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Maximiliano Larraechea Loese

Poder aéreo, una revisión de la estrategia a la táctica

Maximiliano Larraechea Loeser


Cuando actualmente nos referimos al concepto de Poder Aeroespacial como un todo, aceptamos que la operación en el espacio aéreo y en el espacio exterior constituyen hoy una amalgama en que la concepción estratégica sobre su explotación civil y militar asume una suerte de simbiosis que, bien planificada, conlleva al éxito. Sin desconocer esa realidad, resulta prudente que cada cierto tiempo reflexionemos sobre cada uno de estos dos elementos, el aéreo y el espacial, de tan explosivo desarrollo y trascendencia para la humanidad. Así, en las siguientes líneas daremos una mirada descriptivo-analítica respecto del Poder Aéreo, como elemento de ese conjunto y como instrumento decisivo para enfrentar las situaciones de crisis propias del siglo XXI.

Cuando a comienzos del siglo pasado se comenzó a conquistar la tercera dimensión, los conceptos tácticos, estratégicos y políticos respecto de la guerra y de las operaciones militares asociadas, comenzaron a vivir una revolución que aún sigue en desarrollo. Para muchos, todavía resulta difícil transicionar desde una mirada plana en dos dimensiones, hacia una concepción 3D de los escenarios y el desenvolvimiento en éstos. En este contexto, el Poder Aéreo, como componente del Poder Aeroespacial, es finalmente la capacidad de proyectar fuerza militar en el aire o espacio, o desde una plataforma o misil que opere por encima de la tierra[1]. La doctrina de la Fuerza Aérea de Chile define el Poder Aeroespacial como la capacidad efectiva de uso del aire, del espacio y del ciberespacio en apoyo al poder nacional y su componente de fuerza es la capacidad militar con que cuenta un país para controlar el aire, el espacio y el ciberespacio en su propio beneficio y negárselo al adversario[2]. Por lo tanto, desde esta definición se deriva un concepto absoluto del Poder Aéreo, basado en el medio en el cual se opera militarmente y no en la agencia que opera esos medios. Por ejemplo: si la Fuerza Aérea operara lanchas misileras para defender sus bases costeras, evidentemente éstas no serían Poder Aéreo, sino un determinado Poder Naval operado por la Fuerza Aérea. Dicho esto, queda meridianamente claro que denominaciones como Poder Aeromilitar, Aeronaval, u otras similares, finalmente no constituyen más que un segundo apellido para el Poder Aéreo.



El Poder Aéreo tiene ventaja en la capacidad de alcanzar y neutralizar (o destruir) aquellos componentes esenciales del dispositivo adversario y aquello que se haya identificado como su Centro de Gravedad. Ello le asigna un valor estratégico inconmensurable cuando se trata de quebrar la resistencia, cohesión y/o capacidad general de combate del adversario. Es por ello que, en muchas ocasiones, se debe privilegiar esa acción contra intereses vitales del adversario, por sobre las acciones directas sobre determinado material bélico o fuerzas en combate o, al menos, alcanzar un adecuado balance entre ambos esfuerzos. Por ejemplo: se puede detener la acción de una unidad blindada destruyendo o deteniendo su logística (combustible, munición, etc.) en lugar de atacar cada blindado (lo que en casos de urgencia evidentemente habría que aceptar). Para quebrar la voluntad de lucha de un país resulta útil y factible la inutilización de su red eléctrica, las comunicaciones y los suministros en general. Entonces, aparece acá un elemento que es clave en la estrategia aérea: la selección de objetivos y, derivado de ello, la selección de blancos físicos específica para alcanzar el efecto deseado en esos objetivos. Ello, posteriormente, debe ser distribuido en las distintas fases de la Campaña, asignando la secuencia y ritmo de las acciones para insertarlas en lo que haya definido la estrategia conjunta.

La selección de objetivos, esto es, elementos físicos militares y, en ocasiones, civiles, como edificios, pistas, depósitos, redes de comunicaciones, puentes, etc., identificados por la inteligencia propia, como asimismo el porcionamiento del esfuerzo para lograrlo y de manera inversa, el que se defina para evitar que el adversario haga lo propio contra nuestras capacidades, tiene una incidencia decisiva en el éxito, como también en el costo de vidas humanas y pérdidas materiales que la decisión de cada alternativa implica. Es por ello que la decisión tiene un fuerte trasfondo político más allá del puramente estratégico militar, responsabilidad que no puede ser eludida por el mando político correspondiente. Por ejemplo: aplicar solamente un concepto de eficiencia a la Defensa Aérea, limitando el esfuerzo en esa área, implicaría aceptar que una determinada cantidad de incursiones adversarias tendría éxito y ello tiene un costo en vidas humanas, material y obras físicas propias, que sobrepasa el nivel de decisión puramente militar. Una capacidad AEW (Alarma Temprana Aerotransportada) tiene alto costo, pero permite anticipar una ofensiva y reducir su efectividad, además de proveer una mayor supervivencia y efectividad a las acciones ofensivas. Esa decisión proviene desde la paz, por cuanto esas definiciones condicionan también las prioridades en la adquisición, renovación o incremento de capacidades militares.

La flexibilidad inherente al Poder Aéreo entrega al mando político y militar una capacidad ideal para la conducción en situaciones de gran incertidumbre, como son las crisis en sus distintas etapas. La capacidad de influir sobre extensas áreas y “escalar” el nivel de influencia de acuerdo a la situación, muchas veces incluso sin volar directamente en las áreas de tensión, puede en todo momento ser detenida, reforzada, aumentada, reorientada o pasar al empleo de armamento con una característica de tiempo de reacción única. La variable tiempo, componente central de concepto OODA[3] Loop, es abrumadoramente más manejable en el Poder Aéreo. Desde luego: si la crisis cede o las hostilidades militares cesan, se puede pausar o detener las acciones sin haber tenido que ingresar a la zona de conflicto y consecuentemente sin enfrentar hostigamiento directo.



Como todo elemento que estratégicamente se analice, el Poder Aéreo presenta vulnerabilidades. La más importante, desde luego, radica en la exposición a las acciones del Poder Aéreo adversario, tanto en el aire como en la situación más comprometida que representan las instalaciones y aeronaves en tierra. Es por esta razón que toda doctrina aérea enfatiza la importancia de adquirir rápidamente un grado de control del aire para evitar la acción adversaria sobre los medios propios y para obtener el mayor nivel de libertad de acción para operar contra las capacidades adversarias. ¿Es ello un problema táctico? En nuestra opinión, es un asunto que se resuelve mediante una sucesión de acciones tácticas, pero su significación es estratégica por su efecto en la posibilidad de ejecutar la campaña propia y la conjunta. Por ello, la forma de obtener un grado de control del aire se enmarca en la concepción estratégica del empleo de los medios. Más aún, la concepción de ello tiene efectos directos en el nivel de decisión política. En este contexto, idealmente se obtendrá una Supremacía Aérea, capacidad de actuar libremente en todo momento, definida como “aquella situación en la que el accionar aéreo adversario está incapacitado para impedir el cumplimiento de los objetivos de las unidades aéreas, terrestres y navales o conjuntas propias en todo el Teatro de Operaciones Conjunto[4]. Al menos, se busca obtener la denominada Superioridad Aérea, que básicamente es obtener esa misma libertad de acción en un lugar y momento determinado: “…que permite el desarrollo de operaciones aéreas, terrestres y navales, por parte de la fuerza que domina en un lugar del Teatro de Operaciones y por un tiempo determinado, sin interferencia significativa…[5]. Se aprecia que la lucha por obtener estas condiciones de ventaja es permanente, dada la rapidez con que se configuran las acciones aéreas y por el hecho que el Poder Aéreo, a diferencia de la dimensión terrestre o naval, no “conquista” territorialmente, sino que obtiene “efectos”. Esta característica implica una alta variabilidad de la situación en el escenario aéreo, salvo que se obtenga la destrucción de un gran porcentaje de las capacidades aéreas adversarias. Debe consignarse que la situación de este escenario tiene una repercusión decisiva en los escenarios terrestre y naval, por la superposición física con éstos, lo que resalta aún más la naturaleza intrínsecamente conjunta del accionar aéreo. Los objetivos del conflicto moderno sólo se consiguen mediante el accionar conjunto, que combina el potenciamiento entre fuerzas con cualidades distintas, así como la solución a las debilidades de alguna de ellas. El Poder Aéreo no conquista territorio ni obtiene el control del mar, por ejemplo, pero esas tareas no tienen posibilidad de éxito sin la acción del arma aérea, que provee control del aire (y consecuentemente supresión de amenazas desde el aire), inteligencia, transporte aéreo, interdicción y apoyo aéreo estrecho, guerra electrónica y un sinnúmero de otros beneficios, que incluyen el ataque directo dispuesto desde el ámbito conjunto.



Las amenazas a la seguridad del siglo XXI, lejos de disminuir, se han multiplicado. El viejo concepto del conflicto interestatal clásico, declarado oficialmente, sin desaparecer completamente ha dado el paso a una serie de situaciones intermedias y a la acción de elementos no militares para la consecución de los objetivos, en lo que conocemos como Guerra Híbrida. Además, el terrorismo internacional, muchas veces alentado por ciertos Estados, agrega un componente adicional de incertidumbre que hace que cada país deba discutir con mucha profundidad cuales de estas amenazas deben ser abordadas desde la perspectiva militar, para incluirlas en su Política de Defensa. Hoy existen potencias medianas, inestables en lo político o en confrontación con las potencias mundiales, que cuentan con capacidades cibernéticas muy letales e incluso con capacidades nucleares.

Esta realidad hace que las capacidades militares de los demás Estados deben contar con una alta flexibilidad y polivalencia, para adaptarse a las características de las amenazas que repentinamente puedan surgir. Las capacidades deben ser un factor de planificación que se sume al análisis de amenazas directas para evitar sorpresas en este sentido. Se visualiza que la flexibilidad inherente al Poder Aéreo provee a los conductores políticos con instrumentos oportunos, controlables, escalables y discretos, para afrontar estas amenazas en forma que además sea aceptada por la comunidad internacional y la propia opinión pública.

El potencial militar requiere ser polivalente y debe contar con la capacidad de una rápida respuesta, por lo que el Poder Aéreo emerge como una gran capacidad para obtener esas características. Su alcance y velocidad proporcionan una ubicuidad incomparable, para afrontar amenazas múltiples y geográficamente distantes, produciendo disuasión, apoyando el manejo de una crisis, o entregando información para la Alarma Temprana.

Declarado el conflicto, requiere ser adaptable a los cambios de situación y a la evolución de las acciones. En esta área, hay voces críticas que afirman que el Poder Aéreo tiene la debilidad de la falta de permanencia de los medios sobre los objetivos, como consecuencia de la limitada autonomía de las aeronaves, lo que constituye un grave error conceptual: la permanencia, en el caso del Poder Aéreo, está dada por la capacidad de sostener operaciones aéreas que mantengan el efecto del control del aire. De ahí se sostiene el concepto de “zonas de exclusión”, por ejemplo, en las cuales la negación para que otros ingresen no está dada por la duración de la permanencia de una formación de aeronaves (que en todo caso se extiende mediante reabastecimiento en vuelo) sino por el relevo de éstas en el área a cubrir, aprovechando la velocidad propia de los medios como una capacidad para mantener la cobertura mediante una sucesión de operaciones tácticas por el tiempo que se requiera. Ello, además, es acompañado por la capacidad de concurrencia rápida alertados por medios de Alerta Temprana efectivos. Esa es la ventaja que proporciona la flexibilidad y velocidad de este medio.



Las capacidades más relevantes que proporciona el Poder Aéreo

Las particularidades del empleo del Poder Aéreo, mencionadas y descritas en los párrafos precedentes, otorgan al sistema de defensa capacidades militares que resultan decisivas para enfrentar los desafíos estratégicos de este siglo. Las más relevantes, son las que a continuación de detalla:


Reacción militar rápida

Como ya se esbozó anteriormente, el Poder Aéreo permite una reacción rápida ante un desafío determinado, que puede ser una situación en combate, una operación de rescate, apoyo a la paz y una acción humanitaria ante un desastre. Esa acción rápida se puede expresar también en términos de oportunidad de la reacción militar. La oportunidad, como cualidad que hace que la reacción se produzca en el momento en que requerida para producir el efecto deseado y no “cuando se pueda” o “lo antes posible”, debiera ser considerada como un principio de la guerra o al menos como un principio de la guerra aérea. El Poder Aéreo puede ser desplegado y estar en condiciones de operar en otro escenario o Teatro de Operaciones, en cuestión de horas, siendo el único medio que tiene esta capacidad de concurrencia, fruto de la velocidad de los medios aéreos. Del mismo modo, una alerta en el aire o en tierra, es cuestión de minutos y proporciona una capacidad inmediata para actuar coercitivamente ante amenazas aéreas, navales o terrestres. Ante una crisis internacional, esto representa un elemento muy útil para apoyar la gestión política de la misma. Como ya se ha señalado, ante la ocurrencia de una catástrofe son los medios aéreos los primeros en estar en el área afectada, con los elementos materiales y humanos que se requiere para iniciar una acción desde el Estado. Por supuesto, cuando se producen accidentes de gravedad, la rápida concurrencia y la evacuación de víctimas por aire resultan fundamentales.


Flexibilidad de empleo

El Poder Aéreo tiene la cualidad de actuar en todo el espectro de las operaciones militares. Como ya se ha señalado, puede actuar ante situaciones de tipo humanitario, emergencias o en el conflicto. En lo humanitario, ejecutando evacuaciones desde zonas en peligro, acciones de rescate, evacuación de víctimas, transporte de elementos vitales o personal. En situación de empleo militar coercitivo, junto con las capacidades espaciales proporciona inteligencia oportuna para la decisión y la ejecución de las operaciones militares en general, provee de movilidad a unidades terrestres, los apoya logísticamente, ataca objetivos en la superficie, defiende a las fuerzas de superficie, interdice a fuerzas enemigas y provee del paraguas protector que representa el control del aire. Por otra parte, esa flexibilidad se manifiesta en la cualidad de operar indistintamente y con los mismos medios, en todo tipo de escenarios propios del ambiente estratégico o táctico y en cualquier entorno geográfico, de día o de noche, en todo tiempo. El hecho de poder operar desde fuera del área de las operaciones militares le permite redesplegarse con facilidad en caso de que sea necesario. En lo táctico, la polivalencia de las aeronaves constituye un elemento militar de alta flexibilidad de empleo, en un amplio abanico de misiones, que al rearmarse puede ser asignado a otra de características o escenario diferente, pudiendo incluso cambiar de misión durante la operación que está ejecutando. El concepto de swing role llega más allá, al implicar la ejecución de más de un tipo de misión en la misma salida, combinando acciones aire-aire y aire-superficie como, por ejemplo: atacar un sistema de blancos en superficie y luego constituirse en caza defensa. La flexibilidad no es privativa de las aeronaves de combate: los aviones de apoyo al combate cambian de configuración interna en minutos, pasando de configuraciones de transporte de carga a transporte de tropas de infantería o paracaidistas, Evacuación Aeromédica (EVACAM), Reabastecimiento en el Aire (REA), entre otras. La FACh tiene una vasta experiencia en este tipo de empleo flexible con sus C-130.


Capacidad de respuesta múltiple

La combinación de velocidad, alcance y flexibilidad del Poder Aéreo, proveen a la conducción política y estratégica de una gran capacidad multirrespuesta. Es capaz de ejercer disuasión desde sus bases solo por presencia o desde el aire, amenazando las opciones estratégicas del oponente en distintas zonas geográficas y haciendo efectiva su presencia en cualquier momento y lugar.



Precisión

La operación desde la tercera dimensión (altura) permite una proyección física que da mucha más precisión al ataque aéreo. Ello se combina con la tecnología empleada en el armamento aéreo y en los sistemas de a bordo, que permite en determinados casos y de ser requerido, una precisión de centímetros mediante la combinación de sistemas inerciales, GPS y reconocimiento de la imagen del blanco. El estándar en la variable tiempo para la planificación y ejecución de las operaciones aéreas, es de la dimensión de segundos. Ello, junto con aumentar la efectividad del empleo, hace que, en muchos casos, el Poder Aéreo constituya el único medio compatible con los fines y las limitaciones políticas asociadas a una operación militar. En este sentido, los daños colaterales producidos en un ataque aéreo son considerablemente menores a los valores que se asumía hace unas pocas décadas. La precisión del armamento aéreo reduce los daños colaterales a un mínimo, pero siempre éstos existirán como consecuencia de una acción de uso de fuerza militar, aunque la precisión de los medios aéreos incluso ha significado que el estándar exigido sea ahora mucho más estricto. Con todo, esos daños colaterales deben ser evaluados antes de las operaciones a ejecutar, para la toma de decisiones y para enfrentar las naturales críticas que surgirán frente a este tipo de situaciones.


Movilidad

Este es un aspecto en el cual el Poder Aéreo cuenta con una capacidad inigualable, ya que puede actuar prácticamente desde cualquier sitio a otro. Esa movilidad es también puesta al servicio de las fuerzas de superficie apoyadas, mediante el transporte de tropas, material, armamento y soporte logístico hacia distintos sitios del Teatro de Operaciones. En el ámbito de la conducción conjunta, provee a las fuerzas con la capacidad de ser empleadas en distintas zonas del Teatro de Operaciones, lo que permite al conductor estratégico muchas y mejores opciones para su maniobra militar.


Concentración

La velocidad, alcance y flexibilidad permiten que el Poder Aéreo concentre fuerza militar en tiempo y espacio, cuándo y dónde se requiera. Asimismo, la precisión del armamento permite la concentración del efecto. Todo ello se logra sin la necesidad de concentrar previamente los medios en tierra, conformando unidades específicas. Dada la capacidad de concentración de los medios aéreos, no es necesario que constituyan una unidad que se entrene permanentemente junta, pues su capacidad de concurrencia y un entrenamiento adecuado les permiten reunirse durante la operación en un determinado rendez-vous, para desde allí proyectar la fuerza sobre el adversario. El concepto de Operaciones Aéreas Compuestas (COMAO) responde a esa característica y obliga a que los procedimientos estén plenamente estandarizados y practicados en distintos tipos de ejercicios, desde los enteramente de empleo en combate hasta los desfiles aéreos masivos, en los cuales las coordinaciones en tiempo y espacio y las reuniones en el aire antes de proyectarse hacia el objetivo, tienen características bastante parecidas.



Penetración

El Poder Aéreo, gracias a su velocidad, alcance y la altura a la que opera, tiene una gran capacidad para operar en la profundidad del Teatro de Operaciones o más allá de éste, con una alta probabilidad de éxito y en forma rápida. Limitar al Poder Aéreo exclusivamente al teatro de Operaciones o a una Zona de Operaciones dentro de éste, es desaprovechar un recurso decisivo y perder una capacidad vital para maniobrar dentro del Teatro, ofensiva o defensivamente. El concepto de penetración no se limita sólo a penetrar en la profundidad del territorio hostil y atacar con precisión, sino que abarca también la capacidad de lanzar armamento o utilizar sus sensores sin necesidad de ingresar a zonas altamente defendidas, en lo que se conoce como “Stand Off”.


Gradualidad

Las capacidades que se han mencionado proporcionan a la conducción política de una crisis la libertad para graduar la intensidad de la actuación en una situación de tensión, en función de la situación política y militar y conformando una maniobra para producir un efecto acotado y controlado o como respuesta a las actuaciones de la otra parte contingente. Desde el despliegue de tiempo de paz, la capacidad de respuesta múltiple constituye un aviso permanente de la voluntad política. La capacidad de reacción rápida permite enfrentar las amenazas de agresión inmediata, mediante la demostración de fuerza o mediante un redespliegue preventivo que es posible gracias a la movilidad del medio aéreo. En el caso que el uso de la fuerza se haga necesario, la capacidad de concentración hará que el esfuerzo sea efectivo, luego de una correcta selección de blancos para producir el efecto deseado, donde la precisión será un elemento crítico para el éxito y para evitar la ocurrencia de daños colaterales. Un cambio en la actitud militar que sea aconsejada por el cambio en la situación política de la crisis será inmediato para el caso del Poder Aéreo gracias a su flexibilidad. Esta condición de gradualidad hace del Poder Aéreo un instrumento eficaz y prudente para el conductor político, ya que siempre podrá tener el control de las acciones y sus efectos inmediatos.

Un ejemplo de lo anterior se aprecia en el conflicto de Kosovo: en éste, los elementos vitales de los serbios estuvieron en todo momento al alcance del Poder Aéreo aliado: los centros de mando y control, la defensa aérea, las comunicaciones y redes de distribución, los centros de abastecimiento, depósitos de combustible y la generación de energía. Por decisión política, no se produjo un ataque en masa contra esos objetivos en los primeros días y algunos, como los puentes, nunca fueron atacados en su totalidad, pero se atacó unidades militares con fuerza limitada, sin causar su destrucción pero sí forzándolos a retirarse de Kosovo antes de entrar en combate. Esto obedeció a una decisión del mando supremo, ya que siempre el Consejo Atlántico mantuvo el control sobre la escalada de los ataques. Lo que se buscaba (y se logró) fue evitar que acciones más potentes horadaran la necesaria cohesión de la alianza, compuesta por 19 países con distintas sensibilidades frente a ese conflicto y que estaban sometidos a un estrecho escrutinio de sus respectivas opiniones públicas. Romper esa unidad era la esperanza del mando serbio, que no se obtuvo gracias al empleo gradual y controlado de las fuerzas dentro de los límites de todos los países miembros. Ello derivó en la retirada de las fuerzas serbias, el regreso de los pobladores albaneses que habían sido expulsados de sus hogares y la imposición del orden internacional.

Vemos, entonces, que con la combinación correcta de las ventajas técnicas, operativas y políticas el Poder Aéreo provee a los líderes políticos y militares con la capacidad de operar con eficacia en todo el espectro de las crisis o conflictos con costos controlados y un mínimo de bajas.


Algunas consideraciones finales

En las páginas precedentes hemos reflexionado en torno a diversas características y consideraciones relativas al Poder Aéreo, su empleo y sus impactos. Cualquier acción militar que se conciba en la actualidad requiere en forma indispensable el concurso de esta herramienta al servicio de la Seguridad y Defensa, en la paz y en la guerra, desde las acciones humanitarias hasta las más complejas operaciones de guerra. No ha sido el propósito de este artículo reescribir la doctrina, ya que esa es tarea de otros y comprende en forma sistemática cada una de las características y definiciones propias de la concepción del Poder Aéreo por parte de la autoridad competente, pero agrega comentarios respecto de materias propias de la doctrina y que competen a los planificadores militares. Tener en cuenta consideraciones sobre ventajas, limitaciones, requisitos y efectos de su empleo son importantes para los responsables políticos y militares, que, por estar involucrados en la toma de decisiones, requieren saber cómo utilizarlo como un instrumento extremadamente flexible y eficaz.



La guerra es la continuación de la política por otros medios, como expresara Clausewitz, por lo que evidentemente debe asegurarse el control político de la guerra en los niveles superiores, con directivas que aseguren coherencia entre los objetivos políticos a alcanzar, los objetivos estratégicos y los efectos deseados al final de las acciones. Cada alternativa debe evaluarse en términos de la capacidad para alcanzar las metas fijadas políticamente, determinando finalmente los medios a emplear, la forma de organizarlos, los objetivos a batir en cada fase, las normas de coordinación con otras fuerzas y las reglas de enfrentamiento o ROE, en un proceso continuo. Durante ese ciclo, los mandos militares tendrán la responsabilidad de mantener informado al conductor político de los resultados y los efectos de éstos en la situación, como asimismo las consecuencias militares de las decisiones que apruebe el nivel político. Por ejemplo: ROEs en extremo prudentes en la crisis, que busquen evitar un escalamiento no deseado, pueden llevar a que nuestros medios aéreos queden vulnerables ante la eventual acción agresiva del adversario.

El Control de Aire ha demostrado seguir siendo una de las principales contribuciones del Poder Aéreo al éxito de las operaciones militares y navales, lo que ratifica la importancia de que el primer esfuerzo deba ser orientado a obtener un grado mínimo aceptable de control del aire. Y cuando decimos “aceptable”, nos referimos al mínimo requerido según el nivel de riesgo de las operaciones aéreas, militares y navales que se prevé. En ese sentido, la Superioridad Aérea comienza a construirse desde la paz, creando un Poder Aéreo superior al de los eventuales oponentes en términos cualitativos y cuantitativos, abarcando la logística, el Mando y Control, la tecnología empleada, el entrenamiento y la inteligencia.

El control del espacio aéreo abarca también a las fuerzas propias. La coordinación de aeronaves, RPAs y misiles en un ambiente de altas velocidades y escasos tiempos para reaccionar, exige contar con una estructura única de control que garantice la integridad del uso del espacio aéreo. La Fuerza Aérea, no sólo por doctrina y costumbre sino por el expertise en el manejo del OODA Loop y las variables tiempo-espacio propias de su escenario, es la que debe recibir la asignación de esta tarea para ejecutarla en forma centralizada, ya que tiene los medios, el personal y los conocimientos que ello requiere. El mando de las operaciones aéreas, por esas razones y en pro de la coherencia entre las operaciones, debe ser un mando centralizado, permitiendo sí que exista una ejecución descentralizada.

El Poder Aéreo es altamente vulnerable en tierra. Por ello no debe descuidarse las medidas y equipamiento que le provean seguridad cuando no está volando y protejan las instalaciones imprescindibles de apoyo.

El Poder Aéreo funciona en equipo y depende de él. Un piloto con su aeronave puede batir por sí solo un blanco a miles de kilómetros de distancia, pero no podrá siquiera despegar si falla uno de los integrantes de la cadena formada por mantenedores, armeros, especialistas en guerra electrónica, inteligencia o combustible y muchos más. Ello exige práctica y la práctica, exige financiamiento. Existe abundante estadística de cómo aumenta dramáticamente la cantidad de pérdidas de aeronaves por cada 10.000 horas de vuelo, cuando se reduce el entrenamiento en tiempo de paz, en un concepto de economía aparente que cuesta vidas en la paz y hace perder la guerra, si ésta se produce.

A pesar del uso de tecnologías avanzadas, sistemas complejos de alto costo y una gran orgánica, el personal y sus niveles de profesionalismo, dedicación, motivación y

entrenamiento resultan decisivos en el éxito, supliendo carencias, deficiencias y el cambio a veces imprevisible que deriva de la “niebla de la guerra” de Clausewitz. Estamos hablando de personal valioso, muy lento y caro de reemplazar, cuya permanencia debe ser cautelada. Perder un piloto, un especialista en mantenimiento, un artillero antiaéreo o cualquier especialista de la guerra aérea es una gran pérdida para el país, que hace rentable y deseable cualquier medida que ayude a su retención en las filas.

Los escenarios futuros se caracterizan por su impredecibilidad. Por ello, la flexibilidad del Poder Aéreo constituye un activo para contar con la capacidad de actuar exitosamente en ese tipo de entornos político-estratégicos, estratégicos y tácticos. A la hora de requerir su empleo, el entendimiento mutuo entre los distintos niveles de decisión política y militar es indispensable para explotar las potencialidades del Poder Aéreo, sin caer en las consecuencias de sus vulnerabilidades, explotadas por el adversario. Para explotar al máximo sus cualidades, la concepción de su uso debe insertarse en el ámbito conjunto, que permite elaborar planificaciones de maniobras en que la sinergia de las fuerzas y sus capacidades sea maximizada.

El Poder Aéreo en solitario no exhibe avances sobre el terreno, no conquista territorio ni muestra todos sus resultados hasta conseguir el éxito. Sin embargo, su fracaso garantiza la derrota.

[1] Definición de EURAC, European Air Chief´s Air Conference, foro de jefes aéreos europeos. [2] Fuente: Doctrina Básica Aeroespacial, Fuerza Aérea de Chile. [3] El concepto de OODA Loop de John Boyd: Observar, Orientarse, Decidir y Actuar para consecuentemente volver a Observar, Orientarse, Decidir y Actuar. Quien gana la variable tiempo en este loop, obtiene la iniciativa y la ventaja. [4] Definición de la Doctrina Básica Aeroespacial de la FACH. [5] IBID

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