La trampa de Tucídides: EEUU y China ¿Atrapados sin salida?
- Hernán Martínez Soler
- hace 1 día
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Por Hernán B. Martínez Soler – Foro Argentino de Defensa
China es un gigante dormido.
Dejadle dormir porque cuando
despierte el mundo se sacudirá
Napoleón Bonaparte
Tucídides (396-460 a.C.) fue un historiador y militar ateniense que relató la guerra del Peloponeso (431-404 a.c.) en la segunda mitad del Siglo V a.C. entre Atenas y Esparta. El propuso una premisa donde una potencia en ascenso (Atenas) generó temor en otra potencia consolidada (Esparta), por entonces el hegemón y esto llevó a la guerra, al ver la segunda amenazado su poder por el rápido desarrollo de la primera que buscaba reemplazarla en la cúspide del mundo griego.
Decía que dicha guerra no ocurrió de la noche a la mañana y que los orígenes se remontaban a varios años antes, cuando, bajo el liderazgo de Pericles, Atenas comenzó a tomar el control de la Liga de Delos conocida como La alianza (symmachia), cuyo tesoro se encontraba en la isla sagrada de Delos, una alianza de ciudades estados que en su origen se formó para defenderse de los Persas, pero que llegó a tener una gran preponderancia en la economía y el comercio, para el 454 a.C., Pericles trasladó el tesoro de la Liga a Atenas tomando el completo control y dando origen al llamado imperio ateniense.

El control que ejerció sobre sus miembros fue riguroso y cuando alguno, ya habiendo disminuido la amenaza persa, debido a los altos impuestos que debían pagar, amagó con retirarse de la alianza, Atenas lo impidió militarmente como el caso de Naxos y Tasos.
En el 2015, el politólogo estadounidense Graham T. Allison, trajo a colación esta premisa analogando a la situación de un potencial conflicto bélico entre EEUU y China. Allison se sumergió en la historia y rescató dieciséis ejemplos históricos donde se podrían aplicar la trampa de Tucídides y solo en cuatro de ellos no terminó en guerra. Entre ellos la Portugal y España en el siglo XV, Francia y los Augsburgo en el siglo XVI, estos y el Imperio Otomano en los siglos XVI y XVII, Francia y Gran Bretaña en el Siglo XVIII, Alemania y el Imperio Británico en 1914, EEUU y Japón en 1941.
Allison decía que la tensión estructural entre una potencia en ascenso (China) y otra consolidada (EEUU) crea, en el curso de la puja por ganar casilleros en el tablero de la gobernanza mundial, las condiciones para que estalle una guerra.
Dos mil quinientos años después una potencia en ascenso, la nueva Atenas (China), le disputa la hegemonía a la vieja Esparta (EEUU), donde si bien las diferencias de poderío económico medidas por el PBI y el porcentaje del mismo invertido en defensa se mantiene abrumadoramente a favor de la Estados Unidos, el coloso oriental camina sin pausa en desarrollar sus capacidades bélicas y económicas.
La actual administración americana aumenta la tensión al declarar la “guerra comercial” y China responde en similitud de términos, recordemos que el origen y la finalidad de las guerras gira alrededor del poder económico y éste está desarrollado por el comercio.
El mar es el escenario del comercio global y su control es esencial para llevarlo a cabo. El Mar Meridional de China y el Indo Pacífico, albergan al mayor mercado del mundo, cuyo control es y será fundamental para el comercio y la economía mundial y es donde China apunta a ejercer su poder hegemónico, es donde geográficamente los estadounidenses tienen intereses geoestratégicos, económicos y militares, Taiwán, Corea y Japón, los que se ven directamente amenazados por la apetencia China de transformarlo en su patio trasero.
Como decía Corbett, el triunfo en una guerra consiste en impedir el comercio del enemigo y negar el acceso del mismo a nuestras líneas comerciales y la actual tensión se desarrolla en el campo del comercio y la economía.
Ya en 2011 Henry Kissinger avisaba sobre las tensiones que generaría el ascenso chino y exhortaba a no repetir la escalada que llevó a la primera guerra mundial.
Un conflicto sería irracional, pero por eso se trae a colación las circunstancias que llevaron a la primera guerra mundial, un verdadero compendio de irracionalidades que recuerda que a veces no hay que atribuir a la maldad lo que puede ser explicado por la estupidez humana.
Pero la trampa no es un determinismo, la guerra es una elección, el futuro no está escrito, solo que a veces y no pocas, los acontecimientos cobran una dinámica propia que supera a los protagonistas y estos suelen no estar a la altura de las circunstancias tornando inevitable el conflicto, sobre todo cuando sobrevuela el temor a la pérdida del poder hegemónico entendido por el poder económico que permite establecer las normas de la gobernanza mundial.
El que juega con fuego termina quemado, la guerra del Peloponeso la ganó Esparta, la cual quedó arruinada, y Atenas sucumbió como potencia, en definitiva, casi un resultado de suma cero. Hoy un conflicto global no augura otro resultado. Lo que enseña la historia es que nadie aprende de la historia. Hoy más que nunca, cuando el hombre tiene el poder de desatar el apocalipsis, debería ser tenida en cuenta.