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¿Otro ataque de Israel a Irán? 90% de posibilidades

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Por Ignacio Montes de Oca


Irán continúa enriqueciendo uranio más allá de sus necesidades civiles y el escenario que condujo a los ataques de Israel y de los B-2 de EEUU el 22 de junio vuelve a armarse. Pero esta vez hay cambios poco sutiles en el sistema de alianzas de Irán y sus vecinos. La primera confirmación vino con el informe del 3 de septiembre de la Organización Internacional de Energía Atómica de la ONU. El total de uranio enriquecido aumentó en 32,3 kg de mayo a junio. Y el total de uranio enriquecido en todos sus grados de 9.247,6 kg a 9.874 kg. Esas poco más de 9 toneladas incluyen uranio enriquecido del 3% al 60%. En el rango del 3% al 5% puede ser usado en centrales atómicas. Más allá de esa proporción se considera de grado militar y no se justifica en un programa de generación de energía. El otro problema es la cantidad. Esa cantidad total incluye 184,1 kg de uranio enriquecido al 20% y 3.055 kg en grados intermedios hasta el 60%. Aquí surge la complicación, porque Irán usa ese tipo de uranio para incrementar su enriquecimiento y de allí hacer crecer su stock de 408,6 kg a 440.9 kg al 60% en junio.

Recordemos que se estima que se necesitan 42 kg de uranio al 60% para conseguir la cantidad suficiente de uranio al 90% para crear una sola ojiva nuclear. Por eso es importante monitorear cuanto uranio hay en cada etapa de enriquecimiento y a los sistemas usados con ese propósito. Al momento del ataque de junio, se estimaba una capacidad de producción de 9 kg mensuales de uranio al 60%. Si se detectara un aumento del stock de uranio en todos los grados es de suponer que aún mantiene una capacidad considerable de procesamiento y por ende su programa activo. Fuentes de la inteligencia occidental citadas por Reuters estiman que Irán podría haber aumentado en 72 kg su uranio al 60% de haber mantenido su capacidad de procesamiento. El balance de junio y su incremento en 32,3 kg podría indicar que el efecto de los ataques fue limitado.


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El informe del Institute for Science and International Security del 9 de junio afirma que Irán tenía activas 18.000 centrifugadoras para enriquecer uranio. Antes de los ataques, se verificó que Irán puso a salvo una parte de esas maquinarias de las bombas de Israel y los EEUU. A pesar de ataques israelíes y estadounidenses en junio de 2025 que dañaron instalaciones clave como Natanz, Fordow e Isfahán, en los meses posteriores se observaron trabajos de reconstrucción de instalaciones nucleares bajo la montaña Pickaxe cercana a la central de Natanz. Montaña Pickaxe (o “Kūh-e Kolang Gaz” para Irán) es una instalación construida a profundidades mayores a 100 metros, superiores a los 60 a 90 metros de Fodrow. Esa distancia es superior a los 60 metros que puede alcanzar una bomba GBU 57 como las usadas contra Fodrow. Ali Shamkhani, Consejero de Seguridad del ayatola Jamenei dijo días después del ataque que “el juego no ha terminado, los materiales enriquecidos, el conocimiento autóctono y la voluntad política se mantienen”. EEUU e Irán se contradicen. Nadie puede probar que tiene razón.

Nunca pudo verificarse el destino de los 440,9 kg de uranio al 60%. Luego del ataque, el parlamento iraní dio de baja el acuerdo de monitoreo con la OIEA y en julio el presidente Pezeshkian confirmó la decisión. Sin poder visitar los sitios atacados o indemnes, no hay certeza alguna. Egipto medió y el 9 de junio Irán aceptó regresar parcialmente a las revisiones, condicionándolas a que no se reinstalen las sanciones que se habían suspendido en 2015 por el acuerdo JCPOA formado por EEUU, Reino Unido, Francia, Alemania, Rusia y China. EEUU se retiró en 2018.


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El 28 de septiembre comienzan a regir nuevamente las sanciones, por lo que se descuenta que los miembros occidentales del JCPOA conocen la falta de cumplimiento por parte de Irán. En consecuencia, el 26 de septiembre se votó en el Consejo de Seguridad de la ONU el regreso de las sanciones.

China y Rusia, apoyadas por Pakistán y Argelia, intentaron prorrogar su reinstalación por 6 meses, por lo que se activó el “snapback” previsto en la Resolución 2231 que reinstaló las sanciones. EEUU, Francia, Reino Unido, Alemania, Japón y otros 4 países rechazaron la prorroga. El 23 de septiembre Irán ya había rechazado cualquier negociación directa o por intermediarios con EEUU por su programa nuclear. Tres días después los iraníes anunciaron un mega acuerdo con Rusia por U$S 25.000 millones de dólares en cooperación nuclear entre la rusa Rosatom y la iraní Hormoz. Se trata de un proyecto para construir cuatro plantas nucleares de generación de energía capaces de producir 1.255 MW, poco más de los 1.000 MW que genera la central de Busher, la única en funcionamiento en Irán y que fue actualizada años atrás con equipamiento vendido por Rusia.


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La sincronía de los eventos indica un apoyo importante de Putin al programa nuclear de Irán, que ahora tendrá más instrumentos para desarrollar un capítulo militar al amparo de su aliado. Y protegido por ellos, porque la presencia de técnicos rusos ya disuadió ataques sobre Busher. Trump le demandó a Irán que abandone cualquier programa que implique el enriquecimiento de uranio, pero Rusia considera que es un “derecho inalienable” que los iraníes generen combustible para sus centrales nucleares, que tendrá en el futuro mayor demanda por las nuevas plantas.

China no fijó una postura, pero tampoco se sumó a los pedidos para frenar el ciclo del enriquecimiento en Irán. Pero la participación de China en esta trama es mucho más comprometida. Irán está quebrado y no dispone de esos 25.000 millones que le promete a Rusia. Es aquí en donde entra en escena la compra masiva de petróleo iraní por parte de China, que asimila el 90% de sus exportaciones. Entre marzo de 2024 y 2025 implican U$S 14.800 millones. Hay que sumarle U$S 1.350 millones de polímeros, una cifra similar de minerales y escorias, 870 millones de químicos, 180 millones de materiales no ferrosos y frutas, sales, piedras y toda una gama de productos que muestran que Pekín no está dispuesta a someter a su socio a sanciones, más aún si obtiene descuentos de hasta U$S 3 por barril de petróleo. Rusia, tampoco.

Rusia e Irán son socios estratégicos y tienen un comercio bilateral de U$S 4.800 millones anuales. Irán les envía productos químicos y agrícolas, maquinarias y metales y minerales, además de los drones, la artillería y los misiles que necesita Putin para atacar a Ucrania. Es decir que Rusia es crucial para que Irán agrande su programa nuclear y China para que pueda pagarlo. Ambos son necesarios para darle un respaldo político en un momento clave en el que también Israel pide que los iraníes abandonen también su plan civil de energía nuclear. En un giro imprevisto, India pide relajar las sanciones a Irán para comprar petróleo iraní y sustituir el que importa de Rusia. Es un pedido raro por ser de un aliado de Israel. Puede que sea parte de la disputa entre Trump y Modi, pero para Teherán es una grieta en el embargo.

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China además dio otro paso para respaldar a Irán y no fue en el área atómica, sino en la de las armas convencionales. Apenas terminó el enfrentamiento con Israel, ministro de Defensa de Irán, el general de brigada Aziz Nasirzadeh viajó a China para pedir armamentos con urgencia. El 25 de junio llegó a Qingdao para reunirse con sus pares de China y Rusia en el marco de la Reunión de Ministros de Defensa de la Organización de Cooperación de Shanghái. De ese encuentro surgió un envío de armas de China para reemplazar el material perdido frente a Israel. Entre los equipos prometidos están los sistemas de defensa HQ-9B, equivalente al S300 ruso, radares, aleaciones para construir misiles, motores para drones y aviones de combate Chengdu J 10C probados en combate recientemente por Pakistán en su enfrentamiento con la India.

Uno de los envíos clave fue el de 1.000 toneladas de perclorato de amonio, un insumo clave para fabricar combustible para misiles, y una cantidad suficiente para producir 800 unidades, más que suficiente para reemplazar los disparados contra Israel o los destruidos en sus ataques.

O puede que sea una ayuda simultánea a Rusia, que ya recibió cientos de misiles balísticos iraníes. Esta cooperación provoca la sospecha respecto a una transferencia de tecnología desde Rusia en reemplazo de los equipos militares prometidas a Irán que no puede enviar.

Rusia envió aviones de entrenamiento Yak 130 y helicópteros de ataque Mi-28. Prometió cazas Su-35, sistemas antiaéreos S400 y más helicópteros, pero nunca reforzó a su aliado a causa de sus pérdidas catastróficas en Ucrania. Pero puede que haya encontrado algo más para enviarle. Es un hecho que Irán experimentó un avance notable en su tecnología misilística desde que estrechó su alianza con Putin, del mismo modo que Corea del Norte mostró un sugestivo adelanto en sus misiles balísticos. Pero dentro de ese problema hay otro mucho más grave. En septiembre de 2024 Joe Biden ya expresó su preocupación por un posible intercambio de armas iraníes por tecnología nuclear rusa. Starmer, primer ministro del Reino Unido, coincidió en esa advertencia en una reunión realizada en Washington para tratar la guerra en Ucrania. En concreto, se sospecha que Rusia envió técnicos a Irán para mejorar los procesos de enriquecimiento de uranio y esa denuncia es coherente con el salto posterior que dio la producción iraní de material nuclear al 60%. Y es correlativa con las advertencias israelitas a Irán.


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Puede que los aviones y misiles rusos o chinos no lleguen rápido pero el mensaje es claro: ni a Putin ni a Xi Jinping le preocupan la deriva militar del plan nuclear iraní y lo respaldan. A contramano de Occidente, están dispuestos a acudir en ayuda de su socio estratégico. Es por eso que las sospechas de una continuidad de plan nuclear con fines militares pueden invocar otro ataque de Israel alegando un riesgo existencial. De hecho, hay rumores de un plan para ejecutar más ataques en las próximas semanas. Los datos que vimos sustentan los murmullos.  Esa amenaza es algo más que retórica porque en mayo los israelíes atacaron las instalaciones nucleares de Natanz, Isfahan, Fordow y la planta de agua pesada Khondab en Arak. Además, alcanzaron edificios de investigación en Teherán usados por el programa atómico de los ayatolas.

Aunque Irán dice públicamente que no va a negociar el cierre de su programa nuclear como le exigen desde Washington, se mantiene un canal discreto a través de Oman y Qatar con reuniones periódicas. Israel necesita de una definición de Trump y no puede esperar mucho más.

Pero Netanyahu tampoco puede actuar solo. Las profundidades de Fodrow le son inaccesibles y necesitó del aporte de los B-2 y las bombas GBU 57 que le envió Trump aquella vez. Montaña Pickaxe puede ser imposible incluso para EEUU. El Mossad y el Shin Bein no garantizan milagros. En las entrañas de Pickaxe podrían estar trabajando las centrifugadoras para obtener el uranio al 90% en cantidades suficientes para crear un arma nuclear. Nadie sabe en qué medida está sucediendo o que tan lejos están de lograrlo. La incertidumbre corroe aún más el ambiente. Una vez que irán anuncie que tiene un arma nuclear la suerte estará echada. Con una efectividad del 90%, el sistema Iron Dome/Honda de David/Arrow aún tiene un margen de error insoportablemente alto para el riesgo de 1 o 2 artefactos nucleares escondidos en una andanada de 100.

Las matemáticas de la Guerra de los 12 Días dicen que Irán lanzó 533 misiles Emad, Ghadr, Kheibar Shekan y Fattah. La tasa de derribos es alta, pero se colaron 30 misiles. Una parte no fue interceptada porque caía en zonas deshabitadas, un factor desechable si hay riesgo nuclear.  Sumemos el pacto de defensa mutua entre Arabia Saudita y Pakistán, la única potencia nuclear islámica con 170 ojivas disponibles. Es difícil que los saudíes o los pakistaníes ataquen a Israel, que tiene al menos 90 ojivas. Pero los signos inquietantes se van sumando. Pakistán e Irán arreglaron su vínculo desde los incidentes de enero en Baluchistán. Teherán fue acortando distancias con los estados sunitas desde que dejó de ser una amenaza tras la derrota ante Israel. La visión de Israel como adversario común ayudó a limar asperezas históricas. Esa tendencia se aceleró desde el ataque de Israel en Doha y ante la demolición de Gaza. Israel desplazó en gran medida a Irán como centro de las preocupaciones sunitas. Su recibimiento en la cumbre de la Organización de Cooperación islámica en Qatar fue inusualmente caluroso.


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Yahya Safavi, asesor militar del Líder Supremo de Irán, dijo que el acuerdo entre Pakistán y Arabia Saudita el 17 de septiembre de 2025 podría ser el germen de un pacto de defensa regional que incluya a Pakistán, Arabia Saudita, Irak y Turquía. Israel toma nota de estos eventos. Ese el otro aspecto que hay que resaltar. Los países árabes ya no lanzan alertas públicas por el programa nuclear iraní, solo por la posible proliferación, y el pacto entre saudíes y pakistaníes pareciera coincidir con el deseo de Arabia Saudita de contar “capacidades disuasivas”. Arabia Saudita ya dijo que meditaría su derecho a tener armas nucleares si Irán desarrolla las propias. La mejora de sus relaciones con Irán lo convierten en una excusa. El acuerdo con Pakistán podría ser un atajo conveniente y una verificación del avance nuclear de Irán.

El ministro de relaciones exteriores turco, Hakan Fidan, dijo que Turquía revisará su postura frente al Tratado de No Proliferación al que considera injusto. De allí a sugerir que es posible un arma atómica turca hay un trecho corto y no es el único país que lo considera. Egipto abandonó sus pretensiones nucleares en la década de 1960, pero advirtió que la región corre el riesgo de una proliferación nuclear. La ampliación del paraguas pakistaní por acuerdos encadenados sugeridos en la reunión de Doha en septiembre le da sustento a esa advertencia.

Para Israel son todas pésimas noticias. Sin saber qué se proponen los saudíes y si las coronas sunitas están dando un paso similar al de Irán, debe ir al riesgo más inmediato que es el programa nuclear de los ayatolas. Perder la hegemonía nuclear puede ser un golpe devastador. EEUU no parece querer abandonar el camino negociador con Irán alentado por la sugerencia de los emires, que además le quitaron a Israel el instrumento de la amenaza logrado en Doha con la advertencia de Trump para que no vuelva a ejecutar un ataque como el que lanzó contra Qatar.

Ahora se le suma un plan de paz para Gaza que parece traducido directamente del árabe y un acercamiento cada vez más estrecho con las coronas petroleras y con Turquía, que también sigue cerrando acuerdos con EEUU para Gaza, Líbano y para comprarle armas por sumas cósmicas. Las desautorizaciones y condicionamientos de Trump a Netanyahu se repiten. Pero las necesidades de Israel son más urgentes e incompatibles con las maniobras de Trump cargadas de intenciones ajenas a los temores concretos de los israelíes respecto al avance nuclear de los iraníes.

Israel, en última instancia, necesita a EEUU como aliado e intenta armonizar con sus estrategias. Pero en el caso del programa nuclear iraní esa amistad estratégica pasa a un segundo plano. Es por algo que Netanyahu inicio el ataque a Irán el 12 de junio casi sin avisarle a Trump. Lo mismo sucedió en el ataque a Doha y la alerta a último momento indica que Israel usa su autonomía cuando sus prioridades no coinciden con las de EEUU. Con los datos del reinicio del programa nuclear iraní esa independencia hace prever que Israel se olvide de avisar otra vez.


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La rueda que comenzó a girar con el ataque del 12 de junio dio un giro completo y llegó al mismo punto. Esta vez sin la OIEA corroborando el enriquecimiento de uranio más allá del límite civil y con una montaña más grande para proteger los secretos atómicos de los ayatolas. EEUU nunca dio pruebas de la neutralización del uranio al 60% ni hay forma de saber cuál es el grado de deterioro del plan nuclear iraní con la OIEA impedida de verificar. No saber en esta clase de asuntos equivale a tener que pensar lo peor. No es pesimismo, es riesgo nuclear. La lógica de la supervivencia indica que Israel no tiene muchas alternativas y el dialogo diplomático parece traerle más problemas que soluciones. Ahora se le suma el factor pakistaní y ello puede obligarle a revalidar su decisión de no querer convivir con otra nación nuclear.

Israel va directo a una encerrona. Si no actúa rápido puede toparse con el hecho consumado y perder el capital que implica el temor estratégico de sus vecinos musulmanes. Si ataca, dará más motivos para ser considerado el factor desestabilizante regional y sumará aislamiento. Pero si ataca y no logra su objetivo podría enfrentar un panorama similar al de Doha y generar tanto a las represalias regionales como el alejamiento con EEUU y darle a los iraníes un manto de solidaridades que disminuyan la debilidad generada por sus derrotas ante Israel.

El panorama no es sencillo porque además debería pedir la ayuda de EEUU para tener un mínimo de certeza de éxito. En las profundidades de Pickaxe hay un enigma para resolver y un riesgo gravísimo para conjurar al que las poderosas fuerzas israelíes quizás no puedan llegar. Mientras tanto, Irán sigue adelante protegida por sus guardaespaldas chino y ruso. Sabe además que los países que protegieron a Israel en mayo ahora están buscando su propio guardián nuclear y quizás ya no estén dispuestos a defenderla otra vez. EEUU, hace cuentas y calcula. Todo pasa por el 90%. Es el porcentaje de enriquecimiento del uranio que necesita alcanzar Irán. Es el rango de éxito de las defensas aéreas israelíes contra los misiles que podrían ser una amenaza nuclear. Es también la probabilidad de que pronto ocurra otro ataque de Israel a Irán.

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