Por Luis A. Briatore *
Hay infinidad de Pilotos en estos momentos volando alrededor del planeta en diferentes aeronaves y distintos tipos de vuelo. En su mayoría son excelentes profesionales del aire y tienen realmente un dominio importante del material que operan cuando todo funciona muy bien y no tenemos una presión adicional como lo es una emergencia.
Ante el avance de la tecnología, las fallas técnicas ocurren con menos frecuencia, sumado al adiestramiento en simuladores que no difieren de una situación real, podemos entrenarnos en prácticas relacionadas a situaciones anormales, mejorando apreciablemente la capacidad de respuesta ante cualquier tipo de imprevisto o emergencia.
Como lo marcan las últimas estadísticas y gracias a elevados estándares de entrenamiento, la casi totalidad de los accidentes suceden por errores humanos y no técnicos.
Cuando nos referirnos específicamente al tema emergencia, los Pilotos utilizamos normalmente reglas posibles de guardar en nuestra memoria fácilmente, las que nos orientan ante la aparición de un hecho de esta naturaleza, y una de ellas nos indica que ante una situación de este tipo lo primero que debemos hacer es “VOLAR”: dominar el avión llevándolo a un vuelo estabilizado y controlable. Luego “NAVEGAR”: ubicarnos donde nos encontramos para dirigirnos a la pista más cercana. Y, por último, “COMUNICAR”: transmitir lo que nos pasa y en algunos casos solicitar asistencia a un control o Torre de Vuelo, o a otro avión en vuelo, ayuda que puede resultar de vital importancia. Razonamiento lógico y práctico que permite ordenar el actuar cuando una situación riesgosa acontece.
Volar exige una preparación permanente y en lo que a emergencias se refiere, es primordial ser previsor y estar siempre un paso delante de los hechos, pensando en diferentes modos de acción de acuerdo al obstáculo a superar. Metodología de vuelo que comienza con el estudio en tierra, para luego pasar a la práctica en un simulador de vuelo.
Pilotos con muchos años de experiencia expresan: ¡Aprender a mantener un avión en el aire es relativamente fácil, lo verdaderamente difícil es lograr controlarlo y tomar decisiones en las situaciones extremas!
Esta es una verdad con todas las letras, la que nos indica que, por influencia del factor psicológico ante un problema, la capacidad cognitiva se reduce. Otra realidad indica que la reacción del Piloto en una emergencia resuelta previamente en un simulador resulta diferente a la que sucede en una situación real. En algunos casos se presenta un agravante, lo anormal no se produce tal cual está escrito o de la manera en que lo practicamos, agregándose algunos ingredientes adicionales no previstos. En estas difíciles situaciones es donde talla el criterio empleado en la “toma de decisiones”. Esta virtud que puede transformarse rápidamente en un defecto, depende en gran parte del nivel de preparación, otro factor determinante es la experiencia, y también, las condiciones innatas de cada individuo para adecuarse con premura a este tipo de contratiempo.
La buena gestión de nuestro entorno es de vital importancia
Existen otros factores que favorecen los resultados, uno de ellos es “estar siempre alerta”, como así también, “emplear y administrar positivamente el entorno donde nos movemos”, como gestionamos las reacciones humanas, buscando resolver la emergencia en un ambiente de calma, si es posible. Este tipo de actitud favorece a que todos los actores involucrados puedan colaborar brindando un aporte positivo de manera coordinada, tal cual como lo dicen los libros. Esta idea no abarca solo al Piloto, nos referimos a un nutrido grupo de profesionales involucrados en cada vuelo: piloto, copiloto, tripulantes, mecánicos, controlador de torre de vuelo, operador radar, bombero, servicios de apoyo al vuelo en tierra, etc., ¡La lista es mucho más amplia de lo que uno pueda imaginar!
Para resolver una situación de emergencia no hace falta ser un superhombre, ni tampoco una mente brillante, con un poco de sentido común, preparación previa y estar alerta basta. Comentaba a la cadena BBC el Instructor de vuelo británico John O'Hara, poco después de los ataques del 11 de septiembre de 2001 en EE.UU. “La clave”, sostiene, “es sobreponerse al efecto sorpresa que nos puede incapacitar a la hora de tomar decisiones. Pasamos de estar en una situación total y absolutamente normal a otra que empieza a degradarse rápidamente, con un peligro latente con final abierto”.
Los que volamos tenemos algo en común, es instintivo, forma parte de nuestra naturaleza soñadora. En algún momento de meditación aeronáutica planteamos situaciones riesgosas mentalmente y dibujamos en un cielo imaginario la manera de poder resolverlas de la mejor manera posible. Tenemos una inclinación a sentirnos motivados a querer resolver emergencias con éxito, una fantasía que muchas veces ocurre. Esto no significa desear que sucedan, por lo contrario, estar mentalizados y bien preparados para cuando llegue el momento de actuar. Se trata de un fenómeno difícil de explicar, es un fuego sagrado e interior que nos impulsa a estudiar y plantearnos situaciones hipotéticas, sin una exigencia de un tercero. Razonamientos habituales y constructivos que van forjando el actuar de manera profesional.
Una experiencia distinta en una actividad con características muy particulares
La mayoría de los Pilotos enfrentamos en alguna oportunidad estos episodios no muy agradables llamados comúnmente “emergencia”, unos muchas y otros pocas, más y menos complejas, con mayor o menor fortuna. En el mundo que rodea a las situaciones anormales sucede algo que atrae a propios y ajenos, se trata de los relatos de esas anécdotas y casi guiones muy entretenidos de escuchar, los que nos trasladan mágicamente a otra época con condiciones diferentes a las del momento, haciéndolo más atrapante aún. Los más hábiles, con una verba asombrosa, nos sitúan con maestría en ese momento de riesgo, logrando atrapar el 100% de nuestra atención. Descripción de un cuento hipnótico relatado frente a camaradas, amigos, parientes, hijos o nietos, que escuchan extasiados.
En lo personal puedo describir varios hechos en diferentes aviones, ambientes, momentos, fases del vuelo, donde pude superar distintas clases de emergencias, ¡Por suerte las puedo contar!, que no es algo menor en una profesión de riesgo donde muchos lamentablemente han quedado en el camino.
Los Pilotos de Combate operamos en condiciones muy singulares. Surcamos el cielo por espacios de tiempo no muy prolongados. En nuestra espalda tenemos menos horas en el aire que un Piloto de Trasporte, pero si muchas salidas con infinidad de despegues y aterrizajes, en comparación a otro tipo de vuelo. El uso del piloto automático no es algo que nos atrape, nos gusta arriar con nuestras propias manos a la bestia salvaje. La intensidad del vuelo es muchas veces extrema en lo que a maniobras y aplicación fuerzas “g” se refiere, ¡Somos enemigos de lo estático, optando por lo totalmente dinámico!
El vuelo recto y nivelado no es nuestro hábitat natural. Los fierros que volamos normalmente no disponen de limitadores de performance ante actitudes anormales que llegan en algunas situaciones a lo extremo. Exploramos los 3 ejes, haciendo casi todo lo que se nos ocurra, el único secreto es saber cómo hacerlo.
Vivimos un mundo donde lo habitual es operar al límite con aplicación de mucha “G”. Mundo en el que, revolcarnos en el aire es un verdadero placer.
Al surfear frecuentemente la línea roja, sumado a la exigencia extrema a la que es expuesto nuestro material, y por muchas causas más, el porcentaje de exposición a las emergencias y situaciones anormales es superior en relación a cualquier otra especialidad, las que en su mayoría terminan solo en anécdotas sin consecuencias.
El poco espacio, la inexistencia de un deseado confort difícil de lograr en reducidas cabinas, el volar solos sin un Copiloto que nos asista, mantener las manos casi permanente ocupadas accionado distintos dispositivos desde el acelerador y los comandos de vuelo, la imposibilidad de buscar y leer un procedimiento para solucionar una emergencia repentina y muchas veces violenta, hacen que solo podamos recurrir como única y gran ayuda a un método, el que se encuentra íntimamente relacionado al género lirico, nos referimos a “la poesía”. Si queremos movernos por el aire con soltura en alguna de estas naves de guerra, emergencias, procedimientos y limitaciones deben estar perfectamente almacenadas luego de horas de estudio en tierra, dentro de nuestra cabeza. Nos estamos refiriendo al único e infalible método que disponemos para que los conocimientos salvadores sean aplicados sin errores, en el mismo momento que sucede la emergencia. Esta metodología de fijación mental de procedimientos y emergencias, funciona recitándolos una y otra vez a diario, hasta llegar a saberlos como el Padre Nuestro.
Pasando al ring side, donde se vive la realidad, un día de actividad normal en la vida de una Unidad de Combate. Percibimos que un avión entra en emergencia cuando repentinamente oímos el sonido de una sirena que propaga su sonido kilómetros a la redonda. Esta señal acústica alerta a los servicios de asistencia cuando un avión se encuentra en emergencia.
En la Torre de Vuelo se encuentra un Piloto de Combate con suficiente experiencia para asistir a los aviones en vuelo, el que cumple un turno llamado “Director de Vuelo o Móvil”. Este oficial suministra información necesaria para el despegue y aterrizaje rutinariamente. Durante una emergencia es quien activa los servicios de apoyo y repite en frecuencia de radio los pasos a seguir de acuerdo al tipo de inconveniente que se presente.
Superado el percance
Consumado el hecho se investiga lo que sucedió, determinándose cuáles fueron la o las causas de lo acontecido. Proceso llevado a cabo por una Junta Investigadora de Accidentes, normalmente presidida por un Oficial Ingeniero que trabaja junto a un equipo de especialistas. Concluida la investigación, la Junta emite una Resolución, la que además de determinar las causas, señala una serie de acciones correctivas y preventivas, las que buscan evitar o mejorar las condiciones de operación en el caso que se repita un evento con similares características.
Por último, una vez que se encuentra liberado el avión por los investigadores, este proceso continúa con la reparación de la aeronave. Para que el avión vuelva a volar, se toman todos los recaudos preventivos, eso se logra reparando o reemplazando componentes.
Resulta extremadamente interesante ver el profesionalismo con que trabaja el personal de mantenimiento, los que chequean hasta en el más mínimo detalle antes de entregar el avión listo para vuelo.
Cuando el tiempo apremia, como lo fue la guerra por nuestras Islas Malvinas o en un despliegue operativo, donde sumar salidas es importante, ante una falla, las distintas especialidades se distribuyen en diferentes partes del avión, cada uno haciendo su trabajo de manera organizada. En un lapso de tiempo que es difícil de imaginar, el avión está generalmente reparado. En poco tiempo un ave malherida, se trasformará en una completamente sana y en servicio listo para abandonar el nido nuevamente.
En muchas oportunidades, los Mecánicos llevan adelante las reparaciones o cambios de componentes, en posiciones corporales totalmente incómodas y trabajando normalmente en espacios muy reducidos, en contacto con distintos fluidos, trabajando sin importar la hora ni el tiempo de jornada laboral, arriesgando en ciertas ocasiones la integridad física sin que nadie los obligue a hacerlo. Por amor propio, sienten que es su deber, llamados por el deseo de satisfacer y servir, muy lejos de pensar en lo material, ya que el motor que los mueve es una verdadera vocación.
Son los que aportan un importante soporte operativo, principalmente cuando se presentan problemas complicados de resolver. Únicos culpables en lograr que un puñado de aviones se transformen en muchos más, posibilitando una mayor cantidad de salidas diarias que lo racionalmente esperado ¡Por algo los llaman “Magos”!
Me considero un privilegiado, tuve la fortuna de contemplar durante muchos años desde la mejor platea para un Piloto de Combate un asiento Martin Baker. Desde lo alto fui testigo del mejor espectáculo, ver como los de mameluco azul solucionaban cualquier tipo de novedad, despidiéndome hacia el cumplimiento de una nueva misión con la satisfacción del deber cumplido.
¡Cuando un Cazador esta en apuros!
A lo largo de un interesante derrotero como Piloto de la Fuerza Aérea Argentina, tuve la oportunidad de volar distintos aviones, en su mayoría de combate. Como le sucede a cualquier Piloto, en alguna ocasión me vi obligado a enfrentar una emergencia o situación riesgosa buscando la mejor solución para salir indemne. Si bien estudiar es vital, son también muy importantes esos determinantes consejos transmitidos de boca en boca, emitidos por experimentados y excelentes Instructores que desparraman sabiduría a su paso. Nos referimos a los Tips o secretos no escritos y que debemos grabar en nuestra mente para ponerlos en práctica cuando llega el momento de tomar decisiones importantes.
Estudiar emergencias fue una permanente prioridad mientras tuve entre mis manos los comandos de un avión de combate, obsesión que permitió sentirme más seguro y volar con soltura dentro de las distintas envolventes de vuelo al mando de diferentes y hermosas máquinas de guerra, actitud necesaria en una actividad donde, ante un problema, no es posible hacer un paréntesis tirándose a la banquina para pensarla, ya que debemos actuar de inmediato y con seguridad.
En un Grupo Aéreo existen muchas rutinas, una de ellas es diaria, y sucede bien tempranito, antes del desayuno. Escuchamos interesantes relatos acerca de resoluciones de incidentes y accidentes ocurridos en el avión que estamos volando. Sana costumbre que contribuye a adoptar un correcto criterio ante situaciones complicadas de resolver, se trata del método más barato que existe para un Piloto que arriesga su vida, aprender de la experiencia ajena.
Nunca me interesó guardarme nada y siguiendo esa línea de pensamiento, realmente siento que es interesante poder compartir en primera persona algunos de estos episodios superados con la enorme ayuda de nuestra copilota y Patrona, la Virgen de Loreto, imagen que se encuentra colocada en el tablero de instrumentos, acompañándonos en cada vuelo, la que nos mira a los ojos y nos brinda su ayuda cuando algo malo ocurre.
Estos entretenidos relatos que son parte de una historia personal, en aviones que hoy no están volando, y con una tecnología distinta a la que disponemos en la actualidad, todos guardan enseñanzas y vivencias de las que podemos rescatar algo positivo, aplicables en nuestro próximo vuelo, sin importar el avión que estemos volando.
En estas líneas hemos podido apreciar, que una emergencia que pareciera ser un hecho negativo, pone ante nuestros ojos lo mejor que tenemos, el verdadero y genuino patrimonio Institucional, nuestro personal. Cada miembro de este gran equipo de trabajo, supera ampliamente la línea del deber dando un plus, no importa el rol que ocupe. Actuar que responde a ese eterno interrogante de ajenos a la Institución que hace un tiempo se preguntaron; ¡Porque con tan poco hicieron tanto!, orgullosa realidad que nos obliga a gritar, aun estando en “emergencia”, con un fuerte alarido guerrero ¡NO HAY QUIEN PUEDA!
* Luis Alberto Briatore nació en la ciudad de San Fernando (Buenos Aires) en el año 1960.
Egresó como Alférez y Aviador militar de la Escuela de Aviación de la Fuerza Aérea Argentina en 1981 (Promoción XLVII) y como Piloto de Combate de la Escuela de Caza en 1982. Fue Instructor de vuelo en la Escuela de Caza y en aviones Mirage y T-33 Silver Star (Bolivia).
A lo largo de su carrera en la Fuerza Aérea Argentina tripuló entrenadores Mentor B45 y MS-760 Paris, aviones de combate F-86F Sabre, Mirage IIIC, IIIEA y 5A Mara ocupando distintos cargos operativos, tales como Jefe de Escuadrón Instrucción X (Mirage 5 Mara/Mirage biplazas) en la VI Brigada Aérea y Jefe del Grupo 3 de Ataque en la III Brigada Aérea.
En el extranjero voló Mirage IIIEE como Jefe de Escuadrilla e Instructor en el Ala 111 del Ejército del Aire (Valencia, España) y T-33 Silver Star como Instructor de Vuelo en el Grupo Aéreo de Caza 32 y Asesor Académico en el Colegio Militar de Aviación en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia).
Su experiencia de vuelo incluye 3.300 horas de vuelo en reactores y 200 horas en aviones convencionales.
Es también Licenciado en Sistemas Aéreos y Aeroespaciales del Instituto Universitario Aeronáutico (Córdoba, Argentina) y Master en Dirección de Empresas de la Universidad del Salvador.
Tras su pase a retiro en el año 2014, se dedicó a la Instrucción en aviones convencionales PA-11 Cub y PA-12 Super Cub en el Aeroclub Tandil (Buenos Aires) y el Aeroclub Isla de Ibicuy (Entre Ríos) y en el año 2018 se empleó como Piloto de LJ-60 XR – operando desde Aeroparque Jorge Newbery.
Actualmente, reside en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina.
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