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La paz aun no llega a Gaza: radiografía de un problema más profundo de lo que parece

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Por Ignacio Montes de Oca


Hamas afirma que no puede entregar a los rehenes en 72 horas y es momento de analizar aspectos del conflicto en Gaza que permanecen sumergidos. Vamos a hablar de facciones, de venganza y de radicalizados para entender el destino incierto del acuerdo de Trump.


Hamas logró ganar tiempo y una tregua que frenó el ataque de Israel al anunciar que aceptaba negociar el plan de paz propuesto por Trump. Es lógico pensar que es otra de las estrategias dilatorias del grupo terrorista y es cierto, pero es solo uno de los factores en juego. Empecemos con un dato de la realidad: Hamas no es el único que mantiene cautivos a las 48 personas restantes o de las 20 que se creen que quedan vivas ni puede resolver la entrega del resto de los cuerpos. De los 251 cautivos del 7 de octubre, 200 fueron tomados por Hamas. Una parte, no se sabe en qué proporción, está en manos de otros grupos como la Yihad Islámica o de los clanes. Es un error muy frecuente delimitar la cuestión de la violencia en Gaza a Hamas. La Franja es un hervidero de armas y de facciones en disputa. Dejo un artículo donde explico la cuestión de los clanes publicado en julio del año pasado. Entender los clanes nos abre al otro factor problemático y es el de la entrega de las armas y la rendición de Hamas: https://www.pucara.org/post/los-clanes-palestinos-y-el-destino-de-gaza-tras-el-fin-de-la-ofensiva-de-israel

Mientras Trump anunciaba el cese el fuego, en Gaza se libraba un combate en Kan Tunis. La brigada Nukhba, el cuerpo de elite de Hamas lanzó un ataque contra el clan Al-Majayda que resistió la ofensiva gracias a la colaboración de los drones israelíes. Netanyahu admitió ese apoyo. Dijo “por consejo de nuestros asesores en seguridad, activamos grupos opuestos a Hamas en Gaza ¿Qué hay de malo en ello?”. Este combate fue posterior al anuncio de tregua y tiene implicancias importantes para el futuro. Hamas es la mayor fuerza de Gaza, pero están surgiendo más grupos apoyados por Israel. Por ejemplo, los 400 miembros de las “Fuerzas Populares” de Yasser Abu Shabaab, exconvicto preso por tráfico de drogas y robo y que escapó durante los bombardeos israelíes en octubre de 2023. La familia de Shabaab pertenece al clan beduino Tarabin, formado por 500.000 miembros y extendido en zona del Sinaí egipcio, pero también en el Neguev israelí. Públicamente rechazaron la colaboración de Shabaab con Israel, aunque hay dudas sobre la sinceridad de esa postura. Los Shabaab se disputan por medio de las armas con Hamas el reparto de la ayuda humanitaria. En consecuencia, el grupo terrorista ataca desde hace meses a los miembros de ese clan y algunas de las recientes ejecuciones hechas públicas en Gaza tienen ese origen.

La facción armada "Fuerza de Golpe Contra el Terror" es liderada por Hossam al-Astal, también integrado a un clan beduino de unos 8.000 miembros que opera en la zona de Khan Younis desde la llegada del ejército israelí. Es un grupo pequeño, pero no es el único. También el clan Khalas, uno de los más grandes dentro de Franja, colabora con Israel. Habitan las zonas de Shejaiya y al-Hawa al sur de Gaza City. Su líder, Abu Maher, es miembro del Comité Central de Fatah y representante del presidente de la Autoridad Palestina en Gaza. El otro grupo ligado a Fatah ahora vinculado a Israel es el grupo liderado por Yasser Khanidak que operan en Khan Younis. Los dos grupos perdieron miembros en 2007 cuando Hamas ganó las elecciones y de inmediato lanzó una ofensiva para asesinar a opositores de Fatah.

Se empieza a adivinar que hay una disputa política en curso entre Hamas y Fatah y por los recursos en Gaza. Puede verse en la colaboración entre estos grupos como un aprovechamiento de Israel o de los palestinos, y es posible que ambos enfoques sean correctos. Hace meses que Israel arma y presta respaldo a estos grupos mediante la entrega de suministros, información de inteligencia e incluso apoyo en el combate en momentos en que deben enfrentar a Hamas.


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Volvamos al pacto propuesto por Trump para ver cómo se refleja el apoyo de Israel. Una de las condiciones que puso Hamas para entregar las armas fue que no sea inmediato, sino rendirlas a la autoridad palestina constituida tras el avance del proceso de paz. Las represalias pendientes explican esa demanda y los combates frecuentes con los clanes les da un motivo. Las fuerzas israelíes podrían retirarse de manera definitiva y eso no resolvería el riesgo que corren los miembros de Hamas de una represalia inversa a las de 2007. No solo se trata de sus milicias, sino también de las decenas de miles que forman parte de su estructura civil.

Pero también hay que ver la jugada de Fatah que, pese a que Netanyahu prohibió cualquier gobierno con su presencia en Gaza, comienza a acumular poder a expensas de Hamas y del pragmatismo detrás de las necesidades de seguridad de los israelíes. Si se cumplieran al pie de la letra los 20 puntos del acuerdo de Trump, una parte de la estructura política de Hamas quedaría en Gaza sin sus milicias, que deberían optar por el desarme o el destierro, pero el resto debería convivir con las milicias de los clanes de Fatah.

Fatah, apoyado por los emires, Turquía, Egipto y Jordania como representación palestina alternativa a Hamas en Gaza, se estaría convirtiendo en un factor necesario para controlar la violencia en la Franja pese a la negativa de Netanyahu, que colabora indirectamente con ese plan. Recordemos que el periodo de mayor estabilidad de Gaza se dio a partir del acuerdo de Yasser Arafat con los 14 principales clanes palestinos para compartir el poder y que en 2004 la muerte de la figura del fundador de la OLP, antecesor de Fatah, facilitó el triunfo de Hamas en las elecciones de 2006. Sucede que, incluso sin Hamas, los clanes representarían un desafío renovado para Israel por el “tah´ir”, la obligación de realizar una represalia por la muerte de un miembro del clan. Israel ha agregado decenas de miles de nombres al listado de venganzas pendientes.

Para entender la complejidad del problema, hay que subrayar que incluso si Hamas desapareciera en el combate o exiliado por un acuerdo, no desaparecerían las fuerzas que hoy le responden. Seguiría sin esas siglas en los clanes que hoy forman parte de él y que vamos a enumerar.


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El clan Sinwar fue la columna vertebral de ese apoyo, al punto que su comandante militar el 7 de octubre fue Yahya Sinwar y siguió en el cargo hasta morir en octubre de 2024. En Khan Younis hay unos 15.000 a 20.000 miembros de ese clan con un arsenal superior al de sus adversarios. Igual de numeroso es el clan Doghmush de Gaza que, aunque también fue perseguido por Hamas en 2007, rechazó todos los ofrecimientos de colaboración con Israel y tiene varios miembros de su familia en la dirección de las Brigadas al-Qassam, su brazo armado.

El clan beduino Hilles de Gaza y Jabalia también apoya a Hamas. Algunos de sus líderes, como es el caso de Ibrahim Hilles, tienen cargos en los mandos del grupo yihadista y colaboraron en la represión en Jabalia contra los grupos contrarios al gobierno del Hamas.

El clan Baraka está presente en Khan Yunis, Bani Suheila y Deir al-Balah y tiene nexo, además, con la Yihad Islámica. Uno de sus integrantes, Ali Baraka, representa a Hamás en el Líbano como responsable de relaciones internacionales y coordinación con aliados como Irán y Hezbolá.

Los 12.000 integrantes del clan Absi de la zona de Jabalia y en Beit Lahia también colaboran con ellos. Aniquilar a Hamas de Gaza no resuelve el problema. Quedaría además resolver la cuestión de la Yihad Islámica, el otro grupo terrorista proiraní que cuenta con 1.000 milicianos. Existen muchas fuerzas y mucho por disputar si la salida de Hamas deja un vacío. Y al “tah´ir” hay que agregarle otra venganza igual de rigurosa, el “a-mil”, que se aplica contra el que colabora con el enemigo no musulmán. La cultura local dicta premisas que muchos desconocen.


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La invasión israelí desordenó territorios y fuentes de ingresos. Ahora los clanes van a tener que reorganizar el esquema de poder. Con tantas armas dando vueltas, la negociación va a ser muchas veces violenta. La desaparición de Hamas como factor ordenador acerará esa competencia. Para que quede claro, los clanes que apoyan a Hamas funcionan como entidades independientes y pueden aportar jefes y tropas, pero van a seguir en el territorio con sus armas y estructuras formadas por miles de integrantes cada uno, más allá de lo que suceda con el grupo terrorista.

Es probable que parte de los cautivos estén en manos de estos grupos. Es ilógico suponer que fueron retenidos por quienes colaboran con Israel. Entregarlos a Hamas sería el resultado de una negociación compleja que demandaría de más de las 72 horas del ultimátum dado por Trump. Israel parece entender el cuadro y de allí que haya aceptado un alto el fuego temporario a sabiendas que, si bien altera su cronograma militar, las condiciones impuestas por Trump son casi imposibles de cumplir para Hamas. Los clanes a los que apoya ganan también en ese desenlace.


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Sea que se instale como fuerza de ocupación en Gaza o que se retire presionado por circunstancias externas, Israel ya empezó a tejer una red de alianzas con grupos gazatíes anteponiendo sus necesidades con pragmatismo. Solo debe esperar que Hamas admita no estar al mando en Gaza. Con Hamas desacreditado por no cumplir lo acordado se diluye la presión para negociar para facilitar la liberación de los rehenes. La multitud reunida en Tel Aviv y otras ciudades de Israel es una presión tan grande como el posteo de Trump resaltando ese reclamo en su red social.

Pero también hay que analizar objetivamente el escenario israelí y comprender que tampoco Netanyahu está dispuesto a cumplir un acuerdo que tiene un enorme grado de imposición por parte de Trump, tanto como la orden pública que diera para que Israel suspenda el ataque en Gaza.

Netanyahu sabe que un pacto con Hamas, de hecho, de eso se trata, implica finalmente retirarse de Gaza y eso podría implosionar su alianza con los radicalizados representados por los ministros Bezalel Smotrich y Itamar Ben Gvir. Sin su apoyo dentro del Kneset, no puede gobernar. Los socios de la coalición que sostiene al líder del Likud anticiparon que dejarían el gobierno si se aceptaba el acuerdo. Netanyahu tuvo que grabar un mensaje aclarando que no está en sus planes retirarse de Gaza. Esto parece haber calmado a los dos líderes de la extrema derecha.

El reclamo no es solo la ocupación militar de Gaza, sino también la eliminación definitiva de Hamas. Como vimos, eso es imposible sin desarmar la estructura de los clanes. Pero también es un objetivo inverosímil si se busca terminar con el grupo terrorista más allá de la Franja.

Hamas tiene su estructura militar en Gaza, en donde quedan unos 8.000 milicianos. Pero también tiene presencia en los asentamientos de Sabra y Chatila del Líbano, en los campos de refugiados en Siria y en Cisjordania, en donde son objeto de la persecución por parte de Fatah. Pero en un nivel más amplio, tiene una estructura política ya conocida en Doha, Qatar, en donde Trump acaba de declarar un santuario al firmar un acuerdo de defensa que restringe nevos ataques de Israel como el del 9 de septiembre. Además, hay “embajadas” en otros estados. En Turquía hay una representación que permitió que muchos de los heridos en la Operación Biper recibieran tratamiento médico. En ese país está una parte importante de su base económica que usa la estructura financiera del Líbano, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos.

Hay un número importante de países que no consideran a Hamas como una entidad terrorista sino como un partido político que representa a una parte de los palestinos. Entre ellos Turquía, Rusia, China, Brasil, Siria y, por supuesto, Qatar e Irán. De allí que su erradicación sea difícil de lograr. Egipto, Jordania y Arabia Saudita no lo integraron en su lista de grupos terroristas, aunque muestren hostilidad a su presencia. Los emiratíes sí lo hicieron, pero en la práctica es poco lo que hacen estos países para limitar los movimientos de sus integrantes y sus fondos.

Hamas es un grupo terrorista y luego del 7 de octubre no hay dudas. Pero ese concepto no funciona del mismo modo en todo el mundo y es crucial para entender muchas cosas que suceden más allá de Gaza y, sobre todo, el destino que puede tener el conflicto entre Israel y Palestina.

Esto explica otro de los cuestionamientos de Hamas al plan de los 20 puntos de Trump, el reclamo para tener una representación en el futuro gobierno de Gaza se fundamenta en su percepción como actor político y no en la de otros actores que lo ven con un mero grupo terrorista. Es importante entender que, si sobrevive como partido político, tendrá un rol en el futuro y podrá regenerar su ala militar. Pero evitar esa instancia es casi imposible, por lo que pedir terminar con Hamas es por ahora una entelequia y va más allá de lograr su derrota militar en Gaza.


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Mientras toma forma la cuestión de los dos estados, esa representación de los palestinos trasciende lo que pueda suceder en Gaza. La disputa de clanes pro-Hamas y pro-Fatah dentro de Gaza y más allá de la Franja corre en paralelo con el éxito que pudiera tener el plan de Trump. Esto explica una decisión que quizás suene disruptiva como el ofrecer una amnistía y exilio a los terroristas de Hamas en Gaza. Esa cláusula contraria a lo que demanda Israel tiene que ver con el deseo de los países musulmanes de no anular su representatividad política del todo. En un marco más amplio tiene que ver con la necesidad de encauzar la cuestión palestina y resolver un problema de larga data que es la ausencia de un grupo o una alianza que pueda canalizar los intereses y firmas de esa etnia. Y no es altruismo, es una necesidad política.

Es un error usual creer que Palestina se limita a Gaza o a Cisjordania. En Gaza viven 2,1 millones de palestinos y en Cisjordania otros 3,4, lo que representa menos de un tercio del total de los 15 millones que viven en todo el mundo. Palestina es un fenómeno mucho más profundo. Kuwait aloja a 360.000 palestinos, Qatar a 300.000, Arabia Saudita a 400.000, Emiratos Árabes Unidos a 92.000, Omán a 11.000, Israel a 1,2 millones, Siria a 580.000, Jordania a 2,8 millones y Líbano a 600.000. Su peso político es dispar en cada país, pero no deja de ser relevante.


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Es un problema de círculos concéntricos: Gaza es parte de un problema mayor que es la situación de los territorios palestinos, que forma parte de la cuestión de los Dos Estados y su diáspora, que a su vez impacta en la relación de Israel con sus vecinos y con el islam en general. Por eso en su declaración conjunta, Arabia Saudita, Egipto, Turquía, Qatar y otros respaldaron el plan de alto el fuego de Trump, pero con condiciones: detener los bombardeos, liberar a todos los rehenes, el retiro israelí y dejar que los palestinos vuelvan a gobernar Gaza.

La simpatía por la causa palestina en el universo islámico ya quedó demostrada con las manifestaciones en los países musulmanes desde el 7 de octubre en adelante. Esas muestras de apoyo involucran a una población mucho mayor que las comunidades palestinas locales en cada estado. Lo mismo vale para explicar el apoyo de parte de los países europeos al plan de Trump a partir del voto musulmán respectivo: 10% en Francia, del 6,5% en el Reino Unido, 3,7% en España, 5,3% en Dinamarca. 6% en Alemania y 7% en Bélgica, pero en su capital, Bruselas, del 25%. Una encuesta reciente en Francia indica que el 53% de los consultados apoya la idea de reconocer al estado palestino. En España hay un 78% de aprobación y Italia el 40,6%, en el Reino Unido el 52% y en Alemania el 54%. Estas cifras exceden la representación musulmana.

Es ese factor el que obliga a muchos estados a presionar a favor del plan de paz de Trump. El mensaje interno es otra de las claves que suele ignorarse. No es solo que en algunos países como Jordania o Líbano pueda degenerar en terrorismo, es también una cuestión política interna. Se trata de evitar que esas mayorías reaccionen contra sus propios gobiernos o que una parte se deslice hacia el apoyo directo por medios económicos o físicos a los grupos más radicalizados que perciben a Israel como un enemigo usando la causa palestina como herramienta.

De nuevo estamos ante diferentes percepciones. Mientras en algunos países Hamas es tratado como grupo terrorista, en muchas naciones islámicas el escenario interno obliga a tomarlo como partido político o a ser complaciente con sus actividades. Esto nos regresa a los 20 puntos. El plan de Trump es una búsqueda de equilibrios entre las demandas de los países musulmanes y las de Israel. Busca calmar los dos asuntos urgentes: liberar a los rehenes y frenar la demolición de Gaza. Pero va sobre las consecuencias del 7 de octubre, no sobre su trasfondo. Con estos datos es posible entender los cuestionamientos de Hamas al plan de Trump, pero también la actitud colaborativa de Netanyahu y el pedido de calma a sus aliados. Detrás de la escenografía hay partes que crujen por lo forzado y apresurado del montaje para lanzar el anuncio.

Para cerrar, hay otra represalia en marcha, el “nekamah” hebreo. De los 215 rehenes, entre 37 y 47 fueron asesinados el día 7 de octubre y Hamas ocultó su destino. Otros 30 fueron rescatados en operativos militares. Solo 158 fueron liberados vivos. Las cifras tienen consecuencias. Liberados los rehenes restantes, Israel tiene esa obligación de represalia. El “nekamah” es tan fuerte como el “tah´ir”. Desde la venganza por la Masacre de Múnich al bombardeo de Doha queda claro que no hay forma de revocarla ni fronteras estatales o temporales que la detengan. Esas revanchas pendientes vibran detrás de los anuncios de tregua. Israel sabe que debe lograr la liberación de los rehenes de manera urgente. Con Hamas del otro lado del muro es imposible por ahora y el ultimátum busca ponerle un fin a una espera que lleva 739 días.


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Netanyahu, como Trump, saben que deben resolver la cuestión de los cautivos para avanzar hacia el siguiente paso, aunque lo que se proponen parece no coincidir. El presidente norteamericano supone que se encumbrará como pacificador. Netanyahu, quiere resolver un dilema. El primer ministro israelí entendió desde un principio que en tanto Hamas tenga la herramienta de la extorsión por medio de los rehenes sus opciones son limitadas. Los frenos de Biden y Trump también le indican que resulta imposible el seguir bombardeando Gaza indefinidamente.

Hamas sabe que Israel no va a perdonar y que el “nekamah” es inexorable. También que Netanyahu se juega su supervivencia política en la resolución que logre al tema Gaza y que tanto el “tah´ir” como el “a-mil” hacen por ahora imposible un cierre del conflicto dentro de la Franja. En tanto, habrá que ver si usa el apoyo de Israel a los clanes adversarios para reclamar una ruptura de la tregua y si Netanyahu se involucra en la defensa de sus aliados dentro de la Franja ante una ofensiva de Hamas para aprovechar la pausa militar de Israel para atacarlos.

En Israel se sabe que la opinión de los aliados de Netanyahu tiene un peso desproporcionado. Pero también que una acción militar consecuente con el fracaso de la propuesta de paz puede eternizar la guerra y ser una catástrofe para los rehenes que quedan aún con vida en Gaza. Todos saben que la realidad corre por detrás de los anuncios y las negociaciones. Incluso los países árabes y Turquía comprenden que, como todo arreglo en Medio Oriente, es un acuerdo con fecha de vencimiento imprecisa. Quedan muchos asuntos pendientes por resolver en el futuro.

PS: en épocas de efectismo la rebeldía pasa por concentrarse en observar los procesos en profundidad. Gaza es un asunto demasiado complejo como para terminarse con un par de firmas, unos anuncios apurados y un festejo. Calma, cautela y, sobre todo, respeto por los que faltan.

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