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Medio Oriente no es lo que parece

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Por Hernán Martínez Soler


La guerra vuelve estúpido al vencedor

y rencoroso al vencido.

Friedrich Nietzsche


A partir de la década de 1870 en los países centrales comienza a estudiarse al hombre “primitivo” y su cultura, influenciada por la teoría evolucionista Darwiniana. Todo se resumía a un pensamiento dual, entre los superior e inferior, entre lo desarrollado y lo que no, entre lo occidental y lo no occidental (Lischetti.1998). La asimilación constituye el objetivo de la colonización en la perspectiva evolucionista. O sea, la entrada de todas las sociedades no occidentales en la órbita de la "civilización”, aunque ¿lo que es válido para nosotros indefectiblemente debe ser válido para los otros?

En el siglo XX Occidente, desde la superioridad que la fuerza le daba por haber triunfado por las armas en la Segunda Guerra Mundial, traslada el centro del poder a Norteamérica que trata de imponer los principios enunciados en la Revolución Francesa dándoles carácter de universalidad.

Así surge la Declaración Universal de los Derechos Humanos, verdades de Perogrullo para el mundo occidental, fundamentalmente americano, pero que no cuajaban en otro tipo de sociedades, los cuales con la pretensión de universalidad, muestran la misma creencia de superioridad moral que en el siglo XIX.

El islam, un mundo con valores distintos, algunos irreconciliables con los nuestros, la Sharia, sistema legal y moral islámico basado en el Corán, que es la manifestación de la falta de división entre lo terrenal y lo divino, que rige aún la vida individual de las personas, el sometimiento de las mujeres, la falta de libertades ciudadanas, en definitiva, un mundo que occidente abandonó hace siglos. Esto es así en Medio Oriente, porque en el principal país musulmán, Indonesia, sus valores permitieron dos presidentes mujeres, es un estado laico con tolerancia religiosa y colaboró con Occidente durante la guerra fría. Por ello el problema del islam son los extremismos presentes en Medio Oriente, que en el caso de Irán con su política religiosa de intolerancia o de Arabia Saudita, sería comparable con la intolerancia religiosa del cristianismo de la época de Carlomagno.

EEUU, a caballo de la supuesta superioridad moral occidental, encaró guerras para satisfacer sus intereses queriendo imponer al derrotado la forma de gobierno y moldear sus sociedades a la manera de una democracia liberal.

Medio Oriente es un tablero donde los pesos y contrapesos de poder se mantienen en un delicado equilibrio, donde amigos y enemigos pueden confundirse y donde la religiosidad juega un papel motivador, da excusa para los verdaderos motivos más terrenales tal cual son los intereses económicos y de poder de los actores.

En Irán, luego de la caída del imperio Otomano al finalizar la Primera Guerra Mundial, la presencia de petróleo hizo que las potencias se disputaran su control. En 1925 sube al poder con un golpe de estado el Gral. Riza Pahlevi quien abdica en favor de su hijo Reza Pahlevi en 1941. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, Irán quedó ocupado por rusos y británicos hasta 1946. Todo llevó al desarrollo de un movimiento nacionalista. El Shah encaró la occidentalización del país y su coronación como emperador en 1967. Su política era resistida por la jerarquía religiosa de los Ayatollah y la base social conservadora que llevó a un endurecimiento del régimen del Shah, pero en 1979 se produce la revolución islámica debiendo éste huir del país, que se transforma en República Islámica ese año.

Su vecino Irak surge de los restos del Imperio Otomano quedando bajo dominio británico. Se establece una monarquía hasta que en 1958 la dinastía Hachemita es derrocada tomando el poder los militares y proclamando la República siendo un gobierno de ideología nacionalista árabe y socialista. Para 1970 se había reformado la constitución con derechos para las mujeres como el voto, a la educación y la propiedad. En 1979 toma el poder Saddam Hussein quien en 1980 emprende la guerra contra Irán por ocho años.

En 1990/91 la invasión de Kuwait da la excusa para la intervención de EEUU en la guerra del Golfo, que mantiene a Saddam en el poder y finalmente con la ocupación de Irak y el derrocamiento del régimen del partido Baaz y el ajusticiamiento de su líder en 2003 en la guerra de Irak.

Irán, un país con un régimen Teocrático, en minoría dentro del mundo musulmán por ser Chiitas y persas, era contrabalanceado por Irak con un régimen laico, anulándose unos a otros.


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La miopía geopolítica de EEUU llevo a la ruptura del balance al derrocar a Saddam y tratar de imponer una democracia occidental en Irak. Roto el equilibrio, Irán se desarrolla como la potencia militar y política del Medio Oriente musulmán como estrategia de supervivencia, frente a sus archienemigos Sunnitas representados por Arabia Saudita y los Emiratos.

Estos estados islámicos tienen gobiernos dinásticos, enarbolan la bandera de la fe para control de las propias poblaciones, pero son pragmáticos diplomáticos moviéndose en función de sus intereses por lo que el estado Teocrático plantea un peligro para su supervivencia.

La actual situación en Medio Oriente tiene a Israel e Irán en el centro de la escena, pero no es el estado judío el desvelo de los iraníes, que lo utilizan como elemento aglutinante fronteras adentro y para expandir su poder a través de sus sucursales en el extranjero como Hamas y Hezbolá para lograr el poder en el mundo musulmán frente a los Sunnitas. Es en definitiva un enfrentamiento entre el mundo árabe y el persa, donde Israel juega su papel en función de sus propios intereses.

Pensar que se está frente a una guerra religiosa es un error, la religión es el discurso motivante, donde los protagonistas son piezas en el tablero de la gobernanza mundial. El problema son los grandes jugadores, que a partir de la Primera Guerra Mundial establecieron países y sus límites de manera arbitraria, influyendo directa e indirectamente en sus gobiernos e intentando imponer costumbres a sociedades milenarias que nada tienen que ver con los principios que rigen a occidente.

Así como cuando un desbalance en la flora microbiana del organismo hace predominar a una bacteria que no debiera, se produce la enfermedad cuando no la muerte del paciente, alterar artificialmente el balance de poder en Medio Oriente aniquilando a Irán o llevándolo a una derrota sin posibilidad de salida decorosa, cuando no intentar cambiar el régimen por uno occidentalista, sería repetir errores del pasado que se han pagado muy caro y cada error lleva a una peor situación y a un callejón sin salida.

Ni un Irán nuclear ni uno sometido, ni un Irán que lidere al mundo musulmán, ni un mundo musulmán que avasalle a ciento setenta millones de Chiitas es la única garantía de paz o, por lo menos, de mantener el conflicto restringido a los límites de Medio Oriente como válvula de escape a las tensiones de los grandes protagonistas.

EEUU pagó caro sus aventuras en Irak y Afganistán, hoy Europa vive bajo la amenaza rusa y la avalancha silenciosa de la inmigración de origen musulmán, mientras que China espera con su paciencia milenaria su turno en el Indo Pacífico.

No creo que se esté a las puertas de una Tercera Guerra Mundial por el conflicto de Medio Oriente, el mundo globalizado y la trama de intereses cruzados es lo suficientemente poderosa para evitarla, amén de que Rusia se encuentra lidiando con sus propios demonios y China considera que aún no es su hora.

Solo la estupidez humana de sus líderes puede llevar a una nueva gran guerra cuando los mismos no se encuentran a la altura de las circunstancias, como ocurrió en la Primera Guerra Mundial donde todos marcharon a una guerra que ninguno quería, es de esperar que en esta oportunidad si se haya aprendido algo de la historia.

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