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La nueva Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos (2025): continuidad, ruptura y redefinición del interés nacional

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Por Ángel Rojo

 

La Estrategia de Seguridad Nacional (NSS) de Estados Unidos publicada en noviembre de 2025 representa una inflexión significativa en la doctrina estratégica estadounidense. El documento expresa una visión profundamente revisionista respecto de las políticas aplicadas desde el fin de la Guerra Fría y, en particular, marca una ruptura explícita con los enfoques de seguridad internacional basados en el multilateralismo expansivo, la promoción global de la democracia y la intervención militar prolongada. Frente a ello, la nueva estrategia afirma con claridad un marco conceptual centrado en la defensa del interés nacional entendido de manera estricta, la restauración de la soberanía estatal como eje del orden internacional y la primacía de la autosuficiencia económica y militar. Este artículo analiza los ejes centrales del nuevo enfoque y, posteriormente, examina las principales diferencias respecto de la estrategia previa de 2017–2021, así como de los lineamientos tradicionales post-1991.

 

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Fundamentación doctrinaria: una crítica a 30 años de política exterior estadounidense

El documento se abre con una crítica amplia al período comprendido entre 1991 y 2016, caracterizado por lo que define como una “lista de deseos” estratégica, incapaz de establecer prioridades y sobrecargada de compromisos globales. Según la nueva NSS, la política estadounidense habría sufrido una desviación conceptual que confundió la expansión del orden liberal con la protección del interés nacional, conduciendo a intervenciones costosas, sobreextensión militar, dependencia industrial externa y vulnerabilidad económica.

La estrategia actual se presenta como una corrección de rumbo iniciada durante la primera presidencia Trump, a la que se atribuye la restauración de un enfoque realista, la revitalización industrial y energética, y la renegociación de relaciones desbalanceadas con aliados, especialmente en materia de contribuciones a la defensa. En este sentido, la doctrina de 2025 reemplaza la narrativa de liderazgo global benévolo por la de “America First” como principio rector, entendida no como aislacionismo, sino como priorización selectiva de intereses esenciales.

 

Objetivos nacionales: seguridad soberana, autosuficiencia industrial y control estratégico

Los objetivos estratégicos enumerados en el documento se organizan en torno a un concepto de seguridad nacional mucho más amplio que el militar, pero menos universalista que en versiones previas.

 

·         Seguridad territorial y migratoria como primer requisito estratégico: La estrategia de 2025 establece que el control fronterizo y la interrupción de flujos migratorios masivos son elementos centrales de la seguridad nacional, al considerar que la migración descontrolada afecta la cohesión social, la estabilidad económica y la propia viabilidad de la nación como república soberana. El énfasis en la frontera, el combate a carteles y la cooperación hemisférica contra migración, tráfico humano y drogas reemplaza la visión anterior de la migración como fenómeno gestionable bajo estándares de “orden y regularidad”.

 

·         Reindustrialización y autosuficiencia energética: El documento declara que ningún país puede mantener su poder global sin una base industrial robusta y sin independencia en sectores estratégicos. La estrategia promueve una política activa de reindustrialización, incentivos a la manufactura doméstica, ampliación de capacidades energéticas (incluyendo petróleo, gas, carbón y nuclear) y rechazo explícito a las agendas de “Net Zero”, consideradas riesgosas para la seguridad económica y estratégica de los aliados y de Estados Unidos.

 

·         Superioridad militar con énfasis en disuasión, no en intervención: El enfoque militar combina la doctrina clásica de “paz mediante fuerza” con una preferencia explícita por la no intervención. El documento exige una fuerza armada capaz de derrotar amenazas de manera rápida y decisiva, pero también subraya la necesidad de evitar compromisos militares prolongados, operaciones de nation-building o campañas abiertas sin conexión directa con intereses vitales. Asimismo, prioriza la modernización nuclear, la defensa antimisiles (incluyendo la idea de un “Golden Dome” nacional) y el incremento de la producción de drones, misiles y sistemas de bajo costo para responder a las nuevas formas de guerra.

 

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Principios rectores: soberanía, realismo flexible y redefinición del multilateralismo

La estrategia de 2025 identifica una serie de principios rectores que estructuran la acción exterior.

 

·         Soberanía nacional y primacía del Estado-nación: A diferencia de las estrategias anteriores que buscaban fortalecer instituciones multilaterales, la NSS 2025 sostiene que los organismos internacionales han avanzado sobre la soberanía estadounidense y que deben ser reformados o limitados. Promueve un orden internacional basado en la soberanía estatal y en la reciprocidad, con énfasis en la protección frente a injerencias externas, influencias ideológicas y redes transnacionales que “socavan” la autonomía nacional.

 

·         Realismo flexible y no imposición ideológica: El documento rechaza los intentos de promover cambios sociales o democráticos en otros países y sostiene que la estabilidad, incluso bajo gobiernos no democráticos, puede ser preferible a transformaciones forzadas. Este planteamiento contrasta con las estrategias previas que vinculaban la seguridad global a la expansión de valores liberales.

 

·         Equilibrio de poder como instrumento central: La estrategia abandona explícitamente la noción de primacía global permanente. En su lugar, busca evitar que otras potencias —especialmente China— logren una dominación regional o global que amenace los intereses estadounidenses.

 

Prioridades estratégicas: fin de la migración masiva, burden-shifting y seguridad económica

Uno de los cambios más significativos respecto de estrategias anteriores es la definición de prioridades.

 

·         El fin de la era de la migración masiva: La nueva NSS afirma que la migración masiva no es sostenible y establece el control fronterizo como el primer objetivo de seguridad nacional. Esta prioridad no existía con ese nivel de centralidad en documentos anteriores.

 

·         Burden-sharing y burden-shifting: La estrategia de 2025 acentúa como nunca antes la necesidad de que los aliados asuman sus propias cargas. Se establece el estándar del 5% del PIB para gasto en defensa en el marco de la Hague Commitment, reemplazando el tradicional objetivo del 2% del período 2014–2021. Se abandona la idea de un liderazgo estadounidense omnipresente y se promueve un sistema de “alianzas responsables”, donde EE.UU. actúa como catalizador, no como financista principal.

 

·         Seguridad económica como pilar de seguridad nacional: El documento incorpora un enfoque que fusiona política industrial, proteccionismo selectivo, vigilancia de cadenas de suministro, repatriación de manufactura, control de exportaciones sensibles y políticas arancelarias como instrumentos primarios de la estrategia de seguridad.


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Enfoques regionales: hemisferio occidental, Indo-Pacífico, Europa, Medio Oriente y África

La estrategia redefine el peso relativo de cada región en la política exterior estadounidense.

 

·         Hemisferio Occidental: “Corolario Trump a la Doctrina Monroe”: Por primera vez desde el siglo XX se formula explícitamente un corolario hemisférico para impedir la presencia estratégica de potencias externas en América. El documento plantea una expansión de socios regionales, uso coordinado de instrumentos económicos y presencia militar orientada al control del espacio marítimo y terrestre relativo a migración y narcotráfico.

 

·         Asia e Indo-Pacífico: competencia económica y disuasión militar: El documento identifica a China como la principal amenaza sistémica no solo por capacidades militares, sino por su influencia económica global. Se prioriza evitar la dominación china del Indo-Pacífico, reforzar alianzas (Japón, Corea, India, Australia) y garantizar que Taiwán no sea alterado por la fuerza.

 

·         Europa: estabilidad, identidad y autodefensa: La estrategia incorpora un análisis cultural y civilizacional inédito, afirmando que Europa enfrenta riesgos de “erosión civilizacional”. Se busca una Europa fuerte, pero menos dependiente de Estados Unidos, con mayor control de sus gastos de defensa y menor expansión de la OTAN hacia nuevos miembros.

 

·         Medio Oriente: paz mediante diplomacia presidencial y reducción del foco estratégico: El documento declara que la región ya no ocupa el lugar central que tuvo desde los años 70. Las prioridades pasan a ser: evitar dominio adversario del Golfo, asegurar rutas energéticas, expandir los Acuerdos de Abraham y evitar guerras prolongadas.

 

·         África: del asistencialismo a la inversión estratégica: Se propone una política pragmática basada en comercio, energía y minería crítica, evitando la presencia militar extendida y reemplazando la ayuda tradicional por cooperación económica orientada a resultados.


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Principales diferencias con la estrategia anterior y con las doctrinas post-1991

A partir del análisis de la nueva NSS, emergen diferencias claras respecto de estrategias anteriores:

  1. Redefinición del interés nacional: La nueva estrategia abandona el enfoque de “liderazgo global liberal” y adopta un marco basado en intereses vitales acotados, soberanía y competencia geoeconómica. Esto implica una ruptura con las NSS de 2010, 2015 y 2022, centradas en valores y gobernanza democrática.

  2. De globalización a autosuficiencia estratégica: A diferencia de la etapa 1991–2016, que consideraba la globalización un multiplicador de poder, el documento de 2025 la describe como una amenaza para la industria y la clase media. Se promueve reindustrialización, control de cadenas de valor y energía abundante bajo dominio estadounidense.

  3. Transición de “intervención” a “no-intervención selectiva”: Mientras las estrategias 2002 y 2006 defendían intervenciones preventivas y transformaciones democráticas, la nueva estrategia rechaza explícitamente imponer modelos políticos en el exterior.

  4. Mayor exigencia a los aliados: El estándar del 5% del PIB en defensa marca la mayor presión presupuestaria jamás impuesta por EE.UU. a sus socios. Las estrategias de 2010–2022 pedían un 2% y un fortalecimiento institucional, no un cambio estructural en responsabilidad de defensa.

  5. Cambio en la mirada hacia Europa: Las NSS anteriores la consideraban un bloque consolidado y estable. La nueva la describe como un continente en crisis cultural, política y demográfica, y sugiere un enfoque más transaccional y menos institucionalista.

  6. Hemisferio Occidental como prioridad máxima: A diferencia de la estrategia de 2017 o de las de 2015–2022, donde América Latina era secundaria, la NSS 2025 la coloca como región central por migración, crimen organizado y competencia geopolítica.

  7. Desplazamiento del Medio Oriente como foco principal: La estrategia anterior seguía considerando el Medio Oriente como región prioritaria por terrorismo, energía y competencia con Irán. El documento 2025 sostiene que el epicentro estratégico se ha desplazado hacia el Indo-Pacífico y el Hemisferio Occidental.

  8. Seguridad económica como seguridad nacional: El vínculo entre aranceles, comercio, industrialización y poder nacional es más primordial que en cualquier NSS anterior, incluso la de 2017.

 

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Conclusión

La Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos (2025) constituye una reconfiguración profunda del pensamiento estratégico estadounidense. El documento expresa un retorno al realismo estatal clásico, combinado con elementos de nacionalismo económico, autosuficiencia productiva y restricción selectiva del involucramiento militar. El resultado es un enfoque centrado en la protección del poder económico interno, la soberanía nacional, el equilibrio global de poder y la cooperación condicionada con aliados. Estas características marcan una ruptura significativa con las doctrinas liberal-internacionalistas que predominaron durante tres décadas y abren un nuevo ciclo de pensamiento estratégico en la política exterior estadounidense.

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