Por Ignacio Montes de Oca
Si Israel decide hacer una acción en represalia al ataque con misiles y drones, va a tener que adentrarse en territorio iraní. Vamos con un análisis rápido para entender qué clase de defensas puede encontrarse en Irán y a una revisión de los desafíos implicados. Lo primero que hay que aclarar es que Irán carece de algo similar al Iron Dome que proteja la totalidad de su territorio. Además de la distancia tecnológica hay una obviedad geográfica: Israel debe proteger 22.145 km2 e Irán 1.648.000 km2. Irán es 74 veces más extenso que Israel.
Irán despliega posiciones de defensa aérea en torno a las grandes ciudades y en particular en las zonas en donde hay industrias militares sensibles o grandes bases militares. Las instalaciones del programa nuclear gozan de una proyección incluso mayor.
Si bien para Israel es un problema el tener que ir por blancos dispuestos en una zona extensa lo es también para Irán, que debe dispersar sus defensas. Tampoco cuenta con aliados dispuestos a sumarse a la defensa como Israel que contó con EEUU, Reino Unido y Jordania. La otra cuestión es que Irán tiene en realidad dos ejércitos al mismo tiempo. Uno es la fuerza nacional y la otra la Guardia Revolucionaria Islámica. Ambas operan por separado y no se sabe si son capaces de coordinarse en caso de una amenaza aérea.
Veamos las defensas, que se dividen entre baterías antiaéreas y aviones de combate. Irán tiene una red de radares de vigilancia que cubre todo su territorio, pero debe mover sus baterías para cubrir las zonas en peligro y depende de 9 aeropuertos para operar sus cazas modernos. Lo más actual que tiene Irán es el sistema móvil Bavar 373 que entró en servicio en 2019 y tiene un alcance de 300 km. Teherán afirma que es similar o superior al Patriot y capaz de derribar aviones, misiles y drones. Por ser reciente, no fue desplegado en cantidades importantes.
El Bavar fue desarrollado cuando Rusia se negó a suministrar sus S300 en 2009, pero luego aceptó enviarle 32 baterías en 2016. El alcance del modelo de S300 suministrado a los iraníes es de 200 km. Desde su utilización en Ucrania, se conocen sus fortalezas y debilidades.
El Sevom 3-Khordad presentado en 2014 opera desde una plataforma móvil, tiene un alcance de 50 a 105 km y dispara misiles SAyyad 3. También está en servicio en Siria, por lo que ya es conocido por Israel que hasta ahora no perdió ningún avión o misil por este sistema.
El 3-Khordad fue suministrado además a los rebeldes hutíes y una batería iraní logró derribar a un dron RQ4Global Hawk norteamericano en 2019 sobre el Estrecho de Ormuz. Sus prestaciones y apariencia son similares al BUK2 ruso, lo que sugiere alguna transferencia tecnológica.
El Khordad 15 (si, un nombre parecido al anterior) fue presentado en 2019. Fue desarrollado para derribar aviones, drones y misiles dentro de un radio de 200 km y atacarlos a una distancia de hasta 45 km. Sus baterías son transportadas a bordo de camiones.
Existe además una reserva de misiles S200, S75 (SA-2) y 2K12 (El SA-6 ruso) anticuados para enfrentar a los F-35. No obstante, un SA-5 desplegado en Siria logró derribar a un F-16 israelí en 2018, por lo que no debe menospreciarse su efectividad llegado el momento del combate-
Para una defensa más cercana hay 12 sistemas Pantsir con misiles 57E6 y dos cañones de 30 mm con un de alcance de 18 km y 4 km respectivamente. Además, 30 vehículos Shilka con cañones cuádruples de 23 mm algo anticuados, pero aun efectivos.
Irán distribuyó entre sus tropas grandes cantidades de misiles portátiles Misagh1 y 2 producidos por Irán y con un alcance de hasta 5 km. El resto de la defensa aérea son cañones de 23 a 57 mm o ametralladoras de 14,5 mm de operación manual o con asistencia electrónica básica.
La segunda parte de la defensa aérea iraní está en manos de su Fuerza Aérea. Los 24 MIG-29S son su arma más eficiente y son respaldados por 24 HESA Saher junto a los 30 HESA Azarakish, la versión iraní del avión F-5 Tiger II que fueron fabricados desde 2007 sobre células de F-5.
Detrás están los 20 F-14 Tomcat que quedan de los 80 comprados en la era del Sha. Su uso militar es dudoso por la falta de repuestos, actualizaciones y armas. Sucede lo mismo con los 46 F-4 Phantom y los 12 Mirage F1 entregados por desertores iraquíes en la Guerra del Golfo-
En noviembre de 2023 se anunció el envío de 24 Su-35 desde Rusia a Irán como intercambio por el material militar recibido para sostener la invasión a Ucrania. Su llegada reciente no asegura que estén listos para entrar en combate por lo que su uso es condicional.
El promocionado caza de 5° generación Qaher 313 aun no entró en producción y el resto de los aviones son modelos de ataque a tierra o transporte sin utilidad para enfrentar a un cazabombardero moderno. Esto es todo el despliegue de Irán para enfrentar a un ataque israelí.
En teoría, Irán despliega una fuerza importante de misiles tierra – aire y tiene una capacidad limitada en el número y desarrollo tecnológico de su fuerza aérea. Aun así, Israel no puede confiarse porque las distancias hasta sus objetivos son grandes. El tiempo que le demanda llegar a los aviones israelíes aumenta el riesgo de detección y, por lo tanto, de preparación de las defensas. A favor de Israel corre la furtividad de los F-35 y sus sistemas avanzados de guerra electrónica para evadir la detección y las armas adversarias.
En este juego de pros y contras, Irán tiene la ventaja de tener algunas certezas acerca de cuáles serían los blancos prioritarios para posicionar sus defensas en el camino y en torno a blancos obvios como instalaciones nucleares, bases y centros industriales. Además, ya sabe que tanto EEUU como Gran Bretaña avisaron que solo van a participar de la defensa de Israel, pero no de una acción ofensiva, por lo que pueden restar oponentes y adivinar con mayor certidumbre la posible dirección de los ataques.
No obstante, su territorio es demasiado grande para el rango máximo de sus baterías más efectivas y el uso de algunas de ellas en Siria o Yemen hacen que sus prestaciones y debilidades ya sean conocidas por Israel. Tampoco sabe si EEUU finalmente aportará apoyo disimulado.
Este es un panorama rápido del escenario en el que podría darse una respuesta de Israel. Luego habrá que analizar los hechos una vez consumados. No es lo mismo un ataque puntual en un objetivo que uno que provoque una destrucción masiva y afecte a la población. Atacar a una o más instalaciones nucleares para paralizar el programa atómico iraní puede ser tolerado como represalia. Su impacto es muy diferente a una ofensiva sobre centros industriales situados en zonas pobladas que generen imágenes de catástrofe civil.
Una fuga radioactiva que afecte a la población u otro efecto adverso que pudiera ser usado por la propaganda de Irán y sus aliados para neutralizar la ventaja comunicacional que logró Israel tras el ataque iraní, es un factor quizás tan importante como el éxito militar del ataque. Por eso la represalia israelí tiene que ser precedida por una planificación muy rigurosa tanto por los riesgos que plantea la defensa aérea de Irán como por las esquirlas políticas que volarán hacia el resto del mundo cuando se produzca. La guerra es siempre un fenómeno político. Luego habrá que analizar la capacidad de Israel e Irán para ejecutar el ataque y la defensa. En las bajas recibidas, el daño causado y la posibilidad de horadar los sistemas del adversario se juega la credibilidad estratégica y disuasiva, dos activos vitales en Medio Oriente.
Queda esperar entonces el cuarto acto iniciado con el ataque de Irán a Israel por medio de Hamas el 7 de octubre, seguido por la respuesta israelí en Gaza, Siria y El Líbano y el más reciente, que se ejecutó con el ataque fallido con misiles y drones. Este acto será, como los anteriores, crucial para la seguridad global. Quizás sea el último de un drama que tiene en vilo a todo el planeta por sus implicancias. O puede que genere más actos. Todo dependerá quién y cómo se imponga en el nuevo duelo entre los dos contendientes
PS: existe una muy pequeña posibilidad, muy diminuta, de que este artículo sea innecesario y que la diplomacia reemplace a los misiles. Pero por experiencia sabemos que en los asuntos del Medio Oriente el pesimista es siempre el más realista y el que más acierta. Se mueve el telón.
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