar poder. Ese poder lo puede obtener al convertirse en el tercero que rompe el sistema bipartidista. En otras palabras, su negocio no es disputarles la mayoría a republicanos y demócratas. Es más probable que sea electo presidente en las primeras elecciones marcianas. Pero el truco no está en competir en uno u otro equipo, sino en convertirse en el árbitro del partido. O lograr que su Partido de América, por esas maravillas de la polisemia, cumpla con el propósito de partir el sistema partidario de los EEUU por primera vez en siglos.

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