Por Santiago Rivas
La invasión rusa a Ucrania es solo una parte de un conflicto mucho más grande y que no solo abarca a esos dos países, sino que es un enfrentamiento entre dos bloques: Occidente y Oriente, entendiéndose por occidente no a la OTAN, sino al modo de vida occidental: la idea de democracia y república, de países con economía de mercado, libertades garantizadas y derechos humanos. Por oriente podemos entender, a grandes rasgos, al poder formado por China y Rusia, que tienen poco en común desde lo cultural y económico, pero algo que los une: su oposición a occidente, que ven como un enemigo, y su sistema de gobierno donde un pequeño grupo (Vladimir Putin y su núcleo cercano en Rusia, y el Partido Comunista en China) tiene la suma del poder público.
La manera de actuar de Rusia y China contra occidente tiene algunas similitudes (carrera armamentística y el uso de medios no tradicionales, como las redes sociales y medios de comunicación para hacer propaganda) y otros muy distintos. Mientras China apuesta primero al liderazgo económico en el largo plazo para obtener la supremacía, la Rusia de Putin actúa de una manera frontal y acelerada, confiando en la manera en que Rusia (y occidente) siempre resolvieron las cosas cuando se sentían amenazados: por la fuerza.
Así, mientras algunos analistas buscan justificaciones históricas a la invasión por parte de Rusia de un país independiente y soberano como Ucrania, la realidad tiene poco de histórico y mucho de político. Putin no quiere a occidente (no solo a la OTAN) cerca. No quiere que los países del área que ellos consideran su patio trasero, adopten el sistema de vida occidental, porque eso significa gobiernos que rinden cuentas y que tienen límites, algo a lo que él no está acostumbrado. Putin deseaba una Ucrania como Bielorrusia.
Entonces, el objetivo de Putin con invadir Ucrania era alejar de sus fronteras a occidente y su sistema de vida, pero también dar una señal al mundo occidental de que Rusia era fuerte ante un occidente que parece en irreversible decadencia. También sería una señal hacia China, en el sentido de que los vean como una potencia, capaz de ocupar un país de las dimensiones de Ucrania con relativa facilidad.
El plan era una ocupación rápida, en no más de 48 horas, para voltear el gobierno de Zelensky e imponer un gobierno títere. Luego, seguramente negociar con occidente una retirada a cambio de que se eliminen las sanciones que se esperaban, que se asegure que Ucrania quedaría en la esfera de influencia rusa y quedarse con la región del Donbass como estados títere.
La inteligencia rusa garantizó a Putin que Ucrania no presentaría una fuerte resistencia y que gran parte de sus fuerzas armadas y su población apoyarían la invasión.
Pero las cosas no salieron como se esperaba. El plan A, de invasión rápida, con un fuerte empleo de tropas aerotransportadas para una captura rápida de Kiev, fracasó por completo. El plan B de una invasión a gran escala para ocupar el país en dos semanas, también fracasó completamente, con Rusia apenas ocupando una pequeña porción del país luego de casi tres semanas, lo cual a duras penas puede sostener mientras sufre enormes bajas en personal y material.
Así, Putin apuesta al plan C: bombardear las ciudades y toda la infraestructura ucraniana, causando la mayor cantidad de víctimas civiles, para forzar las condiciones propicias para ganar la guerra a través del miedo, a la vez de dificultar una futura recuperación de Ucrania. Ya sin poder ocupar el país por completo ni instalar un gobierno títere, la resistencia de los ucranianos seguramente lo ha convencido de al menos intentar mantener el Donbass y forzar que Ucrania acepte algunas de sus condiciones, como la garantía de que no entrarán a la UE y la OTAN.
Ucrania difícilmente acepte esto, viendo que el avance ruso está prácticamente estancado y que el tiempo empieza a jugar a su favor.
Rusia, según informan desde distintos servicios de inteligencia, ya ha movilizado dentro de Ucrania a más del 90 % de las fuerzas inicialmente desplegadas para la invasión. La información dada por el propio gobierno ruso de la movilización de mercenarios sirios y de otros países para combatir en Ucrania indicaría que lo primero es correcto. Si bien aún hay una gran cantidad de fuerzas rusas que no se han enviado al frente, muchas de ellas son unidades de reserva con poco entrenamiento, están muy lejos geográficamente, poco preparadas para entrar en combate y en general están formadas por conscriptos, que, según Putin, no serían enviados al frente (aunque esto último se ha demostrado como falso).
Hay que tener en cuenta, además, que el despliegue ruso en Ucrania representa a cerca del 50 % de sus tropas terrestres regulares: el ejército ruso, según el Military Balance de 2021, cuenta con unos 280.000 hombres, a los que hay que sumar unos 35.000 infantes de marina. Más de 100.000 de ellos ya están en Ucrania.
Esto se está viendo en el campo de batalla, donde el avance ruso se ha estancado en casi todos los frentes, solo con algunos pequeños éxitos en el nordeste y sudeste de Ucrania. Aún no han logrado ocupar ninguna ciudad importante, exceptuando Kherson, mientras sus líneas de abastecimiento son golpeadas sin cesar por los ucranianos y las pérdidas de material se acumulan. Muchas unidades, que vienen combatiendo desde hace 20 días, seguramente estén agotadas y no puedan renovar el avance sin un período de descanso. Otras, especialmente las aerotransportadas, han sufrido niveles muy altos de bajas, lo que les quita capacidad de combatir. Para asaltar las grandes ciudades, especialmente Kiev, Rusia necesita enviar refuerzos en una cantidad considerable, prácticamente duplicando las fuerzas que hoy tiene desplegadas. En los últimos días se ha visto que Rusia ha comenzado un enorme esfuerzo por enviar más tropas, incluyendo fuerzas desplegadas en Osetia del Sur, Armenia, la costa del Pacífico y el Distrito Militar Este, así como empresas privadas de seguridad. Se cree que, mientras algunas unidades regulares relevarían a las que están en el frente, los mercenarios sirios y de otros orígenes, más las empresas privadas, podrían dar seguridad en la retaguardia. Esto permitiría a Rusia, en una o dos semanas, relanzar su ofensiva para continuar avanzando.
Si bien Ucrania no puede lanzar una contraofensiva, sí se ven algunos contraataques focalizados que han logrado pequeños éxitos. Pero, sobre todo, lo que puede lograr Ucrania es el desgaste de las unidades rusas hasta que estas ya no quieran o no puedan combatir.
Por otro lado, los militares rusos saben que seguir avanzando dentro de Ucrania implica líneas de abastecimientos más largas, a la vez que tener que destacar más y más tropas para proteger esas líneas y controlar las áreas ocupadas. Cuando más se adentren en Ucrania, más difícil será mantener abastecido al frente y menos tropas estarán disponibles para atacar a los ucranianos. Los puntos máximos de penetración rusa en Ucrania han alcanzado unos 200 a 250 kilómetros, pero una ocupación del país implicaría líneas de abastecimiento de más del doble de esa distancia.
A esto se suma que Rusia solo ejerce el control efectivo de algunas rutas principales y autopistas, pero no de los caminos secundarios y áreas rurales, especialmente en esta época del año en donde el barro imposibilita moverse libremente. Eso, junto a un mejor conocimiento del terreno y el apoyo de la población, les da facilidad a las fuerzas ucranianas para para moverse y atacar tras las líneas sin demasiados problemas.
Una imagen que se cae
Pero el mayor problema para Putin no está en cómo pueda salir del laberinto en el que se ha metido, sino en el después. Durante dos décadas, Rusia se empeñó en una enorme campaña de propaganda para mostrarse como una superpotencia, algo que tuvo mucho éxito en occidente, con miles de fanáticos poco dispuestos a creer que su amada superpotencia tiene pies de barro. Alcanzaba para ver el PBI de Rusia, menor al de Brasil, para ver que eso era difícilmente posible. En cuanto a investigación y desarrollo, si bien Rusia dedicaba una buena parte de su presupuesto de defensa, que es un 4,14 % de su PBI, la inversión total por cada programa estaba siempre muy por debajo de la que hace occidente. Es importante destacar que, mientras en occidente la investigación y desarrollo en general se realiza en colaboración entre varios estados, Rusia casi siempre trabajó sola.
Si bien se esmeraron en mostrar desarrollos de nuevas armas supuestamente infalibles, no solo la capacidad real de las mismas nunca fue demostrada, sino que, en general, fueron armas que no entraron en servicio o lo hicieron en cantidades muy limitadas. Como ejemplos se pueden citar el caza Sukhoi Su-57 y el tanque T-14 Armata, entre muchos otros. Otros, como el Checkmate presentado en 2021, no han pasado de simples maquetas.
Pero ahora todo ese andamiaje de imagen de superpotencia se vino abajo en tres semanas y, aunque algunos todavía se nieguen a aceptar la realidad, los analistas serios, las Fuerzas Armadas y los gobiernos de todo el mundo ya se han convencido de que Rusia tiene unas Fuerzas Armadas cuyo tamaño es igual al de su ineficiencia. Si no han podido doblegar a Ucrania, con una capacidad militar muy inferior (como ejemplo, su presupuesto de defensa es solo un 8 % del que tiene Rusia), mucho menos podrían enfrentarse a ejércitos más modernos, grandes, mejor equipados y mejor entrenados.
El oso ruso en la realidad
En estos 20 días de guerra se ven muchas cuestiones que demuestran esta incapacidad militar rusa de al menos estar a la altura de lo que ellos decían ser, o al menos de estar cerca de eso:
En el aire se ve un empleo extremadamente limitado de armas guiadas, con la excepción de algunos misiles. Las bombas lanzadas que se han observado o las que se ven en los videos y fotos difundidos por Rusia, son todas convencionales y antiguas. Esto ha llevado a la pérdida de varios Su-25 y Su-34 que debieron operar a baja altura para poder lanzar sus armas con precisión y por debajo de la cubierta de nubes, entrando en el alcance de las armas antiaéreas. Se ve también un amplio uso de cohetes no guiados.
En cuanto a helicópteros, todos los asaltos aéreos se efectuaron de día, cuando realizarlos de noche implica una gran ventaja táctica. Esto, junto al hecho de que no se ha visto ningún equipo de visión nocturna, da la idea de que las fuerzas rusas carecen de la capacidad para efectuar estas operaciones de noche.
Por tierra, lo primero que ha llamado la atención es la cantidad de vehículos fuera de servicio y otros tantos abandonados, muchos de los cuales fueron capturados o destruidos por los ucranianos. Eso indica que el material en general no se encontraba en las mejores condiciones y, teniendo en cuenta el tiempo que Rusia estuvo preparándose para la guerra, cabe imaginar que esto es lo mejor que pudieron lograr en cuanto al estado del material.
Se ve un amplio uso de vehículos viejos, especialmente camiones, así como artillería antiaérea remolcada o montada sobre camiones, de los años de la URSS, lo que indica falta de capacidad para renovar el material. También se ha visto blindaje y protecciones improvisadas en el terreno en camiones y otros vehículos, que indica el miedo a las emboscadas y que las fuerzas rusas no se sienten seguras en la retaguardia.
En cuanto a los tanques, analizando los distintos videos de emboscadas y ataques, se ve en muchos de ellos una falta de coordinación entre las unidades y falta de respuesta adecuada. En muchos casos las tripulaciones solo se percatan de que son atacados cuando empiezan los impactos en los vehículos, lo que demuestra la falta de equipos de autoprotección que permitan indicar que el tanque está siendo apuntado o que se ha disparado un misil, cohete o proyectil de artillería contra ellos, algo muy difundido en los ejércitos modernos. Tampoco se ve el uso de granadas fumígenas para intentar ocultar los vehículos ni otras medidas para evitar ser vistos o alcanzados. En algunos casos, se ve que no se devuelve el fuego, sino que solo intentan escapar como pueden. No se ve tampoco la protección de convoyes con helicópteros o con infantería desplegada en los alrededores, que permitan detectar la presencia de fuerzas enemigas preparando una emboscada.
Se ve que la apuesta rusa ha sido, como en la Segunda Guerra Mundial, la de ganar por superioridad numérica, sin preocuparse por las bajas propias, intentando de esa manera quebrar la resistencia ucraniana con ataques tras ataques y un constante bombardeo con artillería y aviones. Pero las Fuerzas Armadas de Rusia actuales no son las de 1945 y, por otro lado, Rusia no pelea contra un enemigo al que todos atacan, sino todo lo contrario.
Todo esto, y muchos otros factores que se han ido viendo en estos días, indica falta de entrenamiento del personal, moral baja, equipamiento no adecuado, material antiguo y sin tecnologías avanzadas, falta de liderazgo por parte de los comandantes de unidades, malas comunicaciones (se ha visto reiteradas veces el uso de canales abiertos para dar órdenes), mala planificación, un pésimo planeamiento logístico, fallas graves en la inteligencia militar y un liderazgo ruso que no comprende lo que pasa en el terreno.
La derrota de Rusia
Esta realidad viene demostrando que esa supuesta capacidad temible de Rusia no era tal y que, si no fuera por su arsenal nuclear, dejaría de ser considerada una potencia de primer orden. Ahí es donde Putin ha perdido, ya que, aunque su gobierno sobreviva a esta guerra, ya no será visto como un país con capacidad militar relevante, fuera de lo nuclear, y será tratado como tal. A eso se suma el impacto económico que tendrán las sanciones y cómo eso afectará a la población rusa, a la vez que complicarán mucho la recuperación del aparato militar ruso, que deberá reemplazar las pérdidas en material y el consumo de munición que está generando esta guerra.
Putin ha perdido su disputa con occidente, un occidente que, gracias a él, revirtió gran parte de su desunión y su desinversión en defensa, donde la sociedad, especialmente en Europa, ve que el peligro de una guerra es real. Putin, además, acabó con la posibilidad de que Rusia siga vendiendo productos de defensa en el exterior, no solo por las sanciones, sino porque ya no serán vistos como materiales que sirvan en una guerra moderna. El daño que ha causado a Rusia solo podrá ser revertido por un cambio de gobierno, el fin de la guerra y una apertura a occidente que genere la confianza para que se levanten las sanciones.
China podrá asistir a Rusia en muchos aspectos, en lo económico y lo militar, pero al costo de que Rusia ya no sea un par, sino un satélite chino, algo que el orgullo ruso difícilmente pueda tragar. Si bien China tiene mucho por ganar en este conflicto, al ser la vía de escape de la economía rusa, también pierde, al tener que rever sus planes para ocupar Taiwán y porque ya no compartirá con Rusia estar en el ojo de occidente.
Comentarios