Por José Javier Díaz
Oscar Humberto Spath tenía 31 años, estaba casado con María Cristina, era padre de tres hijas (María Carolina, María Dolores y María Eugenia), era primer teniente y jefe de la 3º Batería de Artillería Antiaérea -compuesta por un director de tiro Super Fledermaus y dos cañones Oërlikon de 35 mm- en la Base Aérea Militar (BAM) Mar del Plata de la Fuerza Aérea Argentina (FAA) cuando se desplegó a las Islas Malvinas en 1982.
¿Cómo se enteró del desembarco del 2 de abril?
Como a las 07:15hs iba manejando mi vehículo por el Boulevard Marítimo en dirección a la BAM Mar del Plata y a la altura del Casino Central, me sobrepasa un taxista tocando bocina y agitando la Bandera Nacional. Ante la sorpresa, encendí la radio del auto y escucho al locutor que expresa: “Las Fuerzas Armadas Argentinas recuperaron las Islas Malvinas… Las Islas Malvinas fueron, son y serán Argentinas”…
¿Qué sentimientos, sensaciones, experimentó al enterarse de la recuperación de las islas?
Primero, sorpresa, luego gran emoción y en un continuo de inmediatez, pensar que, si estábamos en Malvinas, nosotros los Artilleros Antiaéreos íbamos a ser convocados. En un breve lapso, había determinado que la Batería debía ser alistada desde el mismo momento en que llegara a la unidad, cosa que hice ni bien saludé a mis subordinados.
La orden fue: “Alisten la Batería para estar listos para desplegar en dos horas al lugar que se nos ordene”.
Para nosotros era una actividad rutinaria y teníamos planes al respecto y cada integrante de la Batería conocía al detalle qué elementos debía reunir en el hangar, donde quedarían en espera.
Aquel 2 de abril, ¿creyó que llegaría a combatir contra los británicos?
Estábamos preparados para cumplir la tarea que se nos ordenara. Si se llegara a instancias de combatir, combatiríamos. Para eso estábamos adiestrados.
¿Cuándo y cómo le comunicaron que sería desplegado a Malvinas?
Como el viernes 2 de abril no tuvimos ningún tipo de aviso, una vez completado el esquema de despliegue, cada integrante de la batería se retiró a sus hogares y quedamos atentos a la convocatoria. El sábado 3 transcurrió sin novedades y el domingo 4, un avión correo trajo a la BAM Mar del Plata un Plan de Despliegue, que le fue entregado al jefe de unidad y como la mayoría vivíamos en el mimo edificio, nos convocó a la 10:00hs en su departamento.
A la hora indicada nos reunimos el jefe de escuadrón y los jefes de batería. El jefe de unidad inició la lectura, donde quedaba expresado el despliegue de las baterías y una de éstas debía ir a Malvinas. Él preguntó: “¿Qué batería debe ir?” Casi sin dejarlo terminar de realizar la pregunta le manifesté: “¡debe ir la 3º Batería, es la mejor adiestrada, hace tres años que venimos trabajando juntos y mantiene el mismo personal!”. Luego de unos breves intercambios de opiniones, quedó establecido que el día lunes 5 de abril, los medios de la 3º Batería más el Jefe de Escuadrón Mayor Hugo Alberto Maiorano (que se agregó de forma voluntaria, ya que no figuraba en el despliegue), a las 13:00hs aproximadamente en un avión C-130 Hercules de la FAA, realizarían el primer traslado, el martes 6 y miércoles 7 de abril se realizarían los dos vuelos restantes para trasladar todos los medios materiales y humanos necesarios.
¿Cómo fue su arribo a Malvinas y que tareas realizó en lo inmediato?
A la hora prevista arribó el C-130, saludamos a la tripulación y nos realizan un comentario que, de alguna manera, ayudaría a mejorar nuestra situación en las islas. Nos comentaron: “El agua potable en el Aeropuerto es escasa”. Con esa advertencia, lo llamé al Alférez Pedro Esteban Iraizoz, quién partiría en el vuelo del día miércoles 7 y le encargué que consiguiera toda el agua embotellada que fuera posible. Cargamos los dos cañones Oërlikon, algo de munición, comida para tres días, nuestros equipos personales (2 Oficiales, 5 Suboficiales y 5 Soldados Clase 63) y quedamos prestos para emprender el vuelo, que para nosotros era histórico.
Despegamos a las 14:00hs y aterrizamos a las 17:00hs. Fuimos recibidos por personal de la Terminal de Carga, que nos indicó el sitio donde debíamos dejar nuestro material. Una vez realizado esto, nos dirigimos con el Mayor Maiorano a la Torre de Vuelo donde se encontraba el Brigadier Luis Guillermo Castellano, que luego de saludarnos muy amablemente, con cartografía en mano nos señaló el lugar previsto para emplazar nuestra Batería, en el sector de la Cabecera de Pista 26 (Este), distante unos 2.000 metros por camino de tierra.
De esa manera, completamos el esquema defensivo que ya se encontraba emplazado: los nueve cañones Rheinmetall de 20 mm y un radar de corto alcance ELTA de la Base Aérea Militar Río Gallegos.
Con este dispositivo adoptado, se realizaba una defensa omnidireccional, cubriendo los 360º y donde cada cañón, podía apoyar a los cañones vecinos, ya que las distancias eran tan exiguas que facilitaba la superposición de fuego sobre un incursor, o en caso de algún cañón inoperativo, suplirlo con los adyacentes.
¿Cómo fue la forma de realizar las tareas cotidianas?
La Artillería Antiaérea, normalmente se emplaza con mucho tiempo de antelación, ya que, una vez iniciadas las hostilidades, es muy difícil poder realizar todas las tareas que implica, por ejemplo: elegir una posición favorable; emplazar el material (radar, cañones, depósitos de munición, etc.); alinear la Batería como sistema; realizar refugios; enmascarar el material; fortificar las posiciones; etc.
El lugar que nos tocó cubrir estaba rodeado de médanos de arena de una altura promedio de tres metros, con un direccionamiento Norte-Sur, dado los vientos predominantes del Oeste. Decidimos cortar uno de los más grandes y dentro de él, construir dos refugios para el personal.
Por algún tiempo reunimos cerca de 40 personas, a saber: nuestra gente; el puesto de socorro adelantado; el Puesto Comando de Artillería Antiaérea y los operadores de los lanzadores portátiles de misiles SA-7, que nos permitió pasar gran parte de la campaña con las mejores prestaciones, protegernos del accionar de la aviación británica con sus bombardeos diurnos constantes y del cañoneo naval nocturno que hacían los buques ingleses sobre nuestras posiciones. Los refugios nos permitían dormir en un lugar seco, calefaccionado y medianamente confortable.
También realizamos el enmascaramiento del radar Director de Tiro Super Fledermaus, los cañones y los generadores. Ocultamos y protegimos la munición, el combustible (nafta súper y gas envasado), etc., y construimos las letrinas para mantener la salubridad de la zona.
Además, nos encargarnos de realizar nuestras propias comidas, ya que, en mi razonamiento, al momento de iniciarse las hostilidades -desde el primer momento les dije a mis hombres que los ingleses iban a venir- el servicio de comidas que se elaboraban en la Base Aérea Militar Malvinas iba a colapsar y nos quedaríamos sin suministros. Es por ello que, desde el mismo día 5 de Abril conseguí que nos dieran los víveres, con lo cual logramos independencia y aseguramos el racionamiento de nuestra gente. Jamás pasamos necesidad en ese aspecto.
¿Cómo fue el bautismo de fuego de los artilleros?
El 1 de mayo tuvimos un despertar muy tempranero ya que, a las 04:40hs de la madrugada, un avión Vulcan inglés que había partido desde la Isla Ascensión (situada casi en el medio del Océano Atlántico), inició las hostilidades lanzando 21 bombas de 1.000 libras (454 kilos) en una trayectoria Noreste-Suroeste, intentando destruir la pista del Aeropuerto de Puerto Argentino. A partir de ese momento perdimos contacto con el Puesto de Comando y logramos contactarnos con los cañones 3, 4, 5 y 6, con quienes quedamos coordinados ante eventuales nuevos ataques, a quienes les ordené que tenían el ¡Fuego Libre! autorizado sobre todo lo que se moviera, por aire, mar o tierra.
Teníamos que proteger la pista de la BAM Malvinas que era el único lugar apto para abastecer a los combatientes, evacuar heridos o reforzar con personal y material, ya que al establecer los ingleses la Zona de Exclusión Total (ZET) el 12 de abril, los buques corrían grave riesgo de ser hundidos.
En ese sentido, los cargueros Formosa y Río Carcarañá de la Empresa Líneas Marítimas Argentinas (ELMA) habían burlado el bloqueo británico y se encontraban dentro de la ZET, siendo los últimos buques argentinos en arribar a las islas, estado el Formosa anclado en el antepuerto y el Río Carcarañá en Puerto Groussac.
Una vez amanecido, se recompuso el contacto con el Puesto Comando y todos volvimos a depender de los mandos naturales. Se nos ordenó encender el Radar (que solo podía realizar búsqueda), quedándonos a la espera de la actitud que adoptara el enemigo. La orden de ¡Fuego Libre! seguía vigente.
A las 07:15 hs volando en altura se aproximan dos aviones Sea Harrier estelando desde el Este con dirección al Oeste pasando por sobre el Faro del Cabo San Felipe, con rumbo a Puerto Argentino. A pesar de estar sobrevolando por encima del alcance eficaz de nuestras armas, los artilleros argentinos abrieron fuego sobre ellos. Ahí comprobamos que nuestras municiones quedaban a mitad de camino, pero igual sirvió para levantar el ánimo y demostrar que estábamos prestos para combatir.
A las 08:20hs el operador del cañón 6, Cabo José Ruiz informa que “bandidos” (aviones enemigos) se desplazaban de Sur a Norte por detrás del Faro.
Pocos minutos más tarde, se produce el ataque de nueve Sea Harrier, entrando al blanco desde tres direcciones distintas, teniendo esta incursión británica la característica de ser de saturación, ya que hubo muy pocos segundos entre pasaje y pasaje de los nueve aviones ingleses.
A continuación, describo cómo se dio este ataque:
Escuadrilla de cuatro Sea Harrier: Atacando Noreste-Suroeste con escape al Este. Con tres bombas de 1.000 libras cada uno; dos con espoleta de presión (para explotar a 15 metros de altura) y una con espoleta de retardo. El vuelo fue muy bajo, a una velocidad superior a los 1.000 Km/h, lanzando en ascenso de 30º a 45º, a distancia para no entrar dentro del alcance eficaz de las armas de la defensa y sus bombas pudieron alcanzar distancias de hasta 6.000 metros. No obstante, fueron combatidos y es posible que haya sido derribado/averiado el atacante Nº 3, que se lo vio perdiendo altura y alejarse con humo hasta perderse de nuestra vista detrás de Monte Bajo.
Escuadrilla de cinco Sea Harrier: ésta se subdividió, a su vez, en tres direcciones. Dos aviones atacaron con una dirección general Norte-Sur, pasando por derecha e izquierda de Monte Bajo por sobre las instalaciones del aeropuerto, plataforma, hangar, estacionamiento, edificios, etc., con tres bombas Hunting BL 755 (de 147 submuniciones) cada uno, produciendo el incendio del hangar usado por la Aviación Naval de la Armada Argentina, repleto de lubricantes, líquido hidráulico, de ahí el gran humo negro que se observaba en las filmaciones de la TV pública. Luego se produce el pasaje de un Sea Harrier en dirección Noroeste-Sureste, lanzando 3 bombas CONDIV que tenían por objetivo romper la pista. El ataque inglés no afectó la pista. Este avión pudo haber sido averiado por acción de los cañones 2 y 6.
Como la Sección del líder en final de ataque realizó un giro de 360º, ambos Sea Harrier quedaron para pasar en último término. El Cabo Principal Diego Bartis, operador del cañón 8, disparó contra ambos aviones y el avión Sea Harrier tripulado por el teniente David Morgan fue alcanzado en el empenaje, aunque sabemos que la munición que lo impactó no activó la espoleta por pasar a escasos 50 metros, pudiendo continuar su vuelo hasta el Portaaviones Hermes.
¿Podría comentar como prosiguió la campaña?
Luego de estas acciones, el resto de la mañana siguió sin presencia aérea enemiga en la zona. Por la tarde, alrededor de las 14:00hs, se aproximaron tres buques enemigos por el Sur, se trataba de un destructor Tipo 42 y dos fragatas Tipo 21. Quedaron estáticos a una distancia de unos 12 Km de la costa e iniciaron una maniobra con helicópteros Sea King trasladando tropas en el sector de Monte Bajo directamente al Norte de nuestra posición, próximo al sitio donde podría haber caído el avión afectado en el ataque de la mañana.
Realizaron varios traslados con total impunidad. Luego, de regreso, uno de los Sea King, se posicionó en vuelo estacionario detrás del Faro, a unos 6 Km y 150 metros de altura para actuar como reglador del tiro de los cañones de los buques.
A las 16:00 hs, se inició el cañoneo naval sobre las instalaciones del Aeropuerto y así estuvo por un lapso de 20 minutos, hasta que fueron atacados por la Escuadrilla “Torno” compuesta por tres aviones M5 Dagger, produciéndole importantes daños al destructor que se retiró lentamente hacia el sur, desprendiendo abundante humo gris oscuro, con bocanadas de negro y algo escorado a estribor.
Una vez transpuesto el horizonte marino, donde dejó de ser visible, sabíamos la ubicación del mismo por el humo que se elevaba, en un día raro para Malvinas, donde no hubo viento de superficie. Esa observación se pudo realizar hasta que hubo luz diurna. Por la noche, testigos ubicados en las alturas próximas a Puerto Argentino, expresaron que se apreció el destello como de una explosión, en el sector donde se encontraba el citado buque inglés.
A partir de ese día, el enemigo cambio su táctica de ataque. En horas diurnas, bombardeo aéreo en altura; por las noches, cañoneo naval y algún bombardeo en altura con aviones Vulcan. Esta situación podríamos llamarla “guerra de desgate”.
A medida que pasaban los días, la precisión del bombardeo inglés iba mejorando y era muy claro que los objetivos a batir eran la pista y los medios antiaéreos. Era tanto el material arrojado y en algunos casos bombas que quedaban sin explotar, pero con espoletas de retardo, lo que obligaba al personal con este tipo de material en su entorno, a extremar sus movimientos. El retardo rondaba de unos pocos segundos, minutos, pocas horas y algunos casos extremos, hasta 36 horas.
La 3ra Batería, parecía que había sido seleccionada para ser destruida, ya que durante los días 15, 16 y 17 de mayo, la zona donde estaba desplegada recibió ataques constantes, que produjeron la avería de un cañón y una bomba quedó depositada en el techo del refugio.
A todo esto, el comandante del Componente de la Fuerza Aérea Argentina en Malvinas había ordenado el cambio de posición, actividad que se concretó en dos oportunidades, con el consiguiente trabajo de emplazamiento, alineación y construcción de refugios para protección del personal, realizadas en ambos casos bajo constante bombardeos aéreos, que pusieron a prueba la resiliencia de los artilleros argentinos.
¿La instrucción que recibió fue adecuada para la guerra?
Fue óptima. Durante los años 1980 y 1981, que estuvimos destinados en la VI Brigada Aérea con asiento en Tandil, nuestra actividad estaba centrada a diario en operar el material, en coordinación con el Grupo Aéreo 6 de Caza, que volaba sus aviones Dagger por la mañana, tarde y noche.
Al término de sus planes de vuelo específicos, los pilotos de los cazabombarderos dedicaban varios minutos para realizar simulacros de ataques a la Unidad y nosotros aprovechábamos para entrenarnos en combates cercanos a la realidad (solo faltaba el cañoneo y bombardeo). De ahí el alto grado de adiestramiento del personal de la Artillería Antiaérea de la FAA.
¿El sistema de armas que operó era moderno e idóneo para el combate?
El director de tiro Super Fledermaus y los cañones que teníamos eran de fines de la década de 1960 y entraron en servicio operativo en la FAA a partir de 1970, cumplían con todos los requisitos técnicos y funcionales para ser empleados en guerra. Además, era lo que teníamos disponible y los utilizamos del mejor modo que pudimos.
Cuando volvió a su destino tras finalizar la guerra, ¿era el mismo en el que estaba previo al conflicto?
En la noche del 11 de junio, en uno de los vuelos de C-130 Hercules arribados a Malvinas había llegado el relevo del personal de la Base Aérea Militar Río Gallegos. En nuestro caso, como habíamos organizado dos equipos de operación del material, por la mañana del día siguiente, dejamos el aeropuerto y nos dirigimos hacia la casa (un Jardín de Infantes) en Puerto Argentino, donde descansábamos.
Fue una sorpresa encontrar a tanto personal, que en momentos más, comenzó con el relevo de los Artilleros de los cañones de 20mm. A esa altura de la jornada, el intercambio de fuego de artillería de campaña entre argentinos e ingleses estaba en su apogeo.
Con el Alférez Iraizoz, para no entorpecer actividades, salimos a caminar rumbo a la casa del Gobernador. A poco de estar en la costanera de la bahía frente a la ciudad, comenzaron a caer proyectiles de los cañones británicos en las aguas de la bahía por lo que decidimos regresar.
Cerca del mediodía, arribó nuestro jefe -el Mayor Maiorano- y me dijo: “si en el vuelo de esta noche llega el relevo de ustedes, se van al continente”.
La verdad no esperaba ni deseaba una cosa por el estilo. Pero el Mayor fue categórico: “es la orden que tengo del Brigadier Castellano, me expresó que ustedes ya cumplieron y quiere que regresen de inmediato. El resto de la Batería, sale en el vuelo del día 13, al mando del Capitán Savoia. Cuando arribe el vuelo, usted (se refería a mi persona) debe constatar que el relevo haya llegado, si llegó, se van y si no llegó, regresan a este lugar”.
Respondí con el pertinente: “Comprendido señor”.
En realidad, no daban ganas de haber comprendido, pero las ordenes, aunque no gusten, deben ser cumplidas. Así las cosas, hubo que preparar nuestros equipos y quedar en espera hasta el horario que el avión arribara.
Como a las 19:00hs salimos para el aeropuerto y, al arribar, el avión ya estaba aterrizado, con la rampa abierta y los vehículos haciendo un semicírculo alumbrando la misma. Los heridos estaban en camillas sobre la pista -detrás de la rampa- y yo buscando a nuestro relevo. Los encontré de casualidad, ya que si algo sobraba en ese lugar era el caos: los motores en marcha, desprendiendo un vaho caliente de querosene que impedía respirar, el ruido ensordecedor y una gran cantidad de personas desplazándose de un lado al otro.
Una vez certificado el arribo de nuestro relevo, ordené a mis hombres que embarcaran en el C-130 Hércules y ayudamos a subir los heridos. Subí último y antes que estuviera sentado en el piso, comenzó a cerrarse la rampa y el avión inició la carrera de despegue, realizó un viraje a baja altura rumbo sur para, al poco tiempo, iniciar una serie de maniobras con “G” positiva y negativa, virando a izquierda y derecha, como si tratara de esquivar o despistar a perseguidores. Esto estimo duró más de media hora, donde lo único valedero por realizar era rezar, y vaya que lo hice.
Al llegar a Río Gallegos nos enteramos que esas maniobras se debían a la existencia de un helicóptero orbitando detrás del faro y a la persecución de aviones Sea Harrier por un trecho de 60 millas náuticas (unos 100 Km).
Al día siguiente, 13 de junio, salió el resto de la Batería en el último vuelo desde Malvinas, confirmando de este modo que la pista estuvo operativa hasta el último día de combate. Este vuelo aterrizó en la pista de la IX Brigada Aérea en Comodoro Rivadavia.
El día 14 de junio nos reunimos todos en la I Brigada Aérea de El Palomar, de ahí embarcamos en un avión F-28 que nos trasladó hasta la Base Aérea Militar Mar del Plata, lugar desde donde habíamos partido hacia Malvinas a principios de abril.
¿Cómo evaluaría el liderazgo/conducción de sus superiores en lo que hace al planeamiento y empeñamiento de los medios y personal de la FAA? ¿Usted hubiera hecho algo diferente? ¿Qué?
Por la jerarquía que tenía al momento de la guerra y el lugar que tuve que desempeñar durante la misma, creo que nuestra superioridad actuó tal como se esperaba.
A nivel de la Fuerza Aérea Sur (FAS), comandada por el Brigadier Ernesto H. Crespo, se concentró el esfuerzo más importante de la guerra contra la Fuerza de Tareas británica. No hace falta que yo opine, ya lo hizo el propio enemigo y el mundo todo, reconociendo el brillante accionar de la Fuerza Aérea Argentina, lo cual nos hace sentir orgullosos de pertenecer a la FAA.
En cuanto a nuestros jefes superiores de la Especialidad de Artillería Antiaérea, quiero destacar a nuestro Jefe de Escuadrón, que no siendo parte del despliegue ordenado marchó al combate junto a nosotros.
Un verdadero jefe siempre debe dar el ejemplo y él lo hizo. Su puesto de Comando estaba ubicado en la ciudad, no obstante, en todo momento se hacía tiempo a diario para estar junto a nosotros. En síntesis, un verdadero líder.
¿Cómo se desempeñó su unidad en combate, cree que pudieron hacer más o mejor? ¿El personal (Oficiales, Suboficiales y Conscriptos) actuó como se esperaba?
El desempeño de todo el personal militar Oficiales y Suboficiales, fue excepcional. Solo deseo realizar un comentario con relación a los Soldados Conscriptos. No estoy de acuerdo con que se los trate como “los chicos de la guerra”, como livianamente se lo suele hacer. Me parece una expresión inadecuada y hasta una falta de respeto para esos ciudadanos que, a pesar de su corta edad, actuaron como verdaderos hombres.
Quienes les dicen “los chicos de la guerra” tendrían que haber visto cómo trabajaban, cuánto se esforzaban, lo valientes y leales que fueron, demostraron gran fortaleza física y anímica, iniciativa y gran nivel de adiestramiento.
Hoy tengo la suerte de contar a muchos de ellos como amigos personales y de mí familia, que cuando vienen a Mar del Plata siempre me visitan y compartimos familiarmente. Un gran orgullo y honor para mí.
A nivel profesional/militar, ¿qué significó la guerra para usted?
Un hito muy importante y estoy conforme con lo realizado. La guerra me puso a prueba y pienso que aprobé las exigencias.
¿Y a nivel humano, respecto a su familia, sus camaradas?
Cuando la guerra terminó, en mi caso particular seguí con mi vida normal, tanto en lo personal como en lo familiar. Respecto a mis camaradas, en especial a los integrantes de mi promoción, la 39, muchos participaron con actuaciones destacadas, otros fueron fieles al juramento asumido desde muy jóvenes de defender la Patria hasta perder la vida y así lo hicieron, quedando como ejemplos de coraje, valor y heroísmo para todos nosotros y las generaciones futuras.
¿Cambió o afectó su personalidad? ¿sufrió estrés postraumático?
Según dicen, todos los que hemos combatido algún día lo sufriremos, en mi caso todavía no ha ocurrido y espero no ocurra.
Post Malvinas: ¿Cómo fue su retorno a la rutina del servicio tras la guerra? ¿Qué ánimo se vivía en la FAA? ¿hubo un antes y después de Malvinas? ¿en qué?
No quiero ser reiterativo, pero la FAA demostró que cuando se es profesional al extremo, todo es posible y enfrentamos a la tercera potencia militar-económica del mundo, apoyada por Estados Unidos y los demás países de la OTAN.
Pese a las enormes ventajas en cantidad y modernidad de sus medios, la Fuerza Aérea Argentina le hizo pagar un alto precio en la defensa de nuestra soberanía por las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur, que nos corresponden por derechos e historia.
¿Cómo cree que se trató a los caídos y veteranos desde 1982 a hoy? ¿Fue mejorando o no? ¿Diferencia el trato que recibió de la sociedad en general respecto al que le dieron sus superiores y las autoridades políticas de turno?
Son muchas preguntas en una. Me quedo con un comentario que puede sintetizar lo trascurrido en estos 39 años post Malvinas. A medida que iba pasando el tiempo y adoptando una perspectiva más distante de los hechos, noto que en la ciudadanía argentina va creciendo en admiración hacia los caídos y veteranos de guerra. Al principio nos llamaban los “loquitos de la guerra”, ahora se nos trata con más respeto. Así debió haber sido siempre.
¿Hasta qué jerarquía ascendió?
Ascendí hasta ser Oficial Superior de la Fuerza Aérea Argentina. Me retiré con el grado de Comodoro.
¿Cómo ve el presente y futuro de la FAA?
Con escasos medios, aunque veo con ánimo que siguen vigentes la misma predisposición, voluntad y deseos de superación, transitando el derrotero marcado por los que combatieron en Malvinas.
¿Qué les diría a aquellos jóvenes que están pensando en ingresar a la FAA o que recién inician sus carreras en la Institución?
Que es una carrera donde la vocación es preponderante. Si tienen vocación que lo intenten. Si no la tienen, que se abstengan.
Es una vida de servicio constante, donde uno debe cumplir lo que se le ordena, pasando largos periodos lejos de la familia y donde, además, no obtendrá logros monetarios. La carrera militar solo ofrece logros son inmateriales/espirituales, que se obtienen en la satisfacción del deber cumplido, el servicio a la Patria y a nuestros ciudadanos.
¿Quiénes lo acompañaron durante esa Gesta?
Gracias por la pregunta, es un deber que tengo necesidad de manifestar, ya que sin el aporte de ellos no hubiera podido realizar todo lo que se esperaba de nosotros.
Mi reconocimiento al mayor Hugo Alberto Maiorano (jefe del I Escuadrón de Artillería) y al capitán Rodolfo Savoia (jefe del Puesto Comando de Artillería Antiaérea).
También a los integrantes de la 3ra Batería: teniente Jorge Luis Reye, alférez Pedro Esteban Iraizoz; los suboficiales Eduardo Alberto Molina, Rodolfo Ledesma, Arnoldo José Alasino, Omar Antonio Rivarola, Aníbal David Cardoso, Carlos Alfredo Mancilla, Miguel Pedernera, Oscar Rubén Repizo, Rubén Albornoz, José Luis Martínez y Walter Mauro Rivoira; y los soldados José Luis Álvarez, Mario Alejandro Báez, Rosario Julio Campos, Juan Alberto Canteros, Alberto Raúl Knetch, Jesús Omar Mastronardi, Julio Gustavo Pizarro, Félix Raúl Ricillo y Néstor Bernardo Rodríguez.
A todos ellos les brindo mi respeto y admiración.
Usted publicó un libro sobre la Defensa Antiaérea en Malvinas, ¿qué nos puede comentar sobre su publicación?
Efectivamente, hace poco publiqué un libro sobre el desempeño de la Artillería Antiaérea de la Fuerza Aérea Argentina en el conflicto de 1982. La publicación se llama “Malvinas. Desde el punto de impacto”, de la Editorial Ediciones Argentinidad, y en ella he tratado de reflejar el excelente desempeño de mis camaradas, cómo era nuestra actividad en la guerra y lo que vivimos en aquella oportunidad.
Creo que es un aporte para que aquellos conciudadanos que no estuvieron en la guerra sepan lo que hicimos y las dificultades de todo tipo que debimos superar para defender a nuestro país del usurpador inglés.
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