Japón se rebela ante EEUU y China al mismo tiempo: vuelve la lucha entre imperios
- Ignacio Montes de Oca
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Por Ignacio Montes de Oca
Se produjo un incidente entre China y Japón cuando un radar chino de control de tiro āapuntóā contra un caza F-15 japonĆ©s. El incidente marca el agravamiento de la situación en el Extremo Oriente y un escenario de inestabilidad que podrĆa desembocar en algo mĆ”s peligroso.
Algunos apuntan como inicio de la crisis la elección de Sanae Takaichi como primer ministro de Japón y otros su declaración respecto a la decisión de defender a TaiwĆ”n de una invasión china. Pero las tensiones tienen un origen mucho mĆ”s profundo y se adentran en la historia. Es un conflicto que lleva mĆ”s de un siglo y medio. Comienza en 1894 con la primera guerra entre China y Japón luego de que los japoneses decidieron dejar el aislamiento y comenzó la Restauración Meiji en 1866. El conflicto terminó con una derrota de la dinastĆa china Qing. El efecto de la victoria japonesa llega al presente, porque implicó que China tuviera que ceder el control de TaiwĆ”n, la Isla de los Pescadores o Penghu y otros territorios. AdemĆ”s, tuvo que pagar una indemnización de 200 millones de taeles, unos U$S 18 mil millones actuales.

Para China fue humillante y ruinoso, marcó un antecedente de la influencia japonesa sobre TaiwÔn y marcó un punto de debilidad que fue aprovechado por Japón para tomar las islas Senkaku en 1895. Esas islas, como TaiwÔn, taponan la salida de China hacia el mar.
En 1931 Japón invadió el noroeste de China, en 1932 formó el estado tĆtere de Manchukuo y en 1937 avanzó sobre el resto del territorio chino hasta tomar 4,5 millones de Km2. Esto es 12 veces el tamaƱo actual de Japón y el otro efecto fue una ocupación brutal que China no olvida.Ā Los ejemplos mĆ”s brutales fueron la masacre de Nanking cuando las tropas niponas asesinaron a unos 300.000 pobladores en el mes y medio posterior a la caĆda de la ciudad y los experimentos crueles con ciudadanos chinos llevados adelante por la Unidad 731del ejercito japonĆ©s.

TambiĆ©n pesa en la memoria cultural china la cuestión de las āDamas de Consueloā, la red de esclavitud sexual que sometió a 200.000 mujeres chinas y coreanas. Con la rendición de Japón en 1945, a diferencia de Alemania, no hubo juicios masivos contra los criminales de guerra. Un acuerdo dentro del pacto de rendición hizo que el emperador Horohito y muchos generales japoneses que quedaban vivos evadieran su paso por juicios como el de Nuremberg. Shiro Ishii, jefe de la Unidad 731 murió en 1959 sin rendir cuentas por las 12.000 muertes que provocó.
EEUU tenĆa una excusa y era la de usar a Japón como freno para la expansión comunista. Japón aceptó el rol y en 1949, cuando la guerra civil china terminó con el triunfo de la fracción de Mao apoyada por la URSS, reconoció como gobierno a la facción nacionalista en TaiwĆ”n. En 1951 Japón firmó con el nuevo gobierno chino el Tratado de San Francisco en el que renunció a sus reclamos sobre los territorios de Corea, TaiwĆ”n y las Islas Kuriles, de los Pescadores, Spratly y SajalĆn. Pero el texto era ambiguo sobre la soberanĆa china sobre TaiwĆ”n.
Para ese momento Japón era la base principal de EEUU para su intervención en la Guerra de Corea en la que se enfrentaba indirectamente con China y Rusia. Las relaciones entre japoneses y chinos era pĆ©sima, pera la protección de los EEUU ponĆa a Japón a resguardo. Es importante rastrear esos antecedentes porque explican la crisis del presente. En 1972 se terminó la ocupación estadounidense de Japón con la entrega de las islas Senkaku, que ya eran reclamadas por China con el mismo Ć©nfasis que pedĆa TaiwĆ”n y las islas de los Pescadores.
En ese mismo aƱo Japón reconoció al gobierno comunista de PekĆn como gobierno legĆtimo chino y a TaiwĆ”n como parte de su territorio. A cambio China renunció a los pedidos de indemnizaciones por guerras pasadas. AĆŗn quedaban por resolver los reclamos territoriales. Las relaciones sino ā japonesas siguieron con vaivenes. Hubo pactos de cooperación seguidos de un enfriamiento por la masacre de Tiananmen en 1989, disculpas de Japón en 1995 por las atrocidades pasadas y un pedido constante de devolución de islas y del cese de apoyo a TaiwĆ”n.
Sucede que desde la firma del Tratado de San Francisco la posición de Japón respecto a TaiwĆ”n es ambigua. La reconoce como parte de China, pero al mismo tiempo apoya su independencia, en una posición calcada a la de EEUU. Esto es una fuente histórica de desencuentros con PekĆn. En 2024 la relación empezó a deteriorarse por las patrullas chinas cada vez mĆ”s agresivas en zonas japonesas y la creciente participación rusa en maniobras en la región. Pero el cambio mĆ”s importante llegó con el nombramiento de Takaichi como primer ministro de Japón.

El problema estaba en el pasado reciente de la llamada āDama de Hierro Japonesaā. Takaichi pertenece al ala nacionalista y conservadora del Partido Liberal DemocrĆ”tico que gobernó casi todo el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial y su figura fue vista con alarma por los chinos. Takaichi tuvo hasta hace poco la costumbre de ir cada aƱo a rendirle homenaje a los caĆdos japoneses en el Templo Yakasuni. Pero entre ellos, hay 14 que fueron juzgados por crĆmenes de guerra, como por ejemplo el general Toho que dirigió la invasión japonesa contra China.
Yakasuni es la meca del militarismo japonĆ©s y de los que reivindican el pasado imperial y sus conquistas. Por eso el paso de Takaichi por ese templo sintoĆsta fue un anticipo de un cambio profundo en la polĆtica exterior nipona y de su relación con China. Y estaban en lo cierto. La llegada de Takaichi fue una consecuencia del trato humillante que percibieron muchos japoneses que le impuso Trump a Shigeru Ishiba, en anterior primer ministro. En julio, Japón aceptó firmar un acuerdo que le obligaba a invertir U$SS 550.000 millones en Estados Unidos.

Trump le habĆa subido los aranceles previamente a Japón pese a que el acuerdo de posguerra los eximia expresamente. Ishiba cedió a todos los planteos de Trump y en agosto tuvo que renunciar admitiendo que entre otros motivos dejaba el cargo por haber aceptado un trato desigual. El nacionalismo japonĆ©s fue tocado nuevamente en septiembre cuando en una redada en la nueva planta de la compaƱĆa japonesa Hyundai en Georgia se detuvo a 475 trabajadores extranjeros, entre ellos seis japoneses. Estas actitudes afectaban a las inversiones prometidas a EEUU. Pero no era el Ćŗnico problema que le planteaba Trump a Japón. Previamente habĆa usado un argumento extorsivo para continuar su despliegue en Japón. El paĆs anfitrión debĆa aumentar el gasto de U$S 2.000 millones anuales que aporta para sostener la presencia norteamericana.
TambiĆ©n le exigió, como a los paĆses europeos, que aumente su gasto de defensa. En eso no tuvo que insistir porque antes de asumir el partido de gobierno ya habĆa decidido en 2022 que era hora de aumentarlo y llevarlo al 2% del PBI. Parece poco, pero hablamos a la 3° economĆa global.
Esto implica que en 2026 pasarĆa de un gasto de U$S 46.000 millones a otro de U$S 70.000 millones, similar, por ejemplo, al de Francia. No es solo dinero, Japón decidió cambiar su enfoque para hacerle frente al riesgo chino y de sus aliados, como Corea del Norte y Rusia.
Desde 1945 Japón mantuvo un perfil defensivo para desmentir que corrĆa riesgo de tener otro brote imperial. La llegada de Takaichi confirma que Japón ya no tiene complejos para desarrollar un sistema de defensa capaz de represaliar ataques y que no depende de los EEUU. Este segundo punto es importante porque mientras Trump presionaba a Ishiba, Trump ordenó comenzar el retiro de las fuerzas de EEUU de Europa en un momento inoportuno porque Putin estaba al mismo tiempo aumentando sus amenazas contra las naciones europeas de la OTAN.

Hubo otros gestos mĆ”s cercanos como la demora en la entrega de material militar a TaiwĆ”n. TaipĆ©i reclamó por el riesgo cada vez mayor de una invasión, pero la administración Trump le contestó que las demoras se debĆan a que estaban negociando un acuerdo tarifario con China. TambiĆ©n anotaron la promesa hecha en tiempos electorales sobre la decisión de evitar que EEUU se involucre en mĆ”s guerras y la traición a Europa y Ucrania al destruir la alianza occidental para acercarse a Putin. Y luego el bozal de diseƱo sunita que le impuso a Israel en Gaza.
Japón entiende que no puede depender de EEUU y menos aĆŗn mientras Trump siga en el poder.Ā De allĆ que Japón este embarcada en un programa acelerado de rearme que incluye la compra o desarrollo de misiles para atacar objetivos en tierra y el refuerzo de sus medios de ataque naval. Si bien la tendencia se inició en 2014 con la compra de 500 Tomahawk y la creación de una fuerza especial anfibia para intervenir en caso de que las Senkaku sean tomadas por China, desde 2022 la invasión rusa a Ucrania y su alianza con los chinos aceleró los preparativos.Ā En 2023 se aprobó el desarrollo de misiles hipersónicos Tipo 12 con un alcance 1.000 km y en 2024 acuerdos recĆprocos para estacionar tropas con Filipinas, mientras negocia otros similares con Francia y Reino Unido. En 2025, la transformación ofensiva se aceleró.

Primero fue el despliegue de misiles en las islas Yaeyama, en la prefectura de Okinawa, en la ruta usada por buques militares y civiles chinos. El desafĆo mĆ”s frontal vino con la declaración de Takaichi del 7 de noviembre, cuando avisó que Japón defenderĆa a TaiwĆ”n en caso de invasión. Con los antecedentes es mĆ”s fĆ”cil entender que lo de Takaichi no fue un exabrupto. La primer ministro es producto de un cambio en la mentalidad japonesa y una adecuación al modo en que varió el escenario regional desde la llegada de Trump al poder. Vamos a explicarlo en detalle.
Queda claro que Japón no confĆa en Trump y su apaciguamiento con China. Tardó pocos dĆas en saber que estaba en la senda correcta porque la Casa Blanca, en lugar de premiar su actitud de defensa a TaiwĆ”n y respaldarlo como aliado, le pidió que ābajara el volumenā de sus declaraciones. Esto se dio luego que China amenazara a Japón con la destrucción de sus ciudades. Al no haber respaldo o una advertencia de Trump a Xi Jinping de igual tenor, Japón entendió que debe aumentar el camino de su autonomĆa. Luego hubo mĆ”s conformaciones a sus sospechas de perfidia. A partir del 14 de noviembre China aumentó sus patrullas en torno a las Senkaku, emitió alertas de viajes para afectar a la industria turĆstica japonesa (una cuarta parte de los visitantes provienen de China) y canceló eventos culturales y artĆsticos con personalidades japonesas.

La escalada sigue: China denunció a Japón por espionaje y prohibió la importación de carnes y mariscos japoneses. El total de pĆ©rdidas para Japón suma ya U$S 9 a 11 mil millones. PekĆn exige una retractación pĆŗblica de Takaichi que la primer ministro se niega a concederles. PekĆn mantuvo sus amenazas y en ese contexto de crisis se dio una curiosa expresión de Trump que resultó perturbadora para Tokio. El 3 de diciembre Trump acusó a Japón y Corea del Sur de estafar a EEUU durante aƱos en comercio y dijo: "No mencionarĆ© a Japón... me niego".
El 10 de noviembre, Trump ya habĆa tenido otra expresión de desaire hacia Japón en un momento crucial. En una entrevista a la cadena Fox dijo āmuchos de nuestros aliados no son nuestros amigos tampoco. EstĆ”n aprovechĆ”ndose de nosotros en comercio y defensa durante aƱos.ā Esas expresiones contrastaban con el comunicado del Departamento de Estado del 21 de noviembre en el que se rechazaron las presiones chinas y con el apoyo pĆŗblico que recibió Takaichi de parte de los lideres de TaiwĆ”n, Australia, India, Filipinas y del Reino Unido.
Ante las dudas entre sus aliados, el Departamento de Estado desbloqueó los envĆos militares a TaiwĆ”n. Marco Rubio es cada vez mĆ”s una mezcla de bombero y gerontólogo que dedica gran parte de su labor a remediar el daƱo de un piromanĆaco. Pero su tarea es insuficiente.

El 6 de diciembre ocurrió el incidente de los aviones japoneses y horas atrÔs el embajador de Tokio en Washington le pidió a la administración Trump que haga manifestaciones claras de apoyo a Takaichi. Sin respuesta, por ahora Japón estÔ por su cuenta y las señales son claras.
El secretario de defensa Pete Heghset dijo el 6 de diciembre que no buscan confrontar con China sino establecer un āequilibrio de poderā y promover āla paz y la estabilidad en la región del Indo-PacĆficoā. El problema es que mientras tanto China multiplicó sus maniobras. El 15 de noviembre China envió dos drones a la isla Yonaguni y ese mismo dĆa dos buques entraron en aguas territoriales de las Islas Senkaku. Entre el 17 y el 25 realizaron maniobras navales y aĆ©reas con fuego real en la cercanĆa de las Islas Senkaku. Fue apenas el comienzo. El 29 de noviembre China desplegó 200 unidades navales en el Estrecho de TaiwĆ”n y simuló un asalto anfibio que incluyó el lanzamiento misiles cerca de Yonaguni. Estas maniobras que Tokio consideró una amenaza se dieron mientras Trump se llamaba a un silencio incómodo para Japón. La Ćŗltima confirmación vino con la publicación de la āEstrategia de Seguridad Nacional de EEUUā tambiĆ©n el 6 de diciembre. En el documento se confirma la alianza con Japón, pero al mismo tiempo le vuelve a pedir que aumente su nivel de responsabilidad, o sea, de gasto militar.
En mayo la Casa Blanca ya le habĆa sugerido que comprara mĆ”s armas para reducir el desequilibrio comercial de U$S 69.000 millones a favor de Japón. La respuesta fue encargar un lote adicional de 400 Tomahawk por U$S 2.350 millones y Takaichi prometió mĆ”s compras.

Esas compras no aplacaron a Pete Hegseth, que el 7 de diciembre dijo, al referirse a los aliados del Extremo Oriente, que algunos paĆses āenfrentarĆ”n consecuencias si fallan en aumentar el gasto en defensa para impulsar la defensa colectivaā. El mensaje era un plagio. Hegseth repetĆa el concepto de Trump, que el 7 de marzo dijo, al referirse a sus aliados europeos y su demanda para que subieran el gasto militar, que "Si no pagan, no voy a defenderlos. No, no lo harĆ©." El problema es que pide un gasto del 5% que para Japón es una imposibilidad polĆtica.
Pero, incluso cuando los europeos mostraron claramente su intención de continuar aumentando el gasto militar, Trump ordenó un retiro gradual de la presencia militar de EEUU en Europa y bajar su responsabilidad en ese continente para 2027. Japón se refleja en el espejo europeo. Todo esto se explicita en el texto de la āEstrategia de Seguridad Nacional de EEUUā y esa promesa que otros toman como una extorsión es un juego de ansiedades mientras China alcanza picos de actividad y completa la ampliación de su flota militar hasta las 400 unidades.
En el texto insisten en la idea del āburden sharingā que no es otra cosa que un pedido para que haya un mayor aporte para mantener las bases de EEUU en Japón y que destine mĆ”s fondos a comprarle armas. El problema es que Japón se maneja con otros parĆ”metros culturales. En la cultura nipona el valor de la lealtad estĆ” por encima de la conveniencia. Aunque el quiebre de confianza que genera Trump ya se cargó a un primer ministro, insiste en usar mecanismos de presión sin entender que esa maniobra puede producir efectos opuestos al deseado. Durante la visita de Trump a Japón en octubre, Takaichi se mostró sonriente y firmó acuerdos para la producción conjunta de buques. Terminada la visita se dedicó a construir autonomĆa tal como se le demanda internamente. Ese plan va mĆ”s allĆ” de una presidencia ocasional en EEUU.

Tokio decidió hace rato diversificar sus planes de desarrollo de armas. EEUU domina el 70% del total de los proyectos, desde 2022 creció en un 30% la participación a otros estados como Italia, Reino Unido e incluso a socios regionales como Australia, Filipinas, India e Indonesia. Un ejemplo es el desarrollo de un caza de 6° generación que comenzarÔ a ser entregado en 2035 y en el que invertirÔ U$S 26.000 millones. Eligió a Italia y al Reino Unido como contraparte. Lo mismo sucede con el desarrollo de blindados y drones, EEUU ya no tiene exclusividad.
Es probable que este vacĆo que generó Trump al ignorar el pedido de Takaichi sea a la vez a demostración del desacople de Japón con EEUU y un motivo para que los japoneses enderecen un rumbo aĆŗn mĆ”s nacionalista y recuperen viejas ideas que en China despiertan enojos antiguos. Takaichi cuenta hoy con el 75% de aprobación nacional y su ofensiva verbal contra China y en defensa de TaiwĆ”n tienen un sentido prĆ”ctico. El fallo en la alianza con EEUU pone a Japón en un riesgo existencial, empezando por el hecho de que carece de armas atómicas de represalia. Ā AdemĆ”s, por ser una isla, el control de las rutas navales es vital para su economĆa. El 97% del petróleo y el 90% de su demanda energĆ©tica, que incluye al gas y el carbón que consumen sus hogares e industrias, llega por el mar adyacente a China. Son U$S 81 mil millones anuales.
El 90% del comercio exterior o U$S 1,47 billones circula por la misma ruta y desde TaiwĆ”n llegan U$S 53.000 millones en chips, cuya interrupción generarĆa una pĆ©rdida anual de U$S 1,6 billones a Japón, ademĆ”s del costo enorme que tendrĆa un estado de guerra con China.
En total, un conflicto con China, aunque no llegue a la fase miliar pero que implique una interrupción del trĆ”fico marĆtimo por la zona, podrĆa generar una caĆda de entre el 10% y el 20% del PBI de Japón de acuerdo con los escenarios simulados CSIS y Rhodium Group.
Es allà en donde finalmente estÔn colisionando las miradas de Trump y Takaichi. El presidente de EEUU cree que puede apaciguar a China y lograr un negocio al aprovechar las circunstancias para ahorrar recursos en su despliegue en Japón y un rédito al obligarle a comprarle armas. Takaichi, que en realidad representa a una parte importante de la sociedad japonesa, considera que China no va a renunciar a una toma de TaiwÔn ni a ejercer el rol de potencia dominante en su zona adyacente. AdemÔs, que Trump no es confiable en esa circunstancia.

Si el manejo de la Casa Blanca con Ucrania, Europa, TaiwĆ”n o Israel le dan motivos, es opinable. Pero dada la importancia vital que tienen para Japón en lograr un detente con China, no puede arriesgar a la ruleta que propone Trump con sus constantes cambios de rumbo polĆtico. Trump ya dio excesivas seƱales de querer aplacar a China y con la falta de apoyo a Japón y sus reproches pĆŗblicos obligan a Takaichi a prepararse para el escenario mĆ”s pesimista. China, que tiene una memoria tan robusta como su deseo de ver de regreso a TaiwĆ”n, sigue adelante.
Japón es un antagonista ideal para China, tanto como el gobierno de TaiwĆ”n. Las masacres de hace casi un siglo no tuvieron castigo y ahora en Tokio gobierna una figura que, si no las reivindica, tampoco las condena. En China el recuerdo es tan sustancial como la lealtad en Japón. Sin ayuda de EEUU, Japón tiene pocas probabilidades de hacerle frente a China. TaiwĆ”n, aun menos y una alianza con los japoneses quizĆ”s sean un intento desesperado para lo que todos consideran inevitable, menos Trump que sigue confiado en su capacidad para frenar guerras. El problema final es que lo que para PekĆn y TaipĆ©i es un riesgo existencial, para Trump es una apuesta y un posible negocio. En esa diferencia de percepciones estĆ” la ārebeldĆaā de Takaichi. En la posible ingenuidad estratĆ©gica de Trump, el motivo por el que Xi Jinping sube la apuesta.
